Jóvenes artistas contra la alienante maquinaria capitalista

Una de las obras del proyecto ‘1989-2019’, de Simón Sepúlveda.

Los jóvenes artistas que integran la exposición ‘Generación 2021’ de La Casa Encendida (Fundación Montemadrid) han decidido darle este año una bofetada al sistema y mostrarse muy críticos –algo habrá tenido que ver también el comisariado y jurado– con una maquinaria capitalista que acosa las disidencias y que parece creada para formatear a los humanos de acuerdo con unas reglas que interesan al poder. Hemos visitado la muestra y hablado con sus artistas, de entre 26 y 35 años, mujeres en su mayoría y con fuerte presencia de Latinoamérica. Hasta el 9 de mayo.

Entre los casi 600 proyectos presentados a Generación 2021, el jurado (compuesto por Ana Botella, jefa de Programas Públicos en la Wellcome Collection de Londres; Soledad Gutiérrez, comisaria en Thyssen-Bornemisza Art Contemporary, TBA21, e Ivan L. Munuera, PhD Candidate en Princeton University y crítico y comisario independiente) ha seleccionado a estos ocho artistas ganadores (dotados con 10.000 euros cada uno): María Alcaide, Lucía Bayón, Javier Bravo de Rueda, Claudia Claremi, Isabel Marcos, colectivo nucbeade (Quiela Nuc y Andrea Beade), Simón Sepúlveda y Helena Vinent.

Ignacio Cabrero, comisario de la muestra, explica cómo el eje sobre el que gravita la mayor parte de la obra se refiere a la búsqueda de una identidad propia frente a los rígidos estereotipos y esquemas sociales marcados desde arriba: “Construir una identidad determinada puede suponer resistir a las expectativas y a los prejuicios que las acompañan, pues muchos sujetos no desean, o simplemente no pueden, habitar dentro de los límites del discurso del poder. Estas personas habitan en los pliegues y en las grietas de los discursos hegemónicos, desean estar fuera de la normalización, y son al mismo tiempo creadores de nuevos lugares. Y si la identidad siempre está construyéndose, debe ser algo que también pueda ser narrado, o de alguna manera mostrado, como los proyectos que presentan los artistas de generaciones. Historias excluidas de los discursos oficiales”.

Así, a través de una vídeo-instalación realizada con mucho humor e ironía, María Alcaide (Huelva, 1992) invita a reflexionar sobre el papel del feminismo en el mundo rural o la desigualdad de oportunidades según el género, la procedencia y la ideología. El hecho de proceder de una familia de carniceros de la sierra de Huelva, a 15 kilómetros de Jabugo, le ha hecho servirse de los cerdos para expresar su inquietud sobre las dificultades de introducir cambios en ambientes rurales tan cerrados a lo distinto.

La instalación ‘Licencia de amor B y P (Begoña y Puri)’, del colectivo nucbeade.

Una de las obras del proyecto ‘Carne de mi carne’, de María Alcaide.

Helena Vinent (Barcelona, 1988) trabaja desde la experiencia personal (es sorda) en su proyecto La prótesis que dirigió al órgano contra sí mismo, para poner el foco de interés en la construcción identitaria del cuerpo discapacitado: “La prótesis al servicio del sistema para modificar el cuerpo y adaptarlo, para que encaje en la norma”. “Es un proyecto que me permite cuestionar lo que es un cuerpo cerrado y completo”.

Simón Sepúlveda (Chile, 1989) presenta a través de distintos formatos (desde textil a instalaciones) el proyecto 1989-2019, con el que busca analizar la historia reciente de Chile, que coincide con su edad y con una época de transición en su país, desde el tramo final de la dictadura militar de Pinochet hasta las revueltas sociales de 2019. Denuncia las carencias democráticas de su país, desde la precariedad de la vivienda social a la privatización del agua, “todo está en manos de siete grandes familias millonarias”. “Ahora el descontento social está más controlado con las restricciones por la pandemia, pero volverá a expresarse en la calle”.

