La religión ‘swiftie’ y Taylor Swift, su sacerdotisa ‘brilli brilli’
Acudo al concierto de Taylor Swift para acompañar a Miquel J., el hijo quinceañero de una amiga palmesana. Y me sorprende toda la pasión que genera, todo lo que conlleva el mundo ‘swiftie’, cuidar el ‘outfit’, el aspecto, las pulseras de sus canciones, las camisetas tuneadas. Lo ‘swiftie’ es una religión, y aquí están sus devotos. Como cualquier fenómeno fan, me provoca cierto distanciamiento, pero entiendo el acompañamiento que supone un ídolo: ese sentirse ligado a alguien, ese sentimiento de pertenencia y comunidad. La artista estadounidense ha triunfado en Madrid con su ‘The Eras Tour’. ‘El Asombrario’ no quiso permanecer ajeno al fenómeno, a cómo esta mujer ha conseguido conectar con las nuevas generaciones. Os lo contamos a través de la crónica del primero de los dos conciertos y del ensayo ‘Fenómeno Taylor Swift’, de Yeray S. Iborra, recientemente publicado.
Lo que ha ocurrido esta semana en el Bernabéu de Madrid ha sido la confirmación absoluta de Taylor Swift como una artista de orden mundial. Su conexión con el público a través de un repaso por sus 11 discos, por toda su carrera y sus etapas, The Eras Tour. Y todo ello a través de un espectáculo de casi tres horas y media en el que se ha cuidado hasta el más mínimo detalle. La escenografía, las transiciones entre momentos y lugares, los colores, los luminosos de la larga pasarela, las llamaradas de fuego y los fuegos artificiales finales… Todo funciona, todo encaja, todo es entretenimiento y espectáculo con la música como sustrato. Este espectáculo es canela fina: un no parar, unos músicos impecables, unos bailarines espléndidos y unas performances muy logradas. Lo tiene todo. Pero, sobre todo, tiene canciones y unas letras personales que conectan con su público, que son pura energía vital.
En el metro y en los accesos al estadio me fascina toda la fauna de swifties (botas vaqueras, faldas, sombreros, mucha purpurina y brilli-brilli). El hábito hace al monje, que dicen. Todo por encarnarse, por emparentarse con su ídolo. Me dicen por el pinganillo que dos jets privados de Taylor Swift soltaron 1.200 toneladas de CO2 (en forma de queroseno) en 2023; desde El Asombrario eso ya nos gusta menos, queremos alguien consecuente con el cuidado del medio ambiente. ¡Taylor, ahí necesitas mejorar!
Paramore hacen los oficios de banda de apoyo, de teloneros, y lo logran de largo arrancando con guiños a Blondie y con una versión del Burning Down the House, de Talking Heads. La vocalista, Hayley Williams, tiene madera escénica y atrapa al público; me recuerda a Debbie Harry y a Dolores O’Riordan. La banda practica una fórmula pop-rock con tintes clásicos, pero con un sonido contemporáneo. Funcionan en directo.
Suena Applause, de Lady Gaga, que sirve de preámbulo con todas las swifties ya como locas, y, tras ella, You Don’t Own Me, de Dusty Springfield como antesala del concierto, con el cronómetro cuenta atrás. Esas elecciones musicales también dicen mucho de Taylor Swift.
La primera parte recupera Lover (2019) y su éxito Cruel Summer. La diosa aparece con ese body de brillantes muy a lo gimnasta, vedette o cheerleader. Todo es una fiesta, un jolgorio. El público coreando las canciones como locos, en pleno éxtasis. Sigue Fearless (2008) con You Belong with Me, y Love Story, que desarman, que conquistan.
A mí me cautiva esa capacidad camaleónica que ha demostrado en su carrera, sus distintas transformaciones, su exposición pública y su crítica mediática, sus posicionamientos políticos. En directo también se expone, se transforma en sus múltiples identidades. Aparece maravillada ante el gentío y todas las muestras de cariño. Impone, impacta actuar en el Bernabéu ante esa multitud, ante esas 65.000 almas. Dentro de la parte que dedica a Red (2012), explota la fiebre y estalla con 22, We Are Never Ever Getting Back Together, I Knew You Were Trouble, pero sobre todo con su Taylor’s version de All Too Well, de 10 minutos.
Me dicen que Taylor Swift se cambia de vestuario unas 30 veces en esta gira. Y me sorprende el juego que da en todos sus actos, en todas esas etapas artísticas. Los bailarines acentúan esos papeles, esas posibilidades, esas coreografías, las performances que explayan el poder escénico y la magia teatral. Las cubículos de la pasarela central emergen y desaparecen, crecen y decrecen, ofreciendo altura y énfasis. Lo importante es el acento. Y las canciones la sostienen. Es todo un espectáculo que pasa como un meteorito. Casi ni se nota la duración del concierto.
Me conquista con su puesta en escena de folklore / evermore (2020) en esa aproximación a las raíces, a la naturaleza más salvaje. Nos emociona con Marjorie, el homenaje a su abuela cantante de ópera, con las lecciones de vida que le dio. También cuando hace esa alusión a las brujas (Willow). O cuando se confiesa en Reputation (2017), rompiendo cristales a cada paso y también expurgando culpas. Aquí hay chicha… y canciones. Es el pop en muchos de sus estados, pero también hibridándose. Con 1989 (2014) saca su lado más pop, más comercial, que funciona de lo lindo. De Speak now (2010) recupera Enchanted, embelesando.
