‘Manual de desobediencia civil’: cómo triunfar desde el activismo

Son los maestros de las movilizaciones. Los hermanos Mark y Paul Engler acaban de publicar en español su libro ‘Manual de desobediencia civil’ (Icaria), que, en palabras de Naomi Klein, es “de lectura obligada para las personas y colectivos comprometidos en hacer un mundo más habitable y unas sociedades más equitativas y libres”. Durante una reciente visita a España para presentar su libro, nos hablaron de cómo lograr triunfar desde el activismo y las dificultades a las que se enfrentan las reivindicaciones relacionadas con la crisis ambiental y climática.

Paul es uno de los fundadores de Momentum Training, una empresa que se dedica a la formación de activistas de todo el mundo, sea cual sea su reivindicación, mientras que esté basada en derechos humanos vulnerados. Su hermano Mark, que trabaja con él, es también el escritor, colaborador en medios como ‘Yes Magazine’ en Estados Unidos y analista en diferentes foros. 

¿Es necesario tener un manual para desobedecer?

Paul Engler: Nosotros ya estábamos muy involucrados en diferentes movimientos sociales, como el movimiento anti-globalización, que nos gusta llamar ‘de justicia global’, contra la guerra en Irak, por los derechos de los inmigrantes, Ocuppy Wall Street… y vimos que en todos había un patrón similar: explotaban y luego colapsaban. Y ese colapso era destructivo, no ganábamos, así que comenzamos a pensar cómo podemos hacerlo mejor. Muchos, como mi hermano y yo, empezamos a experimentar con diferentes tipos de organización y a crear una teoría que procede del estudio de diferentes casos en todo el mundo. De ahí surgió nuestro manual y un instituto de formación, Momentum (Impulso), que ha funcionado y ahora influye en muchos movimientos, así que sí es útil.

¿Cuáles son las claves para triunfar en una movilización social?

Mark Engler: No hay una fórmula mágica. Hablamos de grupos muy marginalizados, que no tienen poder ni representación en las instituciones democráticas y se enfrentan a una injusticia. Por ello acuden al activismo de protesta, que es otra forma de adquirir poder y ejercitar su voz. No hay una fórmula, pero sí cosas que podemos aprender de la historia. La tendencia de los medios de comunicación es señalar que estas protestas son algo espontáneo, emocional, no planificadas, que no se repiten. Pero sí lo hacen. Y nosotros dijimos: que no nos sorprendan, podemos aprender habilidades para responder a estos eventos cuando surgen. El manual está lleno de conceptos diferentes que no se habían analizado en las organizaciones. Por ejemplo, los eventos trigger, protestas puntuales que actúan de desencadenantes. Pasó en los años 60, en la lucha por los derechos civiles. Rosa Parks se negó a sentarse en una zona restringida a los negros en un autobús y saltó la chispa. Antes que ella, otros lo hicieron antes, pero el movimiento no estaba maduro para iniciarse. Lo hizo con una acción que nadie planificó. Martin Luther King fue un genio, porque supo que entonces se iba desencadenar un movimiento de masas.

Ahora hay un movimiento social en Irán de las mujeres contra el uso del pañuelo. ¿Habéis identificado claves que permitan saber si triunfará o no?

Paul: No hemos estudiado aún este caso en profundidad, pero en el manual hablamos de sacrificio, disrupción y escalada. A veces la gente no cree en la importancia de crear esa acción desencadenante, que pueden ser sacrificios muy importantes, a veces voluntarios y otras veces no. Es el caso de las mujeres mártires apaleadas por la policía; han creado un movimiento y ahora la gente pone en riesgo sus vidas y sus cuerpos por esta causa. Se genera una escalada porque ya existían tensiones en la sociedad, una resistencia al régimen de Irán, y al elevar la violencia y la represión, aumenta la reacción de la sociedad en contra.

Los hermanos Mark y Paul Engler, a su paso por Madrid. Foto: Rosa M. Tristán.

