Libros distintos sobre fútbol: para quienes lo aman y quienes lo odian

Sito Miñanco compró el equipo de fútbol de su pueblo con dinero presuntamente obtenido del narcotráfico. La foto de Tono Arias se ha utilizado para la portada del libro ‘Sito presidente’ de la editorial Pepitas de Calabaza.

Para Jorge Luis Borges, «el fútbol es popular porque la estupidez es popular”. No está tan claro. Repasamos libros escritos por Juan Villoro, Vázquez Montalbán, David Trueba, Miguel Hernández, Pete Handke… Las colecciones ‘Hooligans ilustrados’ y ‘Hooligans ilustradas’, en las que escriben Enric González, Manuel Jabois, Quique Peinado, Nacho Carretero, Marta Sanz, Clara Obligado, Ana María Moix… La ‘afición deportiva’ da mucho de sí. ‘Sito presidente’ relata la relación del fútbol con el narcotráfico. Y ‘Fútbol y fascismo’ lo sitúa como arma de represión y adoctrinamiento social. Las maneras de acercarse al balón, que mueve tantas pasiones y dinero como alelamientos, son muchas, y algunas quedan totalmente fuera de juego.  

La relación entre literatura y fútbol es compleja. Pier Paolo Pasolini (PPP), además de ser uno de los grandes directores del cine europeo, era un magnífico poeta, escritor y, por encima de todo, hincha acérrimo del equipo de su ciudad, Bolonia FC. Dirigiendo su última obra, Saló o los 120 días de Sodoma, coincidió en tiempo y espacio con el rodaje de Novecento de Bernardo Bertolucci; ambos habían trabajado juntos en 1961 en la filmación de La commare secca. En los últimos tiempos la relación entre ellos no era la mejor, Pasolini había calificado El último tango en París de burguesa; la paz se selló en un partido que pasó a la historia como Centoventi vs Novecento, que Alessandro Scillitani llevó a las pantallas en 2019. En sus escritos Sobre el deporte, PPP relacionaba a los jugadores por su manera de jugar con la poesía o la prosa, comentando: “Todas las tardes que pasé jugando al balón en los Prados de Caprara fueron indudablemente las tardes más bellas de mi vida”. 

Dios es redondo

“Después de muchos años durante los cuales el mundo me ha permitido vivir experiencias variadas, lo que sé acerca de la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”, escribía Albert Camus. Juan Villoro confirmaba que Dios es redondo, mientras que Manuel Vázquez Montalbán hablaba de fe en Fútbol, una religión en busca de un dios.

Religiosamente, David Trueba recomendaba Saber perder (Pep Guardiola seguía el consejo invitando a sus jugadores a leerlo). Eduardo Galeano endiosaba a sus futbolistas predilectos en El fútbol a sol y sombra. Ryszard Kapuscinski hablaba de La Guerra del fútbol como excusa para justificar tensiones políticas y económicas, provocando guerras, como la protagonizada por El Salvador y Honduras.

Al jugador al que siempre se señala cuando falla, Miguel Hernández le homenajeó en su Elegía al guardameta. Seguro que Vladimir Nabokov se sintió identificado con la poesía del alicantino cuando jugaba en ese puesto en su exilio británico, y seguramente también con El miedo del portero ante el penalti de Peter Handke, mientras que Jorge Luis Borges sentenciaba: «El fútbol es popular porque la estupidez es popular”.

 Fútbol, política, negocios, narcotráfico

Los estúpidos a los que nos apasiona el fútbol –y nos tienen vedada la entrada a los estadios, pero no a las plazas de toros– podemos disfrutar aprovechando el tiempo que ahorramos, al no poder desplazarnos, para ponernos al día con algunas publicaciones balompédicas. Aunque a veces se nos califica de necios, somos conscientes de la relación del fútbol con el poder y la economía. Del paralelismo entre títulos y especulación. De los negocios alcanzados en palcos, algunos de dudosa legalidad. De la complicidad de la prensa deportiva. De los habituales errores arbitrales. De la diferencia de trato a unos equipos y a otros.

