Lucía Carballal se mete en la piel de tres mujeres bárbaras

Una escena de ‘Las bárbaras’ en el Centro Dramático Nacional.

Una escena de ‘Las bárbaras’ en el Centro Dramático Nacional.

Tres mujeres maduras se enfrentan en el Centro Dramático Nacional a su presente y pasado, y ponen al público como espejo para entender su porvenir. Lucía Carballal (Madrid, 1984) habla en ‘Las bárbaras’, su nuevo trabajo, dirigido por Carol López, de tres mujeres bárbaras en el doble sentido de la palabra. Y lo son porque son salvajes, despiadadas, fuertes. “Pero también son bárbaras porque son fantásticas”, explica su autora, una ‘milennial’ responsable de más de una decena de textos teatrales, que se mete en la piel de estas tres mujeres.

Las tres, amigas de toda la vida, son totalmente distintas, pero las tres han pasado de los 60. Se dan cita en el Hotel Juventud, un espacio con estética trasnochada, cuyo nombre sirve para repasar su vidas, mirar para atrás y reprocharse a sí mismas sus incoherencias.

Lo hacen en nombre de una cuarta, Bárbara, 30 años más joven y muerta hace unos meses. Como en otras de sus obras, Carballal entra de lleno en el diálogo intergeneracional y pone a hablar a madres e hijas sobre sus muchas contradicciones. Para la autora, escribir desde la voz de unas mujeres mayores no tiene mérito: es parte del oficio de quien escribe, que pasa por saber ponerse en la piel del otro. La dramaturga, también guionista, dice que su pretensión es tender puentes e intentar resolver nuestras preguntas mirando hacia atrás sin juzgar.

La fuerza del texto radica en su naturalidad y en cómo logra hilar el diálogo de sus mujeres mayores para sacar a relucir, sin tapujos, sus temas; temas de mujeres de ayer y de hoy. Lo bárbaro es que las tres podrían ser tres triunfadoras (representadas en la madre perfecta, la profesional de revista y la virtuosa del piano), pero también tres perfectas fracasadas (por las renuncias a las que se vieron obligadas, porque se dejaron la piel en ello y porque hoy se preguntan cómo de libres fueron para elegir sus vidas). “Las Bárbaras son, sobre todo, un canto a la libertad de ser”, comenta Lucía Carballal. Al final, son tres mujeres que perplejas interrogan al público, que ponen como espejo, sobre su porvenir.

Ellas hablan de “realizarse”, un verbo que no se puede conjugar para los hombres, del instinto maternal o de su papel como abuelas y eternas cuidadoras y posibilitadoras de una nueva economía que de nuevo les arrebata el ocio… Así, el trío, representado por Ana Wagener, Amparo Fernández y Mona Martínez, se despelleja –la edad se lo permite– para enredarse en temas tan dispares como lo serían la vida, el amor y los bocadillos de jamón. Discuten también sobre quién es la más feminista, el patriarcado o quien aprovechó más y mejor para follar. Y en el subtexto: sororidad, una palabra que no se dice, no sonaría real en sus protagonistas; quizá ni la conociesen, pero que la practican, a pesar de todo. Tampoco seguramente la captarían parte de los espectadores; ni falta que hace.

No obstante, la autora dice que su intención no era hacer una obra sobre mujeres, aunque sí un texto sobre los temas que le importan y tocan a la sociedad. Por eso el texto suena tan actual y por eso en el teatro se oyen las risas del público de 60 al tiempo que se escucha la perplejidad de quienes acaban de cumplir 20. Porque ellas son poliédricas, como lo pueden ser los feminismos, argumenta la escritora, porque no hay una verdad única… “Ninguna de las protagonistas es más feminista que la otra. Y quizás lo más feminista de la obra es que sirve para conocerse a una misma y desdecirse, porque nos exige una revisión constante”, subraya Lucía Carballal, a quien le asusta lo rápido que los políticos y el marketing se abrazan al término desde cualquier posición ideológica. “No puede ser que quienes todavía ponen peros al aborto digan que son feministas”, apostilla.

La escritora, que acaba de entregar la última temporada de Vis a vis, confiesa que escribe por necesidad. Quiere dirigir, aunque no sabe cuándo. De momento, y tras un año de escritura absolutamente prolífico, parará para ver qué asunto aborda de nuevo. “En términos de feminismo queda mucho por hacer (y contar). También en cuanto a los retos a los que nos enfrentamos. Es injusto decir que nuestra generación lo tiene todo hecho. Es una falacia pensar que teníamos todo resuelto. Mira las relaciones interpersonales o temas tan grandes como el medioambiente”, apunta. Tampoco tiene claro que vuelva a escribir sobre mujeres, aunque sí dice haber disfrutado mucho de la riqueza que daba desarrollar los personajes de la serie carcelaria o las charlas de esas bárbaras que podrían ser su madre. Lo disfruta, explica, no tanto por un asunto de género, sino por la riqueza que ofrecían las presas de la serie, propias de Tarantino, y sus bárbaras, explica al tiempo que reivindica que las mujeres siguen siendo minoría en el arte: tanto como dramaturgas y guionistas como por los temas reflejados en los textos.

Se intuye que comparte lo que han dicho muchos y que recoge Luna de Miguel en su Coloquio de las perras: “Uno de los escenarios ideales para la literatura sería la ausencia de géneros… El buen escritor es andrógino”. De momento, la buena escritora Carballal anda digiriendo en qué meterse.

‘Las Bárbaras’, dirigida por Carol López, puede verse en el Teatro Valle Inclán, Madrid, hasta el 24 de noviembre. Música en directo de Maria Rodés.

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