Las mujeres detrás del ‘boom’ de la literatura de lo extraño

Judy Lynn Benjamin, con Isaac Asimov.

El ensayo ‘Editoras de lo extraño’, de Amparo Montejano y José R. Montejano, repasa, desde el entusiasmo y el amplio conocimiento en el tema, la historia de todas aquellas profesionales de la edición que llevaron a las revistas de ficción especulativa y a autores como Isaac Asimov y Ursula K. Le Guin hasta lugares inimaginables.  

Ponerse a rastrear el origen de cualquier (sub)género literario es una tarea complicada –aunque fascinante– y abocada a la confusión y la discordia. Es raro que escritores, lectores y teóricos se pongan de acuerdo en escoger el momento exacto en que nació una determinada forma de contar. ¿Es la Ilíada la primera historia de aventuras? ¿Cuándo la presencia de una historia de amor convirtió una novela en “romántica”? ¿Cuál es el primer monstruo de la historia de la literatura?

Rara vez hay un episodio concreto, una suerte de Big Bang literario que revienta y trae al mundo un nuevo género surgido de la nada. Las aparentes coincidencias se van acumulando como granos de arena, igual de escurridizas, hasta que empieza a advertirse un patrón común. Así, la configuración, evolución y consagración –si es que la alcanza– de un género literario ya es más fácil de estudiar. Tenemos anaqueles de títulos y nombres, revistas, estudios, cartas, conferencias… Todo es cuestión de darle un orden.

La historia de aquellos géneros que denominamos “de lo extraño” o “ficción especulativa”, entre los que meteremos múltiples maneras de escribir ciencia ficción, épica maravillosa, terror o weird, ha quedado ampliamente documentada gracias a una particular idiosincrasia: crecieron al albor de las revistas y del fenómeno fandom. La ficción especulativa no sería lo que es hoy en día sin las portadas coloridas de las revistas pulp, sin las WorldCon y los Futurians, sin la Weird Tales y la Amazing Science Fiction. Sin nombres como Isaac Asimov, Hugo Gernsback, John W. Campbell o H. P. Lovecraft. ¿Les suenan? ¿Y qué hay si les hablo de Dorothy McIlwraith, Cele Goldsmith o Judy-Lynn Benjamin? Seguramente nunca hayan escuchado sus nombres, pero muchos grandes escritores de fantasía y ciencia ficción del siglo XX se convirtieron en autores inmortales gracias a su visión, su trabajo duro y su entusiasmo. Ellas fueron sus editoras.

Dice la escritora y profesora especializada en literatura de género Lisa Yaszek en el prólogo a la antología Mundos alternos (Almadía, 2022) que, cuando hablamos de la historia de la ciencia ficción, una de las equivocaciones más frecuentes es pensar que no existió ninguna escritora desde Mary Shelley hasta Ursula K. Le Guin. Terrible –¿e inducido?– error. Entre 1920 y 1960, las autoras firmaron el 15% de las historias publicadas en las revistas de género. Las mujeres han estado involucradas en la ficción especulativa desde el principio. No solo como escritoras, sino también como ilustradoras (las mejores y más famosas portadas de Weird Tales son obra de Margaret Brundage), correctoras, agentes y, sobre todo, editoras.

Para conocer la historia de estas otras profesionales mucho menos recordadas, pero cuya labor fue imprescindible para el desarrollo del género, disponemos ahora, gracias a la editorial independiente Dilatando Mentes, de un gran ensayo: Editoras de lo extraño. Una historia cultural de editoras de lo fantástico, de Amparo Montejano y José R. Montejano. Este texto, escrito con auténtica pasión y conocimiento acerca del tema, muy bien documentado y que casi se lee como una novela de aventuras, de negocios, de terror, de amor, etc… esboza la historia de la edición de ficción especulativa de forma cronológica, para ofrecer el marco contextual imprescindible que posibilitó la aparición de estas editoras, cuyo trabajo Montejano y Montejano defienden con fervor.

Todo empezó con las revistas ‘pulp’

Esta historia arranca en la década de los felices años 20, con las revistas pulp. En realidad, deberíamos hacer una breve parada antes. A principios del siglo XIX, cuando la literatura más consumida era folletinesca, aparecieron en Estados Unidos las dime novels (novelas de a diez centavos), cuyo género predilecto fue el western. Poco después nacerían las penny dreadful (novelas de a penique) en Inglaterra, baratas y pobremente editadas, pensadas para un lector humilde y poco formado, de clase obrera, sediento de misterios y truculentos asesinatos. Las revistas pulp de los años 20, fabricadas con pulpa de madera y pegadas con cola barata, son sus herederas directas. Estas publicaciones se hacen increíblemente populares en la primera mitad del siglo XX, y las historias que más se pueden encontrar entre sus páginas son aquellas dedicadas a los fantasmas, las conspiraciones, los dragones, los alienígenas o, por qué no, el sexo desprejuiciado, en forma de spicy&saucy, para desafiar la moral conservadora de la época.

