Justo Navarro: «No sabemos si Ezra Pound fue un loco, un fascista o un espía»

El poeta Ezra Pound. Foto: Walter Mori.

El poeta Ezra Pound. Foto: Walter Mori.

El poeta Ezra Pound. Foto: Walter Mori.

El poeta Ezra Pound. Foto: Walter Mori.

En abril, el mes que TS Eliot calificó como el «más cruel» en su inolvidable ‘La tierra baldía’, y en plena campaña de desinformación y resurgir de retórica de guerra fría, con tensiones geopolíticas y espías, entrevistamos al escritor granadino Justo Navarro sobre el personaje (Ezra Pound) al que dedicó su novela ‘El espía’ (Anagrama). Pound fue, además del editor del mítico poema de Eliot, un oscuro personaje sobre el que se lanzaron sospechas de espionaje desde los distintos bandos en la Segunda Guerra Mundial.

“Se había metido tanto en el papel de fascista que lo representaba con total sinceridad”. Así describe el narrador al poeta americano Ezra Pound, personaje principal sobre el que gira El espía (Anagrama), novela de Justo Navarro que adquiere estos días de abril y nueva guerra fría plena actualidad. En ella, el autor juega con la idea, no del todo descabellada, de que el poeta fuera en realidad, pese a su declarada y radiodifundida filiación mussoliniana, un agente doble al servicio de su patria, que al final del conflicto lo trató como a un traidor que ha perdido el juicio y no como a un criminal o un traidor.

Fue incluso condecorado por la Biblioteca del Congreso de EEUU, y la difusión de su obra nunca sufrió menoscabo en su país. El poeta engrosa la lista de potenciales espías que, dada la inverosimilitud -que no la irrealidad- de sus coartadas o leyendas, oscilarán siempre entre las interpretaciones que ven un lunático y los apologetas que lo considerarán un soldado oculto. A la espera de la desclasificación de archivos, quizá libros como éste sean la única forma de interrogarnos sobre el pasado de Pound. Navarro aporta la clave: “El espionaje consiste en usar la irrealidad y la fabulación para influir sobre la realidad, y la literatura cumple la misma función”.

Una de las circunstancias más llamativas fue la coincidencia de Pound con James Jesus Angleton en Roma durante la guerra. Angleton, que luego se convertiría en el mítico jefe de Contrainteligencia de la CIA durante la Guerra Fría, ejercía entonces como enlace de la OSS -matriz de la inteligencia exterior americana- en Roma. Cuesta pensar en el mítico Angleton como alguien a quien en la guerra engañó Pound, en la Guerra Fría Kim Philby, y que aun así ha pasado a la historia, por su meticulosidad, olfato y resultados, como uno de los mejores agentes de todos los tiempos. Una historia trágica y no por ello menos fascinante. 

Ya el título sugiere que más que de un fascista convencido y emocional, vamos a leer sobre alguien frío, que recibe órdenes y las ejecuta. Después de la investigación que ha realizado para este libro, ¿cuánta verosimilitud da el autor a la historia que narra?

No, un espía no tiene que ser alguien frío que se limita a cumplir órdenes. Ha habido espías por pasión, por un ideal o una persona. No sé si Ezra Pound fue un agente doble o un agente provocador. Lo dudo. Sí estoy convencido de que fue fascista fervoroso por su pasión por el teatro y los gestos de Mussolini y el fascismo.

La tranquilidad de Pound al ser detenido, su insistencia en ser conducido a la Embajada de su país de inmediato, algunas compañías durante sus años en Italia, apuntan en esa dirección. O señalan que no sentía ningún remordimiento y creía que sus ideas no eran tan monstruosas.

El antisemitismo y las simpatías hacia el fascismo eran muy comunes en los Estados Unidos de antes de la Segunda Guerra Mundial. Y Pound, que llevaba viviendo en Italia más de 20 años, había perdido el sentido de los cambios en la realidad americana.

