¿No os frustra ser solo machos dominantes o hembras sumisas?

Ilustración de portada del libro ‘El Arcoíris de la evolución’, de Joan Roughgarden.

‘El arcoíris de la evolución’ de Joan Roughgarden aparece en el epicentro de un debate que se está produciendo en estos momentos en la sociedad española alentado por las distintas posturas de los políticos: los que desean generar leyes progresistas y los de un revisionismo retrógrado y doloroso, no solo para los implicados sino también para una humanidad que desea lo mejor para los otros. Diversidad es la palabra que une todo el arcoíris que la bióloga evolutiva, que declaró públicamente su transexualidad a los 52 años, despliega en el libro. “La diversidad de género y la homosexualidad también son naturales en los animales y muy normal en los humanos. Lo que me parece inmorales son la homofobia y la transfobia”.  

Este libro es muy oportuno porque el debate, muchas veces, está lleno de prejuicios y confusiones. El prejuicio predomina sobre el conocimiento. “La llegada del matrimonio homosexual fortaleció la institución del matrimonio en lugar de debilitarla. Es de suponer que la inclusión plena de los trans en nuestras instituciones sociales y religiosas también las fortalecerá”, afirma Joan Roughgarden en el prefacio para esta edición, que saca Capitán Swing, y que en su día se publicó en 2004. En palabras de Roughgarden, “este libro muestra cómo la naturaleza ofrece una asombrosa cornucopia de diversidad sexual y de género y revela que la diversidad sexual y de género en el ser humano resulta más bien anodina cuando se compara con lo que la naturaleza ya ha construido”.

¿No es frustrante pensar que solo somos machos dominantes o hembras sumisas? ¿Qué dice de nosotros aceptar tal afirmación sin rechistar porque lo ha dicho la ciencia? ¿Está nuestro destino como individuos escrito de una forma tan plana?, se pregunta Alana S. Portero, que afirma: “El arcoíris de la evolución es una bitácora de observación científica que nos saca de las dos dimensiones de la ciencia decimonónica y nos muestra volúmenes y colores que las profanas solo intuíamos como una corazonada”.

Portero hizo su transición clínica y legal de género en 2015, como también hizo Roughgarden, pero la autora nos pone sobre aviso: “El libro no es una reescritura trans de la biología, aunque no tendría nada de malo”. “Joan Roughgarden hace estallar por los aires en este libro toda esa política de definiciones científicas relativas al sexo, el género; su selección, evolución y desarrollo no está escrita por la ciencia, sino por los científicos, que es muy diferente”, matiza Alana S. Portero.

Roughgarden declaró públicamente su transexualidad a los 52 años tras tomarse un año sabático, continuando después con las clases en Stanford, la investigación y la publicación. Su línea de investigación actual reúne la ecología con la teoría económica. Es profesora adjunta de Biología Marina en la Universidad de Hawai, donde vive desde 2012. Tiene 75 años y es autora de cinco libros y más de 180 artículos.

La bióloga evolutiva Joan Roughgarden.

La normalidad y naturalidad de la homosexualidad

Diversidad es la palabra que une todo el arcoíris que la bióloga evolutiva va desplegando en el libro. Y conduce al lector a través de un fascinante debate sobre la diversidad de género y sexualidad entre peces, reptiles, anfibios, aves y mamíferos. Sin olvidarse de los humanos. “La diversidad de género y la homosexualidad también son naturales en los animales y muy normal en los humanos. Lo que me parece inmorales son la homofobia y la transfobia”, afirma Roughgarden.

Usando un enfoque biológico –la mayor parte de los libros sobre género y sexualidad provienen de las humanidades o la medicina–, la investigadora pone a debate la teoría de la selección sexual de Darwin, sugiriendo una nueva perspectiva que enfatiza en la inclusión social y la colaboración como clave de la evolución y la supervivencia, y poniendo en evidencia que somos mucho más que entes binarios que matan, mueren o se reproducen.

Por ello, propone o sugiere una nueva teoría que llama “selección social”. También inventa el término “gen genial” para diferenciar sus ideas del popular gen egoísta de Dawkins como impulsor de la selección natural. Además avisa de los peligros inherentes a los intentos de la ingeniería genética de “erradicar” la diversidad de nuestro patrimonio genético. Por eso, como ella dice, “me extiendo a gusto sobre las diferencias genéticas, fisiológicas y anatómicas entre las Personas”.

El arcoíris de la evolución cuestiona gran variedad de conceptos científicos y médicos, incluido el determinismo genético del comportamiento de Wilson, la existencia de un gen gay, el papel de la crianza en la determinación de la identidad de género y el “gen egoísta”. Su revisionismo no se ha librado de las críticas y de los ataques.

Roughgarden, además de adentrarse, con fascinantes ejemplos de arcoíris biológicos, también realiza un gran recorrido cultural por las ciencias sociales. El libro ofrece una visión general y una nueva lectura de la diversidad sexual y de género en distintas culturas y a lo largo de la historia. Asimismo, desafía a las ciencias sociales describiendo muchas culturas humanas que, a lo largo de la historia, han integrado la diversidad de género y sexual dentro de sus formas sociales e institucionales. Y pide a la religión cristiana que reconozca los pasajes de la Biblia que respaldan la diversidad de género y la sexualidad.

Relaciones coercitivas o equitativas entres sexos

Generalmente, todas las noticias que avivan los debates sobre este tema son cuestiones relacionadas con el género, el sexo y la igualdad. “No existe ninguna explicación de por qué algunas sociedades desarrollan relaciones coercitivas de poder entre los sexos, mientras que otras establecen relaciones de poder equitativas. La manera en la que el poder se ve reflejado en el sexo no es un universal biológico. Podemos elegir vivir como lo hacen algunas especies y no como otras”.

Roughgarden ofrece una definición para el género. “Como definición sugiero que género es la apariencia, conducta e historia vital de un cuerpo sexuado”. Y en cuanto a los roles sexuales expresa que “incluso las especies consideradas casos típicos por tener un genero asociado a cada sexo e individuos que conservan el mismo sexo a lo largo de sus vidas, a menudo presentan roles sexuales muy alejados del patrón tradicional. En algunas especies, los machos (aparte de fabricar esperma) tienen una apariencia y un comportamiento similar a los de las hembras de otras especies, y estas (además de producir óvulos) tienen una apariencia y comportamiento parecidos a los machos de otras especies. Si estas especies pudieran manifestar lo que piensan de nosotros, dirían que nuestra forma de distinguir los géneros está al revés”.

Los múltiples ejemplos de esta afirmación que se encuentran en el libro son, sin duda, uno de los motivos para leerlo. Un fascinante relato que desafía los conceptos aceptados, con los que evidentemente no todos están de acuerdo. Para American Scientist, “Roughgarden intenta un enfoque diferente, inyectando abiertamente sus convicciones razonadas y su agenda política en sus análisis. No estoy de acuerdo con todas sus conclusiones, pero ha escrito un libro importante y honesto sobre un tema que importa”.

Necesitamos una Estatua de la Diversidad

Es tan importante que todavía hay opiniones que califican esta diversidad como enfermedad, pero Roughgarden lo tiene claro: “Clasificar erróneamente la diversidad humana como enfermedad supone una de las amenazas para el arcoíris humano”. Y afirma: “Mientras la homosexualidad se regodea ahora bajo el destello de la normalidad, la transexualidad avanza a duras penas en la sombra de la patología estigmatizante”.

Para esta científica hay que construir una estatua a la Diversidad como en su día se construyó una estatua de la Libertad.

Este libro no solo es recomendable, sino muy recomendable.

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