Lapido: “El enemigo más peligroso siempre es uno mismo”

El músico José Ignacio Lapido. Foto: Nacho García González.

El guitarrista granadino que siempre viste de negro está estrenando disco, ‘A primera sangre’ (Pentatonia Records, 2023), que vendrá acompañado de una serie de conciertos por la península y que harán las veces de presentación de este nuevo álbum. Es la vuelta a los escenarios (y al mercado discográfico) de José Ignacio Lapido tras el vívido devaneo con los 091, que desde 2015 hasta 2019 dio para una gira, un disco grabado en directo y un disco de estudio con nuevas canciones.

Tras ese periplo lleno de justicia poética y de rendir cuentas ante la nostalgia, llegó la pandemia y José Ignacio Lapido esperó a que todo se normalizase para reemprender su propia carrera musical. Él junto con su compañera de vida son los mayores accionistas de Pentatonia Records, juntos deciden y planifican la carrera artística de Lapido en ese sentido mercantil y estratégico.

A primera sangre contiene once canciones brutalmente bonitas, pop-rock de alta gama, otra liga. Dueño de una forma de componer y entender la música muy sensible y orgánica, el disco exhibe un músculo de personalidad imbatible. A unos riffs apabullantes se alían unos arreglos míticos, galardonadas con melodías de altura que enhebran unos textos brillantes y relevantes. El nuevo trabajo de Lapido reitera y rubrica esa onda que surgió entre los entendidos al momento en que publicó su primer disco en solitario, Ladridos del perro mágico (1999), que lo señalaban como un prometedor autor aún por descubrir, más allá de su legado pasado como guitarrista y compositor de los 091.

Se percibe en su estilo y en su forma de hacer declaraciones un enorme orgullo por venir de donde viene, por haber arrancado su profesión de músico en los primeros 80 en la ciudad de Granada. Ha padecido en ese tiempo cómo el negocio de la música se ha transformado hasta casi ser irreconocible, del mismo modo que lo ha hecho la sociedad. Lapido empezó cuando solo había vinilos y casetes, cuando bajar a la tienda a comprarte un disco era un acto casi místico que podía cambiar el curso de tu existencia. El tipo ha picado piedra, sin duda, pero de todo lo que merece ser tenido en cuenta ha sacado reflexión. Se nota a la legua que pisa firme el compositor, sin tonterías, sin aditamentos.

Una carrera cabal como atestiguan sus excelentes canciones, que es precisamente lo que sostiene entre las manos a día de hoy, 24 años después de iniciar su carrera en solitario, el maestro José Ignacio Lapido, un irreprochable repertorio, tanto en digital como en directo, que muestra a uno de los nombres más interesantes del panorama del pop-rock actual: único e incomparable. Hemos charlado con él sobre este nuevo trabajo.

Publicas nuevo disco, tras un paréntesis con el regreso de 091, tras una pandemia, ¿han dado muchas vueltas estas canciones antes de grabarlas?

Las necesarias para que las piezas acaben encajando. Las canciones son entes vivos, y como tales hay que tratarlas… con respeto, amor y mucha paciencia. Desde que esbozas una primera melodía encima de una sucesión de acordes hasta que escribes la última palabra del último estribillo, la canción patalea, llora y se revuelve. Son puñeteras, pero son agradecidas, porque nunca dejan de crecer: en el local de ensayo, en el estudio de grabación y en los escenarios. Las canciones van adquiriendo matices y sonoridades que no tenían al principio, y además nos sobreviven.

Dicen que los duelos a primera sangre son los más civilizados. Lo malo (o lo bueno) es que ya no hay duelos, nadie da la cara, todo es a través de pantallas.

Hubo duelos hasta hace bien poco. En los duelos antiguos los dos contrincantes se conocían perfectamente, incluso tenían padrinos. Lo de ahora en las redes son más bien discusiones de barra de bar, pero sin barra y sin bar. Una cosa bastante deslucida, sin liturgia ni protocolo ni código de honor. De todas formas, da igual, el enemigo más peligroso siempre es uno mismo. El título es más bien una alegoría sobre eso, sobre la lucha entre el autor con su propia obra. Ha sido todo menos dramático que en anteriores ocasiones. No he tenido que desangrarme ni morir en el intento.

