Las librerías están sufriendo ‘una plaga de defunciones’, y hay que pararla

Foto: PIxabay.

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El niño Guille nos envía una nueva carta a la Redacción –nos llegan puntuales cada 15 días– a través del escritor Alejandro Palomas pidiendo que hagamos algo para frenar la plaga de defunciones que está afectando a las librerías. Parece una cosa muy seria, porque deja muchos huérfanos, aunque a simple vista no lo parezca.

Buenos días, señor Director. Hoy le escribo porque la señorita Sonia ha dicho una cosa muy rara y a lo mejor no es tan rara, pero puede que sí porque es una cosa de mayores. Es que hemos ido de excursión al museo de ciencias, que es como un parque de atracciones pero sin divertirnos porque no se puede tocar nada, bueno, solo lo que te deja el señor que siempre está muy serio porque es científico y dice Nazia que si eres científico ya no te puedes reír más porque te castigan y te ponen de camarero en McDonalds. Santi Armero nos ha contado después que todos los científicos son como el señor del museo y a veces hasta peor. Lo sabe porque su tío lo es y dice que siempre le está contando cosas difíciles de la velocidad y de los planetas que no se ven, y a veces le regala libros sin dibujos y dice “ahora fíjate bien, ¿qué ves?” y ya está.

Pues lo que ha pasado es que después del museo hemos ido a comer al parque y cuando íbamos a cruzar la calle que es de las anchas porque es de ricos, la seño ha mirado un momento el escaparate de una tienda que estaba casi en la esquina y ha dicho: “Ay, no. No puede ser”. Y también se le ha puesto la cara como de llorar pero sin lágrimas aunque casi. “No, no, no. Era la única que quedaba en el barrio”, ha dicho enseguida aunque bajito, y me ha pasado la mano por el pelo sin darse cuenta y yo no he dicho nada porque no, pero he visto que encima del escaparate ponía “Librería Kramp” y en la puerta, que era de cristal porque se veía lo que había dentro, había un letrero que cía:

“Cerrado por defunción de la Librería”.

Nos hemos quedado allí un rato que ha sido corto porque el semáforo se ha puesto en verde y Antonio Soler ha empezado a cruzar la calle solo y la seño ha salido corriendo detrás de él, pero cuando hemos llegado al parque y hemos empezado a comer, le he preguntado a la seño una cosa.

“Seño, ¿defunción qué es?”.

Me ha mirado un poco raro y ha respondido: “Es como cuando se muere alguien, pero más serio”.

Luego ya no hemos dicho nada más porque Rebeca Berenguer se ha tropezado con la papelera y se ha hecho un corte en el brazo. Como sangraba tanto, la seño ha tenido que llevársela en un taxi a que la curaran y nos hemos quedado con la seño Lucía y el profe Martín, pero cuando he llegado a casa y esperaba el ascensor, ha entrado el señor Salomón, que es muy importante porque tiene una barba blanca que le llega a la chaqueta y es de Uruguay, no me he podido aguantar.

“Señor Salomón, ¿usted sabe si cuando se muere una librería la entierran en el cementerio o solo avisan a los hijos para que vayan a misa del domingo de la parroquia que está en la iglesia de la plaza? Es que hoy hemos ido de excursión y en una esquina había una librería que ha tenido un accidente y estaba esperando a la ambulancia pero no ha llegado a tiempo y se ha muerto de defunción y la señorita Sonia se ha puesto muy triste y ha dicho “otra más no. Esto es terrible”.

El señor Salomón ha dicho que no, así, con la cabeza, pero nada más. Y también estaba triste, así que a lo mejor era familia de la librería, aunque no lo entiendo muy bien, pero como seguro que es cosa de ciencias y de mayores, pues bueno.

Lo que pasa, señor Director, es que a lo mejor usted podría decirle al señor que es el jefe del ayuntamiento que cuando se muere una librería hay muchos familiares que son secretos y que se quedan como yo cuando mamá se fue, o sea huérfanos pero distinto porque no hay ningún entierro ni misa ni nada. Y si tiene tiempo también podría decirle al señor del Palacio que manda más que el que vive en el ayuntamiento que encuentre una medicina pronto. Es que a veces, en invierno, cuando llueve y hace frío y papá no ha llegado a casa, Nazia y yo le esperamos en la librería de la señora Raquel y nos da de merendar un bocadillo pequeño y también nos sentamos al lado de la estufa con los libros de Findus y Pettson y si llega la plaga de la defunción y la librería se muere vamos a estar otra vez huérfanos y no queremos, se lo juro.

Y ya está.

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Comentarios

  • Martha González

    Por Martha González, el 22 octubre 2019

    Me hizo llorar, me encantan los libros, las librerías, los escritores. Y tienes razón sin lectores las librerías se están muriendo.
    Yo en lo personal colaboro para que esto no suceda, visitando las librerías continuamente e introduciendo a mis hijos y ahora a mis nietos a la lectura.
    Aunque ahora los libros digitales son la moda, yo prefiero los libros físicos, me encanta hasta su olor.

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