Los escombros reinan en el pabellón español en Venecia

Foto ®claudio`franzini

Como si de una metáfora de la situación actual del país se tratara, la artista Lara Almarcegui llenará de escombros y ruinas el pabellón español en la 55 edición de la Bienal de Arte de Venecia.

M. JOSÉ DÍAZ DE TUESTA

La elección de Lara Almarcegui para representar a España en la cita artística más celebrada del mundo tiene bastante de osadía si se tiene en cuenta que hay una nómina importante de artistas convencionales y con nombres sonoros a los que acudir. Para la 55ª edición de la Bienal de Arte de Venecia la artista elegida encaja poco en esos cánones al uso. Lara Almarcegui (Zaragoza, 1972), que desde hace años vive en Rótterdam, es famosa por su obsesión por los descampados urbanos, por las ruinas, por los desechos de las ciudades, por esos espacios perdidos y abandonados a los que somete a su investigación. Y a través de los cuales ejerce una dura crítica sin cuartel a los desastres urbanísticos y a la idea de ciudad racional tal y como se concibe. Muy celebradas son sus guías de descampados de Sao Paulo, de la Ría de Bilbao y, la última, de León.

Y famosa es también por sus montañas de escombros, a los que convierte en objetos de arte. Así que, de forma natural se ha decantado por representar a España en Venecia con una montaña de cuatro metros de alto y 500 metros cúbicos de tejas, ladrillos, cemento, hormigón y mortero, que no son sino los desechos de la construcción del edificio del pabellón. A finales de octubre recibió la buena noticia de que su proyecto, que había sido presentado por Octavio Zaya, el comisario del pabellón, había sido elegido entre los tres invitados y cuyos nombres son secretos. Y el pasado enero se puso manos a la obra. «Siempre elijo el proyecto cuando estoy en el sitio», cuenta la artista que ha estado en Madrid dando a conocer su trabajo. «Lo primero que vi fue que el pabellón era perfecto para la montaña de escombros y luego empecé a investigar sobre descampados en Venecia. Me hablaron de islas, de gasómetros y estaciones eléctricas abandonados. Elegí la isla de Murano por el gran atractivo que tienen los restos de la industria del cristal como reflejo de los procesos industriales». Y se decantó por una sacca de 31 hectáreas, la Sacca de San Mattia, el mayor descampado sin construir, un antiguo vertedero que se originó en 1930. «En Venecia se están discutiendo ahora muchos proyectos de futuro, como un puente que una la isla con el continente o un tren bajo la laguna que comunique con el aeropuerto. Al final, todos esos deseos y fracasos confluyen ahí, en esa isla porque es el único espacio que tienen».

Su instalación también es un resumen de sueños y vidas pasados. La mole está acompañada de otras montañas menores levantada a base de otros materiales, como madera, arena y tierra, que se fueron acumulando en sucesivas demoliciones de Venecia, y que previamente tratados, también han servido para crear esta gran escultura.

La artista, que se inició con la restauración del mercado de Gros de San Sebastián, en 1995, cuando estaba a punto de convertirse en pasto de la demolición, se muestra tímida cuando se le pregunta si ha sido una adelantada a su tiempo. «Siempre he criticado el trabajo de la construcción y el apego a la propiedad privada, y la especulación me parece un horror. He «okupado» edificios y me parece una de las experiencias más maravillosas que he tenido y que recomiendo, es muy sano, pero no quiero ser moralista».  ¿Se considera una activista? «Me cuesta definirme así, pero quizás sí. He aprendido mucho de gente como David Thoreau [autor de «Desobediencia Civil», 1848], al que he leído. Pero no represento el ideal de activista, que es el que sigue luchando en el barrio donde ha nacido y que son a los que admiro. Yo no conseguí proteger el espacio de Matadero en Madrid, aunque sí uno en Zaragoza. El buen activista es el que al cabo de años sigue ahí. Yo, en cambio, me muevo mucho».

No quiere sentar cátedra. Otra forma de activismo. Como lo es su crítica demoledora contra el exceso de diseño, contra el exceso de la construcción. «Pero no le digo a la gente lo que hay que hacer, cuando trabajo con solares no actúo como un arquitecto que rellenaría los espacios, solo invito». La artista, solamente, abre la puerta para dejar paso a quien quiera entrar.

55ª Bienal de Venecia. Del 1 de junio al 24 de noviembre. 

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