¿Has tenido un disco o a un artista concreto a la hora de inspirarte para este nuevo disco?

No. Llevo componiendo y grabando discos desde el año 81. A estas alturas no necesito fijarme en otros artistas para encontrar el camino. Por buenos que sean o por más admiración que les tenga. Es mi propia trayectoria la que me sirve de guía. Eso no quiere decir que no esté dentro de una tradición musical. La mía se inicia en el blues, pasa por el rock’n’roll primigenio, los grupos de los 60 y 70, y acaba con el punk rock de finales de los 70. Esa es mi escuela. A partir de ahí me tocó a mí hacer los deberes.

‘Malos pensamientos’ se reproduce en un ambiente canalla, una película de canción… es un cuchillo afilado, un Tom Waits ebrio caminando una noche de agosto por la calle Elvira con una navaja abierta.

Hace años que dije que iba a grabar un disco monográfico de blues. Pasó el tiempo y no cumplí con mi anuncio, pero he ido componiendo temas que se podrían encuadrar dentro del género. Malos pensamientos es uno de ellos. La letra está escrita a la antigua usanza, por la forma de versificación y por la temática. Y el sonido es añejo a más no poder. Me encanta el trabajo de los músicos que me han acompañado en la grabación: Popi González, Raúl Bernal y Jacinto Ríos.

En ‘De cuando no había nacido’ dices: todo es igual, aunque parezca distinto, ¿hablas del concepto de la libertad en esta canción?

Hay un verso en esta canción que dice: “La salvación sólo es una palabra a la que nos encadenaron / Somos esclavos de la esperanza y queda lejos la libertad”. En la letra mezclo muchas cosas, recuerdos de la infancia, el paso del tiempo y la toma de consciencia de que nunca seremos libres del todo.

‘Creo que me he perdido algo’ arrastra un riff redondo, es una canción cool, atrevida y vacilona, con esa ‘percu’ sabrosa y esos anecdóticos pero decisivos coros.

Ha quedado como muy de la Costa Oeste, ¿no crees? Con ese ritmo de raíz hispano-africana y las escalas mixolidias, que se utilizaron mucho en la psicodelia. En la letra mezclo también ensoñación y escepticismo. Lo más sorprendente de todo es que hasta se podría bailar. Cuando escuchaba las primeras mezclas en el estudio, se me iban los pies. Raúl es testigo.

En ‘Nadie en su sano juicio’ parece que estás analizando lo que nos enseñan los telediarios o los periódicos. Una realidad global (macro) que luego no es tan cierta en la nuestra (micro)…

Cada uno, en su particular medida, manipula la realidad: embelleciéndola, distorsionándola, negándola. Y lo hacemos por voluntad propia, por problemas psiquiátricos o inducidos por determinadas sustancias. Pero no es lo mismo cuando se hace desde el poder o los medios, con una intención inconfesable, que cuando se hace por alteraciones mentales o de un modo recreativo. O artístico. Si al caleidoscopio le das una vuelta a la izquierda se ven unas formas y unos colores determinados, y si giras a la derecha se ve otra cosa diferente. Son los mismos cristales de colores, pero encajados de distinta manera.

En noviembre, a través de Twitter, dabas un DEP a “uno de mis guitarristas favoritos”, Wilko Johnson. ¿Qué tenía para que fuese uno de tus favoritos?

Dr. Feelgood fueron una de mis grandes influencias en mi juventud. Recuerdo cuando escuché por primera vez Roxette en la radio. Me compré el Stupidity y lo rayé de tanto ponerlo. Eran fabulosos. Los vi en 78 en la plaza de toros de Antequera, pero ya no estaba Wilko con ellos, lo había sustituido Gypie Mayo, que tampoco era manco. Luego vi a Wilko en directo en al menos tres ocasiones, una de ellas en Londres. Era fabuloso, tocando sin púa y utilizando la guitarra a modo de metralleta con esa cara de loco, todo un espectáculo.