En Sito Presidente, el periodista Felipe de Luis Manero (Madrid, 1984) nos acerca a lo acontecido en la localidad de Cambados (Pontevedra). El equipo de la localidad ascendió de categoría rápidamente, coincidiendo con la llegada a la presidencia de Sito Miñanco, narcotraficante notorio. El club pasó en tres años de estar en Tercera Regional a Segunda B, convirtiéndose en el tercer equipo gallego en presupuesto por detrás del Celta de Vigo y el Deportivo de A Coruña, y por delante de Ourense, Lugo y Pontevedra. Triunfos que cambiaron hábitos de jugadores, técnicos y personal del club, contribuyendo a ello el silencio de responsables deportivos, institucionales y periodísticos. ¿Callando se convirtieron en cómplices? ¿Qué papel tuvieron los jugadores conscientes de sus diferencias por temas extradeportivos con los equipos rivales? ¿Todo valía? ¿Cómo afectó a sus vidas? ¿A las familias? ¿Colaboración, aprovechando los desplazamientos, en actividades relacionadas con Miñanco?

Cuando Baltasar Garzón puso en marcha la Operación Nécora, todo cambió. Los narcos más reconocibles acabaron entre rejas, otros se replegaron; el equipo que estuvo a punto de ascender a la categoría de plata de nuestro fútbol volvió a la que le correspondía por su realidad, acabándose los viajes a Venezuela y las relaciones con el dictador panameño Manuel Antonio Noriega. Días narrados por Felipe de Luis con brillantez y detalle ante situaciones y realidades de difícil acceso por el hermetismo mantenido por los relacionados con esos entornos. Recibió por su investigación el premio Café Bretón & Bodegas Olarra 2020. ¿La exposición pública de Miñanco, en su interés por emular a Pablo Escobar y al Atlético Nacional, primer equipo colombiano en ganar la copa Libertadores –la Champions suramericana–, pudo ser el motivo de su caída?

Control social y represión política

No compiten en el césped, lo hacen ideológicamente en otros campos de batalla. La editorial Altamarea lo evidencia con dos títulos: Fútbol y fascismo, de Cristóbal Villalobos Salas, y Fútbol y poder en la URSS de Stalin, escrito por Mario Alessandro Curletto. Este último, recorrido por la historia del Spartak de Moscú, creado por jóvenes residentes en un barrio obrero de la capital, que tuvo que enfrentarse a grandes clubs militares como el Dinamo y el CDKA, sufriendo la represión estalinista y la utilización del deporte para el adoctrinamiento político.

El libro de Villalobos incide en el manejo del fútbol como justificación en el extremo contrario, narrando episodios impulsados o acaecidos en las dictaduras de Franco, Mussolini, Hitler y en los países sudamericanos (Argentina, Chile, Brasil). Ambas publicaciones ayudan a comprender la utilización del fútbol como herramienta de control social.

José Francisco Villafranca era secretario general de la Oposición Comunista de Izquierdas (OCI) de Pamplona, que más tarde daría forma al Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Fue directivo del Osasuna, creado en 1920 por intelectuales y jóvenes que se reunían en el pamplonés café Kutz, cuando ascendió a primera división 15 años más tarde. El 7 de junio de 1936 ganarían al poderoso Barcelona ante el General Mola, responsable del golpe fascista de un mes más tarde. Varios jugadores y directivos fueron fusilados, encarcelados o tuvieron que exiliarse. “Como rojos os merecéis todo lo que os pase”, les diría el periodista y directivo del club Alberto Lorenzo, siguiendo las órdenes del General Franco: “Inexcusablemente, los castigos serán ejemplares, por la seriedad con que se impondrán y la rapidez con la que se llevarán a cabo, sin titubeos ni vacilaciones”. Durante años la represión se cebó contra el equipo navarro, como podemos leer en libro de Mikel Huarte Alzueta Fútbol, política y represión en Osasuna.

