La espiral de optimismo de Teresa Perales, la atleta española con más medallas
«¿Eres de los que se ahogan en un vaso de agua o de los que son capaces de nadar en el océano?». Es lo que plantea en el libro ‘La fuerza de un sueño‘ Teresa Perales, la atleta española con más medallas de la historia, 22, logradas en varios estilos en natación en los Juegos Paralímpicos, pues una neuropatía la dejó en silla de ruedas con 19 años. Hemos hablado con ella para intentar conocer el secreto de su energía y optimismo.
Dice que los problemas sólo hay que mirarlos para desengranarlos, para analizarlos; y que luego hay que olvidarse de ellos para que no nos bloqueen. Dice que no nos tenemos que ver viviendo dentro de un cubo con sus aristas y sus caras limitantes, sino desarrollándonos en un plano que puede estar siempre en expansión.
Es Teresa Perales (Zaragoza, 1975) , la atleta de las 22 medallas. Ahora va de aquí para allá presentando su libro La fuerza de un sueño (editorial Conecta sello del grupo Penguin Random House), cuyo subtítulo es «Entrena tus emociones para superar los límites». El libro -estuvimos en la presentación en Madrid- puede encuadrarse dentro del apartado de autoayuda -cada vez más abultado, con la que está cayendo, con la que nos están tirando, con la dramática falta de referentes-. Trata de transmitir al lector cómo hace esta mujer de sonrisa permanente para mantener una actitud siempre tan positiva a pesar del mazazo que le dio la vida -ella subraya que lo que más dolor le ha causado fue la muerte prematura de su querido padre-, para desplegar esa energía y simpatía que le llevó incluso a la política durante un tiempo (fue diputada regional en las Cortes de Aragón y directora general de Atención a la Dependencia). Lo explica con su teoría del espiralismo: «Lo que planteo es que tú eres el centro de tu espiral, pero nunca entendido de una manera egoísta, sino pensando en los demás. Cada uno de nosotros forma parte de una espiral propia, de la que somos los protagonistas. Uno tiene que crear su propia espiral de optimismo y felicidad».
Su energía parte de ese espiralismo, de la fuerza de voluntad, el trabajo y la constancia -como refiere en su libro, Picasso decía: «La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando»-.
Y de perder el miedo a los retos. Junto a la teoría del espiralismo, Teresa Perales, que ahora escribe columnas e imparte cursos en torno al principio de «querer es poder», tiene otro fuerte punto de apoyo: el cubo de Rubik. Así lo expresa en su libro: «Cuando eres novato, puede parecerte que es imposible resolver el cubo de Rubik, porque te esfuerzas mucho pero nada termina de colocarse en su sitio. Eso quizá sea porque te empeñas en hacer prácticamente lo mismo todo el tiempo, moviendo y moviendo las piezas de un lado a otro pero sin rumbo, sin un plan; a pesar de tener más de 43 trillones de movimientos posibles, te parece que siempre caes en la rutina. Por consiguiente, tienes que intentar hacerlo de forma distinta. Si nunca logras cambiar el resultado, es decir, no lo resuelves, deberías probar otros caminos. Decía Einstein: «Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo».
Así ha logrado esas 22 meritorias medallas. Y con ese espíritu se está entrenando para acudir a los Juegos de Río de Janeiro, en 2016, aunque le pillarán ya con 41 años, una edad muy respetable para un deportista de élite. «Quiero volver a oír a mi hijo diciéndome: ¡Mamá, campeona! Eso no lo cambio por nada. Espero conseguir cuatro medallas más».
«Siempre he pensado», escribe en su libro, «que no hay nada mejor en esta vida que levantarse por la mañana y tener algo que hacer, porque ese, en sí mismo, es un motivo para seguir vivo. Cuando estás motivado, tienes más ganas de empeñarte en conseguir lo que te has propuesto».
