Luisgé Martín: “Los carcamales antes se callaban por vergüenza, ahora ya no”

El escritor Luisgé Martín. Foto: Gonza Gallego.

¿El sexo cura del amor? Amor puro es la primera obra de teatro publicada por Luisgé Martín, ganador del Premio Herralde en 2020 con su novela ‘Cien noches’ . La obra es una provocadora historia de amor y sexo entre dos amigos de toda la vida que se reencuentran tras varios años de separación. Una vertiginosa lucha dialéctica entre Germán –que vive enamorado en secreto de su mejor amigo desde hace años– y Daniel –el amigo heterosexual por el que el primero siente una insana obsesión–. Hablamos con él.

Luisgé Martín (Madrid, 1962) es conocido por haber publicado, entre otras obras, los libros de relatos Los oscuros y El alma del erizo, y las novelas La vida equivocada, La misma ciudad, La mujer de sombra o La muerte de Tadzio. En 2016 publicó El amor del revés, un libro autobiográfico donde el autor cuenta de forma honesta y descarnada el doloroso descubrimiento y la progresiva aceptación de su homosexualidad.

Luisgé ha sido reconocido con galardones literarios como el Premio Ramón Gómez de la Serna de narrativa, el Antonio Machado y el Vargas Llosa de relatos, y el Premio Llanes de Viajes. También ha participado en las obras colectivas de temática LGTB+ Lo que no se dice y El cielo en movimiento, ambas en Dos Bigotes. Charlamos con él sobre Amor puro, sobre escribir teatro, sobre la importancia de la literatura LGTB+ o sobre la difícil situación que atraviesan los derechos del colectivo.

Tu libro es, ya desde el título, toda una declaración de intenciones. Llamar ‘Amor puro’ a un libro de contenido LGTB+ y con evidente contenido sexual es, como poco, provocador y sugerente. ¿Por qué ese título?

Evidentemente, el título tiene una voluntad irónica. Creo que seguimos confundiendo el amor puro con el amor no corporal, y está claro que eso no se corresponde con la realidad. La situación que plantea la obra, además, es hiperbólica, disparatada, y nos permite repasar los atributos que le concedemos al amor. Desde hace ya bastantes años, todos escribimos acerca de los puntos fuertes y los puntos débiles del amor romántico. Amor puro puede entrar en esta corriente.

En el epílogo del libro –muy esclarecedor– explicas lo que podría ser el germen de la idea del libro. ¿Todo lo que escribes tiene una base autobiográfica? ¿Cómo se supera el apuro de hablar de las propias experiencias?

La base autobiográfica de los libros es uno de los lugares comunes de debate. Hay quien sostiene que toda literatura es autobiográfica, y estoy bastante cercano a esa postura. Pero es evidente que la autobiografía, en este sentido, tiene más que ver con emociones y con sueños que con hechos reales. Es decir, yo no cuento lo que me pasa o lo que me ha pasado, sino aquello que me interesa, que me duele o que me inspira una curiosidad especial. El vínculo autobiográfico de Amor puro es muy leve, y no tiene nada que ver con algo que me pasara, como explico, sino con una especulación surgida a partir de situaciones que sí me ocurrieron.

Y respecto al pudor, probablemente tenga que ver con el temperamento de cada uno. Yo soy en general muy pudoroso y muy tímido, pero literariamente me parece que el pudor es un lastre. Tener pudor siendo escritor es lo mismo que tenerlo siendo gogó en una sala de estriptis. Jugamos con nuestros pensamientos, con nuestras emociones y con nuestras ideas, y desnudarse es el mejor camino.

‘Amor puro’ es tu primera obra de teatro. ¿Por qué elegiste este género para contar esta historia en particular? ¿Y por qué decidiste publicar con Dos Bigotes?

En realidad no es mi primera obra de teatro. A los 20 años escribí bastante teatro. Luego dejé de hacerlo, porque el teatro pide una complicidad industrial que no es fácil de conseguir. Pero hace tres años, con muy poco tiempo de diferencia, me asaltaron un par de ideas que venían ya en forma de teatro. Muchas historias traen el género literario adherido, y lo que hace el autor es admitirlas o no, pero no puede reconvertirlas. Amor puro podría haber sido un cuento, pero nunca una novela. Y me parecía que tenía todos los ingredientes para ser teatro. Creo que acerté. Y debo decir que el proceso de escritura fue bastante feliz. La escribí muy rápido y me divertí mucho haciéndolo.