¿Qué retos tienen las movilizaciones contra fenómenos como las crisis ambientales y climáticas? ¿Son diferentes frente a otro tipo de luchas sociales?

Mark: Históricamente en el movimiento climático hemos visto algunas dificultades. El cambio climático es un gran reto, pero se percibe como algo para el futuro, no es inmediato. Sólo ahora empezamos a ver su gravedad, aunque los peores impactos se verán en 10, 20 o 30 años, y no puedes utilizarlos hoy como acciones desencadenantes para movilizar. Es complicado. Aun así, hay movimientos en acción. En Estados Unidos tenemos Sunrise y en Reino Unido y otros países Extinction Rebellion y otros muchos que intentan visibilizar la urgencia del problema

Paul: Me gustaría añadir que en el tema del cambio climático hay una ingente cantidad de recursos en juego, como no he visto jamás en otro asunto. Son los que mueve la industria de los combustibles fósiles y sus infraestructuras, trillones de dólares que deberían ser abandonados para que todos podamos sobrevivir. Y eso supone una enorme presión económica y de poder contra nosotros, cambia la dinámica de lo que hay en juego y los obstáculos contra los que hay que luchar.

¿Qué consejos daríais a organizaciones ambientales para poder desencadenar una movilización masiva en todo el mundo?

Mark: Algunos ya se han puesto en marcha muchas veces. El movimiento ambiental Sunrise tiene acciones muy famosas. Algo innovador fue relacionar la organización electoral con la de acción directa. Eligieron a la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez y la enfrentaron a Nancy Pelosi, de su propio partido, en una acción en sus oficinas junto con ecologistas, universitarios… Eso generó mucha atención y animó al Partido Demócrata a actuar. Se reactivó espacio político y obligó a los demócratas a volcarse en una política ambiental más importante que la que tenían hasta entonces.

En el pasado ya había habido líderes políticos y ambientalistas, como Al Gore, pero ya era historia…

Paul: Todos los grandes cambios en Estados Unidos, sea por la Seguridad Social, el Día del Trabajo, los derechos a votar de los negros o de las mujeres son respuestas a movimientos sociales. No han llegado porque los políticos tengan una postura moral al respecto, sino porque el apoyo público va creciendo. Ese apoyo es activo sólo unos momentos, pero a la larga esos momentos son fundamentales para ganar a la mayoría, lo que llamamos el apoyo pasivo. Cuando ese apoyo pasivo es importante, se convierte lo imposible en lo posible. Los movimientos son efectivos. Cuanto más protestemos y más sacrifiquemos, mejor. Y si funcionan es porque ganan una masa crítica de gente, aunque tarde tiempo en lograrse. Por ello, a la larga los altibajos políticos son menos importantes que el apoyo público. Nosotros estamos ganando en el tema del cambio climático y en muchos asuntos progresistas. La cuestión es: ¿vamos a tener tiempo de generar esa masa crítica como para salvarnos de una muerte inevitable si no cambiamos?

Mark: Si estudias la Historia, se tiene esperanza. Mucha gente va a una manifestación y piensa que con eso ya basta. Si no tiene el resultado deseado, deja de creer en ello. Al ver la Historia se reconocen los principios de la protesta de masas y se genera menos pesimismo, porque se comprueba que hay ciclos, altibajos que escalan con el tiempo y se aprende a manejar esos altibajos. Por ello es importante estudiar estos movimientos, nos permite ser más objetivos y no decepcionarnos por que no funcione una protesta.

Paul, hablabas de masa crítica, ¿qué volumen debe tener esa masa crítica social para crear esa base pasiva, pero consolidada, que genere un cambio?

