Mary Oliver y Molly Malone, una historia de amor de cuatro décadas

La fotógrafa Molly Malone Cook y la escritora Mary Oliver.

Nunca lo breve fue tan extenso. Nunca antes de ‘Nuestro mundo’, la delicada y veraz semblanza que la gran poeta americana Mary Oliver (1935-2019) hace de su convivencia de más de cuatro décadas con la fotógrafa Molly Malone Cook (1925-2005), y que ella  renombra con su innata espontaneidad: “Fue una conversación de cuarenta años”. Una historia de amor construida a través de gestos sinceros y versos limpios. A través de la sencillez y la cotidianidad. El amor no tiene límites, pero tiene aún menos límites el respeto por quien se ama, ese sendero sin pasos falsos que tan pocos seres humanos encuentran.

Escrita con esa locura inducida por la belleza absoluta que posee quien sabe mirar, Mary Oliver construye un preciosista testamento bilateral en el que cada movimiento, cada sentimiento, cada emoción y cada discrepancia, jamás desavenencia, componen un mosaico de generosa individualidad.

Con una prosa pausada, reivindicadora de lo mínimo, esa cualidad intrínseca en el idioma literario de Mary Oliver, la narradora de estas memorias bicéfalas, consigue revelar la intimidad compartida, pero jamás pone en evidencia lo privado.

Mary Oliver revela una realidad de ensueño, pero no desde la idealización, sino desde una realidad tan brillante y transparente como ese arroyo recién nacido que no puede ocultarle sus riquísimas entrañas al paseante:

“M. era estilo, era una soledad antigua que nada lograba quitarle. En ocasiones vivía dentro de una caja negra de recuerdos sin respuesta de la que tarde o temprano salía con ganas de jolgorio, y luchadora, y valiente”.

“Por esa época vivió una historia de amor que la marcó en lo más profundo. Un suceso así tiene y merece su privacidad”.

Nuestro mundo es un ejercicio de generosidad incuestionable en el que Oliver pone de manifiesto la gran profesional que fue su compañera. Una fotógrafa transgresora sin que para llegar a ese término sus fotos debieran mostrar imágenes alejadas de lo cotidiano, de lo intelectual, de lo natural, de lo llano. En el fondo y a pesar de sus ácidas confesiones, su cabeza está poblada por todo aquello que converge desde y hacia la naturalidad. Malone busca en sus fotografías algo memorable, la verdad de cada ser humano, la humanidad desde todas las esferas sociales (espléndidas son a este respecto la imágenes de Eleanor Roosevelt que incluye este valiente catálogo de vida) y la pega sobre la carne de la Historia para que no quede reflejada como un capricho o un espejismo. Un don que se percibe de manera idéntica en los poemas de Oliver, en el día a día de Oliver. Ellas en su diálogo emocional nos enseñan la importancia de lo diario, el tuétano que casi todos olvidamos en post de la notoriedad:

“M. hacía fotografías, yo escribía poemas en la mesa de la cocina, y éramos jóvenes”.

Oliver está habitada por las reflexiones más profundas, profundidad que siempre trueca en la más delicada sencillez. Cuenta las cosas como si no fuese la valiosa mujer y la valiosa poeta que es. Su realismo sentimental es un regalo en cada una de las páginas de este libro. No hay nada irrelevante en este conciso texto, ni siquiera lo hay en los monumentales silencios que guarda en cada frase, y eso hace que la pequeña estancia que alberga Nuestro mundo se llene de luz cada vez que ella recuerda, cada vez que a través de la memoria se construye:

“Cada vez que llego a casa –cada vez–

alguien allí me ama”.

La grandeza de Mary Oliver reside en su inagotable querencia por la naturalidad, en su defensa de la palabra escogida, en su necesidad de ponerla al abrigo de una lógica emocional indestructible. Por eso Nuestro mundo es el libro extraordinario que es. Un libro profundo y cuidado que conjuga la palabra de Oliver con la mirada de su compañera de vida. Un relato que, como decía al principio, cuenta con profusión y orgullo lo íntimo, pero jamás lo privado. Una historia de amor construida a través de gestos sinceros y versos limpios:

“A través de los años ha llegado a casa prácticamente de todo: conchas, plumas, un pato herido en una ocasión, una gaviota herida en dos, flores en todo momento. La urgencia de las comidas sencillamente añadía un nuevo surtido de aventuras a mis deambulaciones. Tanto en el litoral como en los bosques empecé a reconocer aquello que en realidad era alimento. Descubrí que en todas partes la tierra está repleta de interés creatividad y generosidad”.

“Recuerdo que una tarde preparé arroz; ‘arroz con pollo y almendras’, le anuncié a M. a la vez que dejaba el cuenco encima de la mesa, ‘lo que pasa es que las almendras son imaginarias y el pollo se ha escapado”. 