Teresa Perales está convencida de que su éxito se basa tanto en el entrenamiento emocional como en el físico, y que lo que más daño nos puede hacer en esta vida para no conseguir nuestros sueños es el «autosabotaje». «Cuando no cambias nada de lo que te rodea, cuando sigues actuando como siempre lo has hecho, no suele ser porque tu vida sea tan perfecta que no puedas hacer nada por mejorarla, sino porque no te atreves a intentarlo. Y eso es fruto de un comportamiento saboteador». Cuenta en su libro: «Al quedarme en la silla, me resistí a que las etiquetas tuvieran que ser protagonistas en mi camino, y descubrí el poder de transformar mis propias creencias. Transformé la forma en la que la gente me miraba. Hice que la gente pasara de verme con lástima a mirarme con orgullo. Y para ello, en primer lugar, cambié la forma que yo tenía de verme. Así que, cuando pienso en lo que puedo y quiero o no hacer, no lo hago imaginándome dentro de una figura geométrica, con sus aristas y sus esquinas imposibles de romper. Lo hago creyendo que la actitud positiva y firme con la que me enfrento a las cosas es la llave para abrir cualquier puerta». Y añade: «Lo que sucede es que se suele poner el foco en los problemas y no en las soluciones».
– ¿Qué «autosabotaje» ves que prolifera más?
– Los prejuicios. Los prejuicios, con los demás y con uno mismo, te llevan a cometer muchas equivocaciones.
– Algo, Teresa, que casi casi te haya superado, que haya estado a punto de hacerte decir: No puedo con ello.
– (Duda). Hablar en público. Antes tenía mucho miedo a hacer el ridículo, a que se rieran de mí. Y, ya ves, ahora me gano la vida dando charlas delante de grandes auditorios y talleres de entrenamiento emocional. No hay que hacerse autosabotaje. Para perder el pánico a hablar en público, he hablado en público. Y no ha pasado nada. He desdramatizado la situación para siempre. De no atreverme a levantar la mano en clase, he pasado a disfrutar con la posibilidad de dirigirme a la gente.
– Entre todos los valores para alcanzar metas, destaca uno.
– (Se lo piensa cinco segundos). El compromiso. El compromiso con el plan trazado y contigo mismo. Pero he de decir que tan importante como lograr un objetivo, un sueño, es disfrutar del camino, de la gente que te acompaña en él y de cada una de las experiencias, incluso las negativas, para extraer aprendizajes.
Conocí a Teresa hace nueve años; entonces no era tan famosa a nivel nacional, aunque en Zaragoza ya era una de las personas más populares. «Como decía Woody Allen», apostilla ella, «me ha costado 16 años hacerme famosa de la noche a la mañana». Pasé con ella un día entero, acompañándola en diversos escenarios de su cotidianidad, desde la piscina a las Cortes de Aragón, su barrio y el entrenamiento con su perro. He de decir que me impactó ya entonces esa mujer guapa y valiente, de permanente sonrisa, de enorme energía, optimismo y fuerza de voluntad. Escribí un reportaje amplio para la revista para la que trabajaba entonces, El País Semanal. Ella me ha guardado desde entonces en su agenda de teléfonos. Y yo, muy adentro. Cuando me suelen hacer una de esas preguntas facilonas de quienes se acercan al periodismo de manera tangencial buscando una conversación de anécdotas: y de toda la gente que has conocido y has entrevistado, ¿cuál es la que más te ha impresionado?, suelo contestar: Teresa Perales.
Así que aquí vuelvo a traer a mi nueva revista, El Asombrario, a esta mujer, con su libro -aunque haya muchas partes de estas páginas que puedan sonar a ya oídas en ese boom de psicología de trucos y de emergencias-. Porque ella se lo merece todo. Termino con una frase más de Teresa, acompañada de una sonrisa: «Solamente pierdes cuando no lo intentas».
Y aunque sí, suene a manida, no por ello deja de ser menos cierta la sentencia, y a menudo la olvidamos. Porque el verdadero conocimiento -ay, ahora Rafa Ruiz se pone en plan manual de autoayuda, pero sólo por una línea- no consiste en saber algo, sino en aplicárselo.
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