A Claudia Claremi (España/Cuba, 1986) su experiencia personal entre Cuba y España le ha permitido constatar el racismo institucional ejecutado desde las políticas migratorias y descubrir una sociedad sin memoria de su pasado colonial. Lo ha llamado Amnesia Colonial (estupor): una película construida a partir de sonidos e imágenes recogidos en la Cabalgata de Reyes Magos de Alcoy (Alicante), una tradición navideña cargada de una estética orientalista en la que se practica el blackface. El proyecto es un ensayo fílmico sensorial, hipnótico e inquietante sobre el racismo estructural y las jerarquías de poder, sobre cómo sin intención y sin consciencia, con ese pintarse la cara de negro se está perpetuando la desmemoria, frivolizando lo que en realidad eso representa, desconectándose de la historia –el pasado colonial y la esclavitud– y perpetuando el estereotipo de la blanquitud dominante. El hecho de escoger esa festividad de Alcoy es sólo una metonimia de algo muy generalizado.

Javier Bravo (Perú, 1989) ha mirado a las raíces de la cultura quechua: esculturas rituales como la Yunza, árbol decorado en carnavales que simboliza la abundancia, y los castillos pirotécnicos folclóricos utilizados en celebraciones y tradiciones de la cultura andina, como metáfora de la renovación. Una reflexión crítica que le ha permitido la distancia (vive en Bilbao desde hace 3 años) sobre cómo construir una identidad propia “en un mundo tan cambiante, mestizo, mutable”.

Lucía Bayón (Madrid, 1994) se cuestiona lo que ocurre cuando se deja que el propio material hable a través de sus condiciones variables y su manejo. En I, Stubborness utiliza el tejido, recolecta prendas, muchas de ellas personales, las interviene, despunta, descose patrones y genera fragmentos y nuevas tipologías, para crear un nuevo discurso desde la memoria colectiva y el recuerdo personal.

Según Isabel Marcos (Madrid, 1986) (que, como Lucía Bayón, vive en Róterdam), “las arquitecturas mojadas” –tanto fuentes como baños públicos y saunas– han sido siempre “oasis” en la ciudad para la producción de espacios no normativos. Inspirada por ese nuevo modo de fenomenología feminista posthumana (hidrofeminismo), que entiende que nuestros cuerpos están globalmente conectados a través del agua (según el libro Bodies of Water, de Astrida Neimanis), la artista reflexiona sobre la relación del agua con la ciudad y su similitud con nuestra relación con los fluidos corporales.

El colectivo nucbeade (Quiela Nuc, Madrid, 1990, y Andrea Beade, A Coruña, 1988) utiliza la arquitectura para hablar de sujetos a los que se les ha negado históricamente la capacidad de narrarse por pertenecer a las capas más empobrecidas de la sociedad, ser menores de edad, racializadas o lesbianas. La instalación Licencia de amor B y P (Begoña y Puri) reconstruye una de las habitaciones, la de Begoña, del centro Nuestra Señora del Pilar, sede del Patronato de Protección a la Mujer (en San Fernando de Henares, Madrid), una institución pública española dependiente del Ministerio de Justicia, encargada de la “reeducación moral” de niñas y jóvenes menores de edad y que estuvo en activo nada menos que hasta 1987. Es la última pieza de un corpus de obras llevado a cabo por nucbeade desde 2018 en torno al deseo lésbico en el Estado español entre las décadas de 1930 y 1980.

Como recalcó Ignacio Cabrero en la presentación de esta muestra cargada de mensaje político, de rebeldía y autoafirmación joven, estamos ante una bofetada al sistema desde posturas de los migrantes, las lesbianas, las feministas, las personas con alguna discapacidad… Encuentran su voz, su voz artística, los que se salen de la norma, del formato, del esquema que interesa a las jerarquías capitalistas.

‘Generación 2021’. En La Casa Encendida (Madrid). Hasta el 9 de mayo.

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Comentarios

  • Jose Luis Yamunaque.

    Por Jose Luis Yamunaque., el 19 febrero 2021

    Cuando el artista, o critico de arte, recurre a la palabra o cualquier otro medio, para mo umentalizar su obra, olvida que el arte es infinito y que el mejor critico de arte de nuestro planeta es el tiempo, quien lo eterniza u olvida infinitamente. Yammunaque. Un fraterno abrazo.

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