La comisaria feminista Camino Vargas sigue ahora el rastro del maltrato animal

La escritora Susana Martín Gijón con su libro. Foto: Diego Casillas.

Después de ‘Progenie’, novela en la que la conocimos, echábamos de menos a la comisaria Camino Vargas. Feminista, de corteza dura pero de corazón blando, Camino se enfrenta en esta nueva entrega, ‘Especie’, a una serie de asesinatos ocurridos en Sevilla que la llevan a topar con una realidad de la que no era consciente: el maltrato animal. Atenta como siempre a las inquietudes de su época, la escritora Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) pone otra vez el dedo en la llaga en esta nueva novela con una trama trepidante y un tema que nos cuestiona como seres humanos.

La novela negra siempre está atenta a cuestiones clave de la sociedad y en esta nueva entrega de la inspectora Camino Vargas el fondo de la trama es el maltrato hacia los animales. ¿Por qué decidiste que ahí podía haber un tema a tratar?

Porque siempre me enfoco en temas actuales que me preocupan como ciudadana, que, como bien dices, creo que es uno de los elementos esenciales del género negro; y el trato que damos al resto de animales me parecía algo que no estaba abordado desde esta narrativa y sobre lo que había mucho que escarbar. Como sociedad, es increíble la forma en que nos tapamos los ojos ante unas realidades tan brutales, puesto que puedo decir sin miedo a exagerar que las barbaridades que los humanos perpetramos contra otros animales sobrepasan los límites de la propia ficción negra. No era mi intención recrearme y no lo hago, pero sí muestro algo que forma parte de nuestra cotidianeidad y, sin embargo, parece que se esfuerzan –o nos esforzamos– en mantener oculta.

¿Has tenido que documentarte mucho? Detallas con mucha verosimilitud lo que ocurre en los mataderos, por ejemplo, o el mundo de la caza.

Sí, mucho. Partía de una sensibilidad hacia los animales que siempre me ha acompañado, pero estaba muy lejos de conocer a fondo lo que sucede en sectores como la industria alimentaria o la experimentación cosmética, por citar dos de los ámbitos en los que utilizamos en nuestro provecho a otras especies sin importar el sufrimiento que les infligimos. Comencé con ensayos de todo tipo (entre otros tu maravilloso El día que dejé de comer animales) y seguí con las entrevistas personales y las visitas a los espacios que aparecen en la novela, que fue quizá lo que más huella me dejó.

Esa investigación, conocer la realidad de cerca de los animales de granja, ¿ha hecho que cambie tu visión sobre el tema, tu alimentación? ¿En qué medida te ha transformado?

Creo que me ha transformado más que cualquier otra novela que haya escrito. Tal y como le ocurre a los protagonistas de una obra, que el arco dramático que tanto nos esforzamos en crear los escritores hace que la historia pase por ellos y acaben diferentes a como empezaron, yo también he salido cambiada. No te diré que soy vegana estricta (prácticamente sí que lo fui durante el proceso de documentación y escritura), pero desde luego he modificado en mucho mi modelo de alimentación y mis decisiones como consumidora, no solo en ese ámbito sino en cualquiera que implique un sufrimiento injusto para otras especies.

Uno de los puntos fuertes de la novela es que abordas el punto de vista de muchos personajes en torno a la cuestión animal, desde quienes se manifiestan antiespecistas a los más escépticos e incluso los maltratadores. También quienes de pronto se dan cuenta de cuál es la realidad de millones de animales, ¿no?

Sí, intento abordar una temática sin posicionarme, y ya te digo que al principio ni yo misma lo estaba, lo cual facilitaba la tarea. Por eso nos vamos a encontrar a personajes como la propietaria de un matadero, que ha luchado muchísimo porque su empresa se mantuviera a flote, y también a voluntarios que dedican su tiempo libre a alimentar y cuidar (y a veces liberar) a animales que merecen, al menos, un fin de existencia digno.

