María José Hasta: “¿Cómo resistir? Desde la fantasía”

La escritora María José Hasta.

Fotógrafa y profesora de dibujo, María José Hasta (Huesca, 1989) nos presenta su primer libro, ‘Se te oscurece el pelo’ (Caballo de Troya), una original selección de cuentos que mezclan realismo y ensoñación y todas esas incertidumbres que nos acompañan según vamos cumpliendo años. “Tengamos en cuenta que sufrimos constantemente violencias a las que, estoy convencida, no les hemos puesto todavía ni nombre. La liberación y la expiación es algo que merecemos por encima de todo. Incluso si, pongamos por caso, no podemos levantarnos de la cama”.  

El título del libro es toda una declaración de intenciones, una valiente y dolorosa metáfora que dibuja un sendero seguro en el que tienen cabida todas las incertidumbres que nos golpean mientras nos vamos haciendo adultos. Se te oscurece el pelo engloba una riquísima miscelánea emocional y social. Es un libro ajeno a lo vulgar, pese a todas las figuras y todas las estafas cotidianas que alberga entre sus páginas. ¿Cómo se pelea contra la inercia de una vida normal hasta convertirla en un artefacto narrativo tan sincronizado con tantos objetivos al mismo tiempo como el que has construido en esta colección de cuentos?

Los personajes de este libro, a pesar de las presiones, los sinsabores y el desánimo, tienen la suficiente fortaleza interior como para intentar guardar para sí mismos algo puro en la reacción ante los obstáculos. Es decir, sólo en apariencia son imperturbables. Desde ahí es desde donde piensan e interpretan lo que les pasa. Pelean desde dentro hilando esos monólogos que son personajes pasivos. ¿Cómo lo hacen? Resisten desde la fantasía.

A medida que se avanza en la lectura es muy emocionante darse cuenta del riesgo que has tomado. Cómo la elección de los asuntos que tratas los dota de transcendencia. Se percibe cómo palabra a palabra se va premeditando su excelencia. ¿Fue esta una decisión meditada a priori o te diste cuenta mientras escribías que necesitabas ese acertado goteo de diálogos que vas intercalando entre tus personajes y la aséptica perspectiva del narrador?

Ocurrió sin querer. Un día, la narradora omnisciente en tercera persona fue interrumpida por la voz protagonista. Una sola no era suficiente para llegar a algunos de los recovecos de la historia. Además, si existe algo así como la verdad, esta se constituye a partir de puntos de vista múltiples. La voz protagonista se manifestó creyendo que era necesaria su aportación. Y sorprendentemente la voz en tercera persona le volvió a replicar. A partir de entonces colaboraron casi constantemente.

Hay una sutileza prodigiosa en las reflexiones de tus protagonistas, en su necesidad de verificar la catástrofe que suele ser alcanzar la vida adulta sin que sus palabras sean gritos histéricos, gritos manidos, gritos malgastados. Los pequeños detalles hacen muy grandes a tus personajes; a ellos no les importa perder, no van de triunfadores y eso se agradece mucho. Personajes como La Susi de tu cuento ‘María Susana’ son perfectos altavoces para poner de manifiesto temas complicados que incumben una y otra vez a las mujeres. ¿No temiste que la falta de sofisticación en tus protagonistas hiciera de este libro una denuncia sesgada, un espejo parcial?

Creo que cualquiera que escriba es susceptible de tener que gestionar el temor de presentar denuncias o reflejos parciales. Aunque yo no temo mucho eso, porque no sabría decir qué significa “visión imparcial” en este contexto de la escritura de ficción. También creo que la falta de sofisticación no impide encontrarse con lectores muy distintos. Hemos leído personajes cuyas circunstancias son distintas a las nuestras casi todas las veces y, aun así, nos hemos encontrado con ellos. Y con encontrarnos me refiero a que su malestar o sus deseos nos hablan también de los nuestros.

