Juan Ramón y Zenobia, Casals, Salinas… el exilio en Puerto Rico

Juan Ramón Jiménez, rodeado de niños con un burrito de paja y cartón, 1958. Colección privada Carmen Hernández-Pinzón Moreno.

Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, Pau Casals, María Zambrano, Pedro Salinas, Francisco Ayala, Aurora de Albornoz… Grandes nombres de la cultura de España que tras el golpe de Estado fascista y la Guerra Civil partieron al exilio y encontraron en Puerto Rico un lugar de acogida y vida. Un exilio intelectual del que no se ha hablado tanto como del que tuvo por destino México, Argentina o Francia, y que ahora se recuerda con un amplio y cuidado despliegue en una exposición en la Biblioteca Nacional (BNE), en Madrid, hasta el 3 de septiembre.

La exposición está repleta de emotivos detalles (104 piezas originales, incluidos dos cuadros de Sorolla). Como una foto de un grupo de niños que le acaban de regalar un burrito de paja a un Juan Ramón Jiménez ya en silla de ruedas. O cartas de Zenobia Camprubí reconociendo que es una mujer complicada para formar pareja, que se ve mejor soltera. O una de las pipas de Casals. O poemas manuscritos de Salinas. O el primer número de la revista La Torre, que creó Francisco Ayala en Puerto Rico. O el dibujo que abre la exposición y sirve de cartel: un dibujo de la isla de Puerto Rico que hizo en el cole un Juan Ramón Jiménez niño, y que ahora lo percibimos como una naif premonición.

El exilio intelectual español en Puerto Rico se articula sobre todo a partir de la vida en la isla de Juan Ramón / Zenobia, y recoge momentos de intensa complicidad de la pareja.

Así nos lo cuentan: “Tras un determinante viaje a Argentina y Uruguay en 1948 –de donde nace la obra maestra Animal de fondo– y después de más de una década en Estados Unidos, ya en 1951, la pareja se trasladará definitivamente a Puerto Rico, de donde provenía parte de la familia de Zenobia. Y es aquí, en San Juan, donde después de lo que sería su periodo más feliz desde el exilio, su destino vital llega a su fin, uniéndolos permanentemente al nombre de San Juan de Puerto Rico. Los últimos años de la vida de Juan Ramón y Zenobia en Puerto Rico estarán cruzados por momentos de alegría y gratitud: una especie de tercera juventud llena de actividad. La revisión completa de la obra del poeta, las clases regulares de Zenobia y los seminarios ocasionales de Juan Ramón; la escritura de nuevos textos relacionados con Puerto Rico, la difusión y reconocimiento definitivo del poeta moguereño y los paseos por la ciudad de San Juan, que tanto les recordaba a Andalucía; la cesión de su archivo y biblioteca a la Universidad de Puerto Rico; las cartas, las visitas y, finalmente, la conciencia de que sería este el lugar de su última residencia”.

La muestra logra que el visitante los sienta muy próximos, cosa que no es fácil de conseguir en este tipo de exposiciones: “El periodo en el que le llega a Juan Ramón la noticia de la concesión del Nobel es también el momento más bajo de su vida. Tras una larga lucha contra el cáncer, Zenobia pudo saber del galardón de boca del poeta pocos días antes de su muerte. El propio poeta sería incapaz de acudir a la ceremonia de recepción de los Premios Nobel, y será finalmente el rector de la Universidad, Jaime Benítez quien, en su representación, viajará a Estocolmo para leer su discurso. Solo dos años después del fallecimiento de su esposa, el poeta muere en 1958. Una vida marcada por el exilio, pero también por el trabajo gustoso dedicado a la poesía, algo inimaginable sin la presencia de Zenobia, a quien precisamente, dedicaría estas palabras en su discurso de aceptación del Premio Nobel: “Mi esposa Zenobia es la verdadera ganadora de este premio. Su compañía, su ayuda, su inspiración hicieron, durante 40 años, mi trabajo posible. Hoy, sin ella, estoy desolado e indefenso”.

Juan Ramón Jiménez, con Jaime Benítez, rector de la Universidad de Puerto Rico), a la izquierda, y Pau Casals. Album Verde. Colección privada Carmen Hernández-Pinzón Moreno.