En la parte acústica, las Surprised Songs, dos canciones que cambia en cada show, seduce con Sparks Fly y con I Look in Window’s People al piano, puro momento confesional. Comprendo el enganche, compone sus propias canciones, su carrera ha sido como un largo viaje, un trayecto por carreteras secundarias y grandes autopistas, con sus ascensos a puertos, sus zonas desérticas y llanuras. Con The Tortured Poets Department (2024) asistimos a la Taylor más madura, más actual, más aguerrida y con más convicción en sí misma. En esa proclama de que todo depende de uno mismo. Es en el error donde reconoce que ha aprendido más. La parte de Midnights sirve de carrera final y de apogeo con Anti-Hero, Bejeweled o ese Karma final. Y sí, Taylor Swift lo tiene, cautiva al público y sorprende a incrédulos como yo.
Cada generación tiene sus iconos. Sus maneras, su indumentaria y sus lenguajes. La otra noche me acordaba de mi primer concierto siendo un niño de 11 años, Whitney Houston en la Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid. Me habían llevado una de mis hermanas y su novio. Me impactó desde luego. Sobre todo porque menudo chorro de voz que tenía. Y también lo recuerdo por los bailes que me pegué. Pero Taylor Swift es otra cosa. Lo suyo ha trascendido a otras figuras del pop.
Fenómeno Fan
A finales de febrero, la editorial Sílex publicó el ensayo Fenómeno Taylor Swift, de Yeray S. Iborra. En él, el periodista nos adentra en muchas de las claves de su figura y su evolución, en cómo algo se convierte en un objeto digno de estudio, en algo que trasciende un hecho concreto. Con una hábil capacidad de análisis, Iborra despierta la curiosidad al neófito, muestra variables, contextos, discursos y nos sitúa con amplitud ante algo que supera la música, pero que parte de lo artístico para convertirse en algo más grande. Un ensayo perfecto para entender mejor el fenómeno fan de una artista singular y magnética. Iborra responde a una serie de preguntas que le formulamos sobre la diva mundial del pop.
¿Qué te ha sorprendido más del icono musical de Taylor Swift?
Lo que más, la relación con el fan. Se está viendo estos días la cantidad de locuras que se puede hacer por ella. Y luego, rascando un poco en su historia, todo el tema industrial de cómo ha tratado sus derechos de autor, creo que estaría a la par de lo más sorprendente de Taylor.
¿Qué crees que atrapa más a las ‘swifties’ de la figura de Taylor Swift?
Al final, el fenómeno fandom (fans) se parece un poco siempre. Habrá algo de su personalidad que guste, de su manera de comunicarse. Pero creo que lo que la hace realmente especial es que sus letras no dejan de ser una especie de dietario. Además, a los swifties les gusta especialmente recomponerlas, hacer como puzles con ellas. Ella nunca ha negado que tenga vocación porque sean dietarios, nunca lo ha escondido. Y tal vez ese es uno de los motivos por los que tiene tanto engagement, tanta buena relación con sus fans.
Como periodista musical, ¿cómo valoras su evolución, sus composiciones, sus letras?
Taylor Siwft ha pasado por casi todas las etapas del mainstream. Primero de un mainstream americano como es el country, que aunque sea una música especializada para nosotros, allí es toda una industria. Después por un pop más o menos normativo, nunca radio-fórmula del todo, pero más o menos convencional. Ha tenido sus momentos, sus discos más folk, los discos de pandemia. Y después, ahora en su último disco, hay algo más ochentero. La evolución de su composición ha sido variada; o sea, se va adaptando a lo que le nace hacer. Y en cuanto a las letras, sí que es cierto que igual ahora es algo más críptica que al principio. En el último disco especialmente; aunque ha habido pinceladas en otros discos, varían más los temas, no es tanto amor y desamor.
¿Crees que Taylor Siwft supera a otros iconos como Madonna y Michael Jackson? ¿Por qué?
A nivel de números, sin duda. Pero, claro, los números no lo son todo para catalogar la importancia de un artista en la historia de la música. Creo que son iconos que cada uno ha tenido su momento. Pero evidentemente Taylor Swift está entre esos iconos, tanto por números, como por repercusión o por ser termómetro de lo que quiere la gente hoy en día. No sabría bien dónde ubicarla, pero tiene la misma relevancia al menos.
Me llama la atención que, fruto de todas las críticas que recibió, escribiera un disco como ‘Reputation’, o sus críticas a Apple Music o a la venta de sus primeros discos a Ithaca Holden Group. Cómo consigue la artista ganarse a su audiencia y plantarle cara a la industria.
Creo que una de las grandes bazas de Taylor Swift es que ha sido capaz de sobreponerse a una industria donde evidentemente había un edadismo increíble, ella era muy joven. Y donde también había mucho machismo. Solamente hay que ver cómo la trató Kanye West en los MTV Awards. Es una industria muy copada por hombres. Ella ha sido capaz de plantar cara a muchas problemáticas que han ido surgiendo. Y ahora mismo su independencia a nivel industrial. Creo que es uno de los motivos clave que permiten que ella haga y deshaga como quiera. No creo que haya muchos casos como el de Taylor, que controla absolutamente todo lo que pasa a su alrededor a nivel de sector.
Taylor Swift tiene una imaginería increíble: colores asociados a sus discos, su número favorito: el 13, ese diálogo directo con sus fans. ¿Marketing o actitud verdadera?
Creo que no es importante ver si es marketing o una actitud verdadera. Lo importante es que hay gente a la que le llega. Y verlo como una jugada de marketing es evidente, es una artista pop, es una artista de mercado, es una artista del sistema. En ningún momento lo ha negado. Por tanto, hay un marketing alrededor de esto, evidentemente. Pero lo más importante es que a los fans les llega, y que para los fans tiene un significado. Creo que es infantilizar de alguna manera pensar que todo lo que hace lo hace por estrategia. Lo hace por estrategia, pero igual que lo hacen por estrategia grupos que no tienen ni una milésima parte de sus escuchas.
No hay comentarios