Lemercier: del ‘videomapping’ a salvar un bosque masacrado

Exposición de Joanie Lemercier en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid.

Celebramos el Día del Árbol –hoy 21 de marzo, entrada a la primavera–, con una exposición que ha despertado en mí profundas sensaciones: desde un gran disfrute estético hasta una no menor rabia por cómo estamos destrozando el planeta. Es la historia de la relación de amor entre el artista francés Joanie Lemercier y el bosque masacrado de Hambach. En Espacio Fundación Telefónica, en Madrid. Hasta el 25 de julio. Veamos una historia tan triste como esperanzadora, de arte y naturaleza, lucha y conciencia ambiental. En cinco pasos.

“Joanie Lemercier. Paisajes de Luz es la primera gran exposición individual del artista; en ella sumerge al espectador en un recorrido por distintos paisajes que le transportan desde la contemplación de depuradas líneas abstractas y la fascinación provocada por majestuosas montañas generadas por ordenador a la inquietante realidad de una naturaleza sobreexplotada”.

Estas frases de la nota de prensa captaron mi atención y decidí acercarme a la muestra como un visitante más, no como periodista, apuntándome a una de las visitas guiadas de una hora que organiza Espacio Fundación Telefónica. Una aproximación a la propuesta desde la objetividad de la normalidad. Y quedé asombrado. Diego, el muy competente guía que nos condujo a un grupo de ocho personas por esos Paisajes de Luz, sabe calibrar bien los tempos, silencios, la emoción creciente con que está diseñada esta exposición comisariada por Juliette Bibasse.

Pionero en el uso artístico del videomapping y cofundador del colectivo AntiVJ en 2008, Lemercier (de 39 años) establece su propio estudio en 2009, primero en Nueva York y desde 2015 en Bruselas, para centrarse en la creación de piezas que utilizan la luz proyectada y así generar experiencias que alteran la percepción visual. Aunque sus obras se han presentado en el China Museum of Digital Art de Pekín, Art Basel Miami, Tokyo City View, Roundhouse de Londres, Sónar Festival (Barcelona) o el festival de cine de Sundance (EE UU), esta es su primera gran exposición individual. Todo un acierto, pues más que una exposición, es un relato muy emocional de la evolución de un artista en su relación con la naturaleza.

Según nos cuenta Diego, el guía, el niño Lemercier empezó a aficionarse por los ordenadores con solo cinco años, a través de su madre, diseñadora gráfica y de moda; y el joven Lemercier, fascinado por la magia de la luz, capaz de transformar la realidad, y sus salidas nocturnas, se convirtió en videojockey (vj), un creador de juegos visuales de luz y color para acompañar los ritmos de la música de clubes y discotecas.

A partir de esos andamios, pasó a la experimentación más artística, creativa, con la luz.

Paso 1. En un principio, tanto la exposición como la trayectoria artística de Lemercier es esto: un disfrute de la tecnología para crear sensaciones a través del videomapping (ahora tan de moda entre las autoridades municipales para celebrar eventos, con festivas proyecciones en fachadas monumentales). “A través de la programación informática y la manipulación de dispositivos, Lemercier consigue convertir los proyectores en una fuente de luz capaz de transformar la apariencia de las cosas y hacernos cuestionar la concepción de la realidad”. Se plantea una reflexión sobre la representación del medio natural a través de la tecnología. Seguimos con el texto del comisariado de la exposición: “Esta primera parte de la muestra reúne distintas tipologías de paisaje que hacen aflorar una paradoja: el intento de captar la espectacular belleza de la naturaleza, que no ha sido tomada por el ser humano, empleando herramientas digitales. Son vistas geométricas que revelan juegos de espacios, sombras y volúmenes desconcertantes para la mirada. Es el caso de la obra Edges (Aristas), que introduce elementos de expresión clave en la primera etapa de Lemercier: rejillas, geometrías y líneas, mediante las cuales el artista explora un paisaje tecnológico. En Montagne, cent quatorze mille polygones (Montaña, ciento catorce mil polígonos), un valle rodeado por montañas creado a partir de una retícula distorsionada por un algoritmo pone de manifiesto la difusa línea entre lo que consideramos real y la simulación generada mediante funciones matemáticas”.