 De Enric González a Nacho Carretero y Ramón Lobo

Rita Pavone y Gelu nos cantaban hace décadas El partido de fútbol. Alguna discográfica británica se especializó editando himnos oficiales de los equipos y cánticos de las aficiones. Todos recordamos canciones futbolísticas –últimamente muy escuchadas las relacionadas con Maradona– y películas como Evasión o Victoria, El milagro de Berna, Buscando a Eric, Quiero ser como Beckham, El viajero, Ciudad de Dios, Días de fútbol, El penalti más largo del mundo o Hooligans.

Hooligans ilustrados es una colección de pequeñas publicaciones editadas por Libros del K.O. que nos aproxima literariamente a nuestra pasión deportiva. Enric González lo hace con el Espanyol en Una cuestión de fe. Manuel Jabois se acerca en Grupo salvaje al Real Madrid. Marcos Abal al Barça en Una insolencia. Julio Ruiz al Atleti en Yo me voy al Manzanares. Ander Izaguirre en Mi abuela y diez más a la Real Sociedad. Como no podía ser de otra manera, Quique Peinado llama ¡A las armas! al hablar del equipo de su barrio, el Rayo Vallecano. Nacho Carretero con el Depor Nos parece mejor; incluso Ramón Lobo se acerca al campo de batalla en El autoestopista de Grozni y otras historias de fútbol y guerra. Son algunos de los títulos publicados, la mayoría de pequeño formato.

Las futboleras saltan al campo

En la misma editorial ellas tienen su propia colección, Hooligans ilustradas, continuando labores literarias que ya mostraron escritoras argentinas en el recopilatorio Las dueñas de la pelota. Sentimientos diferentes son los cuentos publicados en Fútbol: El deporte reina, nº 30 de la revista Eñe, por Marta Sanz, Clara Obligado, Giovanna Pollarolo, María Tena, Rita Indiana, Cristina Fallarás, Soledad Puértolas, Elisa Fuenzalida y Ana María Moix, esta última hincha del Barça, autora de Un poco de pasión y otros cuentos de fútbol.

En Hooligans ilustradas han publicado Lucía Taboada, acercándose al Celta de Vigo en Como siempre, lo de siempre. Patricia Cazón cuenta sus recuerdos como culturalista –seguidora de la Cultural Leonesa– sus sentimientos con el equipo de su ciudad, lo duro que es en todos los sentidos el Largo invierno, título del libro, y cómo la primavera se adelanta cuando los resultados sonríen, como ocurrió el 23 de enero de este 2020, cuando los leoneses eliminaron de la Copa del Rey al Atlético de Madrid.

Colchonera, pero del Atlético de Madrid Femenino, es Mónica Crespo. En las 122 páginas de Por mí, por ti, por todos, relata cómo el recreo en un colegio del barrio madrileño de Hortaleza le hizo libre y diferente cuando se juntaba con sus compañeras para hablar de partidos pasados y de próximas jornadas, creando un núcleo de expertas: “Las futboleras éramos una anomalía, pero, aunque duela leerlo, las niñas de doce años entendíamos tanto de fútbol como nuestros coetáneos masculinos, es decir, sabíamos muy poco y creíamos que era mucho”. Su relato nos aproxima a lo que vivió desde entonces como seguidora de un equipo femenino, ayudando a comprender las diferencias, más allá de lo meramente deportivo y económico, entre el fútbol femenino y el masculino. El traspaso de comportamientos de este último al femenino puede hacer que este pierda parte de la esencia que le ha dado vigor y reconocimiento en los últimos años.

En estos días, ya que no podemos acudir a los estadios, acudamos a las librerías con la seguridad de que la literatura futbolística nos atraerá tanto o más que el espectáculo en la que se basa. Literatura tan pasional como los partidos.

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