¿Qué impacto tenían las palabras de Pound desde Radio Roma en su país? ¿Era un asunto al que el Gobierno de Estados Unidos diera importancia?

Era un asunto al que dio tanta importancia como a todos los casos de americanos que, sorprendidos en Europa en el momento en que estalló la guerra, se convirtieron en propagandistas radiofónicos de Hitler y Mussolini. Todos fueron perseguidos implacablemente. Pero en Italia el ministro de educación, por ejemplo, consideraba irrisorias las alocuciones de Pound, y funcionarios de los servicios de inteligencia entendieron que esos discursos, incoherentes o disparatados, en realidad transmitían mensajes cifrados al enemigo angloamericano, a los aliados.

Es curiosa la insistencia de Pound en que a Roosevelt no había que meterlo en la cárcel, sino en un manicomio.

Es curiosa porque fue el destino que sufrió Ezra Pound. No lo ahorcaron ni lo metieron en la cárcel, sino en un manicomio para criminales locos.

¿Por qué comenzaron las sospechas sobre su posible papel de espía americano infiltrado en Italia?

Las alocuciones de Pound en Radio Roma y Radio Milano justifican las sospechas. Por ejemplo, un día lee unas frases que hablan de Zoagli, una playa cerca de donde vivía Pound y donde había un puente fundamental para el paso de las tropas aliadas hacia el norte de Italia. Habla de nubes, del estado del cielo. ¿Estaba transmitiendo información? Los ingleses bombardearon el puente meses después.

¿Tenía contacto Pound con alguien que pudiera hacerle parecer sospechoso de ser un agente doble?

Pound se reunía con fascistas que conspiraban contra el fascismo real, que no les parecía auténtico. Uno de los objetivos principales de esos conspiradores era el conde Ciano, yerno de Mussolini, al que consideraban ejemplo de la corrupción del régimen. En los diarios de Ciano, el 22 de marzo de 1942, aparece la visita de un agente o confidente de la OVRA, los servicios secretos fascistas, que delata una conspiración para matar a Ciano, entonces ministro de Asuntos Exteriores. El que dirigía esa conspiración, según el confidente, era Chilanti, el amigo con que se reunía Pound.

Aun así, a raíz de casos que se han ido conociendo de escritores que resultaron espías, Pound no hubiera sido el primero, y tampoco su proceder el más rocambolesco. ¿Por qué esta fecunda hermandad entre ambas actividades?

El espionaje consiste, como dice otro de los personajes históricos de El espía, en usar la irrealidad y la fabulación para influir sobre la realidad. La literatura cumple la misma función.

En EEUU y Reino Unido, la mayoría de los intelectuales apoyó la Segunda República Española, y sin embargo Pound, como se consigna en la novela, afirmó: «España es un lujo sentimental para intelectuales de Londres». ¿No habría cierta querencia por ejercer de ‘enfant terrible’?

Se sentía un dictador de costumbres y opiniones. Era antirromántico en su manera de escribir y era un romántico incurable en la vida.

Paralelo al de Pound, el retrato de Mussolini es otro de los atractivos de este libro. Pound llega a afirmar que fue un gran hombre malogrado por malas compañías.

Lo más sorprendente es que Pound viera en Mussolini un hombre enemigo del capital, cuando tanto le debe el capitalismo italiano, y un hombre contrapuesto a la industria de la guerra, siendo Mussolini tan belicoso, como en los años treinta del siglo pasado demostró en Etiopía y en la guerra de España. La visión de Mussolini que tenía Pound demuestra lo ciegas y fanáticas que pueden ser personas a las que se supone cierta cultura y sensibilidad, como son los poetas.

¿Cómo reaccionó Pound cuando se conoció el Holocausto? ¿Se desdijo?

No sé si se desdijo de algo. Sé que cuando llegó a Italia, libre por fin después de 12 años en el manicomio, bajó del barco brazo en alto, haciendo el saludo fascista.

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