La revolución de la gente sola: el sistema nos detesta, pero somos muchos
Yo soy un hombre solo: me entiendo solo, me organizo solo y me habito solo. Cada vez somos más los solos y las solas que navegamos por el planeta, pero aunque nuestro número va en aumento nos siguen viendo como personas “carentes de”… Somos los/as que “no han encontrado”, los/as “impares”. Y al sistema no le gustamos, le incomodamos, porque ponemos en cuestionamiento esa estructura de ‘familia’ que consume como tal, que gasta como tal y cuyas necesidades ya están estudiadas y previstas. Nos salimos del formato, y eso es ‘revolucionario’.
Que todo está impreso en la naturaleza es algo sabido, pero eso no impide que la vida siga dándonos coincidencias y señales que se agradecen y que, a mí al menos, me ubican en lo real, conectándome con lo que soy y somos. Hace unas horas he recibido la llamada de un amigo biólogo. “Me he tomado la mañana libre. Necesitaba este contacto”, ha sido lo primero que me ha dicho desde lo alto de una peña enclavada en un parque natural que no queda lejos de donde vive. Y enseguida ha añadido: “Cuando me he sentado a contemplar el paisaje, he visto un pájaro y enseguida lo he reconocido. Por eso te llamo. Me he acordado de ti”.
De pie en lo alto de una peña impresionante, sobre un paisaje que pocos ojos contemplan a diario, B. se había acordado de mí. ¿Por qué? ¿Porque ha visto un pájaro? No he necesitado preguntar. “Es un Roquero Solitario”, ha apuntado. Luego se ha echado a reír. Yo no he captado el mensaje y él, como buen biólogo acostumbrado a explicarse, me ha sacado de la confusión: “Se llama así. Es su nombre real. En cuanto lo he visto me he acordado de ti, por lo de roquero y sobre todo por lo de solitario”. Cuando, cinco minutos más tarde, hemos colgado y he buscado en Google, he entendido. No era rockero de rock, sino roquero de roca. He sonreído y enseguida me ha ocurrido algo que suele sobrevenirme siempre que el tema de la soledad llama a mi puerta.
Yo soy un hombre solo, es decir, me entiendo solo, me organizo solo y me habito solo. Con los años he ido descubriendo que no estoy solo en eso, sino al contrario: cada vez somos más los solos y las solas que navegamos por el planeta (viajamos solos/as, vivimos solos/as, vamos al cine solos/as…), pero aunque nuestro número va en aumento seguimos siendo vistos/as y entendidos/as como personas “carentes de”. Somos los/as que “no han encontrado”, los/as “impares”, y eso, aunque pueda parecer un detalle sin importancia, no es más que la etiqueta que oculta otras verdades que importan más.
En una sociedad en la que todo se mide por familias y no por individuos, los/as solos/as llevamos siempre las de perder. No hay vivienda pensada para adultos solos, la soledad elegida está castigada tributariamente porque no es una fuente fiable de consumo, el solo o la sola parece un remanente de la fea figura de la tía “solterona” que años ha quedaba en casa para cuidar de los padres como consuelo por no haber sido elegida para la vida conyugal. Los solos provocamos desconfianza (“Por algo será”, es el chascarrillo fácil, con un “No me extraña” en su versión más cruel). Los/as solos/as no somos cómodos/as porque ponemos en cuestionamiento esa estructura de familia que consume como tal, que gasta como tal y cuyas necesidades ya están estudiadas y previstas. Ser solo/a es cambiar de opinión a diario, cuestionar demasiado con demasiada frecuencia y no estar anclado/a a ningún compromiso que no pueda romperse.
“Cuanto más tiempo pasa desde que optaste por la soledad, peor salida tiene”. Eso es algo que he oído y sigo oyendo a menudo. Y sé que muchas veces no hay en el comentario ánimo de crítica, más bien cierta dosis de compasión. Es un discurso no escrito que te invita a volver al grupo y reincorporarte a la normalidad. En mi caso, como en el de muchos/as otros/as, me salva dedicarme a lo que me dedico. Ser artista justifica muchas cosas, explica muchas cosas… A los artistas se nos perdonan los activismos y también que de repente decidamos salir de la carretera y torcer por un camino de montaña que lleva a algún lugar que no figura en los mapas y que nadie ha querido investigar nunca, porque “a quién le va a interesar eso, si no figura”.
