Un paso adelante para limitar en Europa la selva de cables y cargadores

Cargadores en un gran almacén. Foto: J. R.

Cada año llegan a Europa 500 millones de cargadores para dispositivos portátiles que generan entre 11.000 y 13.000 toneladas de residuos electrónicos. Es posible que estas cifras hayan ido a más, ya que son de anteriores a 2020, cuando diferentes instituciones de la Unión Europea decidieron que había que armonizar el mercado para que no hubiera casi un cargador diferente por cada tipo de dispositivo electrónico. La semana pasada, el Parlamento y el Consejo europeos llegaron a un acuerdo para que podamos cargar con el mismo dispositivo, entre otros, un teléfono móvil, una videoconsola, un GPS, unos auriculares o una cámara de fotos. Hasta que se convierta este acuerdo en norma de obligado cumplimiento –hacia finales de 2024– no hay que olvidar que, una vez desechados los cargadores, son residuos con alta carga contaminante, y que antes hay que saber sacarles el máximo provecho.

Para comenzar a documentarme para este artículo me desplacé a varios comercios con venta de cargadores. En algunos de ellos llegué a encontrar hasta 20 tipos diferentes. La cosa fue a más entre los que vi en tiendas virtuales. La gran mayoría cuentan con una conexión casi estandarizada, la que se adapta a un puerto USB C, pero a partir de ahí los hay de muy diferentes potencias y velocidades de carga y con varios puertos para cargar hasta cuatro aparatos. Los hay también inalámbricos. Por ejemplo, según la potencia de carga hay de 7,75 vatios (W), 12 W, 18 W, 20 W, 25 W, 27 W, 30 W, 33 W, 65 W, 100 W… Y claro, te encuentras precios para todos los bolsillos, desde 4 a 75 euros, pasando por 8, 15, 25, 42, 50…

Por otro lado, se siguen utilizando en algunos casos cargadores diferentes según sea el aparato a recargar: teléfonos móviles, tabletas, auriculares, altavoces, consolas de videojuegos, libros electrónicos, GPS o ratones. A ello hay que añadir una durabilidad insuficiente de algunos cargadores y tiempos de carga variables e imprevisibles. Si sumamos todo lo anterior, se ahonda en una falta de armonización que debería evitar la proliferación de cargadores diferentes, que además una vez concluida su vida útil se convierten en residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE). Y como muchos RAEE, los cargadores tienen componentes muy contaminantes (cobre, aluminio, zinc y plásticos de diversos tipos, como PVC, neopreno, polietileno o nailon) que deben ser convenientemente tratados para su reutilización y reciclaje, por lo que su destino deben ser las tiendas donde los adquirimos o los puntos limpios.

La Comisión Europea ya había advertido con anterioridad a las empresas para que limitaran al máximo la variedad de cargadores diferentes que obligaban casi a adquirir uno nuevo para cada aparato que comprábamos. Lo cierto es que se ha pasado de 30 modelos de conexiones a 3, con el USB C como el más extendido, pero todo va muy lento y es insuficiente, y la CE, el Parlamento Europeo y el Consejo Europeo creen que ha llegado la hora de modificar la ley para obligar a un reducción radical, en concreto la Directiva 2014/53/UE del Parlamento Europeo y del Consejo de 16 de abril de 2014 relativa a la armonización de las legislaciones de los Estados miembros sobre la comercialización de equipos radioeléctricos. Esta ley hablaba ya de redoblar los esfuerzos para desarrollar un cargador común para determinados aparatos, y apuntaba especialmente en la dirección de los teléfonos móviles.

Problema compartido entre los cargadores y el aparato a cargar

El PE recuerda que “los acuerdos voluntarios entre los agentes de la industria solo han tenido éxito hasta cierto punto. Aunque han permitido pasar de 30 conectores diferentes a 3 no han aportado una solución de carga única. En la actualidad, no existen compromisos voluntarios ni requisitos vinculantes sobre cargadores comunes o interfaces (conexión cargador-aparato) para teléfonos móviles u otros dispositivos portátiles similares”. En 2020, el PE pedía expresamente a través de una resolución ese cargador común “a fin de reducir los residuos electrónicos, facultar a los consumidores para que adopten opciones sostenibles y permitirles participar plenamente en un mercado interior eficiente y que funcione correctamente”.

