Las mujeres vencidas de Aroa Moreno en su magistral segunda novela

La escritora Aroa Moreno.

Un siglo de nuestra historia reciente en la segunda y extraordinaria novela de Aroa Moreno (Madrid, 1981),’La Bajamar’ tras la exitosa e impactante ‘La hija del comunista’ (Caballo de Troya, 2017). Desde el horror de la guerra y los secretos del pasado. Mujeres vencidas. La imposibilidad de eso ahora tan de moda, empoderarse. La imposibilidad porque el dolor te paraliza. Como ha dicho Marta Sanz de esta novela, hambre, violencia y desarraigo no son poesía”.

“Cuántas vidas caben en lo que no sucederá”, se pregunta Adirane, la protagonista más joven de La Bajamar, la valerosa y valiosa segunda novela de Aroa Moreno para confirmar al lector que la exactitud y el triunfo emocional de una novela nace de las preguntas, jamás de la respuestas, aunque son muchas y tremendamente acertadas las que se dan en este libro cuasi perfecto, porque otorgarle la perfección (aunque la posea) sería arrebatarle su incontestable esencia.

Porque La Bajamar nace de lo imperfecto, de los secretos, del eco de una guerra que te roba a los hijos, que te convierte en un monstruo y que te hace avergonzarte e inventar para no ser encima señalada, por no ser nombrada como una mala madre, para no dejarte vencer por los rotundos dedos de la locura.

Aroa Moreno ha construido una pieza narrativa deslumbrante que hiere y sana, que nos aprisiona como aprisiona el azul del cielo a ese niño que sabe que no debe volver a casa porque su casa no es un hogar, sino un infierno en el que la piel de la mujer que le dio  la vida se quema a diario sin remedio:

“Había mucha oscuridad dentro de cada casa. Había niños muertos en casi todas las familias. ¿Nunca has visto esas lápidas en el suelo del cementerio que tiene barrotes alrededor? Son pequeñas cunas de los niños que murieron”.

Ruth, la abuela, es un personaje cegador, exacto, fiero, valiente, dueño del idioma de quien ha visto desmoronarse el mundo y se ha quedado a recoger las cenizas capaces de volver a construirlo.  Conmovedora es la sinceridad de cada uno de los párrafos y páginas que protagoniza. Su profundidad siempre sujeta al eco que provocan sus confesiones de antemano:

“Recuerdo ese hambre, porque recuerdo también el hambre que vino después, y aquello fue diferente”.

“Mi madre decía que él la iba a matar de una pena. Pero lo mataron a él, o eso pensamos, y se murió Matías y ella no se moría nunca”.

“Nadie imagina lo que significa separarse de un hijo. Y de otro y de otro. Como si se quedaran las tripas vacías de golpe. Una tripa sobre otra tripa. Decir tú sí, tú no. Decir vosotras. Desprenderse. Soltar la mano. Qué acabo de hacer decía”.

La lengua de Ruth es un polvorín que no deja heridas, que ofrece una batalla en la que las verdades son soldados con la cara manchada de sangre, pero que, sin embargo, bajo esa costra negra, roja e incómoda, permanecen intactos. La lengua de Ruth nos dice que la guerra es un capricho siempre masculino, en el que ellos son los únicos que tienen posibilidad de desertar, de desaparecer o de morir. Que las mujeres en la guerra son tipificadas como estatuas, pese a que su corazón y su carne acaban siempre manoseadas de manera obscena por el dolor:

“Todos nos quedamos pálidos, anémicos, huesudos, algo retrasados. No lo digo por decir, aquel año en la ciudad se nos olvidó lo que habíamos aprendido en la escuela. La guerra no solo trae la muerte. Después viene el hambre y después de lo que venga hay que aguantar”.

La Bajamar está cuajada de frases únicas, de electrizantes  sentencias que impactan en el lector con el trágico ímpetu con que un objeto impacta sobre un globo ocular hasta marcarlo de manera perpetua:

“Y lleva razón: como si no hubiésemos visto nunca la molicie, la corrosión, la gota de agua cayendo del puente, como si no supiéramos que toda estructura aquí tiene podrida de humedad las venas”.

La genealogía es sin duda una marca indeleble que hostiga a todas las generaciones, y Aroa Moreno lo cuenta de manera honestísima y  bellísima en La Bajamar y, además, lo hace sin maquillar nada de lo que Ruth (la más herida, la que no puede salvarse, la que debe sobrevivir y entregar su memoria a su hija y a su nieta, pese a la oscuridad perpetua que le ha tocado habitar a su familia) Adriana y Adanire (para las que el daño es opcional y no el único destino como en el caso de Ruth), sus tres protagonistas, van a relatar.

Moreno sabe que ha corrido un riesgo descomunal al comenzar esta narración, que es paradigma de la verdad que amordazó durante muchos años a un país, con una impecable mentira literaria. Una mentira que no desvelaré y que el lector solo puede agradecerle a la autora. Como también debe agradecerle la prudencia narrativa con que, palabra a palabra, va sosteniendo la  poderosa imprudencia sentimental que ofrece.

“Es algo simple como la gravedad. Las posibilidades más oscuras de cada verdad pesan en el fondo de los ríos”.

Creedme si os digo que no imagináis lo que alberga y sostiene esta historia. Su ritmo denso y magnético, como el de esos días en que el mar se niega a reírle las gracias al viento y mantiene compacta toda su carne para que no entre por ella la herida capaz de levantar la ola. No imagináis el poder de ese triángulo de silencio que alimenta a las protagonistas, de ese lenguaje capaz de yuxtaponer con una maestría incuestionable la historia de un país y la historia de las mujeres que lo habitan, lo habitaron o lo habitarán.

La Bajamar es un descubrimiento, una novela de una potencia argumental que deja sin aliento, un libro de una madurez inimaginable cuando se comienza a leer. Un canto con el que taponar los abismos capaces de devorar la veracidad de un sinfín de biografías. Aroa Moreno hace memoria para que los vencedores se avergüencen de sus victorias. Pero no ajusta cuentas. La limpieza estructural de su triángulo humano la libra de las  malas tentaciones, de las soflamas maniqueas. La Bajamar es un libro que impresiona como lo hace cuando llega ese verso que, de pronto y sin saber por qué, acaba obedeciendo a la mano que ha querido guiarle hasta la eternidad.

IMPRESCINDIBLE.

‘La Bajamar’. Aroa Moreno. Random House. 190 páginas.

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