Maruja Torres y Mónica G. Prieto: periodismo de guerra hecho teatro

Las actrices Amparo Pamplona (izquierda), en el papel de Maruja Torres, e Isabel Serrano como Mónica García Prieto. Foto: R. M. Tristán

Teatro del Barrio, en Madrid, traslada al escenario el drama de los conflictos armados a través del relato de las experiencias profesionales y personales de las reporteras Maruja Torres y Mónica G. Prieto. ‘Contarlo para no olvidar’, un diálogo intenso entre dos mujeres que reflexionan para todos sobre el papel de la información y las víctimas del olvido. Hasta el 24 de octubre.

En escena dos reporteras de guerra. Una lleva en su maleta un buen puñado de conflictos de las últimas décadas del siglo XX; la otra arrastra el pesado fardo de los vividos, para contarlos, desde finales de los 90 hasta nuestros días. “La guerra huele a dolor”, dice una. “Es la historia en primera fila”, responde la otra… Son frases escuchadas en Contarlo para no olvidar, la obra dirigida por Miguel Rellán que acaba de estrenarse en el Teatro del Barrio, ahora en una versión con las actrices Amparo Pamplona, en el papel de Maruja Torres, e Isabel Serrano como Mónica García Prieto.

La obra está basada en el libro del mismo nombre que en 2017 publicó Revista 5W en su colección Voces. Era el resumen de la larga conversación que ambas reporteras habían mantenido en un lejano hotel de Tailandia durante 80 horas. “Leí el libro y pensé que había que traerlo a escena para trasladar a más público la brutalidad y las contradicciones que suponen las guerras y también como homenaje a ambas. También porque se reflexiona sobre el periodismo, lo que fue y lo que es ahora”, señala Rellán. “Al hilo de este texto, me surgieron muchas preguntas, como quién decide lo que se publica, si hay que dar al público sólo lo que quiere o cómo es el trabajo de las mujeres en un territorio de hombres, desde la experiencia de estas dos grandes periodistas”, añade. “Muchas cosas se han quedado fuera, pero he tratado de que esté lo fundamental”.

A lo largo de la hora y 20 minutos de conversación, en un austero escenario donde unas maletas nos hablan del ir y venir constante de las corresponsales de guerra, tanto Maruja Torres como Mónica G. Prieto hacen un repaso de sus vidas, de los anhelos con los que iniciaron sus carreras, también de las frustraciones que se acarrean cuando ese trabajo no es valorado en su justa medida, cuando hay que enfrentarse al machismo en las redacciones y cuando, a pesar de poner la vida en riesgo, se sienten impotentes ante la injusticia del resto del mundo con víctimas que para ellas tienen rostros, nombres, miradas.

“Interpretar a Maruja a través de este texto me ha enriquecido como persona”, asegura Amparo Pamplona, una actriz de las que llevan haciendo buen teatro toda la vida. “En el caso de Mónica, admiro su trayectoria, una mujer sola, en el mundo árabe, con dos hijos; y también su organización mental para gestionar la parte emocional y poder seguir mostrando al mundo lo que pasa”, apunta Isabel Serrano.

Algo se siente de esa adrenalina que genera estar en primera línea que en no pocos casos lleva, como decía Manu Leguineche y recuerda Maruja Torres, a ser miembros de la tribu de “las tres d: dipsómanos, depresivos y divorciados”, pero que les hacen sentirse “los ojos del lector” desde el terreno, aunque ello les enfrentó con los medios de comunicación en los que trabajaban. Hoy, acusan, los medios funcionan “a golpe de clickbait”, un modelo de información en el que los corresponsales de guerra de las redacciones son profesiones en peligro de extinción o freelance que se ponen en situaciones límite por 50 euros la pieza. Todos perdemos en calidad de lo que hoy está pasando en lugares como Afganistán, Yemen o Palestina… ¿O no interesa?

Las actrices Amparo Pamplona (derecha), en el papel de Maruja Torres, e Isabel Serrano como Mónica García Prieto, junto al director de la obra, Miguel Rellán.

De estos lugares y otros muchos nos relatan sus impactantes experiencias con la violencia más atroz, con las mujeres y los niños y niñas que la sufren, con esa angustia que paraliza hasta el punto de no poder escribir… Y también comentan sobre la censura con algunos temas –como los temas de negros– porque “no venden” y nos acercan a una mirada fundamentalmente femenina –aunque no exclusiva– que les lleva a fijarse en los pequeños detalles, en lo humano y familiar por encima de las bombas y los francotiradores.

“No es el típico proceso teatral en el que hay un protagonista y un antagonista. No hay conflicto, porque las dos están de acuerdo en el diagnóstico y eso es un reto, pero se trata de que los espectadores conozcan lo que pasa en los medios, en las empresas… Si en cada sesión salen dos con la mirada cambiada, ya me doy por satisfecho”, afirma Rellán.

Con Contarlo para no olvidar (de jueves a domingo), el icónico teatro de Lavapiés refuerza y visibiliza su intención de ser también una sala de repertorio con producciones propias, en esta temporada con tres nuevas: por un lado, contribuyendo a la sostenibilidad de los proyectos artísticos de las creadoras, produciendo piezas como Los que hablan o Feminismo para torpes, ya estrenadas y en gira por España, pero también con otras dos nuevas producciones que se suman a la de Rellán: la siguiente será la obra Cómo hemos llegado hasta aquí, a partir del 10 de noviembre. Se trata de un viaje, entre el cuento de hadas, el humor absurdo, el panfleto político y el análisis social, en el que el héroe es una bollera de Plasencia obsesionada con su madre, que ha cumplido 40 y está sumida en la precariedad.

La última producción de estreno será el Homenaje a Billy El Niño (en enero de 2022), dirigido por Eva Redondo, donde se nos mostrarán las huellas de nuestro pasado histórico a través de los hombres y mujeres que fueron torturadas por el policía Antonio González Pacheco en 1977. Recordemos que después fue condecorado…

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