La música bonita de Che Sudaka, ¡y que no nos amarguen el verano!

La banda Che Sudaka.

Cumplen 20 años de música que celebra la vida, el baile, la gente, de un mundo sin fronteras, de canciones como ‘Serás feliz’ o ‘La risa bonita’. Para festejarlo, los chicos de Che Sudaka estrenan una biografía donde cuentan todo su camino a través de entrevistas a sus ‘protas’. ‘Sin fronteras’, con prólogo de Manu Chao, es uno de esos libros que te invitan a despertar. Recién estrenado julio, en ‘El Asombrario’ celebramos con ellos la alegría del verano (más allá de guerras, virus, rearmes, miedos, incertidumbre, olas de calor, inflación…).

Finalizaba la década de los noventa y Barcelona se estaba convirtiendo en el centro neurálgico del mestizaje musical. Era una extensión de la mezcolanza cultural que se vivía a pie de calle gracias a unas leyes urbanas no demasiado severas si comparamos con las actuales. Los parques públicos, en fin de semana, eran una feria mundial de cultura y gastronomía: Brasil, África, Ecuador, Colombia o Chile, emigrantes de todos esos países se juntaban para verse y reconocerse, sacaban su arte y comida tradicional y lo extendían y compartían por las zonas verdes de Barcelona y alrededores. Era el postparty de una Barcelona que había sido ciudad olímpica y que había agasajado a sus turistas. En ese mismo momento, Manu Chao daba altavoz internacional a la ciudad, instalándose allí al tiempo que publicaba Clandestino, su primer disco en solitario tras Mano Negra. Mientras, en la parte sur de América, en Argentina o Colombia concretamente, la cosa no era tan festiva, y una enésima recesión hacía imposible preocuparse por algo más que comer o salir de allí rápidamente. Leo eligió esa segunda posibilidad, había desarrollado parte de su talento artístico haciendo circo de calle en Mar de Plata, mezclando música y teatro, ganándose unas monedas a pie de acera.

Cuando dio el salto y se plantó en Barcelona, llegó con un visado que le permitía estar unos meses; incluso tenía un billete de vuelta –que nunca utilizó–, se convirtió en un sinpapeles. La necesidad de comer a diario le hizo agudizar el ingenio; la calle se convirtió en su lugar de trabajo. Todo el día haciendo terrazas del centro de la Ciudad Condal y, por la noche, a juntarse con todos esos artistas de asfalto y guitarra en la Plaza del Tripi (Plaza de George Orwell), a seguir tocando, esta vez por gusto y diversión propia. En ese escenario es donde nace Che Sudaka.

Leo dio con músicos (Kachafaz, Cheko Morales y Jota) que, como él, se ganaban la vida tocando en la Barcelona del cambio de siglo. Para entonces ya tenían actuaciones en los bares del centro, tocaban todos los días de la semana, sobre un escenario o pasando la gorra. En una de esas conoció a Manu Chao, a quien Leo admiraba desde antes de venir a España. También conocieron a su bajista, Gambeat, y se pusieron en manos de este para profesionalizarse y convertirse en una banda de verdad y no un experimento. Aprendieron sobre la disciplina y el esfuerzo, el compromiso y la gestión económica de una banda.

Empezaron a girar con ese nombre tan peculiar, Che Sudaka; lo hacían sin parar, poco a poco abriendo fronteras… Pero seguían sin papeles, eran ilegales en Europa mientras seguían atravesando fronteras y regresando a Barcelona. Su primer disco, Trippie town (2003), fue una postal de lo que supuso todo aquel mestizaje catalán (y global) que iba de Ojos de Brujo a Dusminguet, un punto de partida perfecto para una carrera que en estos días celebra su vigésimo aniversario.

Para festejarlo, Che Sudaka estrenan una biografía donde cuentan todo su camino a través de entrevistas a sus protas. Sin fronteras, con prólogo del propio Manu Chao, está escrito por Antonin Vabre y Mingus. Un libro de esos que te invitan a despertar.

Cumplís 20 años desde que arrancasteis, ¿qué es lo más bonito de haber llegado hasta aquí?

Lo más bonito es haber llegado y en familia. Hemos crecido orgánicamente como banda y como personas, y eso hace que esta historia sea para siempre, más allá de nuestras presencias físicas. Che Sudaka es nuestra escuela de vida.

Sacáis un libro biográfico para celebrarlo, ¿cómo ha sido el ejercicio de hacer memoria y traer al presente todo ese pasado?

