Marta Robles relata el infierno y extrema crueldad de la trata de mujeres

La escritora y periodista Marta Robles.

La escritora y periodista Marta Robles.

‘La chica a la que no supiste amar’, la nueva novela de Marta Robles, es una historia durísima que te revuelve las tripas, te empuja con saña contra la cuerdas, te noquea. Y algunas de las frases que pronuncia el protagonista, el detective Tony Roures, te roban la respiración: “Cuando ya no sientes el dolor de otro, eres un monstruo”. Marta Robles nos mete sin piedad en el infierno de la prostitución y la crueldad de la trata de mujeres.

Hay una profundidad que solo saben pronunciar aquellos que no le temen a perder su lugar en el Reino de los cielos. Aquellos que en una sola frase –“Amigo… Una vida monótona no justifica comprar a nadie”– son capaces de convertir en convidados de piedra a esos demonios que dentro de su casa se convierten en hombres inofensivos, en condecorados padres de familia, en ejemplares apóstoles de una sociedad que consiente que la ciudades se conviertan en agujeros negros en los que demasiadas mujeres pierden la salud, la vida, la dignidad y la posibilidad de que el porvenir reconozca su carne sin que acabe atufado con su olor a cadáver.

Sin duda uno de esos hombres es Roures, el detective melómano, perspicaz y resiliente que ha creado Marta Robles. Roures es una araña de mandíbulas flexibles que tarde o temprano hará que su presa o presas caigan sobre la delgada y sedosa línea capaz de aplastar su execrable existencia. En La chica a la que no supiste amar ya no es solo ese tipo curtido en varias guerras, el tipo que toma café cada mañana con la memoria herida por el pasado, no. Ahora, es un tipo indestructible, cínico y voraz, es la gacela Thomson que se queda quieta frente al león fingiendo que no puede ser devorada. Roures se ha hecho fuerte; ahora es un tipo con una reputación envuelta entre algodones. Sin embargo, cualquier privilegio puede estar rodeado de mentiras y eso es lo que le ocurrirá al protagonista de esta historia.

La chica a la que no supiste amar es una historia durísima, te revuelve las tripas, te empuja con saña contra la cuerdas, te noquea, es ese púgil capaz de matar sin pudor a su oponente. Es un mapa en el que los demonios pasean sobre las calles como si pensasen que son dioses. Y algunas de las frases que pronuncia Roures son como esos lagos helados, robustos e inacabables que le roban la respiración al agua mientras llega el verano:

“Cuando ya no sientes el dolor de otro, eres un monstruo”.

Roures ha venido a por todas en esta novela en la que sigue el rastro envenenado que un amigo construye para él. Pero es que Roures ha perdido a demasiados amigos como para que la suspicacia lo aparte de los que le quedan. Por eso y porque los muertos a los que una vez vimos vivir nos convierten casi siempre en marionetas. Así será como se tope con Blessing, la prostituta que quiso darle sentido a la palabra futuro y que acabó mutilada y asesinada porque el amor que se le ofrece a las prostitutas acaba sellado tarde o temprano con una bala que nunca tiene dueño, y así será también como caiga en una trampa tan vasta como oscura.

La chica a la que no supiste amar es una escalera de caracol, un laberinto en el que se esconden palabras y actos que hielan la sangre. Marta Robles no le teme a la barbarie emocional que ha hecho discurrir con paso firme por las páginas de su novela. Y es sobre todo un paseo demoledor por esa sombra que se escapa de todas las manos, sobre todo de las del poder que es la trata de mujeres. Nunca es fácil asumir que la amistad es a veces un truco que acaba oliendo a podrido.

La chica a la que no supiste amar se parece paradójicamente a ese juego infantil en el que cada vez que se para la música uno de los jugadores pierde su sitio. Porque poco a poco, entre recuerdos y canciones roncas que descansan sobre sinfín de discos de vinilo, irá Roures tumbando enemigos.

Leer esta novela no es fácil, porque el estómago se convierte en un saltimbanqui despiadado que nos remueve todo aquello que gracias a la pericia narrativa de la autora vamos engullendo sin descanso. Sin embargo, es una novela que hay que leer, que hay que encarar, que hay que sentir con esa emoción con que se siente un verso de Rimbaud cuando tienes 17 años. Marta Robles nos ha entregado una historia en la que los subtítulos que lleva implícito el abuso nos dejarán marcados para siempre. Hay mujeres que son mercancía desde el mismo instante en que salen del útero materno y eso es lo que cuenta esta terrible odisea en la que se ve embarcado Roures, ese Ulises de ardiente libido que ha de seguir viaje aunque sepa que Penélope ha perdido su nombre sobre la aséptica carne de una lápida de mármol.

No dejen de leer La chica a la que no supiste amar porque salvaguardar la memoria de tantas mujeres asesinadas por puro placer debería ser el único oficio al que pudiéramos acceder si no somos capaces de acabar con un infierno que nada tiene que ver con el de Dante o el de la Biblia. Léanla porque Marta Robles nos abre la puerta a una realidad que es manejada por hombres en apariencia intachables que alimentan la megalomanía de demasiados diablos.

‘La chica a la que no supiste amar’. Marta Robles. Espasa. 332 páginas.

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