La ‘bomba’ contaminante de 22.800 millones de tarjetas electrónicas

Según el Banco de España, a finales de 2020 teníamos 86,2 millones de tarjetas electrónicas en nuestros bolsillos. En el mundo, 22.800 millones. Foto: Pixabay.

Las tarjetas de crédito y débito de entidades bancarias y comercios se consideran también aparatos eléctricos y electrónicos, y como tal deben tratarse cuando se convierten en residuos. Su composición de PVC, cadmio, hierro y silicio obliga a realizar un correcto reciclado de estas tarjetas para que no se conviertan en una carga tóxica más para el medioambiente. Según el Banco de España, a finales de 2020 teníamos 86,2 millones en nuestros bolsillos. Los datos mundiales elevan a 22.800 millones de unidades en circulación. Con que solo una cuarta parte de todas ellas se deseche anualmente, hablamos de 107 toneladas en España y de 28.500 toneladas en todo el mundo.

“¿No tiene usted nuestra nueva tarjeta premium, ni la nuestra para obtener gasolina gratis cada diez repostajes, ni la de nuestro comercio para acceder a descuentos especiales…?”. A la hora de contestar que sí a estas propuestas, además de prestar mucha atención a la letra pequeña de las condiciones de la contratación de cada tarjeta, hay que considerar que adquirimos un pequeño dispositivo electrónico repleto de plástico, en concreto de uno de los más peligrosos para el medioambiente: policloruro de vinilo (PVC).

Thales, la multinacional francesa que está detrás de la emisión de un gran número de tarjetas, explica que las 30.000 toneladas de PVC que se emplean cada año para fabricar estos dispositivos equivale al peso de 150 aviones Boeing 747. Otro dato de Thales: solo los 6.000 millones de tarjetas bancarias que se fabrican cada año producen una huella de carbono equivalente a la que dejan 500.000 pasajeros en los vuelos entre Nueva York y Sydney. Según Nilson Report, el principal canal de información sobre tarjetas de crédito/débito, actualmente hay en circulación 22.800 millones de unidades en todo el mundo.

De nuevo, lo más prudente es reducir al máximo la necesidad de contar con nuevas tarjetas que posiblemente utilicemos una o, en ocasiones, ninguna vez al año o en la vida. En España ya hay 86,2 millones de tarjetas de crédito/débito. Pero en esta cifra que ofrece el Banco de España  no están, por ejemplo, las vinculadas a abonos de transporte o las del DNI, sanitarias, carnet de conducir, cerraduras electrónicas y otras de identificación personal. Todas tienen al menos plástico, además de bandas magnéticas y circuitos impresos, por lo que hay que cuidar que las toneladas de PVC, hierro y silicio derivadas de las que se desechan cada año sean debidamente tratadas e incluso recuperadas.

Resistirse a nuevas tarjetas y a cambiarlas o darles una “segunda vida”

Hace poco BBVA, la principal entidad bancaría hasta la absorción de Bankia por CaixaBank, aseguraba que emite de media aproximadamente 950.000 tarjetas al trimestre (3,8 millones al año), ya sea por caducidad, robo, pérdida o nueva emisión. Con este volumen de tarjetas en circulación y en renovación continua está claro que el primer paso es deshacerse de ellas de forma adecuada. “Si quemas la tarjeta o la tiras a la basura sin más, darás alas a sustancias organocloradas, extremadamente tóxicas para la atmósfera”, advierten desde Ecolec, uno de los sistemas colectivos de responsabilidad ampliada del productor (SCRAP) encargada de gestionar residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE).

Cadmio, PVC, silicio, hierro, pinturas con plomo… son parte del cóctel químico que contienen las tarjetas. Depositarlas en los contenedores para la recogida selectiva de residuos disponibles en las calles supone cometer un error que dificulta su posterior reciclaje o reutilización. Lo primero que hay que hacer es alargar su vida útil siempre que no tengan fecha de caducidad o, en plan decorativo, buscarles una “segunda vida” como marcadores de libros, tapas para libretas o cuadernos o marcos para cuadros. Si se desechan definitivamente, sus destinos idóneos son los puntos limpios y las entidades que las emitieron, a las que se debe consultar sobre cómo devolverlas.

Bancos que recogen tarjetas usadas

Recyclia informa sobre un acuerdo con BBVA que ha permitido que desde diciembre de 2020 los clientes de este banco entreguen 85.962 tarjetas dañadas o caducadas en sus oficinas. La gran mayoría de los componentes se han reciclado, aunque señalan que “un 3,8% del material se quemó para la producción de energía con maquinaria controlada para la emisión de gases nocivos”. Desde julio de 2020 otro acuerdo entre la Fundación Ecolec y otra entidad financiera, Cofidis, permitirá incrementar los números del reciclaje.

Según explica Anna Golsa, directora de Digital Business Development y Marketing de Cofidis, “cuando renovamos una tarjeta, el cliente también recibe un sobre de franqueo pagado, en el que introduce la caducada, que se puede depositar en cualquier buzón de correos. En Cofidis nos aseguramos así de que reciben el correcto tratamiento entregándolas a Ecolec”. Desde este SCRAP recuerdan que, una vez en las plantas de procesamiento, se desmontan para separar los componentes y se aíslan para tratar de manera individualizada los materiales dañinos. Algunas de las materias primas obtenidas se derivan a la elaboración de nuevas tarjetas.

Tarjetas con plástico reciclado y almidón de maíz

Tras este último proceso, una pregunta a hacer a quienes nos ofrecen una nueva tarjeta que no tenemos más remedio que aceptar es si están fabricadas con materiales reciclados o incluso orgánicos para así reducir nuestra huella ambiental. Recientemente Thales, junto a Veolia, presentaron la tarjeta Eco-SIM, fabricada con plástico reciclado. Aunque estas tarjetas no son las que protagonizan este reportaje, Thales también las fabrica de crédito/débito con plástico reciclado y con “bioplástico”. Es el caso de las tarjetas Thales PLA, compuestas de ácido poliláctico (PLA), un sustituto del plástico elaborado a partir del almidón de maíz, trigo o patatas.

Otras grandes multinacionales del diseño y producción de tarjetas de crédito/débito, como Giesecke+Devrient (G+D) y CPI Card, participan también en la fabricación de tarjetas con residuos plásticos extraídos de los mares. Según el portal HelpMyCash, a finales del pasado año había en España al menos tres opciones con tres diferentes entidades bancarias de contar con este tipo de tarjetas, bien elaboradas con plástico reciclado o con materiales orgánicos. Triodos Bank, por ejemplo, afirma utilizar “tarjetas con PVC biodegradable certificado que incorporan aditivos que facilitan la actuación de los microorganismos activos en la degradación”.

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