La invasión de los monopatines: ¿Qué hacemos con ellos?

Patinetes de alquiler en una esquina de la Plaza Tirso de Molina, Madrid. Foto: M. Cuéllar.

Forman parte de los llamados “vehículos de movilidad personal” (VMP). Son los más de  800.000 monopatines eléctricos que ya circulaban por las ciudades españolas en 2022 y que se estima que este año superen el millón de unidades. La cuestión es qué hacemos con ellos, tanto cuando los usamos como cuando su corta vida útil se acaba y se convierten en un residuo muy contaminante.

En España, sólo el pasado año las ventas de monopatines eléctricos aumentaron un 290%. Son la nueva estrella de la movilidad urbana. Su precio barato, su facilidad para transportarlo de forma manual, su bajo consumo energético en tiempos de combustibles por las nubes, la nula formación oficial necesaria para su uso y su mínimo mantenimiento los han convertido en un medio exitoso que, además, es poco contaminante y poco ruidoso. Suena perfecto, pero comienzan a proliferar problemas de convivencia con los peatones y, con unas tasas de reciclaje aún muy incipientes, algunos ya se plantean si son tan ecológicos como los pintan.

La irrupción de los monopatines en Europa, y en España, ha sido espectacular desde la pandemia de la COVID-19. Con un petróleo más caro y, a la vez, unos precios de venta de estos aparatos cada vez más bajos, se pusieron de moda entre los jóvenes en muy poco tiempo. Además, como alternativa para electrificación del transporte y reducir las emisiones y el contaminante ruido, este invento de hace 120 años que relanzó en la década de 1990 un empresario suizo, en su versión plegable, robusta y más cómoda, es defendido en todas las estrategias por una movilidad sostenible. En comunidades autónomas se ha subvencionado, como en el caso de Madrid, que paga hasta 150 euros por unidad en una ayuda vigente (presupuestada en dos millones de euros) desde 2021 a finales de este año 2023.

Y es cierto, pero hay mejores opciones: un monopatín tiene un tercio del impacto en carbono que un coche, aunque también es seis veces más contaminante que ir en metro y un 100% más que andando. Son datos de la investigación de 2022 de la experta francesa Ana de Bortoli. Al impacto de las baterías, recuerda, hay que sumar el que genera un chasis de aluminio o, aún mayor, de fibra de carbono y otros minerales utilizados. Dada la edad de muchos de los usuarios –se puede utilizar desde los 16 años–, Bartoli apunta que muchos de los desplazamientos que hoy se realizan con esos patinetes se habrían hecho antes en metro, a pie e incluso en bici sin motor, no todos en coches particulares.

A ello se añade que este tipo de vehículos unipersonales duran de media entre tres y cuatro años, lo que los convierten en uno de los aparatos con menos vida útil del mercado. Con un precio que va de los 200 euros en adelante, según la autonomía de la batería, cuando la batería falla, los usuarios suelen deshacerse de ellos. Es el mismo proceso que siguen millones de teléfonos móviles. Por ello, si se quiere ser más ecológico, mejor comprar uno de aluminio reciclado, que los hay. Además, en los de alquiler que vemos en las calles esa vida útil se reduce a la mitad. Desde otro ángulo: se estima que cada batería aguanta unas 1.000 recargas y cada carga permite recorrer 30 kilómetros de media, si bien varía según la velocidad a la que se va.

En todo caso, antes de llegar al punto del descarte, un buen mantenimiento sirve para alargar esa obsolescencia programada. Los expertos de una conocida red de talleres especializados recomiendan vigilar el estado de desgate de las ruedas, utilizar repuestos y cargadores originales, no esperar a que se vacíe la batería ni dejarlo enchufado una vez cargado, no manipular su software, mantenerlo limpio y vigilar ruidos raros o si hay piezas rotas, además de evitar guardarlo en zonas húmedas.

¿Pero qué hacemos con ellos cuando los desechamos? De momento, son minoría los que acaban en un punto limpio municipal para su reciclaje. “Hemos sacado unos cuantos del cauce del Manzanares”, señalan trabajadores de la limpieza en Madrid Río, “y esto sabemos que contamina mucho el agua”. Abandonados en la basura, junto a contenedores o en parques, lo habitual es que acaben en un vertedero. Otra alternativa es entregarlos en los comercios al comprar uno nuevo, algo que ya hacen algunas tiendas especializadas y que replica lo que se hace con otros aparatos, pero es algo complicado cuando las compras son por internet, y estas van en aumento.