La naturalidad y la locuacidad, rayana en la oralidad, de tus narraciones sumen al lector en una profunda complicidad. Todo lo que lee se convierte dentro de su corazón y de su memoria en una verdad que ya ha visualizado con anterioridad, una verdad que por lo tanto puede corroborar. Tus personajes le pertenecen, le acarician, se compadecen de él, le interpelan. ¿Es tu libro una construcción intuitiva o es más bien un tributo perfectamente pergeñado a todas las generaciones que te precedieron y a las que ahora te acompañan?

Es un tributo que empieza hacia, primero, una misma. Y después, como bien apuntas, a todas las generaciones pasadas y presentes. Somos fruto del sufrimiento, del error y de circunstancias concretas. Eso hay que saberlo y, en la medida de lo posible, acogerlo, dando las gracias porque todo eso nos trae aquí. Y soy consciente de que esto que digo es complicadísimo o cursi. Pero si en la vida no se puede dar el sosiego y la gratitud, al menos en la literatura sí.

Hay mucho riesgo en tus relatos, se alejan de la norma, rozan el estrambote, incluso el absurdo en algunos instantes y, sin embargo, después de leerlos no tardan en ocupar un lugar compacto y sentimental en la memoria de quien lee. El latido de tus personajes y sobre todo de sus pensamientos está hecho de una materia altamente consistente; sus dudas, sus anhelos y sus hallazgos no admiten sobornos cualitativos, son lo que son y no temen las consecuencias de su sencillez. ¿Coincides conmigo en que su éxito reside exactamente en esa ausencia de rebelión que tanto y tan bien les define?

Sí, coincido. Pero matizo que la ausencia de rebelión de mis personajes viene a posibilitar la rebeldía de quienes sufren el peso de la educación, las convenciones y los sistemas, pero están agotados como para tomar acciones. Y también digo que están agotados de momento. No se ha de subestimar hasta dónde se puede llegar una vez te refrendas desde el interior.

Es el tuyo un libro que acoge sueños y decepciones, un relato simpático y despiadado en idéntica proporción. Se nota que conoces a la perfección la colección de mentiras que cobija la educación sentimental de una niña. ‘Se te oscurece el pelo’ parece un ejercicio liviano, pero la profundidad de las reflexiones que revela es la sombra de un látigo que siempre encuentra la piel. Tu narración deja marcas y resucita aquellas que se creían muertas. ¿En qué momento supiste que debías asumir esa doble consecuencia para alcanzar la eficacia que alcanzan tus relatos?

Lo supe siempre, que se puede llegar a las profundidades con liviandad. El dibujante Saul Steinberg decía algo así como que la risa es algo muy serio. Pues yo pienso lo mismo de la ligereza. Porque cuidado: una salpicadura de agua te puede despertar de la siesta.

¿Fue fácil escoger el orden de los relatos o fue el azar quien obró el milagro mientras escribías?

No lo fue; nos llevó mucho trabajo. En un primer momento separamos aquellos cuentos que estaban claramente asociados a la infancia, juventud o madurez. Y casi por empezar del algún modo –teníamos unos 30 cuentos en el primer borrador– los pusimos en orden cronológico. Después Sabina Urraca, mi editora, introdujo hábilmente lo que serían las “interrupciones”, cuentos que salen de esa cronología y hacen que el libro sea más poroso e imprevisible. Los cuentos se pueden leer por separado, aguantan bien la lectura desordenada. No obstante, nuestras decisiones en cuanto al orden fueron encaminadas hacia un incremento de la complejidad y la acumulación, para finalmente dejarlo todo flotando. Así que el orden importa.

