Magritte, nada de lo que ves es lo que parece

A la izquierda, Magritte ‘La perspectiva amorosa’, 1935. Colección privada, cortesía de Guggenheim, Asher Associates. A la derecha, Magritte. ‘La alta sociedad’, 1965 o 1966. Colección Telefónica. Imagen cortesía de Fundación Telefónica.

La exposición se titula ‘La máquina Magritte’, pero bien podría llamarse ‘Nada de lo que ves es lo que parece’ o ‘Las trampas de la imagen’. Porque ese es el eje central sobre el que pivota la gran exposición que ha montado el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza sobre el belga René Magritte -desde hoy hasta finales de enero-, según explicó ayer en la presentación su comisario –y director artístico del museo–, Guillermo Solana.

Esta es la primera retrospectiva en Madrid dedicada a René Magritte (1898-1967), uno de los máximos representantes del surrealismo, desde la celebrada en 1989 en la Fundación Juan March. Comisariada por Guillermo Solana, La máquina Magritte cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid y reúne más de 90 pinturas procedentes de instituciones, galerías y colecciones particulares de todo el mundo, gracias al apoyo de la Fundación Magritte y de su presidente, Charly Herscovici, que ayer estuvo en la presentación.

Naturalmente, en esas 90 pinturas abundan los elementos clave –y repetidos mil veces– del surrealismo de Magritte: manzanas, hombres con sombrero, rocas, bolas, árboles, ventanas, cortinas, cuerpos desnudos de mujer, nubes, muchas nubes (en la muestra comprobamos cómo el pintor fue perfeccionando la técnica en la captación de los cielos). Pero nada es lo que parece, y si un peine es más grande que una cama, el reverso de un telón resulta ser un cielo y los cristales de una ventana rota se llevan consigo parte del paisaje. Las figuras humanas están huecas y una puerta rota se titula La perspectiva amorosa. Y una pipa no es una pipa, sino la imagen de una pipa. Y otro dibujo, que Guillermo Solana destaca como una de las piezas más interesantes de la muestra, insiste en que ‘esto sigue sin ser una pipa’.

No, nada es lo que parece. Las imágenes están llenas de trampas. Y en estos tiempos que corren, más actual no puede ser ni la propuesta ni la perspectiva. Lo recalcó ayer Solana: “Aunque a medida que pasaba el tiempo se hacía más figurativo, más realista, Magritte nunca renuncia a la pintura pensante, a plantear en cada obra enigmas, acertijos, problemas. Y esto cobra aun más sentido en la actualidad, porque vivimos en la civilización de la imagen, que sigue haciendo gala de una fe ciega e irrazonada en la validez de las imágenes, cuando todos podemos comprobar lo fácil que es adulterarlas. Magritte nos alertaba ya a mediados del siglo pasado de las trampas de la imagen, nos las hace sospechosas. Es su gran lección: enseñarnos la complejidad de una imagen, sus trampas”.

Una mancha de tinta se titula La salida de la escuela, un ataúd se dobla sobre un diván y sus famosas palomas transparentes que dejan ver el cielo se llaman La gran familia (y no creo que se refieran al Espíritu Santo).

Magritte. ‘El gran siglo’, 1954. Kunstmuseum Gelsenkirchen.

“Todo en Magritte es difícil”.

Así abrió ayer Solana la presentación de esta exposición, que, tras Georgia O´Keeffe , es la gran apuesta de este centro para rematar 2021. “Todo en Magritte es difícil”. Y no solo por la situación y las restricciones pandémicas, que han retrasado un año esta muestra. “El proyecto comenzó hace seis años y se ha aplazado varias veces. Durante muchos meses he pensado que esto no iba a llegar, que no iba a ser posible. Por un lado, porque, como otro surrealista, Dalí, se ha convertido en uno de los tres o cuatro artistas más demandados del siglo XX. Así que resulta muy complicado conseguir los préstamos, cuesta mucho arrancar un Magritte a cada museo. Y por otro lado, porque me costaba encontrar el argumento adecuado a la exposición. Magritte es complicado, todo en Magritte es complicado, es un artista intelectualmente complicado”.

Porque nada es lo que parece.

¿O sí?

Las explicaciones impresas en las paredes de las distintas salas muestran que, frente a una exposición de emociones o sentimientos o estéticas, nos hallamos ante una secuencia de pensamientos, de planteamientos, de enigmas, de introspección intelectual.

“Toda la obra de Magritte es una reflexión sobre la pintura misma, reflexión que aborda con la paradoja como herramienta fundamental. Lo que se nos revela en el cuadro, por contraste o por contradicción, no solo es el objeto, sino también su representación, el cuadro mismo. Cuando la pintura se limita a reproducir la realidad, el cuadro desaparece y solo reaparece cuando el pintor saca las cosas de quicio: la pintura solo se hace visible mediante la paradoja, mediante lo inesperado, lo increíble, lo singular”.

Magritte. ‘La firma en blanco’, 1965. National Gallery of Art, Washington. Collection of Mr. and Mrs. Paul Mellon.

Magritte. ‘La llave de los campos’, 1936. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

“Para lograr este objetivo, Magritte utiliza los recursos clásicos de la metapintura, de la representación de la representación –el cuadro dentro del cuadro, la ventana, el espejo, la figura de espaldas…– que en su obra se convierten en trampas. La exposición analiza esos recursos metapictóricos que serán el hilo conductor de los distintos capítulos y del recorrido, empezando por Los poderes del mago”.

Enigmas, obsesiones, misterios. El propio Magritte lo dijo: “Desde mi primera exposición, en 1926, (…) he pintado un millar de cuadros, pero no he concebido más que un centenar de esas imágenes de las que hablamos. Este millar de cuadros es el resultado de que he pintado con frecuencia variantes de mis imágenes: es mi manera de precisar mejor el misterio, de poseerlo mejor”.

La locura metódica

Más allá de la metapintura y la metaliteratura, tan en boga hoy, en estos tiempos que corren de realidades falseadas, distorsionadas, recortadas, manipuladas, seguramente esta sea una exposición que conecte bien con el público.

Cito al propio Magritte: “He encontrado una posibilidad nueva que tienen las cosas, la de convertirse gradualmente en otra cosa, un objeto se funde en otro objeto distinto de sí mismo. (…) Por este medio obtengo cuadros en los que la mirada debe pensar de una manera completamente distinta de lo habitual”.

Conectará con el público por eso y porque su lenguaje entronca muy bien con el actual de la publicidad. Siempre he pensado que si viviera hoy, Magritte sería un estupendo creativo de una agencia de publicidad; muchos de sus iconos de manzanas con antifaz, paraguas y nubes y sombreros han sido inagotables fuentes de mil carteles y anuncios. Pocos artistas de mediados del siglo XX han dado tanto de sí para inspirar a ese lenguaje que malea y moldea la realidad por antonomasia, la publicidad.

En fin, una locura de artista y de exposición.

Pero, como también resaltó ayer el comisario, citando a Polonio en su referencia a Hamlet, “lo que hace es una locura, pero hay un método en ella”.

Y quizá en esa locura metódica tuvo algo que ver descubrir el cuerpo de su madre, que se suicidó un día de marzo tirándose a un río cuando René tenía solo 14 años.

‘La máquina Magritte’. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Hasta el 30 de enero. Tras su presentación en Madrid, viajará a CaixaForum Barcelona, donde podrá visitarse del 24 de febrero al 5 de junio de 2022.

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