De momento, en entidades como Ecolec, dedicadas a la gestión de los residuos de electrodomésticos y electrónica, aún no tienen datos desagregados sobre este residuo de reciclaje complejo, como casi todos los aparatos. También es cierto que, a día de hoy, no hay en España ni una planta donde reciclar baterías de litio como las que usan los monopatines. De hecho, en la actualidad apenas se recoge el 2% de las que se venden (incluyendo las de otros vehículos) y esas pocas se envían a Francia, Bélgica o Alemania para su reciclaje. Es una realidad que contrasta con las expectativas del reglamento aprobado el pasado verano en la UE: señala que los fabricantes deberán recoger hasta el 51% de los metales críticos utilizados en bicis y monopatines a finales de 2028. Respecto al litio, fija una recuperación del 50% para 2027 y, además, que cada nuevo VMP deberá llevar de reciclaje un mínimo del 16% de cobalto, el 85% del plomo, el 6% del litio y otro 6% del níquel. De momento, se han anunciado ya tres grandes plantas de reciclaje de estos materiales en España, aunque solo para la fase mecánica, dado que la otra (la de separar los minerales) es muy costosa. Así las cosas, lo que realmente se recicla es el aluminio, más abundante y fácil de reutilizar.

La cuestión es que el número de usuarios va a seguir creciendo y estamos muy lejos de esas metas. En octubre pasado, en un encuentro internacional en Barcelona, se señaló que para 2030 la cantidad de residuos electrónicos en el mundo podría llegar a los 74,7 millones de toneladas, convirtiéndose en los desechos sólidos con más crecimiento, según datos del Observatorio Mundial de los Residuos Electrónicos. A falta de más reciclaje, lo que ya se planifica es cómo conseguir esos minerales necesarios, no solo de minas con condiciones infames, como las del Congo o la Amazonía, sino que también del fondo oceánico en alta mar, a grandes profundidades, un lugar del que se desconoce la biodiversidad, pero donde sí se han detectado nódulos que los contienen.

Por otro lado, algunos investigadores ponen el foco en otros asuntos que se desconocen: «Faltan más estudios sobre cómo se corroen las baterías una vez abandonadas en el medioambiente. Probablemente, metales como el níquel, el plomo y el mercurio no estén presentes en grandes cantidades, pero existen en estas pilas y son los más peligrosos. Además, habría que abandonar la creación de nanopartículas que llevan metales consigo y pueden introducirse en casi cualquier tejido vivo, contaminando toda la cadena alimentaria», explicaba el científico Jérôme Gaillardet, del Instituto de Física del Globo de París, en una entrevista reciente en Euronews. «Una cosa es cierta, el negocio de los patinetes eléctricos funciona bien en Europa, con una previsión de crecimiento anual de alrededor del 15% hasta 2026. Pero, ¿ayudará en verdad a reducir la contaminación del transporte? Esto dependerá de los esfuerzos que realicen las empresas implicadas», concluye.

Un rebaño de patinetes de alquiler ocupando casi toda la acera en Tirso de Molina, Madrid. Foto: M. Cuéllar.

Revolución en las calles

Más allá del impacto ambiental, siempre menor que un vehículo tradicional, otra cuestión es qué hacemos con los monopatines en las calles.  En una encuesta en París, este mismo año, el 90% de los ciudadanos se mostró a favor de prohibir su alquiler, tras unos años en los se han llenado las aceras urbanas de monopatines abandonados. Sólo en Madrid capital hay más de 4.800 repartidos las 24 horas del día. “Es insoportable, los dejan en mitad de un paso de cebra, colapsando la salida del portal, tirados en mitad de la acera, a veces ponen hasta 10 juntos, lo que hacen las propias empresas de alquiler, y los peatones tenemos que ir por la calzada. Es un descontrol absoluto”, reniega Lourdes, una vecina del madrileño parque de Arganzuela. Otro vecino, José Carlos, se une a la conversación: “Ayer vi a un padre con un niño de ocho años sobre el mismo monopatín a toda velocidad en calle Arganda, irían a más de 50 por hora, sin casco, sin luces. Casi se llevan por delante a una mujer que cruzaba con su perro”.