Eso es exactamente. Los/as solos/as por elección no figuramos, sufrimos, según he oído diagnosticar repetidamente, “un problema con el compromiso” y supuestamente nos equivocamos porque no nos damos cuenta de que el tiempo corre en contra de nosotros y cada día que pasa es una oportunidad perdida para encontrar la compañía que “merecemos”. Los solos/as por elección somos un incordio porque damos siempre con la tecla impar: impar a las bodas, impar en los viajes de amigos, impar para lo social, para todo lo que se celebra. Y es así: somos incómodos para quienes no son nosotros, porque nuestra existencia es un espejo en el que muchos/as no quieren mirarse y porque cuestionar es incomodar a quien se resiste a hacerlo, aunque no sea esa nuestra intención.
Y es que lo de la soledad es como el silencio y el ya famoso proverbio que lo acompaña: “Rompe el silencio solo cuando puedas decir algo que lo mejore”. El/la solo/a lo es porque no ha encontrado compañía que mejore su soledad, no porque “carezca de” ni porque “no se atreva a”. Entre el ruido, la economía familiar, la pareja y la convivencia, nosotros/as seguimos a lo nuestro, guardianes/as de la roca y del silencio, sabedores de que nos arriesgamos a que nadie nos cuide la vejez y aun así dispuestos a pagar por ello con el disfrute de una libertad que muchos/as atesoramos por encima de todo, aun a pesar de tenerlo todo en contra.
Si nos necesitáis, buscadnos en las peñas más altas y rocosas. Os aseguro que, aunque tengamos fama de huraños, siempre seréis bienvenidos/as. No hay nada más hermoso que una visita inesperada.
Y finita.
Os lo dice un roquero solitario.
Comentarios
Por Char, el 03 noviembre 2020
Real como la vida misma! Gracias por el artículo
Por Soledad Estebanez Lopez, el 03 noviembre 2020
Alejandro no hay peor soledad que la de estar acompañado. Esa es la peor soledad
Por Patri, el 03 noviembre 2020
Si que es cierto que cuanto más tiempo llevo sola, más sigo queriendo estar sola, me gusta, no necesito nada más para ser feliz. Me gustó tu blog.
Por Carmen Nefer Nefer, el 04 noviembre 2020
Efectivamente, nos hemos salido del «formato» de la «cultura familiar»
Creo que hemos de buscar constructos sociales que nos ubiquen de forma real a los «solos/as
Por jose ignacio, el 04 noviembre 2020
Bueno soy solitario a mi pesar aunque me doy cuenta que aunque despues de dejarme solo el cancer este es el estado en el que me encuentro mas comodo y aunque de vez en cuando me gusta que la vida tome conmigo cafe y amo a mi perro Pachi que lleva en casa 15 años y le cuido con amor.
Por Luz, el 04 noviembre 2020
Gracias de parte de una «sola». Y sí, l@s solter@s sufrimos discriminación socio-económica
Por Aristo, el 04 noviembre 2020
Decía Adolfo Martí algo asi como: «La libertad es un bien precioso y a veces debes elegir entre resignate a vivir sin ella o comprarla por su precio». Lo que no decía era cuál es ese precio. Nosotros lo sabemos.
Salú.
Por Isabel Reyes, el 04 noviembre 2020
Primero es la soledad la que llama a tu puerta.
Al principio no la esperas, simplemente aparece.
Se sienta a tu lado y poco a poco se convierte en tu sombra.
Llega un día en que eres tú quien llama a su puerta.
Y entonces ya no hay vuelta atrás, ya eres libre.
Por Pilar, el 06 noviembre 2020
muy sagaz el análisis!Me encantó.
Por Oscar, el 07 noviembre 2020
Todo perfecto, hasta que te enamoras …
Por Juan-Ramón Barbancho, el 10 noviembre 2020
Maravilloso artículo, con el que me identifico plenamente.
Estoy solo por decisión, por elección propia. Estoy solo y vivo solo como una elección de vida y estoy contento, soy feliz así.
A veces digo que no estoy solo, que estoy conmigo.
Felicitaciones por su artículo y por su elección.
Saludos cordiales.
Por Leo, el 06 diciembre 2021
Muchas veces, (sino la mayoría) la soledad es impuesta por el sexo opuesto: no eres atractiv@ y eso te condena. Ya está, no se puede elegir. Son pocos los que se pueden dar el lujo de tener éxito social ELIGIENDO la soledad… El resto, a vestir santos.