Hace un poco de tiempo, se publicó ‘Conversaciones’, un libro donde repasas tu vida artística y también la menos artística, ¿fue fácil el ejercicio de recordar o eres de los que huyes de ese tipo de ‘deportes’?

Arancha Moreno hizo que todo fuera muy fácil. A mí hay que sacarme las palabras con calzador, pero si das con el interlocutor adecuado, o interlocutora en este caso, se me puede soltar la lengua y hablar de aquello, de esto y de lo otro. Es un ejercicio curioso; desbrozar recuerdos te ayuda también a comprender el porqué de ciertas cosas por las que pasaste en su momento. Pones en perspectiva sucesos y acontecimientos que si no te invitan a hacerlo se quedarían en ese limbo en el que la memoria guarda las derrotas, como decía la vieja canción. Todo el mérito es de Arancha.

Siempre me ha gustado esa práctica que llevasteis a cabo 091, y que te he oído comentar en entrevistas, dejar la banda antes de llegar al declive o sonar a repetidos… También es cierto que hay que estar muy centrado para tomar esa decisión o darse cuenta.

Nos separamos en 1996 después de 14 años juntos. Fue una decisión difícil, pero más difícil fue resucitar. Eso es algo que sólo sucede en la Biblia, y nosotros obramos el milagro 20 años después. Un día decides morir y otro decides resucitar. Los prodigios de estar en una banda de rock.

Rosendo se ha jubilado hace relativamente poco, Siniestro Total dijeron adiós a los escenarios hace también poquito… ¿Hay relevo en esto del rock and roll o eres tú la última esperanza blanca?, ¿es mejor quemarse que desvanecerse, como afirma Neil Young?

Todavía hay músicos que son portadores del fuego antiguo. Supongo que soy uno de ellos. Y aunque a veces nos pueda parecer que estamos camino de la extinción, sé que hay gente muy joven a los que el r’n’r les ha inundado la cabeza con sus fantasías. Y además parece que nacen aprendidos, tienen unas habilidades instrumentales que a nosotros nos costó años adquirirlas. Lo que hace falta es que se también renueve generacionalmente el público. Eso no lo tengo tan claro que esté sucediendo.

Vuestros vecinos os aprecian y tú te dejas apreciar: En 2017 se le concedió al grupo 091 la Medalla al Mérito de la Ciudad de Granada. En 2020 se inauguró una calle con el nombre de José Ignacio García Lapido en el municipio de Jun. En 2022 el Ayuntamiento de Granada inauguró una plaza con el nombre de 091. ¿Te sientan bien este tipo de declaraciones de cariño? ¿Tenéis contactos buenos en el Ayuntamiento?

Este tipo de reconocimientos oficiales se agradecen, cómo no. Sería estúpido no hacerlo. No es habitual que en vida le pongan tu nombre o el de tu grupo a una calle o una plaza. No pasa todos los días. Algunos de estos honores oficiales parten de iniciativas populares, como lo de la plaza de 091. Un grupo de seguidores lo pidió y el Ayuntamiento lo debatió y lo aprobó. El actual alcalde de Granada, Paco Cuenca, es fan de los Cero, pero no de ahora. Estuvo en el último concierto que dimos antes de separarnos en 96. En el vídeo que se grabó de ese concierto se le ve en primera fila cuando no tendría ni 18 años. Yo no lo supe hasta que él me lo dijo. Y es verdad, ahí se le ve con cara de niño.

Siempre te veo vestido de negro en las fotos, ¿por qué es así?

Una de las primeras chaquetas negras que me puse fue una que tenía guardada mi abuela Pepa para cuando mi abuelo se muriera, su mortaja. Al final, al pobre lo tuvieron que enterrar con otra, porque esa me la quedé yo. Mi novia de entonces, María del Mar, que es mi mujer ahora, le cosió un cuello de cuero y quedaba muy chula, al estilo teddy boy. Vestirse con la mortaja de tu abuelo da carácter. A partir de ahí ningún color me ha parecido mejor que el negro.

La gira de presentación del nuevo disco de Lapido, ‘A primera sangre’ , pasará en abril por Murcia, Sevilla y Granada. En mayo, por Córdoba, Málaga, Madrid, Bilbao, Valencia y Zaragoza.

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