Ha sido sobre todo sanador, porque hoy podemos ver las cosas desde el resultado. Todas y todos los que pasaron por aquí han dejado lo mejor de sí mismas y de sí mismos, y eso es lo que, más allá de algunas diferencias de criterios y objetivos de vida, ha hecho que estemos en paz con todos los lindos seres que participaron de este sueño. Es también un homenaje a esa energía que invertimos todas y todos.

Es emocionante leer cómo dejáis vuestros lugares de origen por la falta de oportunidades… y aterrizasteis en este país.

Cualquier persona que salga de su pueblo (no solo de su país) encuentra que el mundo está hecho de oportunidades. Toda persona migrante se vuelve más comprensiva con el prójimo, porque, caminando el mundo, te das cuenta de que el bien es mayoría. Recibimos mucha ayuda y cariño de toda la gente que nos fuimos encontrando, incluso hasta hoy. Por eso el libro intenta ser una historia de inmigrantes que salió bien. Ojalá inspire a quien lo lea a curiosear por el mundo sin miedo a las aventuras que depara la vida.

También me llama la atención que, siempre, además de lo musical, había muchas más razones para querer salir de Argentina o Colombia: ganas de libertad, de viajar, de buscar una ilusión.

La razón es que desde que comenzamos, tanto en Bogotá como en Mar del Plata, lo intentamos absolutamente todo. Algunos trabajamos de cualquier cosa, otros estudiaron… Cuando te das cuenta de que diste todo y el resultado no te alcanza, tienes que romper la cáscara y por lo menos probar si lo que te dice tu corazón es real. El corazón jamás se equivoca. Veíamos a nuestras bandas favoritas en MTV y creíamos que podíamos estar con ellos: Mano Negra, Los Fabulosos Cadillac, Café Tacuba, Maldita Vecindad, Todos tus muertos, Color Humano, King Chango, Aterciopelados… Afortunadamente, tocamos con casi todos.

La llegada a Barcelona fue en un momento muy concreto; esa ciudad, tras un tiempo gris post olímpico, despertaba a una mezcla de propuestas musicales y artísticas que surgían de un underground muy concreto

Nosotros llegamos en 2001, justo la semana en que salió el primer álbum de Ojos de Brujo. ¡A la vez Manu estaba montando la gira que después reventó todo presentando Próxima estación…Esperanza! ¡Era un momento de explosión! ¡Y nosotros estábamos en la calle todo el día! ¡Nos metíamos en todos lados! Concierto que había, nos subíamos a improvisar (con el beneplácito de las grandes personas que estaban en el escenario). Con Color Humano, Brazuca Matraca… Una vez me metí en la furgoneta de Ojos de Brujo en la Plaza Real justo antes de que se fueran a un bolo y les dije…: «¿Vamos?». Estaba todo ahí… y lo supimos vivenciar a tiempo real.

 

Según se cuenta, aprendíais sobre la marcha, os inventabais formas de no morir de hambre, siempre con una guitarra al hombro.

En eso no hemos cambiado. Seguimos con la guitarra al hombro inventando cosas. Somos Alquimistas. Transformamos cualquier situación en una posibilidad histórica. Lo aprendimos en aquellos días creyendo que era por necesidad, pero hoy nos damos cuenta de que era nuestro corazón diciéndonos: es por ahí.

Me ha encantado y resultado curioso la manera en que dejáis que Gambeat se convierta en vuestro coach… Es un momento del proyecto casi decisivo.

Fue decisiva la aparición de Gambeat. En ese punto es en el que muchos proyectos se rompen. Cuando empiezan a funcionar y los egos le ganan al grupo. Gambeat nos enseñó eso, a ser un equipo. Hormiguitas trabajando 24 horas en la profesión que elegimos. Fue duro, pero es lo que nos mantiene unidos hasta el día de hoy, 20 años después y para siempre.

Ser un grupo autogestionado, independiente y de vocación callejera fue una necesidad/obligación más que una elección en los inicios, ¿por qué decidisteis manteneros ahí y no dar el paso de fichar por una ‘disquera’ o firmar con una oficina de ‘management’?

La verdad es que esa posibilidad no se dio nunca. Nosotros nunca cerramos ninguna puerta. Pero el destino quiso que sea así y lo agradecemos. Aprendimos a hacer las cosas nosotros y hoy en día es lo que nos mantiene de pie. Hasta el momento nunca nos faltó nada. Vivimos con lo necesario. Y ahí se aplica la frase «rico no es el que más tiene, sino el que menos necesita». Nos consideramos ricos a la hora de hacer lo que nos gusta y a nuestra manera, siempre intentando lograr acuerdos con quien nos toque trabajar.

