Invasores: de los hipopótamos de Pablo Escobar a las cotorras de Madrid
Desde hace siglos, el ser humano se ha afanado en cambiar las especies vivas de sitio: del desierto a islas volcánicas, de la sabana africana a las selvas colombianas, de los fríos territorios del norte de América a la Tierra de Fuego… Decenas de miles de animales y plantas que han viajado, sin quererlo ni necesitarlo de una punta a otra del globo a causa de las más peregrinas intenciones y que, una vez en su nuevo hogar, lo han invadido y han vencido sobre los que allí vivían. El biólogo Ángel León Panal nos lo cuenta en un apasionante y entretenido libro, ‘Historia de las especies invasoras’.
Hoy tenemos, en unos pocos países, según los últimos estudios científicos, unas 18.000 especies exóticas y tras ellas se ocultan mil y una historias curiosas, algunas divertidas, la mayoría tremendas y, en general, fruto de ese séptimo sentido antropocéntrico tan indeleblemente unido al ser humano. El biólogo Ángel León Panal ha logrado hacer un resumen en un libro que es una exhaustiva investigación, un relato tan bien documentado como entretenido de este ir y venir biológico premeditado. Nobles, narcos, reyes, exploradores, granjeros y naturalistas se dan cita en su Historia de las especies invasoras (Ed. Guadalmazán) revelando la crónica desconocida de lo que define como “uno de los jinetes del apocalipsis ecológico” que sigue galopando mientras se escriben estas líneas. A pocos metros de donde nos comunicamos con el autor, por el río Manzanares se pasean unos gansos del Nilo con sus crías, descendientes de los que, como cuenta León Panal, se llevaron desde Egipto a París allá por 1800, en tiempos napoleónicos. Ahora, disputan cada vez más espacio en el tramo fluvial urbano a los patos azulones y las garzas.
Sorprende la cantidad de información que ha recopilado el divulgador andaluz a lo largo de los años. “Comencé investigando sobre una planta invasora de las marismas y a escribir mi blog, Palabra de Biólogo, sobre este tema, pero el clic lo tuve al conocer el caso del narcotraficante Pablo Escobar, que se llevó hipopótamos africanos a su gran finca colombiana y acabaron siendo un problema en los ríos. Pronto comprendí que cada exótica oculta un pasado y que se habla mucho de las invasoras actuales, como el mejillón cebra o el cangrejo americano, pero no se conoce lo que hay detrás de otros muchas especies que nos rodean”.
La pregunta surge sola… ¿Cuál fue el inicio de este trasiego de animales y flora?
“En mi libro empiezo por los dromedarios que se llevaron a Canarias a comienzos del siglo XV, pero este traer y llevar de animales y plantas, aunque no masivamente, es muy anterior. Por ejemplo, las amapolas de nuestros campos no existían en la península antes del Neolítico, llegaron con la agricultura y aún es un misterio cómo los dingos llegaron a Australia hace miles de años, si no fue con apoyo humano. Pero en Europa la auténtica brecha de la llegada de invasoras se produjo con el descubrimiento de América, un continente lleno de vida que no se conocía”.
Bien es verdad que la definición de invasión biológica, tal como la propuso hacia 1958 el británico Charles Elton, no era ni imaginada en tiempos de Felipe II, por cierto un rey relacionado con la llegada de nuestro cangrejo de patas blancas, que al parecer trajo desde Italia. “En todo caso no basta con coger unos ejemplares; para que una especie se considere invasora debe tener un gran peso en el ecosistema, establecerse y aumentar su población, hasta ser un problema para la salud de ese ecosistema”, puntualiza.
Entonces, ¿los Homo sapiens somos los más invasores? “Sí, pero no, porque el concepto de invasor requiere la intervención de nuestra mano humana, sea ésta de forma accidental o voluntaria. Y una invasora no triunfaría si no fuera porque además destruimos el medioambiente con el cambio climático, la deforestación, etcétera, de lo que las especies exóticas se aprovechan”, argumenta.
Si pensamos en la globalización actual, podríamos decir que esta mano es ahora más larga que nunca, con un comercio internacional incesante y un afán por consumir aquello que no corresponde ni con nuestra temporada ni nuestro lugar, pero al parecer hubo tiempos aún peores. “El siglo XIX fue el momento álgido de movimiento de especies de un lado a otro. En el siglo anterior ya surgió el de comercio de plantas foráneas en viveros, potenciado por las colonias europeas en todo el mundo, pero luego surgieron en Francia las sociedades de aclimatación, que buscaban aclimatar especies de Europa en América o África y viceversa. Partían de la idea de que Dios dio a los europeos las mejores especies, así que había que llevarlas adonde éstos fueran, hasta Australia. Por otro lado, los avances en los medios de transporte, barcos, ferrocarril, lo facilitaba. En estas sociedades hacían catálogos de especies (antílopes, tapires, aves…) para ver qué utilidad tenían para nosotros. Ahí surgen los acuarios y se comenzó el control de plagas importando animales de lejanas tierras, insectos o más grandes. En Florida incluso pensaron en soltar hipopótamos para que se comieran los jacintos de agua”.