Pese a la franja de edad a la que pertenecen tus protagonistas no hay inocencia en sus voces, sino una batalla dialéctica contra el abuso, contra lo establecido, y reflexiones como esta: “Cuando me movía, se oía muy leve, sólo para mí, el crujido del velcro” en tu cuento ‘Los duendes de la montaña’, lo pone de manifiesto. Tus personajes poseen la clarividencia de quien no teme ser imperfecto. ¿Tuviste claro desde el primer relato que no ibas a echar un pulso contra el sistema, sino a derramar un liberador camino de expiación para quien ahondase en ellos?

Sí. Pretendo que mi humilde aporte se escore hacia ahí. Creo que ese pulso al sistema tiene muchos significados y formas en nuestras vidas. No todo el mundo puede dar ese paso al frente al que creo que te refieres. Tengamos en cuenta que sufrimos constantemente violencias a las que, estoy convencida, no les hemos puesto todavía ni nombre. La liberación y la expiación es algo que merecemos por encima de todo. Incluso si, pongamos por caso, no podemos levantarnos de la cama.

Es tu primer libro, pero en él todo esta bendecido por la inteligencia. No había posibilidad alguna de error si querías que estos cuentos frescos y audaces funcionasen con la naturalidad con que lo hacen. Como te he comentado al principio de la entrevista, hay mucha oralidad en la narración, pero una oralidad teledirigida a tu gusto, como si fuese una impostura con mucho trabajo detrás de ella. Tanto que queda difuminada hasta rodear de un halo denso tus historias. ¿No temiste que no se entendiera ese trabajo tan técnico y pormenorizado que tanto bien le ha hecho a tu libro?

No tuve miedo. Estaba disfrutando de lo que sucedía mientras escribía, estaba feliz. Muchas otras veces en el pasado no se ha entendido mi trabajo y el verdadero problema era que tal vez tampoco lo entendía yo. Hoy sé lo que estoy haciendo una vez leo y edito lo que tengo. Comprendo mi voz literaria y más o menos hacia dónde iré en los siguientes textos. No tengo que temer a que no me entiendan. Correría el peligro de intentar complacer, y eso es aburrido y peligroso para los libros.

Imagino que eres plenamente consciente de que son los detalles los protagonistas absolutos de este libro, ese velcro que mencionaba más arriba desperezando su voz solo para la protagonista, esos diálogos que sobredimensionan lo coloquial en la vida de cada personaje. ¿Cómo se consigue escribir un libro hilvanado tantos y tantos detalles y que después estos resuenen como un todo tan firme y compacto?

Son detalles que han resistido la prueba del tiempo. Cosas vistas, escuchadas o confusiones. Yo no contaba con notas previas, diarios o apuntes para escribir el libro, porque no me había planteado ser escritora y no tenía costumbre de anotar nada. Cuando vi que sí estaba escribiendo, que necesitaba detalles, recurrí a todo aquello que había archivado en la memoria durante años. Por eso supongo que son imágenes compactas y que permanecen, porque ya llevaban mucho tiempo en alguna parte.

Otro de los logros de tu libro es la brutal composición poética de la narración, tu manera de enriquecer la sencillez sin interrumpirla, sin maniatar su naturaleza. Frases como esta: “Tenían trece años y ya gesticulaban a la perfección todo su desencanto” dan fe de lo que digo. ¿Hubo afán poético en esos rasgos tan controvertidos del discurso de tus protagonistas? ¿Eres consciente del impacto estético que supone en cualquier texto la presencia  una buena imagen asociada al fracaso?

No sé muy bien qué es el afán poético, así que descartaremos por el momento si lo hubo. Esa frase, con esas palabras exactamente y ni una más, dice de la mejor manera posible lo que esos gestos descubren. Creí que era la mejor manera de presentar a esos adolescentes con la mayor dignidad.

Pese a la forma pausada de narrar que usas en casi todos los cuentos de ‘Se te oscurece el pelo’, pese al discurso limpio y contradictoriamente liviano de tus protagonistas, la violencia choca contra todos los renglones del libro. Hay muchas confesiones que parece que no quisieras que dejasen de ser secretos. No debe ser fácil contar tanto y al mismo tiempo dejar sellado cada capítulo como habitaciones estancas a las que no temerá volver quien se reconozca en su herida, ¿verdad?

