“La clave está en dejar de asociar felicidad con comprar y comprar”

Claudio Lauria, creador del festival SUNCINE.

Nuestro invitado hoy en la entrevista circular es Claudio Lauria, creador y presidente de SUNCINE, el festival de cine ambiental más antiguo del mundo. Con sede física en Barcelona, este año cumple su 30 edición, que finaliza mañana, 10 de noviembre. “El festival mantiene el mismo espíritu que aquel día de 1993: mantener siempre abiertas las puertas de la ecoesperanza”.

Háblanos de SUNCINE. ¿Cuáles son los ejes que lo sustentan y cuál es su principal valor?

Es una ventana por donde entra aire fresco, renovado, que trae consigo actualidad, cine hecho con pasión y que le toma el pulso al Planeta, al estado de situación de las cosas, tocando hueso y la fibra del espectador, sin amarillismos, directo al corazón de una sociedad intoxicada de tanto fake y negacionistas, demoliendo tópicos con el audiovisual como herramienta. SUNCINE es un punto de encuentro donde periodistas como tú y personas como yo nos encontramos para poner un grano de arena en esta difícil tarea de generar y sensibilizar conciencias. SUNCINE es el Festival más antiguo del mundo en su género y, por esa razón, cada edición se siente más y más responsable de mantener firme su convicción y línea editorial, porque somos plenamente conscientes de que, con el formato multipantalla y llegando a cientos de miles de espectadores (en esta edición se suman los viajeros del AVE y AVLO a través de Play RENFE), podremos entretener y a la vez agitar esas conciencias, mediante una selección de películas que nos hablan de nosotros mismos. SUNCINE es un espejo, donde podemos mirarnos y aprender que hay que cambiar y mejorar. Este Festival mantiene el mismo espíritu que aquel día de 1993, más todo lo aprendido en este camino recorrido: mantener siempre abiertas las puertas de la ecoesperanza.

Desde 1993. En este tiempo, ¿has visto que han cambiado mucho –por calidad, cantidad, temas, conciencia, repercusión, países de procedencia– los trabajos presentados?

Vertiginosamente. No hay ni hubo dos ediciones iguales. Hemos pasado de formatos analógicos a digitales, de proyectar en celuloide en 16 y 35 mm en los cines a llegar hasta la España vaciada con nuestra plataforma APP SUNCINE. Los primeros pocos trabajos que se presentaban abordaban el medio ambiente desde una perspectiva menos social, más natural y ecológico; con los años hemos ido demoliendo tópicos en la industria audiovisual y se empezó a abordar el medio ambiente como todo aquello que le pasa a los seres vivos del planeta, sus derechos, sus culturas, la buena o mala gestión del territorio y los recursos. Eso ha ido abriendo el abanico y ha puesto sobre el tapete, en algunas ediciones, temáticas que no se habían abordado desde ningún otro campo, generando debate y discusión y, obviamente, algunos sectores aprovecharon para denostar el trabajo de los realizadores y por supuesto el nuestro. Pero nada mejor que el debate para el crecimiento social, eso pretende SUNCINE, que el espectador no salga de la sala igual a como entró, que se cuestione y pregunte, que algún documental o cortometraje sobre una realidad en otra parte del planeta, le dispare el pensamiento y la motivación para buscar soluciones a las cuestiones que le afecten en casa, en su barrio, en su vecindario y, por qué no, en el país. Siempre digo, un poco en broma, otro en serio, que SUNCINE es más que un Festival, es un servicio público.

Haznos un resumen de lo que ha dado de sí la edición de este año.

Este año no es un año más para los que hacemos el SUNCINE, son 30 años de vida, media de la mía y casi la de su director, Jaume Gil. ¡Y vamos a celebrarlo con la misma alegría que lo hemos hecho a lo largo de estas tres décadas! Hemos recibido más de 2.500 producciones a certamen, de las que más de 100 componen las diferentes secciones que dan cuerpo a esta 30 edición.

La Sección Oficial, las películas largas documentales que compiten por el Sol de Oro, el galardón más antiguo del cine ambiental, tienen una diversidad cultural, temática y artística que ofrecen al espectador un viaje por lo más maravilloso y castigado de nuestro Planeta. Ha habido películas que invitan al debate, como Nuclear Now, de Oliver Stone, que propone una transición energética con energía nuclear, sin hacer defensa de ella, pero sí como recurso para el paso urgente por la crisis climática. En las antípodas podemos encontrar una producción nacional como Urak Lawoi, Hermanos del Mar, sobre las tradiciones, la migración climática y la persecución de una tribu centenaria. La Sección Miradas ha propuesto una selección de documentales de hasta 60 minutos con una diversidad de cinematografías y países; son la mejor radiografía al estado actual de nuestro mundo.

¿Cuál crees que es el principal reto ambiental que tenemos ahora planteado, el que más te preocupa?