Mary Oliver es la poeta que solo tiene ojos para lo importante y oídos para captar ese eco impagable que exhala lo sencillo, un férreo binomio que también pone de manifiesto  en este libro de memorias. Mary Oliver es la poeta que recala con maestría en esos asuntos que alimentan la razón y el alma de quien los experimenta. Sus palabras son precisas excursiones a través de su grandeza, pero por fortuna no están escritas con ese afán, sino con el ritmo suave de quien sabe vivir con libertad y honestidad.  Y es la importancia de esa intuición y su poderosa ambición estética, en el ámbito propio y ajeno, la que nos permite poder palpar la rutina de estas dos mujeres sin que resulte previsible o aburrida:

“La cosas empezaron a cambiar a partir de entonces. Y no despreciábamos las visitas a restaurantes, las comidas exquisitas, refinadas, copiosas. Pero tampoco olvidábamos los placeres de nuestra sencillez, nuestros presuntos ‘años difíciles’, cuando el trabajo era juego, y el juego contaminaba de un modo tan concienzudo nuestro trabajo. No olvidábamos el pan, la jalea, la myrica, a la gaviota de heridas irreversibles en alas y patas que pasó sus últimos dos meses de vida con nosotras, chapoteando en la bañera cada mañana, acicalándose al sol, pidiendo que la girásemos para poder ver el atardecer para luego girarse de nuevo y contemplar con nosotras el fuego nocturno”.

Oliver y Malone son dos acérrimas vividoras, dos monstruos sagrados y vivenciales.

Las palabras de Malone que comparte Mary Oliver recalan con fruición en el más brillante cinismo:

“La gente viaje para no llorar en un sitio fijo”.

“Mary ha echado a correr por la calle en busca de una pareja de cisnes. Le deseo mucha suerte, lleva un par de días pensando en cisnes y mira tú por donde, como se suele decir, alguien le dijo esta mañana que efectivamente había una pareja en la bahía. Ojalá tuviera yo la suerte que tiene ella pidiendo deseos”. 

Un cinismo que se acopla a las mil maravillas con la inocente inclinación de Oliver por el naturalismo.

“Mary acaba de volver con flores amarillas y con Luke empapado porque ha estado nadando en los estanques. Siempre le pregunto cómo ha ido. ¿Qué significa eso, qué espero oír? Algo bueno, imagino. Pido noticias de seres humanos. Mary vuelve a casa con noticias de zorros, noticias de aves y de sus tiernos amigos los gansos Merlin y Dreamer. Esas son las noticias de Mary”. 

“Qué regalo es leer sobre su deseo, ella que nunca manifestaba impaciencia ante mis informes sobre el mundo natural, la felicidad azul y verde que allí hallaba. Así de fuerte era nuestro amor”

Nuestro mundo es un libro único y extraordinario, ya lo verán cuando lleguen a la página 108 y se topen con una de las imágenes más bellas, inclusivas y justas salidas del objetivo de una cámara de fotos. El más hermoso homenaje que Malone pudo hacerle a la mujer que amaba. Las fotos de Malone muestran heridas de distinta índole, pero nunca son anfitrionas del dolor, sino del futuro y del deseo de imaginarlo distinto y respetuoso con quien lo habitará.

O cuando lleguen a la página 113 y Mary Oliver haya escrito frases como estas:

“A menudo se ha comentado, a propósito de mis escritos, que pongo mucho énfasis en la noción de atención. La atención sin sentimiento, empecé a entender, no es más que información”.

O cuando se encuentren frente a frente con la minuciosidad usada por Oliver para contar la vida más sencilla.

Nuestro mundo es libro arriesgado que nace de la frescura y del ímpetu de quien no le teme ni a la verdad ni al anhelo. La felicidad es demasiado a menudo un deseo infranqueable que nos hace perder pie, pero en este libro Mary Oliver y Molly Malone ofrecen muchas claves para sellar ese abismo que nos nombra con la misma malicia con que un profesor nombra a un alumno que sabe de antemano que está ausente.

Decía la gran María Zambrano: “El corazón es centro, porque es lo único de nuestro ser que da sonido”. Y a esa reflexión se aferra el alma de este libro tan franco y tan extenso, pese a su delgadez corporal. El amor no tiene límites, pero tiene aún menos límites el respeto por quien se ama, ese sendero sin pasos falsos que tan pocos seres humanos encuentran. Por mucho que lo digan los diccionarios, no siempre las epopeyas toman cuerpo desde lo sobrenatural o lo maravilloso, hay veces como en este caso que la epopeya surge desde el extremo opuesto.

No dejen de leer este libro porque la gran literatura se alimenta y se alienta desde lo mínimo, y en eso Mary Oliver no tiene rival.

‘Nuestro mundo’. Mary Oliver & Molly Malone Cook. Ediciones Comisura. Traducción de Regina López Muñoz. 129 páginas.

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