A Alberto y Gonzalo, los editores de Dos Bigotes, los conozco desde sus orígenes. Colaboré con ellos en uno de los primeros libros que publicaron, Lo que no se dice, y más tarde en otro que se titulaba El cielo en movimiento. Me parece fantástica la tarea editorial que realizan. Me interesan mucho casi todos los libros que publican. Es decir, eran el hogar perfecto para esta obra. Afortunadamente, a ellos también les pareció que era así y llegamos a un feliz matrimonio.

Tu libro podría ser etiquetado como literatura LGTB+. ¿Cómo te sientes con el uso de esta etiqueta? ¿Crees que es útil seguir usando este tipo de categorías para visibilizar?

Esta pregunta es a la vez simple y compleja. Yo nunca he tenido demasiados problemas con las etiquetas, solo los he tenido con las etiquetas dogmáticas. Por lo tanto, nunca me ha molestado ni inquietado que algunos de mis libros fueran etiquetados como LGTB o que yo mismo fuera el etiquetado. Desgraciadamente, creo que hay muchas personas que todavía necesitan tener un espejo de sí mismas en libros, películas o canciones. Personas que se van a acercar a una obra porque creen que encontrarán en ella alguna clave que les ayude a vivir mejor. En ese sentido, ¡vivan las etiquetas! Pero es cierto que a veces la marca LGTB es un lastre comercial, porque hay otras personas que piensan que no van a encontrar ahí nada que les pueda servir. Creo que es difícil salir de ese laberinto, y en cualquier caso yo decidí hace muchos años dejarme llevar y escribir lo que me apetecía escribir. La situación del mundo no la puedo cambiar.

Hace un tiempo tuvimos un interesante debate en El Asombrario sobre literatura LGTB+, en el que participaron varios escritores y editores españoles, incluida Dos Bigotes. ¿Qué es para ti la literatura LGTB+?

Hay varios tipos de literatura LGTB. Pero por resumir de un modo muy amplio, creo que podemos decir que literatura LGTB es aquella en la que existen personajes relevantes que son lesbianas, gais, transexuales, bisexuales o diversos en un sentido sexual. A veces esa literatura ni siquiera plantea conflictos específicos del colectivo, ni modos de vivir singulares, pero permiten que el lector tenga una empatía con los libros anterior al propio libro. Es el efecto espejo, del que hablaba antes. El sello LGTB es siempre comercial o sociológico, no literario.

¿Hasta qué punto crees que tener una orientación sexual distinta a la heterosexual afecta al éxito en el mundo literario o artístico?

Tener una orientación sexual distinta afecta todavía al éxito en la vida, de modo que no puede no afectar al éxito literario o artístico. Pero tenemos que reconocer que, dentro de las limitaciones, el mundo literario y artístico en general han sido históricamente un buen refugio de la diversidad sexual. Y soy muy partidario de que las luchas reivindicativas dejen de darse a partir de un determinado momento en el terreno de la queja. Si los creadores LGTB tenemos limitaciones, trabajemos para eliminarlas con nuestras propias obras. ¿Es injusto? Probablemente, pero hay situaciones muchísimo más injustas. Y además tenemos la certeza de que la cultura de la queja a medio plazo es solo contraproducente. Hay creadores que creen estar llamados a pasar a la historia de la literatura, pero lo cierto es que si no es así, la historia de la literatura no perderá mucho.

Con un partido de ultraderecha presente en las instituciones españolas, y con su mensaje amplificado por los medios a diario, ¿crees que se está recrudeciendo el discurso contra lo diferente? ¿Estamos más en peligro que hace unos años?

Sin duda. En los últimos años ha habido una terrible involución. Y debo decir, sin ninguna voluntad de equidistancia, porque no soy nada equidistante, que esa involución no solo viene de la ultraderecha. Una parte del feminismo se ha comportado y se sigue comportando con una transfobia que pone los pelos de punta. Durante muchos años, a los carcamales les daba vergüenza decir que lo eran, de modo que se callaban. Con todo lo que ha ido ocurriendo a partir de la crisis económica de 2008, se han perdido todas las vergüenzas. Los machistas, los homófobos, los racistas y los clasistas ya no tienen ningún empacho en volver a decir que las mujeres son unas putas, que los maricones somos enfermos, que los moros de mierda tienen que irse a su país y que los pobres huelen mal y son pobres porque quieren. Casi todo lo bueno que habíamos conseguido en el terreno de los valores está en riesgo de perderse. Y el gran problema no está en esas personas, que son las excrecencias casi estadísticas de cualquier sociedad, sino en los indiferentes, que miran esa situación como si no tuviera nada que ver con ellos.

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