De entrada, el problema no está solo en los cargadores, sino en los aparatos a cargar, y eso lo tienen en cuenta las tres instituciones europeas citadas. No tiene sentido que se armonicen los cargadores mientras cada aparato tenga una conexión y unas condiciones diferentes para los mismos. Por eso, la CE propone como primera medida un puerto de carga armonizado para los dispositivos electrónicos: el USB C. El PE añade: “Es necesario armonizar la interfaz de carga y los protocolos de comunicación de carga para categorías o clases específicas de equipos radioeléctricos que funcionan con una entrega de potencia de hasta 100 vatios y se cargan por cable”. Aunque el PE pedía que se incluyeran también relojes inteligentes o juguetes electrónicos, el acuerdo con el Consejo le parece satisfactorio porque, además de la propuesta inicial de móviles, tabletas, cámaras digitales, videoconsolas portátiles, auriculares y altavoces portátiles, la lista se ha ampliado a ordenadores portátiles, libros electrónicos, teclados, ratones y sistemas portátiles de navegación.

Otra cuestión importante propuesta en el acuerdo es armonizar la carga rápida para evitar que distintos fabricantes limiten injustificadamente la velocidad de carga y se garantice que sea la misma cuando se utilice un cargador compatible para un dispositivo. Ahora mismo, como comprobé en mi paso por los comercios, hay una gran disparidad de cargadores con diferentes velocidades que no te garantizan que sirvan para cada aparato, sobre todo si es muy antiguo. Esto te obliga a mirar las especificaciones de dichos aparatos, muchas veces difíciles de encontrar, bien porque nos hemos desecho del manual de instrucciones –cosa que no se debe hacer– o porque cuesta encontrarlas/descifrarlas en las carcasas o en la información disponible dentro de los dispositivos. A mí me costó algo con el móvil, pero di con la información a través de la siguiente ruta: ajustes, acerca del teléfono, estado y especificaciones. De esta manera comprobé que admite 5 V (voltios) / 1.5 A (amperios). Multiplicando ambas medidas tenemos que la potencia es de 7,5 W.

No quiero un cargador por cada aparato que compre

Por todo lo anterior, otra de las modificaciones que se proponen es obligar a que cuando se adquiera un teléfono móvil o equipo similar, este contenga en la etiqueta la información precisa, destacada y necesaria sobre sus características de rendimiento de carga y el cargador que puede utilizarse con él. En relación a esto, también se facilitará que los usuarios finales no estén obligados a adquirir un cargador cuando compren un nuevo dispositivo. De hecho, tanto el PE como el Consejo Europeo piden que esto aparezca bien claro en el embalaje (si lleva o no cargador incorporado), para que el consumidor decida si lo quiere o no. Desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) advierten algo en este punto: “No hemos percibido una rebaja en los precios en los móviles de Apple o los nuevos dispositivos de alta gama de Samsung que han dejado de incluir cargador con su venta”.

No obstante, esta organización considera “muy positiva” la propuesta de las instituciones europeas, “ya que tendrá un efecto positivo tanto para los consumidores como para el medio ambiente”. Añaden que “por una parte, los consumidores no tendrán que adquirir o disponer de un cargador diferente para cada uno de sus dispositivos, con el coste económico que esto supone; y desde el punto de vista medioambiental esta solución reduce los recursos necesarios para la producción de los diferente cargadores y evita la generación de RAEE”. El PE también incide en que cualquiera de las medidas propuestas “no deben perjudicar económicamente a los usuarios finales” y que deben conducir a una mayor reutilización de los cargadores y a ayudar a los consumidores a ahorrar hasta 250 millones de euros al año en compras innecesarias de los mismos.

Por último, el continuo desarrollo tecnológico que a veces conlleva una proliferación de modelos publicitados y puestos en el mercado en poco tiempo no debe obstaculizar las nuevas medidas a cumplir. La CE tiene claro que estas “permitirán una futura armonización en este ámbito en respuesta a los avances tecnológicos, incluida la de cualquier tipo de interfaz de carga distinta de la carga por cable”. En este último caso, se refiere a los cargadores inalámbricos. El PE exige además reforzar las disposiciones de vigilancia del mercado y acortar el periodo previo a la entrada en vigor de estos nuevos requisitos, que será de dos años una vez que se adopte la modificación definitiva de la directiva.

Mientras tanto, los consumidores también debemos hacer bien los deberes, como agotar al máximo la vida de los cargadores tratándolos con cuidado. Por ejemplo, no conviene enrollar ni doblar demasiado los cables, porque si estos se deterioran proporcionan menos intensidad y la carga es más lenta. Tampoco le viene bien al cable la exposición a altas temperatura o a la humedad. No hay que desenchufarlo tirando del cable, sino del enchufe, y, por supuesto, nada de dejarlo enchufado sin estar conectado a un dispositivo o si este ya se ha cargado al cien por cien.

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