La crisis energética y climática, junto al profundo retroceso en materia de derechos humanos y libertades. Evidentemente, son muchas más las cosas que me preocupan, lo que está ocurriendo hoy día en Palestina, pone en evidencia que no quieren que el mundo se desarrolle social, política y económicamente en PAZ. Y cada día, cuando veo las noticias y el telediario me pregunto: ¿¡Hasta cuando!? ¿Hasta cuando seguiremos en manos de tantos psicópatas?. El reto ambiental, visto el estado actual del mundo, es LA VIDA, ¡defender la vida y la alegría por la vida! Tengo la sensación de volver a una trinchera que creí a la que no volvería, pero la Libertad y La Paz siguen amenazadas, las especies cada día más acorraladas o extinguidas, los cielos más contaminados, la prepotencia y la avaricia llevándose por delante bosques, ríos e incluso espacios protegidos como Doñana… Y todo en nombre del supuesto desarrollo. ¿Hasta cuándo vamos a crecer? ¿Y ésta es la manera de crecer? Lo que creo que necesita cada día más este mundo es un mayor crecimiento y desarrollo cultural y un necesario e indispensable decrecimiento del consumo y el saqueo de los recursos naturales.

Y me preocupa que las nuevas generaciones estén creciendo sin memoria histórica, y eso lo veo reflejado en actos callejeros, en discursos que calan en los jóvenes donde se encuentran atisbos de xenofobia, racismo y apologías al fascismo. Me preocupa el futuro de estos chicos y chicas, que tendrán que volver a lidiar –­tal y como nuestras generaciones tuvimos que hacerlo– con ese pensamiento rancio, belicista y supremacista. Pero sigo pensando que hay esperanza, que hay caminos por los que seguir transitando y luchando. Este Festival es un reflejo más de esta sociedad que no se rinde, que no se arrodilla y que cree en el cambio.

¿Qué prácticas ambientales pones en marcha en tu día a día?

El respeto al otro y a mí mismo es el punto de partida; sin él nada es posible. Tenemos el deber, la obligación, de entendernos y de practicar políticas y maneras de consenso, donde nuestra pequeña acción cotidiana se sume a las de otros miles y miles y, juntas, se transformen en un hecho. Sucede que nuestro día a día se ha ido intoxicando a base de discursos que dividen y fracturan. El decrecimiento es mi forma de entender mi día a día. Consumo lo que necesito, no tengo apego a los objetos, me muevo en transporte público y en mi zona uso la bicicleta; escucho a las personas y no he renunciado a la solidaridad como un acto cotidiano y espontáneo. Otra de mis prácticas es caminar, porque siempre que lo hago, además de hacerle bien a mi cuerpo siempre pasa algo. Algo que puede ser contemplar la belleza infinita de mi mar Mediterráneo, la vida infinita que alberga la desembocadura del río Foix, un puente de aves migratorias antes de saltar el mar y recoger algún que otro plástico o residuo que dejan los que todavía se creen que el Planeta es su basurero.

¿Quién te ha inspirado/inculcado los valores ambientales?

Desde pequeño tuve la suerte y el privilegio de crecer en el campo. Viví muchos años de mi vida rodeado de animales y árboles, pero, sobre todas las cosas, una familia que desde bien temprano me enseñó a cuidar y amar a todo ser vivo, a contemplar y disfrutar de la Naturaleza. Estoy profundamente agradecido a mis padres por haberme abierto la mente desde una edad muy temprana, de incentivarme en cada una de mis iniciativas. Mi padre me acompañaba en todo aquello que me despertara curiosidad y, sobre todas las cosas, fue quien me hizo muy amigo de los libros; a los 4 años, me recordaban, ¡ya leía! Y mi madre me abrió la puerta a la empatía con los animales. Con el tiempo llegaron los referentes, que son muchos, por supuesto: la incomparable Jane Goodall y Jacques Cousteau en los aspectos naturales/ambientales; Pino Solanas y Win Wenders, entre otros en lo cinematográfico.

¿Qué les dirías a los escépticos del reciclaje?

¡Que se reciclen! (Risas). Esta cultura del usar y tirar no parte, en mi opinión, solamente del incivismo. Hay todo un sistema muy bien engrasado que utiliza toda la maquinaria informativa, e incluso política, para inocular a la ciudadanía un concepto: crecimiento=bienestar. Enciendes la tele o la radio, abres un periódico o lees internet, y encuentras con mucha facilidad frases como: “Estamos mejor, han venido tropecientos millones de turistas, un 15% más que el año pasado y un 40% mas que antes de la pandemia” o “la economía ha crecido un 5% más en relación al resto de países europeos”, etc, etc, etc… Frases de este estilo calan en el imaginario popular que entiende que siempre que crezcamos estaremos mejor. ¿Mejor que qué, que quién? Los pilares del consumo de asientan en estos tópicos. Comprar hace feliz a la gente. Comprar, comprar, comprar. Residuos, residuos, residuos. La clave está en que una sociedad comience a descubrir y encontrar maneras diferentes de obtener felicidad que no sea comprar y comprar. Cultura, naturaleza, deporte.

Un lugar de la naturaleza al que te gusta regresar, porque te relaja, te inspira, te da energía…

Hay dos lugares donde me encuentro conmigo y, a su vez, disfruto profundamente del silencio y la armonía que sólo la Naturaleza es capaz de conseguir. El Vall de Arán en los Pirineos y caminar por mi mar Mediterráneo cuando los turistas ya no están.

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