La normativa de la Dirección General de Tráfico (DGT) es mínima: se prohíbe ir a más de 25 km/hora, nunca por aceras ni autovías o carreteras, el uso de auriculares o móviles, ir dos personas o llevar auriculares. Además, deben tener luces. Lo del casco, depende de la normativa municipal, aunque es recomendable. Desde el 1 de enero 2024 entrarán en vigor nuevos requisitos técnicos y todos los monopatines deberán cumplirlos para poder circular, lo que, según la DGT, proporcionará más seguridad.

Respecto al asunto del aparcamiento, la gestión es competencia municipal. En Madrid, está prohibido estacionarlos fuera de lugares específicos para ellos, salvo si las aceras tienen más de tres metros de ancho. Tampoco se pueden dejar cerca de pasos peatonales o paradas de autobús. La multa es de 60 euros. Pero del dicho al hecho… Un portavoz de la Policía Municipal en esta ciudad reconoce que es casi misión imposible: “Los monopatines privados no andan por ahí tirados porque los robarían, pero los de alquiler es otra cosa. En teoría, si están mal estacionados, se sanciona a la empresa y ésta busca al culpable, pero es complicado porque son vehículos que cualquiera puede mover de sitio, así que hay que pillarles in fraganti para poder multarles, algo nada fácil. ¿La solución? Más educación vial, desde luego”, apunta. Otro delito que han detectado es la manipulación del motor de los patinetes para que alcancen mayor velocidad que la legal.

Luego, hay medidas que se han ido tomando sobre la marcha. Tras la explosión de algunas baterías recalentadas en el interior del metro (la última conocida el pasado 18 de octubre, en Madrid), algunas ciudades han prohibido su uso en este transporte (Barcelona, Sevilla, Londres…). De hecho, desde el 4 de noviembre tampoco es posible en Madrid de forma temporal. Armando Hernández, de la Asociación de Usuarios de VMP, quien habla de hasta cinco millones de usuarios en España –incluidos scooter, monociclo, segway y hoverboard–, exige una normativa clara y homogénea a nivel nacional, como la de las bicicletas, dado que ahora asegura que se sienten en manos de los municipios, con ordenanzas dispersas. “Al aunarla como la de un vehículo tan común como las bicicletas, los incidentes se verían reducidos”, asegura.

Hernández defiende, además, su uso sin restricciones, argumentando que se está actuando contra un vehículo poco contaminante y usado por muchas personas trabajadoras por su bajo coste. Según los estudios técnicos, un patinete eléctrico estándar (25 kms de recorrido por batería llena) tarda unas cuatro o cinco horas en recargarse, es decir, menos de medio euro al día, frente a los cuatro de un coche por esa distancia, más gastos de aparcamiento, sin contar las menores emisiones y la ausencia de contaminación acústica. Respecto a las nuevas condiciones técnicas que implantará la DGT, las consideran innecesarias, porque hay un estándar europeo, y se temen que muchos monopatines acaben como residuo cuando aún funcionan.

La otra pata, la educativa, la de la convivencia vial, parece que será más lenta. Mientras las infracciones se acumulan en los municipios, pese a las dificultades para concretarlas, las víctimas ya comienzan a ser habituales. Un informe de Mapfre hablaba hace un año de 18 fallecidos por uso de monopatín en año y medio. Muchos son muy jóvenes, menores de edad. La última víctima que se ha sabido murió el pasado septiembre en Chiclana, Cádiz. Iba a 120 kms/h y sin casco. También hay heridos graves causados por usuarios de patinetes (en julio, una mujer en Tenerife acabó en la UCI), aunque no hay obligación para ellos de ningún seguro de responsabilidad civil.

 ECOLEC se suma a ‘El Asombrario’ #SúmateAlReciclajeResponsable

Deja tu comentario

¿Qué hacemos con tus datos?

En elasombrario.com le pedimos su nombre y correo electrónico (no publicamos el correo electrónico) para identificarlo entre el resto de las personas que comentan en el blog.

No hay comentarios

Te pedimos tu nombre y email para poder enviarte nuestro newsletter o boletín de noticias y novedades de manera personalizada.

Solo usamos tu email para enviarte el newsletter y lo hacemos mediante MailChimp.