Hay otra figura que merece reconocimiento y atención, un hombre que facilitó esos brazos abiertos y ese cariño de la isla a los exilados españoles (hasta el punto de que el poeta Pedro Salinas, aunque murió en Boston, pidió que le enterraran en San Juan; que en la capital se sigue organizando el Festival Casals de Puerto Rico y está ubicado el Museo Pablo Casals; o que Ayala recibió el encargo de dirigir la editorial universitaria). Ese hombre crucial fue Jaime Benítez Rexach, primero rector y después presidente de la Universidad de Puerto Rico entre 1942 y 1971; fue la figura clave y motor de la intensa vida cultural que acogió a los exiliados españoles. “Por su singularidad, Puerto Rico se convirtió también en punto de encuentro y vía de proyección y comunicación con EE UU, así como con los países del Caribe y del resto de América Latina, desde México hasta Argentina. El esfuerzo compartido de Benítez con otras relevantes figuras puertorriqueñas hizo del San Juan de esas décadas el escenario de la vida diaria de los exiliados. Allí desarrollaron proyectos, publicaciones, colaboraciones y amistades que contribuyeron a hacer de la capital de la isla un epicentro cultural de relevancia internacional».

“Patria de una España que se quedó sin patria”, como resumió José Andrés Torres Mora, presidente de ACE (Acción Cultural Española), en la presentación de la muestra hace unos días.

La exposición es también un profundo –y entretenido– recorrido por lo que significa el exilio de las ideas y el compromiso de la cultura. A raíz de la invasión franquista de España tuvieron que marcharse alrededor de 6.000 intelectuales de primera línea, según señaló en la presentación Fernando Martínez López, secretario de Estado de Memoria Democrática (España contaba entonces con 25 millones de habitantes, y en torno a medio millón de españoles se vieron obligados a emprender un éxodo masivo).

Así nos lo cuenta esta exposición, muy bien comisariada por Ernesto Estrella Cózar y que ya dio un primer paso al otro lado del Atlántico: “Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, Pau Casals, María Zambrano, Francisco Ayala, Pedro Salinas o Aurora de Albornoz se ven forzados, al dejar España, a abandonar no solo sus hogares, familias, trabajo –como el resto de los exiliados–, sino también su espacio cultural. Para todos ellos, desde que salen de España, los proyectos y ambiciones personales pasan a un segundo plano por un tiempo. La obra personal, el trabajo del artista o intelectual se ven ahora influidos por una necesidad ética mayor, por una realidad de compromiso social y político mucho más inminente. Es bien conocido el caso de Juan Ramón Jiménez, que pasa de un cierto aislamiento elitista –la famosa torre de marfil– a una actividad frenética –tanto él como Zenobia, juntos y por separado– repleta de actos, conferencias, publicaciones, cartas, que comienza ya a su salida de España, en 1936, y a su llegada a Puerto Rico y a Cuba, y que no cesará hasta su muerte. Pero este mismo recorrido puede trazarse de un modo similar para el resto de los exiliados intelectuales; primero, en la defensa de la República; luego, en la oposición al régimen, y siempre desde una presencia y contribución intensa a la vida cultural del territorio de acogida, Puerto Rico en nuestro caso”.

Juan Ramón Jiménez camina por los pasillos de la Universidad de Puerto Rico.

La reflexión no pierde actualidad en estos momentos, cuando vemos que una fuerza política que reivindica el franquismo está entrando en las instituciones españolas con la complicidad de muchos que les abren las puertas. Leemos en la exposición de la BNE: “El que pierde su tierra, podemos decir, comienza a vivir en el territorio de la idea, de la idea compartida. Y tanto estos exiliados de renombre como todos aquellos que se mantuvieron en un espacio más anónimo, mantuvieron intensamente su compromiso con la idea de esa España moderna y democrática que siempre tuvieron presente”.

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros / cantando; / y se quedará mi huerto, con su verde árbol, / y con su pozo blanco. / Todas la tardes, el cielo será azul y plácido; / y tocarán, como esta tarde están tocando, / las campanas del campanario”. (‘El viaje definitivo’, Juan Ramón Jiménez).

La exposición ‘El exilio intelectual español en Puerto Rico’ puede visitarse en la Sala Recoletos de la Biblioteca Nacional de España hasta el 3 de septiembre. Comisariada por Ernesto Estrella Cózar. Organizada por la Biblioteca Nacional de España, Acción Cultural Española y la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, con la colaboración del Gobierno de Puerto Rico y la Universidad de Puerto Rico, más la participación de la Casa Museo Zenobia-Juan Ramón Jiménez, la Fundación Pau Casals, la Fundación Francisco Ayala y la Fundación María Zambrano.

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