James Turrell ilumina a Frank Lloyd Wright

JAMES TURRELL

El artista estadounidense considerado el escultor de la luz convertirá el atrio del Museo Guggenheim en una pieza gigante dentro de su primera exposición individual en Nueva York en 30 años.

MANUEL CUÉLLAR

El momento en que alguien se enfrenta a una escultura de James Turrell suele convertirse en una experiencia de una extraña intensidad: una mezcla de asombro y emociones profundas que desemboca en algo así como un entusiasmo incontrolable.

Nueva York en agosto es una ciudad calurosa y húmeda donde la brisa y las tormentas de verano dan muy poca tregua. Los días largos ofrecen una oportunidad inmejorable para dilatar al máximo el tiempo y disfrutar de la urbe, que se vuelca, sobre todo, en actividades al aire libre. El año pasado, visité la ciudad y mi anfitriona, la periodista Idoya Noain, se empeñó en que descubriera mi “primer Turrell en directo”. El encuentro tuvo lugar una tarde de agosto, de esas en las que se organiza una concurridísima fiesta en el patio de la antigua escuela reconvertida ahora en el PS1, la sede del MoMA en el barrio de Queens especializada en exhibir lo más vaguardista del arte contemporáneo.

En el tercer piso del edificio, en un largo pasillo jalonado por puertas de madera blanca que hace años daban acceso a las aulas, se encuentra la instalación permanente Meeting (Encuentro) de James Turrell (abajo, en la foto).

Al flanquear la puerta, se accede a una habitación de tamaño medio rodeada por un banco corrido de madera clara, en el que la gente sentada mira con insistencia hacia arriba. En el suelo forrado por una moqueta que simula césped artificial, los visitantes se tiran boca arriba y charlan entre sí con la mirada fija en el techo. Así que es inevitable que por imitación uno se encuentre enseguida con la cabeza levantada observando un enorme cuadrado azul eléctrico enmarcado en el techo. Con el paso del tiempo, a veces ese cuadrado parece que estuviera dibujado con un fondo en terciopelo azul, otras que fuera un relieve… Hasta que, de pronto, por un lado aparece tímidamente la cola esponjosa de una nube. En ese preciso instante, es inevitable recibir un chute de felicidad al descubrir que lo que se ha estado mirando todo el tiempo no es otra cosa que el cielo abierto. Entonces todo adquiere otra dimensión. Eso tan bello es algo que siempre está ahí, encima de nosotros. Turrell ha sabido enmarcar lo más grande: el cielo.

'Meeting' de James Turrell

El propio artista ha explicado el espíritu que se esconde tras sus trabajos: “La luz es una sustancia muy poderosa. Tenemos una conexión muy primaria con ella. Pero algo tan poderoso se convierte en frágil al sentir su presencia. Me gusta trabajar con la luz para que el espectador sienta su presencia. Mi deseo es crear una situación en la que sumergir a quien mira mis obras, de tal forma que se transforme en algo mucho más allá de la simple observación. Que se convierta en toda una experiencia”.

Turrell ha utilizado estas palabras para hablar de lo que será su próxima gran pieza: convertir el atrio de uno de los edificios más famosos del mundo, el del Museo Guggenheim de Nueva York, en una escultura de luz gigante como obra magna de la que será la primera exposición individual del artista en un museo de la Gran Manzana desde hace 30 años.

Se trata de una de las instalaciones más grandes que haya montado el artista en toda su trayectoria. De hecho, ha necesitado seis años de planificación. La obra, titulada Aten Reign, ha sido calificada por el propio autor como “una arquitectura del espacio creado con la luz”; para ello, combina luz natural y artificial. Para esta instalación, se cubrirá el enorme balcón en rampa espiral que ideó el arquitecto Frank Lloyd Wright de tal forma que desde el 21 de junio hasta el 25 de septiembre la llamada rotonda del Guggenheim sólo se podrá disfrutar desde abajo, y no como un espacio abierto tal y como lo pensó Wright; quedará transformada en una masa de color vibrante que se expandirá y contraerá por encima de las cabezas de los visitantes.

Aten Reign guarda relación, por su grandeza, con el Roden Crater Project, la obra magna de Turrell que comenzó en 1979 y aún se encuentra en construcción en un cráter en el desierto cercano a la localidad de Flagstaff, en Arizona. Cuando la culmine, el volcán contendrá cerca de dos docenas de instalaciones separadas. Muchas de ellas están cuidadosamente alineadas de acuerdo con la luz que despiden diferentes fenómenos astronómicos. Según Turrell, este proyecto copia a los antiguos observatorios astrológicos que estaban orientados hacia los acontecimientos excepcionales que tienen lugar en la bóveda celeste. La obra del Guggenheim también está relacionada con Agua de Luz, una pirámide elíptica que Turrell construyó en Yucatán, México, el año pasado. La naturaleza ha inspirado el universo de Turrell, y podríamos decir que también el de Wright, aficionado a los paisajes del Oeste norteamericano; tanto que construyó su segundo hogar en Arizona. Además de la individual de Nueva York, otros dos museos de Estados Unidos, el de Bellas Artes de Houston (Texas) y el de Arte del Condado de Los Ángeles rendirán homenaje a Turrell en las mismas fechas.

En España, también podemos disfrutar de este artista, una especie de Walt Whitman, de poeta de la luz, nacido en 1943 en Pasadena; cuenta con una obra permanente en el Museo de Escultura al aire libre de Montenmedio, en Vejer de la Frontera (Cádiz), titulada Second wind y que representa el negativo de una pirámide.

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