Paul: Hay un teórico de derechas que dice que hay que aislar a la oposición para activar tu base social. Una investigadora americana ha recogido todos los movimientos sociales en los últimos 80 años en una base de datos y los ha analizado para ver cuáles son efectivos, qué tácticas utilizan… Tras recabar toda esa información ha detectado que, en regímenes autoritarios, la mayoría de los movimientos sociales ganan después de llegar al 3,5% de apoyo social sostenido y activo. Pero el movimiento de derechos civiles en Estados Unidos no tenía ni eso y ganó, así que es algo arbitrario, aunque es una orientación.

Mark:  Si movilizas en Estados Unidos a ese 3,5% estamos hablando de 12 millones de habitantes. Y si los mantienes, es probable que ganes.

¿Y qué pasa con el riesgo de polarización?

Mark: Momentum son los factores de la polarización: cómo de un apoyo activo surgen acciones que polarizan al público. Esa polarización puede ser positiva o negativa. Si estás polarizando al 75% de la gente hacia tus posturas, es constructiva, vas a ganar masa crítica, pero si movilizas a ese 75% contra ti es un regalo para la oposición, y esto es algo que pasa tanto en la izquierda como en la derecha. En los años 80, con el tema de las clínicas de aborto, la derecha en mi país hizo un regalo a la oposición, porque polarizaron a la sociedad sobre el derecho a tener derechos de reproducción.

Vosotros promovéis las movilizaciones no violentas, pero ¿cómo saber dónde está el límite en países con leyes muy restrictivas?

Mark: ¡Qué me vas a contar! He estado en la cárcel al menos ocho veces en mi país, no sé si detenido o encarcelado, y he hecho huelgas de hambre, marchas largas… Nosotros hablamos de no violencia estratégica, no hablamos de lo que es moralmente violento o no, sino de lo que el público percibe porque los límites dependen de cada país. En Perú o Bolivia hay un concepto diferente de los límites de la violencia. Pero sabemos que se obtiene una polarización negativa con el uso de tácticas violentas. El público no responde igual si percibe actos violentos, no te defiende. La no violencia es nuestro mejor escudo de protección. Si eres violento y hay represión policial contra ti, a la gente no le importa tanto. Además, se cambia la percepción del problema.

¿Qué tipo de movimientos os reclaman formación?

Mark: Hemos formado a miles de personas. Cuando creamos Momentum teníamos grupos como judíos jóvenes contra la ocupación en Palestina, activistas del cambio climático, de los derechos de inmigrantes, contra el sistema penal o del Black Lives Matter, es decir, el racismo institucionalizado, pero ahora son de todo tipo, desde derechos sanitarios al activismo sindicalista o los estudiantes. Todos de izquierdas. No queremos formar a nadie que no sea de centro o de izquierdas, aunque sabemos que los de derechas nos citan y conocen el manual. Estratégicamente tiene sentido, yo también leo sobre ellos y puedo aprender.

¿Algún otro proyecto entre manos?

Mark: Tenemos una beca para investigar cómo los movimientos sociales interactúan con los partidos políticos desde dentro hacia fuera. Tiene que haber una estrategia concreta para que un movimiento social pueda afectar a una campaña política. En España ha habido una relación interesante entre los movimientos y los partidos como Podemos. En Estados Unidos es más difícil, porque no tenemos un sistema multipartidista. Pero son cosas que queremos aprender del ejemplo español, de Uruguay, de otros lugares. Eso se nos da bien: reunir ejemplos de otros países, sistematizarlos y darlos a conocer al público para que lo utilicen para facilitar el cambio.

¿Y el factor cultural?

Paul: Influye, claro; es una de las razones por las que no hay una fórmula mágica. Cuando en países como Egipto o Irán se analizan los movimientos de resistencia social se presentan como acciones de personas de fuera que llegan a invadir el país, algo ajeno. Y es justo lo contrario. Por ello es tan importante que la gente cree un movimiento adecuado para su cultura, que responda a su contexto nacional. No puedes proponer una revolución no violenta desde fuera por una causa. Lo que sí hay es una ciencia que aprender para movilizarse. Es una ciencia que puedes aprenderla en un país y enseñarla en otro.

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