¿Cuál ha sido la reacción de los lectores en este sentido? Por ejemplo, del movimiento animalista.

Muy gratificante. Mucha gente me escribe diciéndome que se está replanteando su modelo de consumo, otras personas me cuentan que siguen investigando, o algunos simplemente bromean con que no volverán a comer carne, o se quitan algunos alimentos (tengo una lectora que no ha vuelto a probar el pulpo, otra el paté). En cuanto al movimiento animalista, creo que no se ha conocido en esos espacios tanto como me hubiera gustado, porque me interesa mucho su sentir al respecto, pero sí me ha llegado la opinión de algunas activistas reconocidas y ha sido muy positiva.

Un tema muy interesante de tu novela es el uso de la violencia, hasta qué punto las ideas pueden justificar eso de ‘ojo por ojo, diente por diente’.

Creo que todos nos lo planteamos en alguna ocasión a lo largo de nuestras vidas. Queremos confiar en la justicia, pero cuando sentimos que algo es injusto, ¿a quién no le han dado ganas, aunque sea en un arrebato de cólera, de que las cosas se solucionen de otra forma? Hay quien sobrepasa los límites que hemos pactado como sociedad y eso no queda en un mero pensamiento, sino que lo lleva a la práctica. Y para eso están Camino y su equipo, para lidiar con ello.

Aparte de la trama, Camino sigue envuelta en sus conflictos sentimentales. Y con pocas ganas de echar un cable y de formar a la nueva compañera, a Evita.

Así es Camino. Se va haciendo a ser la jefa, pero lentamente. Y lo de adiestrar a una compañera nueva, pues como que siempre da un poco de pereza, ¿no? Imagínate a ella, con la que tiene encima y con las formas que se gasta. Además, no es que Evita empiece con muy buen pie. Primero deja a un compañero a los pies de los caballos (me pregunto si Álex diría que esto es un comentario especista), luego la comisaria se la lleva en plan enchufada, luego va de sabidilla… En fin, un desastre.

Es un personaje, Eva, que me ha interesado mucho. No es lo que parece, ¿no?

Las personas somos mucho más complejas de lo que podamos parecer en un primer momento, y Evita no se libra. Tiene sus propias contradicciones, sus dudas, y también una gran fortaleza tras esa aparente fragilidad. Pero habrá que llegar hasta el final de las páginas para ver en qué queda todo.

Parece que vivimos un buen momento de la novela negra, con una mayor presencia además de escritoras, como es tu caso, en un género que hasta hace no mucho estaba reservado a los hombres, salvo honrosas excepciones. ¿Algo está cambiando? No en vano Camino, la protagonista, tiene unas fuertes convicciones feministas, algo que podría haber parecido extraño hace unos años.

Algo está cambiando, sí, en la sociedad y en consecuencia también en la literatura. Se empieza a erradicar la idea absurda de que las mujeres escribimos para otras mujeres y los hombres para todo el mundo, de que los temas que abordan los hombres son universales y al contrario, no. Además, ahora es habitual ver a mujeres a las riendas de la historia, tanto en la ficción audiovisual como en la literaria, y creo que eso es muy positivo. No hay que menospreciar el poder que la ficción tiene sobre la mentalidad de las personas y sobre, en definitiva, el mundo real.

¿En qué andas trabajando ahora?

Estoy inmersa en la tercera entrega de Camino Vargas, que verá la luz en enero de 2022. Había que ir a por la trilogía, ¿no? Lo de bilogía no acababa de sonarme del todo bien. A su vez lo estoy compaginando con el trabajo de guion de la serie de Progenie, que una productora ha comprado. Sé que es un proceso lento, que estamos solo en los primeros estadios y que cuesta llegar hasta el final, pero ahí vamos, y me hace muchísima ilusión recorrer el trayecto de la mano de la inspectora. Así que, ya ves, tengo a Camino hasta en la sopa. Pero sopa de verduras, ¿eh?

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