‘Luzia’, el Circo del Sol regresa con un México vibrante, natural y cariñoso

Llueve en el desierto de México en ‘Luzia’, de El Circo del Sol. Foto: Anne Colliard.

El Circo del Sol regresa a Madrid con ‘Luzia’, un espectáculo que firma el director de escena y dramaturgo suizo Daniele Finzi Pasca y que es un maravilloso homenaje a un México vibrante y natural. El creador del llamado ‘teatro de los abrazos‘ no podría ser el mejor maestro de ceremonias para la vuelta de la compañía canadiense a la capital de España, tras visitar Barcelona y Alicante.

El ser humano se suele comportar de forma tan resiliente que tendemos a olvidar con rapidez lo malo. Tal vez no a olvidarlo, pero sí tratamos de superarlo dando pronto por garantizada la normalidad como estado habitual. El estreno del Circo del Sol del martes en su gran carpa instalada en la Casa de Campo de Madrid fue mágico por muchas razones, pero una de ellas, sin duda la más asombrosa, fue porque lo que hace apenas dos años parecía imposible se convirtió en realidad esa noche de una forma suave y natural. Como si la pesadilla real hubiera sido tan solo eso, una pesadilla.

Tendemos a sobreponernos de lo malo con la rapidez que nos permite nuestro corazón. Cuando estuvimos encerrados para detener una pandemia, el Circo del Sol se convirtió, en cierto modo, en uno de los símbolos del previsible desastre cultural que nos acechaba. El 29 de junio de 2020 la compañía se vio obligada a suspender pagos al ver paralizadas de golpe decenas de sus producciones en todo el mundo. La gran factoría del circo sin animales, la compañía que revolucionó un arte para el gran público y a gran escala, parecía herida de muerte.

Pero aquí están de vuelta, y ese regreso aglutina, de alguna manera y sin querer, muchas cosas buenas. Es, en cierto modo, la cuadratura del círculo de ese teatro de los abrazos que inventó Daniele Finzi Pasca, el creador de Luzia –este nuevo espectáculo que recala en Madrid ahora, pese a haberse estrenado en Canadá en 2016–, pues tras los focos, los artistas, la dramaturgia, la música y el vestuario, tras el asombro de las evoluciones de los acróbatas, estaba también el recuerdo para el público madrileño de la solidaridad de millones que prefirieron proteger a la colectividad a costa de su libertad; la impresionante labor de los científicos que fueron capaces de generar una vacuna para la enfermedad; el recuerdo de los que se fueron y la alegre celebración de la vida, herida, pero recuperada. Muchos de los que estuvieron allí puede que no fueran conscientes de ello, pero ocurrir, ocurrió.

Y es que Luzia es no solo un homenaje a México, sino también un festejo vital. El payaso, actor, dramaturgo, director de escena y empresario Daniele Finzi Pasca ya había firmado el que, para este cronista, es uno de los mejores espectáculos de El Circo del Sol: Corteo, en el que un payaso asistía a su propio bellísimo, emocional y jovial funeral. Luzia puede que sea la otra cara de la moneda. Cuenta Finzi Pasca que se trata de un viaje a un México imaginario modelado a partir de los impactos visuales y emocionales que el creador vivió en este país. El resultado es un brillante y vibrante homenaje a la naturaleza y la personalidad de un país que es sinónimo de regocijo, alegría y gozo.

Tanto el prólogo, una divertida ficción de un salto en paracaídas a la magnífica tierra mexicana, como el primer número, Una mujer que corre, son la carta de presentación de un show con brío y volcado en la naturaleza. Esa mujer que corre es, en realidad, una mariposa monarca, que vuela al apasionante ritmo de un caballo salvaje plateado que disfruta libre por una interminable llanura. Como las mariposas que todos los años migran desde Canadá (país creador de El Circo del Sol) hasta México en invierno buscando el calor.

Y ya desde el principio nos damos cuenta de que en Luzia nos espera una fusión perfecta de la ingeniería, la técnica al servicio del espectáculo, mezclada con mimo con otros elementos teatrales adorablemente clásicos que nos emocionan precisamente por lo que parece que tienen de artesanal. Hay ecos de aquello que tan bien le funcionó a Julie Taymor en El Rey León desde su estreno en 1997, pero aumentado en la libertad que ofrece la exploración de todos los elementos.

Número de columpios rusos en ‘Luzia’, de El Circo del Sol. Foto: Anne Colliard.

Equilibrio sobre bastones en ‘Luzia’, de El Circo del Sol. Foto: Anne Colliard.

En Luzia viajamos sin problemas del desierto al fondo del mar. De una cantina a un salón de baile. De un descampado urbano en el que chicos y chicas juegan al fútbol hasta ese lugar indeterminado en el que un superhéroe local disfrazado de luchador demuestra que se puede pelear hasta con la ley de la gravedad. En Luzia visitamos la selva y vemos a sus habitantes: colibríes, jaguares, insectos y lechuzas, cactus y pitas… Peces plateados, aves de mil colores, folclore y resplandor. Porque si Trilce podía ser el apócope de triste y dulce, aunque el propio poeta César Vallejo lo negase en vida en repetidas ocasiones, Luzia se escribe así con z y sin tilde porque es la mezcla perfecta de luz y lluvia en un ecosistema fantástico.

La iluminación está cuidada hasta el extremo y funciona ofreciendo en ocasiones ambientes de un poder evocador asombroso. La lluvia es uno de los elementos fundamentales de este espectáculo. Lo único que se le podría achacar a la maquinaria de lluvia de este show es que sea demasiado perfecta, demasiado programada. Sin embargo, Finzi Pasca hace una referencia a esta peculiaridad con un número cómico tan simple que casi es una petición de disculpas por tanta perfección.

Dentro de este espectáculo que de puro mágico se pasa volando, destacaría números como el titulado Adagio. Tres gigantes ataviados a la manera de los galanes del cinematógrafo de los años 20: pantalón de tiro alto, camisa y corbata en tonos claros, hacen volar a una acróbata como una hoja mecida por el viento. Como si el mistral, el siroco y el poniente compusieran una danza amable y elegante. La metáfora perfecta de una soñada simbiosis entre hombres y mujeres. Una divertida y brillante playa es el escenario ideal para el equilibrio sobre bastones. Un pequeño lago en un claro de la selva sirve para uno de los números más emocionantes: la relación de un jaguar que acude a beber con un espíritu juguetón. ¿O tal vez sea la representación de Finzi Pasca de cómo debería comportarse un ser humano cuidando de la naturaleza?

Todo bajo el influjo de un disco sagrado que es capaz de transformarse en todas las cosas. Es el sol que nutre la Tierra, el agua clara y turquesa del Caribe, la jugosa hidratación de una hoja de alohe cortada por la mitad, una tortilla para montar un taco, una noria, el interior ácido y refrescante de una lima, el totem sagrado de un calendario Maya. Sin duda, el principio y el fin. La luz de todas las cosas. La esperanza.

Aquí puedes acceder a la información de horarios de ‘Luzia’ que podrá verse en Madrid hasta el 22 de enero. 

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