Leonard, amenazado rapero colombiano y líder por la convivencia

Leonard Rentería, rapero colombiano amenazado de muerte.

En un país que sigue comido por la tensión, la violencia, las desigualdades y las venganzas, Colombia, el joven rapero Leonard Rentería se ha convertido en icono de los jóvenes que quieren dar un paso adelante por la cultura y la convivencia, y en líder contra la violencia. “Tiene más sentido construir paz para los jóvenes que violencia. Si se abren esas oportunidades desde lo artístico, lo cultural, lo deportivo, opciones de tiempo libre, proyectos de vida, muchos saldrían del sendero violento”.

“Buenaventuera era territorio maldito, / a nadie interesaba el negro que estaba aquí metido, / años y años rellenando esta ciudad, / donde nuestros ancestros trabajaban sin cesar”.

“En este barrio del puerto mucha gente asesinaron, / el objetivo era la tierra y de ella nos sacaron. / Esta gente maldita gana plata por montón. / Pero aquel negro del puerto duro debe trabajar”.

Si hay algo que conoce bien Leonard Rentería es la vida inmersa en la violencia que recorre su ciudad, el municipio colombiano de Buenaventura. En los atardeceres espectaculares, paisajes de mar, ríos y bosques tropicales aparentemente paradisiacos, basta rascar un poco para sentir el desasosiego de un lugar donde bandas de criminales, narcotraficantes y demás gentes armadas manejan los hilos que rigen la escena, hilos de los que este joven rapero y “artivista”, como le gusta definirse en las redes sociales, logró escapar enganchado de las alas de la cultura.

Buenaventura es el gran puerto del Pacífico de Colombia, uno de los 10 más grandes de América Latina, puerta de entrada de China en el continente y de salida de todo tipo de productos (también cocaína); pero es también un lugar donde el 80% de la población vive en la pobreza y hay más personas sin trabajo que empleadas (el 63%), como recuerda Leonard en cada entrevista. “Mi madre no aprendió a leer hasta los 44 años; mi padre era pescador. Nací en un hogar donde desde muy niño fui testigo de las agresiones de género a mi madre, así que yo también era violento. El día que un amigo me llevó a un show de danza folclórica me cambió la vida. Encontré en el arte de la danza y la música otro modo de encauzar mi energía. Tenía 13 años”, recuerda en la larga entrevista en la que va desgranando su vida antes de que se convirtiera en el líder social que es hoy, a los 29 años.

Gracias al grupo de danza, Leonard tuvo la oportunidad de viajar a Italia, a España… Encauzar una vida que le reservaba un primer mazazo, la muerte prematura de su madre, y otro más cuando, en 2012, tuvo que salir huyendo de su casa con su familia, desplazado como tantos otros a otro barrio en ese mismo mundo urbano de fronteras invisibles que se manejan a tiros. “Nos obligó a irnos un grupo armado. Nos robaron todo y nos tuvimos que ir amenazados”, recuerda. “Lo malo es que sólo tres años después los paramilitares asesinaron a mi cuñado, que era un defensor de los derechos humanos, y entonces toda la familia debimos dejar la ciudad, de nuevo desplazados, para ir hasta Cali, a vivir en un albergue”.

El adolescente, sin embargo, no se resignaba a un futuro fuera de su entorno. Para entonces ya había compuesto sus primeros rap sociales, en cuyos textos destacan siempre la lucha por la paz en un país que no la encuentra y la crítica a la situación de una juventud que no tiene fácil salir del bucle de la desesperanza. “En 2015 volví a mi ciudad, Buenaventura, y comencé a trabajar con la asociación cultural Rostros Urbanos, en la que usamos el arte y la cultura para formar a los jóvenes y sacarles de la violencia, como yo mismo lo conseguí. Se trata de prevenir el reclutamiento de estos jóvenes por los grupos armados. Con la pandemia, tuvimos que frenar nuestras actividades, en las que contamos con el apoyo de la ONG española Alianza por la Solidaridad, pero las estamos retomando”, asegura, mientras prepara una exposición fotográfica itinerante sobre otros emprendedores que, como él, ponen en marcha iniciativas a favor de la paz. Un sembrar semillas para que algunas salgan adelante.