Historia a historia, los géneros especulativos van cambiando, definiéndose. La memoria herida de una guerra mundial reciente, las tensiones políticas, las armas químicas y sus hijos deformes, calan en la ciencia ficción, que imagina mundos mejores, pero sobre todo peores. En Nueva Inglaterra, Edgar Allan Poe levanta el puente entre el gótico tradicional y las nuevas formas narrativas de mirar lo tenebroso, que culminarán en la literatura weird y el horror cósmico de H. P. Lovecraft. La década de los años 20 ve nacer las dos revistas pulp más icónicas de la historia: Weird Tales, hogar por antonomasia de la literatura de Lovecraft, y Amazing Stories, fundada por el “inventor” de la ciencia ficción, Hugo Gernsback. Este último, aunque publicó a algunas escritoras como Judith Merrill y Lilith Lorraine, consideraba que las mujeres estaban muy “limitadas” para escribir ciencia ficción.

En estos años nos topamos con los primeros nombres femeninos. En 1925 arranca una serie editorial dedicada al terror (gran parte del contenido estaba extraído de Weird Tales): Not at Night, capitaneada por Christine Campbell Thompson. Y en 1926, Lady Cynthia Asquith, ayudante de James Barrie (el autor de Peter Pan), se convierte en una de las primeras mujeres en editar una antología de ficción: The Ghost Book.

Pasa más de una década. Lovecraft ha muerto, y su legado maldito, que enfrenta a editores, albaceas, tías y amigos, poco a poco se va quedando al buen resguardo de Arkham House, la editorial fundada por Donald Wandrei y August Derleth, el más famoso escritor y seguidor del llamado “Círculo de Lovecraft”. A finales de los años 30, también entra en escena un joven Isaac Asimov, que se une a un grupo de escritores, habituales de los clubs de fans fundados por Hugo Gernsnack (la Science Fiction League), conocidos como The Futurians. Donald Wollheim será el cabecilla, impulsor y, años más tarde, destructor de esta comuna de escritores y escritoras –y, también, futuras editoras–, a menudo endogámicos, y que comparten revistas en las que publicar y casas en las que vivir. Con ellos, la ciencia ficción entra en su conocida Edad de Oro, que abarca el periodo comprendido entre 1939 y 1946, es decir, entre las pulp y la Nueva Ola de los años 60 y 70.

El momento de las editoras

A principios de la década de los 40 conocemos a dos de las más grandes editoras de ficción especulativa de todos los tiempos. Cómo no, bajo el sempiterno síndrome de la Pitufina, ese “tú no eres como las demás” que se traduce en “con una mujer haciendo esto nos basta”, el publicó se afanó en enfrentarlas y alimentar una rivalidad tóxica, porque aquello de la competencia sana, de la admiración mutua entre mujeres, no se llevaba. Dorothy McIlwraith se pone al frente de Weird Tales y a Mary Gnaedinger le encargan la dirección de la revista Famous Fantastic Mysteries. Ambas trabajan arduamente –con gran parte del fandom en contra– para publicar la mejor literatura extraña del momento y, de paso, hacerle hueco a más escritoras. Realmente, la disputa se redujo a una serie de malentendidos con los derechos de publicación de las historias de Lovecraft, siempre problemáticas, por otra parte.

Unos años más tarde, un antiguo editor de Amazing Stories (y sucesor de Gernsback), Raymond Palmer, funda su propio proyecto editorial, Other Worlds, y nombra editora jefe a Beatrice Mahaffey, a la que los autores del ensayo que nos ocupa recuerdan como la editora más adorada por el fandom masculino: además de ser brillante en su trabajo, por lo visto era una auténtica belleza. De Amazing Stories, cabecera mítica, pero en decadencia, anquilosada en el pasado, se ocupa la editora Cele Goldsmith. Dotada de una increíble intuición para apostar por la ciencia ficción más novedosa, original y arriesgada, Goldsmith le da un nuevo aire a la revista, que los lectores celebran, entusiasmados. Con ella, Amazing Stories fue nominada en múltiples ocasiones a los premios Hugo.

Desde la década de los años 60 en adelante, el papel de las profesionales del sector de la ficción especulativa se diversifica. Hay mucho más que editoras de revistas. Virginia Kidd, antigua integrante de The Futurians, funda una prestigiosa agencia literaria especializada en literatura de género que representará con gran éxito a escritores como Ursula K. Le Guin. Betsy Wollheim, la hija del fundador de The Futurians, trabaja junto con sus padres en DAW Books, una pequeña y exquisita editorial que todavía existe, con Betsy al frente. La cosa va de legados familiares, de padres a hijas, porque cuando August Derleth fallece, y después de una larga batalla (recordad, la maldición de los derechos de autor de Lovecraft), April Derleth se queda al frente de Arkham House.

Por ir cerrando este apasionante viaje, dos nombres imprescindibles en la historia de la edición de ficción especulativa. Susan Wood, una brillante escritora, crítica y teórica, activista por los derechos de las mujeres y que siempre estaba batallando por el ninguneo que sufrían dentro de la literatura de género, organiza el primer panel feminista en una WorldCon, y gracias a ella nace la WisCon. Judy-Lynn Benjamin, que tuvo que hacerse valer más que ninguna otra debido a su acondroplasia, será la editora senior de Galaxy Science Fiction, editora de fantasía y ciencia ficción en Ballantine Books y la responsable de la existencia de obras como El hombre bicentenario y… Star Wars.

Me dejo en el tintero muchos más nombres de editoras, de escritoras, de revistas y fanzines, de clubes de fans, de sellos editoriales familiares… Este artículo ha llegado a su fin (pido disculpas por la extensión apasionada), pero ahora podéis descubrir a todas estas mujeres increíbles y maravillaros con sus proezas en el ensayo de Dilatando Mentes. Indudablemente, ellas eran de otra pasta, de otro planeta.

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