Sí, a veces me sentía cansada tras terminar un cuento. Luego volvía a empezar otro, y volverme a cansar por todo lo que decía… Pero no es tan difícil. Como tú dices, se cierra la habitación y ya se entrará otro día. Además, mis personajes me ayudan, se engañan a sí mismos. Se contentan pidiendo al lector que lo que han dicho no se lo cuente a nadie. Creen que todo ha terminado ahí y se quedan tranquilos. Yo también.

Una de las cosas que más me ha gustado de tu libro es esa licencia que te tomas al citarte al comienzo del cuento ‘Cultura visual’, porque denota que este es un libro serio desde lo emocional y un libro de auto reconocimiento, pero no un ejercicio de auto ficción. ¿Fue fácil emanciparse de esa corriente que ahora satura las mesas de novedades?

Todavía no tengo claro qué es o qué no es auto ficción. Tampoco sé cuántos libros he leído que se reconozcan dentro de esa corriente. Lo que no es nada fácil es escribir un libro, en general. Hay muchísimos y buenos. A menudo me pregunto: ¿por qué he de escribir yo otro, con lo que cuesta? Pero lo he escrito y ahora le tocará emanciparse a él solo.

Originalísima es la manera en que tratas el tema de la precariedad y de las trampas que esta construye para la salvación de quien la sufre. ¿No temiste  las consecuencias que podría tener salirse de la grisura que marca la norma a la hora de tratar este incómodo tema?

Salir de la grisura es necesario, divertido y, en contra de lo que nos hagan creer, más cómodo que quedarse en ella. Las consecuencias no son tan graves, ¿qué puede pasar? Que no te entiendan, que no hagas gracia, que no te llamen por teléfono, etc… No es tanto problema. Y el tema de la precariedad y las trampas del sistema es incómodo, pero sobre todo yo lo encuentro triste. A la tristeza yo me la pongo de frente y escribo.

Aunque en tus relatos prima el realismo es muy evidente que están también auspiciados por una intensa pátina de ensoñación. Un detalle que entronca tu universo literario directamente con el de la literatura oriental y que hace de él un bello arrebato onírico que seduce y subyuga al lector. ¿Es premeditada esa coexistencia?

Esa coexistencia es inevitable para mí. La pátina de ensoñación hace que se revelen los acontecimientos y conductas más sinceras de la especie humana. Es decir, a través de sus ensoñaciones me parece que llego a lo verdadero y puro de los personajes. Creo que los sueños, observados sin juzgar, me ayudan a escribir buenas historias.

Para terminar me gustaría darte la enhorabuena por la madurez de tus historias, por tu bien gestionada erudición, por ese broche de oro que supone para ‘Se te oscurece el pelo’ la frase de Rousseau que aparece en la antepenúltima página y que le da un sentido total a la naturaleza del libro, a esa llaneza que paradójicamente hace de él un territorio emocional inmejorable: “Tú sabes que Rousseau decía que la mejor escuela es la sombra de un árbol”. Gracias por un libro tan bien gestionado, tan cercano, tan lógico.

Gracias a ti por haber leído el libro con tantísimo cuidado. Has dado vueltas a cuestiones que yo considero importantes y que no habían salido a la luz en ninguna entrevista hasta el momento.

Deja tu comentario

¿Qué hacemos con tus datos?

En elasombrario.com le pedimos su nombre y correo electrónico (no publicamos el correo electrónico) para identificarlo entre el resto de las personas que comentan en el blog.

No hay comentarios

Te pedimos tu nombre y email para poder enviarte nuestro newsletter o boletín de noticias y novedades de manera personalizada.

Solo usamos tu email para enviarte el newsletter y lo hacemos mediante MailChimp.