Rostros Urbanos ha llegado a trabajar en los últimos años en 12 barrios y con más de 600 chavales y chavalas, organizando talleres de hip-hop, de grafitis y muralismo, de break-dance… “Si no hubiera sido por la música, yo estaría hoy seguramente en el lado de los violentos. En mi ciudad los jóvenes son o quienes disparan o quienes reciben los disparos. Muchos emigran por falta de empleo y los que se quedan sólo encuentran trabajo en la venta callejera, la rebusca, así que si viene una banda y les ofrece 150 euros, pasan al grupo de los ilegales. También hay muchos suicidios: ha habido 15 en solo dos meses de este año, todos ellos de menores de 30 años. Pero también hay jóvenes empoderados que quieren aprender y a los que hay que dar oportunidades de vida”.

La suya dio otro cambio inesperado un día de septiembre de 2016, justo antes de que se firmara el Acuerdo de Paz con las FARC. En plena campaña de Álvaro Uribe a favor del no al acuerdo, Leonard acudió a un evento del ex presidente y le refutó públicamente sus argumentos. Aquella intervención, contundente y fundamentada de alguien tan joven fue grabada y el vídeo se hizo viral, convirtiendo al activista rapero en un rostro conocido en todo el país. Esa es la cara buena. La mala es que también fue objeto de nuevas amenazas de muerte, del acoso y derribo de quienes prefieren una sociedad dividida y violenta. Como consecuencia, hoy vive con escolta y lleva un vehículo blindado cuando debe viajar.

Nadie ignora que una vida en el departamento de Valle del Cauca cuesta muy poco. El pasado 14 de junio fue asesinado en Cali otro rapero, artista y, como Leonard, conocido activista social. Se trataba de Junior Jein, nacido también en Buenaventura. Los sicarios llegaron a la discoteca donde cantaba vestido de mariachi y le descerrajaron siete tiros. Aunque se atrapó a los asesinos, aún se especula sobre quiénes son los autores intelectuales. Casi nunca se averigua. A los cuatro días, el viernes 18, mataban a un líder comunitario de Buenaventura, el pescador Gustavo Solís Ramos.

Leonard asegura que no quiere pensar en el miedo. “Ahora estoy estudiando Psicología y preparando mi relanzamiento artístico con nuevas canciones, pero lo que no voy a dejar es mi trabajo social, la lucha por la liberación de la esclavitud moderna. Es verdad que ya no tenemos grilletes por ser negros, como en el pasado, pero sí la condena de no poder acceder a los derechos más básicos, de no poder disponer de agua potable más que 12 horas al día, viviendo en un puerto que mueve billones de pesos al mes, de no tener cómo salir adelante. Desde comienzos de año la movilización en Colombia ha sido grande y cientos de jóvenes salimos en Buenaventura a cerrar la vía y mostrar nuestro rechazo a la violencia y a reclamar un futuro. Pero ahora mismo le hablo desde un hospital, donde está ingresada mi sobrina, que sufre de asma, y nos dicen que no hay oxígeno para tratarla. La precariedad continúa”.

Joven y con tanta violencia pisándole los talones, aún sorprende más su entereza: “A los que me odian, yo los respeto porque cada cual tiene sus propias emociones. Lo que no voy a hacer es cargarme con odios, porque eso me destruiría a mí mismo. No me ofende tampoco que me llamen negro por racismo. Creo que la reconciliación es el camino”, declaraba en 2016 este líder juvenil. “Tiene más sentido construir paz para los jóvenes que violencia. Buenaventura necesita convertirse en un banco que nos genere oportunidades a los jóvenes. Si se abren esas oportunidades desde lo artístico, lo cultural, lo deportivo, opciones de tiempo libre, proyectos de vida…, muchos saldrían del sendero violento”, asegura seis años después.

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