Sale un plano con los 2.200 edificios que los franquistas bombardearon en Madrid

‘Bombardeo nocturno en la plaza Antón Martín, Madrid’. MNCARS. Fotografía de Juan Miguel Pando Barrero.

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A Enrique Bordes se le acercó un día una persona que le dijo que la casa de su madre sale en el plano, y que ella estaba ya cansada de ir a los refugios, que justo el día que bombardearon su edificio la tuvieron que arrastrar para esguardarse en la boca de metro más cercana. Esta historia, una de miles, es el resultado a nivel personal de una memoria que durante años convirtieron en íntima y cada vez se hace más pública, y que sale a la luz con la publicación de Madrid bombardeado. Cartografía de la destrucción (1936-1939)’ (Cátedra), escrito por el propio Bordes y Luis de Sobrón, los dos arquitectos, para que quede registro de lo que fue una despiadada táctica terrorista contra la población madrileña.

Un intenso trabajo de años ha conseguido documentar más de 2.200 edificios y espacios públicos afectados por los bombardeos que oscurecieron la capital durante casi tres años: los que realizó el bando franquista con ayuda de la aviación fascista y nazi de Italia y Alemania. La ciudad de Madrid, mucho más pequeña que la gran urbe actual (entonces tenía en torno al millón de habitantes; o sea, menos de un tercio que ahora) resistió una primera embestida en noviembre de 1936. A partir de ahí, los bombardeos aéreos, el uso de bombas incendiarias y explosivas con diferentes cargas y, en definitiva, arremeter desde el cielo contra la población civil se convirtió en una estrategia.

El cielo madrileño fue, durante un tiempo, el campo de pruebas y de entrenamiento para pilotos y militares que pusieron en práctica las nuevas tácticas aeronáuticas que después se asentarían durante la Segunda Guerra Mundial. Abajo, en la tierra, explosiones e incendios que mataron a cientos de personas, aunque no en todas las zonas por igual: “Pese a que ninguna zona de la ciudad estuvo fuera de peligro, la presión de las tropas fue constante, al igual que los bombardeos. Algunos barrios populares sufrieron más, y es cierto que barrios como el de Salamanca y las calles próximas al Paseo de la Castellana, que coincide exactamente con las zonas donde habían dado más apoyo a los sublevados, hubo menos bombardeos, aunque ahí también estaban las embajadas”, se explaya Bordes.

Vivir con cierta normalidad en el punto neurálgico de una guerra casi se convirtió en una obligación. El autor de la publicación, presentada en un trabajado estuche que comprende la monografía que explica la confección del mapa con diversas fotografías que acertadamente lo completan y el mapa en sí, lo demuestra: “Hace poco escuché el testimonio de una mujer que vivió los bombardeos y hablaba de que los nacionales no respetaban nada, que incluso bombardeaban a la hora del cine. Esto implica que la gente, dentro del horror que era estar con la muerte al lado, intentaba construir su vida”.

Calle por calle, esquina por esquina, han detallado las bombas que hace casi cien años arrasaron con muchas zonas de Madrid y expandieron el horror. “El mapa no se ha realizado antes porque ha habido una voluntad manifiesta de no convertir a Madrid en una ciudad víctima”, expresa Bordes. Él, junto con Sobrón y como si de un trabajo de recolección se tratara, ha indagado en las fuentes primarias, aunque indirectas, para dar con la información.

“Un tercio de lo documentado procede del archivo del Cuerpo de Bomberos de Madrid, los fotorreporteros con sus pruebas visuales son otro tercio, y lo demás son partes de la policía Municipal y la documentación del trabajo de los arquitectos que apoyaron al Ayuntamiento en las labores poco menos que de contención, reconstrucción y desescombro”, explica el arquitecto y profesor de la Universidad Politécnica de Madrid.

Lo que ocurrió durante 40 años de dictadura enterró cualquier atisbo que intentara sacar a relucir en la ciudad que había sufrido el primer bombardeo moderno de la historia aquel noviembre de 1936. “El bombardeo es una táctica terrorista porque utiliza el terror contra la población como estrategia directa. Es un uso muy duro de las tácticas de guerra, y no creo que fuera ningún orgullo que esos bombardeos los realizaran el régimen nazi de Alemania y el fascista de Italia”, comenta al respecto el mismo Bordes. La idiosincrasia de los edificios de la capital en aquel momento no pasó desapercibida al franquismo. De hecho, según el estudio realizado, un 84% de los inmuebles dañados documentados resultaron ser edificios de viviendas.

A la destrucción sin precedentes provocada por las bombas explosivas se sumaban otras que no causaban menos daños: las incendiarias. Eso en una ciudad en la que aún predominaban los techos de madera hacía que el fuego se contagiara de un edificio a otro. En muchas ocasiones, los bomberos ni siquiera los podían contener y únicamente esperaban a que se apagaran las llamas.

“Tenemos una deuda con esa generación de vecinos de Madrid y esto es una forma de darles un recuerdo mínimo a las víctimas que sufrieron el primer bombardeo moderno de la historia. Es una generación que murió de manera terrible y que fue olvidada. En Madrid somos expertos en horrores. Hemos sufrido el terrorismo de ETA, el yihadista, y todos ellos están retratados”, reflexiona el mismo Bordes. En cuanto al quizá falso debate en torno a la memoria, el arquitecto es claro, aunque enfatiza en señalar que él no es historiador: “Se puede reivindicar la memoria de muchas maneras. Antes de nuestro plano, se había hecho uno de las checas en Madrid, financiado con partidas de Presidencia y de una universidad privada en la época de Zapatero. Pueden convivir las dos páginas de memoria porque esa es una de las cosas imprescindibles, que para pasar página primero hay que escribirlas y leerlas”.

De esta forma, la editorial Cátedra recoge el guante lanzado por estos dos arquitectos que hace un par de años presentaron un mapa inédito hasta la fecha. La firma, consciente de la importancia de la publicación, presenta el volumen con una ilustración de la artista Yeyei Gómez, quien vuelve a hacer gala de su trazo moderno a la vez que dialogante con el pasado. Es ella misma la que firma una portada a la altura del contenido con una cuidada composición que recupera la imagen del número 19 de la calle de la Ruda, destruido el primer día de bombardeos sobre Madrid, el 8 de noviembre de 1936.

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