También resulta muy llamativo el encuentro con Manu Chao, aquella vez en que te hecha la bronca por no haber buscado bandas para el disco de La Colifata…

En el libro resulta muy gracioso, ¡pero fue uno de los momentos más dramáticos de mi vida! Manu confió en nosotros desde el primer día y eso da mucha fuerza. Cuando hicieron la gira junto a Fermín Muguruza, Jai Alai Katumbi Express, Manu me pidió copias del Trippi Town, nuestro primer álbum, para dejar en las salas en las que ellos tocaban. ¡Seis meses después estábamos girando por ese circuito! La ayuda de Manu no se compara con nada. Ninguna discográfica hace esas cosas. Nosotros a partir de ese día hacemos lo mismo con las bandas que nos cruzamos. Es muy bonito saber que somos herederos de esta filosofía Strummer. 

Manu os hace el prólogo principal de este libro, ¿qué relación tenéis a día de hoy?, ¿seguís jugando al futbol juntos?

Con Manu somos familia. Podemos estar tiempo sin vernos y de repente nos vemos y cada vez nos queremos más. Cada vez que podemos pasamos por el fútbol. Estamos conectados más allá de lo físico. Caminamos los mismos rumbos. Hay mucho amor y admiración en nuestra relación.

Che Sudaka se movía por toda España y por Europa, ¡ibais sin papeles, sin permiso!, ¿pasasteis sustos en las fronteras?

Fuimos muy arriesgados, pero después de dejar nuestros países de origen nunca más tuvimos miedo. No creemos en las fronteras, así que nos fuimos de gira sin papeles. Solo una vez no nos dejaron entrar en República Checa, porque Cheko no tenía visado (tenía Nie español, pero los colombianos necesitaban visado). No nos hicimos problemas aquel día. Giramos la furgo y nos fuimos a la casa de unos amigos okupas en Regensburg (Alemania) y al día siguiente seguimos la gira. Fue lindo obrar de esa forma. Eso te quita miedos y límites de la cabeza.

Conseguisteis, saliendo de la calle, ser una banda reconocida y con su nombre impreso en los carteles de grandes festivales, ¿cómo vivisteis la entrada de dinero tras años de estar sin nada?

La vida nos cuidó desde el principio. Tanto estando con Manu como con Gambeat, nunca nos creímos más de lo que éramos. ¡Al lado de ellos éramos pichones! Siempre fuimos obreros de la música. Nuestra realidad monetaria siempre nos permitió vivir como un trabajador normal. Hicimos los papeles. Nos constituimos como empresa y pagamos hacienda todos los meses desde 2005. Somos autónomos. Nada extraño. El premio es hacer lo que nos gusta. Agradecemos infinitamente esa posibilidad.

Se percibe que has cumplido muchos sueños a través de tu vida como músico, ¿es así, Leo?

En lo personal nunca fui de soñar. Siempre fui práctico. Pocas cosas me impresionan más que el milagro del Presente. La música apareció en mi vida de manera fortuita y se quedó para siempre. Por eso estar en un escenario nunca lo sentí una responsabilidad. Siempre lo vi como una oportunidad de lograr espacios de paz y armonía entre los seres humanos. Vivir el presente hace que se construya un pasado hermoso y un panorama claro en el horizonte, más allá de lo que pase. Paso a paso se goza más y cada dificultad se convierte en desafío.

Cuando el otro día nos vimos en Barcelona, observé que seguías igual, Leo, ganándote la vida con una guitarra por las calles de Barcelona…, ¿es así?

Nunca medí la vida en dinero. Me gano la vida con la guitarra a la hora de que compartir instantes musicales con la gente solo nos trae cosas hermosas y genera amistades infinitas. Puede ser en el Fuji Rock de Japón, en el Viña Rock o en una terraza de la plaza Dos de mayo de Madrid, o en el tren. Cuando trabajas en lo que amas, nunca te das cuenta de que estás trabajando. ¡Vives y ya está!

Este verano, Che Sudaka da conciertos en diversos puntos de Europa, en Bélgica, Chequia, Suiza y, sobre todo, en Francia. En España, tienen ya fijada fecha en Mataró, el 26 de julio.

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