Las 25 perturbadoras heridas del exilio de Agota Kristof

La escritora Agota Kristof.

Son 25 pesadillas. 25 relatos perturbadores escritos por la autora cuando se exilió de su Hungría natal y se refugió en Suiza. ‘Da igual’, de Agota Kristof. Sus textos carecen de respeto emocional hacia los verdugos. Buscan el daño desde la inteligencia más subversiva, que no es otra que la imaginación. Kristof es una nómada sin miedo a las represalias que causan sus 25 heridas narrativas. Un hermoso canto a las cicatrices del exilio, a la locura que provoca en quien lo sufre, hacia la ineludible obligación de escapar.

Regresar, regresar, regresar es a veces el único destino, el único porvenir de algunos seres humanos. Quizás ese sea el único destino de Agota Kristof, y quizás por eso la autora húngara haya planificado este ejercicio de natación sincronizada con el dolor, con el exilio, con la pérdida y con la imaginación en el que lo menos importante es el oxígeno que hace falta para practicar esta disciplina.

Kristof es la dueña absoluta de las verdades ásperas, de las verdades que se dicen con la memoria, mientras la boca calla en una maniobra de extrema educación. De las tragedias que no se reivindican hasta que Agota se encara con su carne, con sus siluetas hasta convencerlas de que el silencio es un veneno de amplio espectro y que han de ser contadas sin moralina y sin sombras dóciles y políticamente correctas:

“En una gran ciudad, porque las ciudades pequeñas no tienen más que cuatro casas de desheredados, solo las grandes ciudades cuentan con calles oscuras sin fin que se ponen a reventar de seres como yo”.

Da igual ofrece muchos sabores y no siempre agradables, ofrece por ejemplo el amargo sabor del purgatorio en el cuento El Canal. Un cuento en que Jesús ejerce de padre con Dios. En el que un puma es un arcángel de piel dorada y sedosa.

Agota sabe llenarte con sus historias, breves y al mismo tiempo densas como el aliento de un moribundo, la cabeza de interpretaciones. Sus textos son como un fuego purificador, solo que no dejan marcas, ni zonas arrasadas, sino nuevas cosechas emocionales en el corazón.

Posee también un lirismo alarmante alentado por el calvario de los recuerdos. Está muy atenta al terror de lo extraordinario, a la queja que sobreviene cuando se es capaz de matar el totalitarismo de la inercia.

Agota anuncia, renuncia y contribuye a que el olvido no sea una opción para los que han tenido que huir. La biografía que une al exilio con la patria es una madre que sobrealimenta a sus hijos, que trata de dejarles quietos porque los quiere por una vez a salvo.

Domina como nadie sabe hacerlo la brutalidad más estricta, sus historias viven de lo mínimo, el exceso le es ajeno.

Por eso ha escrito este hermoso canto a las heridas de exilio, a la locura que provoca en la quietud de quien lo sufre, que mientras avanza irá mutando en un réquiem sardónico hacia lo dejado, hacia la ineludible obligación de escapar:

“Me acuerdo de uno de mis compañeros que, muy hábilmente, se deslizó en silencio detrás de nuestro profesor de biología y, atravesándole la columna vertebral, le sacó los nervios, los repartió entre los que allí estábamos”.

Un jeroglífico radicalmente ilusorio, una metáfora que muere después de cada punto final.

Krisfof resucita a través de esta 25 ensoñaciones macabras que, sin embargo, no percibe el lector como un ajuste de cuentas sino como el único bautismo al que tienen acceso los supervivientes:

“Yo también me avergüenzo de ellos. No me han comprado el fusil que quería, el fusil precioso aquel que yo quería. Me han dicho:

­––No es un juguete bonito”.

No es una narradora complaciente, su anarquía existencial hace que engarce entre sus frases armas poderosas que destruyen cualquier expectativa. Devora la respiración de quien lee con ese frío magnético que exhalan sus despiadadas fábulas de exiliada. Tiene un desprecio total por las formas, por el protocolo narrativo. Sus textos carecen de respeto emocional hacia los verdugos. Buscan el daño desde la inteligencia más subversiva que no es otra que la imaginación. Es una nómada sin miedo a las represalias que causan sus 25 heridas narrativas.

Da igual es un muestrario de errores humanos narrados con precisión, sin esnobismo narrativo. A Kristof le gustan los extremos. Va de la más aséptica neutralidad hasta la implicación más inmoral. El exilio tira de su memoria con la misma precisión con que tira la araña de su tela hasta aproximar lo máximo posible a su víctima, y lo hace como una de las caras de la muerte, como si habitara en un limbo de cuyas existencia y regencia se ha olvidado hasta el mismo padre celestial.

Kristof hace bascular sus historias entre la venganza, la ensoñación y la inocencia, y acariciando la soberbia piel de este triángulo juega una y otra vez al despiste escribiendo cuentos llenos de caprichos argumentales y existenciales. Y rellena la ausencia para que el trauma no cierre en falso. Moldea la verdad a través de sistemáticas esperanzas que insuflarán dignidad a su biografía modificada tan drásticamente por la salida abrupta y mal vista de su país natal.

“En su entierro casi se pone a llover. Hubo mucha concurrencia, coronas, cánticos, un coro compuesto de hombres de negro. Fue un entierro socialista, sin cura”.

Da igual es un rapsodia política desbordante, estudiada pese a la libérrima imaginación de Kristof. Recoge verdades difuminadas por el dolor, silencios que sostienen su soledad, sus miedos; sus historias están llenas de llantos ocultos.

Así que por todo esto, y por muchas otras razones que no deben ser desveladas por mis ojos sino por los vuestros, no dejéis de leer esta alegoría luminosa e incandescente que marca la trayectoria de la mirada de quien lee como marca una tormenta la buena reputación del mar en un día de verano.

‘Da igual. Los veinticinco cuentos despiadados de Agota Kristof’. Traducción de Rubén Martín Giráldez. Alpha Decay. 73 páginas.

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Comentarios

  • angel coronado

    Por angel coronado, el 24 mayo 2021

    Un comentario que no lo es, porque solo seria posible después de leer “Da Igual”. Quiero saber, Sonia Fides, cómo marca una tormenta en la buena reputación del mar en un día de verano. Quiero saber, Agota Kristof, cómo es un entierro socialista sin cura, y quiero saber, de mi cuenta, más razones así.

  • angel coronado

    Por angel coronado, el 25 mayo 2021

    Enterré a mi madre un día de frío, de viento, de frío sol pero seco y sin cura. Da igual. Tengo dos imágenes del mar incomunicadas. A una la odio. A la otra la temo. Y tengo más. Una que nace de un olor. Otra blanca. Azul hay otra. No me importa que se borren los dibujos que araño en la playa. Es idiota que se los lleve el mar.

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