Para el autor, estas sociedades es lo más sorprendente con lo que se encontró en su proceso de documentación. “Hoy resulta impensable que se hagan importaciones como las que promovían entonces”, argumenta. Afortunadamente, se superó el siglo de ideas tan peregrinas como la introducción de las alpacas andinas en Europa como ganado, la cría de ardillas grises de América del Norte en Inglaterra “porque eran bonitas” –los daños en los bosques aún son palpables– o la liberación de conejos europeas en Nueva Zelanda, donde siguen siendo una plaga.
Y luego están las plantas que, explica León Panal, “son lo más llamativo de todas las invasoras, porque son capaces de cambiar todo un ecosistema”. Y nos menciona el caso de la enredadera de origen japonés que se importó como una solución contra la erosión de la tierra en Estados Unidos y acabó cubriendo grandes extensiones. “El impacto de este tipo de especies es tremendo, como vemos también con el jacinto de agua. Crece como una alfombra sobre la superficie de agua de los ríos y lo que hay debajo colapsa, porque no entra el sol, las algas no pueden hacer la fotosíntesis y su descomposición elimina el oxígeno. Otra planta que también nos llegó porque se consideraba bonita”.
Ángel León Panal ha volcado su mirada en el pasado. Del presente, nos dice que hoy sabemos del riesgo de andar moviendo la vida de un lado a otro, pero el cambio climático es la nueva complicación: “Ahora, es muy posible que especies del Mediterráneo colonicen Chile o California con más facilidad por el cambio de condiciones ambientales. Otra cosa son las que vienen por sí mismas porque cambia el clima, como la tórtola turca que está llegando a España, pero la cuestión”, añade, “es que ha habido y hay un problema de competencia entre especies que en muchos casos son introducidas porque dan un beneficio económico o son muy carismáticas, como el hipopótamo del narco de Colombia, cuya caza desencadenó grandes protestas”. “Eliminar la invasoras supone un coste económico muy elevado pero, en algunos casos, además genera debate social porque no siempre su extermino es bien acogido. El asunto es que la elección no es exterminar o no una invasora, sino decidir si queremos conservar o no un ecosistema entero”.
Sí que detecta que en algunos lugares han aprendido la lección: “En Australia hay una legislación muy estricta contra la llegada de invasoras. Incluso en una ocasión quemaron el envío de unos pliegos antiguos con plantas del siglo XVII por considerarlos un riesgo”. En otros países, reconoce, depende del momento, y pone el ejemplo de España, donde hay especies que entran y salen del listado de invasoras en función del político de turno, como pasa con la trucha arcoíris o el arruí, un ungulado introducido en la Sierra de Espuña como especie cinegética.
“Una de las grandes puertas de entrada voluntaria en la actualidad es el comercio de mascotas, porque hay leyes que prohíben especies concretas, pero no todas, así que se traen otras similares y a menudo acaban en el medioambiente. Lo accidental es más complicado de controlar. Casos como el de las plataformas petrolíferas flotantes, que han traído en su viaje a aguas canarias peces o los de las especies asociadas a contaminación marina plástica. Y, además, hemos roto muchas barreras geográficas, como el Canal de Suez, que unió dos mares distintos.
Durante la entrevista, una bandada de cotorras argentinas pasa al otro lado de la ventana. La reflexión final de Ángel León Panal está en el eje de su obra: “Tenemos que preguntarnos qué relación queremos tener con el resto de las especies del planeta. Ser conscientes de que nos va la vida en ello. No debemos olvidar que nosotros desapareceremos, pero a la biosfera le dará lo mismo. Nos creemos importantes, capaces de cambiarlo todo, pero un día no estaremos”.
Y para muestra algunos de los cientos de casos que retrata: los cangrejos de Stalin, los canguros de Fernando VII, las plumas de avestruz que llenaron los cabarets, las cenas con carne de elefante en restaurantes de lujo parisino, hormigas argentinas en Nueva Orleans o los camélidos de Sudamérica criados en Sanlúcar de Barrameda. El mundo patas arriba.
COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
Comentarios
Por Esteban, el 12 julio 2021
Resulta que solo hay cotorras en madriz…. Hasta los mismísimos del madricentrismo
Por Carla, el 15 julio 2021
NOSOTROS LOS HUMANOS SIEMPRE DECIDIENDO QUIEN VIVE QUIEN MUERE ……OHHH PERJUDICA ……Y NOSOTROS DESTROZAMOS EL PLANETA ENTERO !!!
PERJUDICAMOS …..soluciones
Por Carlos, el 16 julio 2021
Me ha gustado mucho el articulo y me gustaria comprar el libro Historia de las especies invasoras. ¿Donde puedo adquirirlo?. Un saludo
Por Rosa M. Tristan, el 20 julio 2021
Lo venden en muchas librerías. Tb por internet. La Casa del Libro o Amazon . Le gustará!
Por Jorge, el 18 julio 2021
DEJAD LOS ANIMALITOS EN PAZ NO TIENEN NINGUNA CULPA QUE LOS HAYAN CAMBIADO DE HABITAD PERSEGUIR CON LEYES MAS DURAS ALOS QUE DESPLACEN ESPECIES
Por Martin, el 19 julio 2021
Hay que comenzar a sancionar a medioambiente, ya que comenzaron a cargarse el cangrejo autóctono a cuenta de repoblar con el americano.