Paso 2. Poco después, Lemercier, atrapado por lo sublime de la naturaleza real, no la que él simula a través de su virtuosismo tecnológico, pasa a mostrar también paisajes inspirados en lugares naturales, leyendas ancestrales o experiencias personales. En su serie de los volcanes, las instalaciones Eyjafjallajökull y Fuji revelan la inconmensurable grandeza de la naturaleza frente al ser humano. La primera de las piezas está inspirada en el famoso volcán islandés que causó estragos en el tráfico aéreo del norte y oeste de Europa en la primavera de 2010. “De hecho, fue una experiencia que le afectó de manera directa. Por esa fecha, Joanie Lemercier tenía previsto realizar una residencia artística en Nueva York y el día que iba a volar, el volcán islandés entró en erupción. Durante las dos semanas de retraso que sufrió su vuelo, Lemercier siguió atentamente las noticias sobre el volcán y se pasó horas dibujando su silueta y estudiando la erupción. La segunda instalación dedicada a los volcanes está compuesta por otro paisaje a gran escala dibujado a mano que representa el monte Fuji aumentado por una capa de luz proyectada. Se trata de una proyección que juega sobre el dibujo para recrear una versión abstracta, hecha a base de luz, de El cuento del cortador de bambú, una antigua leyenda japonesa del siglo X”.

El bosque de Hambach, convertido en uno de los lugares más contaminantes de Europa.

Paso 3. Pero Lemercier nota que le sigue faltando algo. Bastante. Mucho. Que no logra atrapar toda la grandeza de la naturaleza. Y da un paso más. De su deseo por mostrar la colaboración entre el ser humano y la máquina en el proceso creativo, surge Paysages Possibles (Paisajes posibles). “En un principio, Lemercier emplea únicamente un bolígrafo sobre papel para llevar a cabo sus dibujos, pero inspirado por la pionera del arte digital Vera Molnar, comienza a utilizar el plóter, que le permite obtener imágenes de mayor tamaño a partir de líneas continuas mediante el uso de un software que va progresivamente dibujando un particular universo de montañas”. Armado de mochila, plóter y dron, Lemercier se convierte en un viajero incansable obsesionado con atrapar lo sublime de la naturaleza, sobre todo los desiertos norteamericanos. Lemercier no busca la perfección, y da por válidos las pruebas y errores surgidos de los fallos del propio software, decide que formen parte del proceso creativo de la obra. Reflexiona así sobre el error, la cicatriz, el impacto humano en la naturaleza en contraste con la fascinación generada por los entornos fabricados digitalmente.

Paso 4. Y así llegamos a su siguiente etapa creativa, en la que descubre la realidad de una naturaleza repleta de cicatrices causadas por la sobreexplotación humana. Lemercier, un espíritu romántico que se encuentra fuera de lugar; la más avanzada tecnología le ha hecho descubrir el valor de las raíces, de lo primigenio; mirando tanto hacia delante ha descubierto la importancia de volver la vista hacia atrás para asegurarnos un futuro más seguro y digno, una mirada más coherente y equilibrada hacia delante. Lemercier, el joven que simulaba cordilleras perfectas en su ordenador, se dará de bruces con el impacto humano en el planeta de finales del siglo XX, comienzos del XXI.

Uno de los videomontajes de la exposición de Joanie Lemercier.

“A través de colosales imágenes captadas con dron, Lemercier abandona la ficción para enfrentarnos a la sobrecogedora urgencia de salvaguardar nuestro entorno. Ejemplo de ello es The Hambach Forest and the Technological Sublime (El bosque de Hambach y lo Sublime Tecnológico), una instalación en la que el artista francés muestra la deforestación de uno de los bosques más antiguos de Europa, el bosque alemán de Hambach, a 200 kilómetros de su estudio Bruselas, donde se ha establecido la mayor mina a cielo abierto de carbón del continente”. El bosque de Hambach se ha convertido en símbolo de la lucha ecologista en Europa, símbolo de la lucha contra el cambio climático y por la preservación de la biodiversidad (durante décadas, organizaciones ecologistas y el gigante energético RWE mantienen la tensión en un pulso de titanes por destrozar o salvar lo que queda de este bosque, reducido a menos del 10% de sus 4.000 hectáreas iniciales), y símbolo de la nueva trayectoria de un artista, que desde la simulación por ordenador de montañas y desiertos prístinos pasa al compromiso férreo con la defensa de la naturaleza.

Paso 5. “Con esta pieza, Lemercier inicia una nueva etapa creativa en la que su práctica artística busca impulsar una reflexión sobre la sostenibilidad y promover acciones positivas contra el cambio climático. La muestra concluye con Desirable Futures (Futuros deseables), un espacio de meditación y contemplación donde el artista invita a los visitantes a reflexionar sobre el presente, a reactivar nuestra capacidad de ver el mundo y a comprometernos con él, imaginando y construyendo nuevas realidades”.

“Unámonos”, nos dice Diego al grupo de visitantes, “actuemos para evitar estas barbaridades. Nos lo dice el propio artista: con la acción, llega la esperanza”. Hoy es el Día del Árbol: celebrémoslo. Y qué mejor celebración que el respeto.

Para más información e inscripciones en las visitas comentadas.

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El artista Joanie Lemercier.

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