Mediterráneo, el mar que más rápido se calienta del mundo

Corales en el Mediterráneo. Foto: Lorenzo Merotto.

POR RAMÓN ARMERO PARTO Y ÓSCAR ESPARZA / WWF 

En estos precisos momentos se está librando una batalla feroz en la costa mediterránea para ver quién atrae a más turistas tras un año muy duro de pandemia. Los gobiernos de todos los países de la región no escatiman esfuerzos a la hora de demostrar que sus destinos son seguros ante la incertidumbre a la hora de viajar que ha dominado el sector durante todo este tiempo. Sin embargo, no hay tantos gobiernos que se tomen en serio una amenaza que avanza muy deprisa sobre las aguas de este mar: el cambio climático. Según el nuevo informe de WWF, el Mediterráneo es el mar que más rápido se calienta del mundo.

De hecho, el sobrecalentamiento –un 20% más rápido que la media– ya ha provocado impactos en el Mediterráneo que tienen que ver con la ‘tropicalización’ de sus aguas. El cambio climático está produciendo efectos que agudizan la grave presión que ya sufre este mar por la sobrepesca, la contaminación, el comercio marítimo y el desarrollo costero. Pero ¿cuáles son esos impactos y qué medidas podemos aplicar para intentar mitigarlos?

La ‘tropicalización’ del Mediterráneo

La consecuencia directa del sobrecalentamiento del mar es la ‘tropicalización’ de sus aguas. Este proceso implica la migración forzada de especies autóctonas hacia aguas más frías y la aparición de otras invasoras. Las cifras hablan por sí solas. Unas 1.000 especies invasoras han aparecido en el Mediterráneo. Un caso paradigmático sería el de Turquía, donde un estudio reveló que el 98% de los peces herbívoros de sus costas eran peces conejo, una especie invasora. Esta invasión trae consigo, por ejemplo, una reducción del 65% en las grandes algas. Además, especies invasoras, como el pez león, se alimentan mayoritariamente con pequeños peces autóctonos, importantes económica y ecológicamente. No obstante, el incremento de invasoras se debe principalmente a estos canales artificiales, al tráfico marítimo y a las aguas de lastre, ya que el cambio climático hace que las condiciones sean más aptas para que se asienten.

De igual forma, también están entrando otras especies de forma natural desde el Estrecho de Gibraltar, aunque en menor medida. No obstante, si el ecosistema está en equilibrio, su dispersión es menor y está más controlada. Lo que sí cabe resaltar es que la aparición de unas condiciones climáticas favorables para estas especies ha contribuido a que se distribuyan por el Mediterráneo.

Asimismo, otro de los efectos del sobrecalentamiento del agua es el crecimiento exponencial de la población de medusas. Desde 2003 las medusas se han convertido en un problema en el Mediterráneo. Esta explosión de medusas ha pasado de darse de una forma esporádica a otra frecuente. Un ejemplo de esto sería el Golfo de Túnez, donde algunos pescadores están capturando en la actualidad más medusas que peces. Sectores como la acuicultura o el turismo se ven también perjudicados por esta explosión de medusas. Este boom de medusas está relacionado con la gran cantidad de nutrientes en el agua y las altas temperaturas. Esto, unido al hecho de que no hay un control por sus depredadores, debido a la sobrepesca, termina por romper el equilibrio y hace que se produzcan episodios más frecuentes.

Por otro lado, la Posidonia oceánica también se ha visto damnificada. Autóctona del Mediterráneo, esta fanerógama cumple funciones imprescindibles en el ecosistema marino. La Posidonia oceánica lleva a cabo la tarea de oxigenar el agua y es el hábitat para casi un 20% de especies marinas del Mediterráneo. También juega un papel fundamental en la labor contra el cambio climático y el incremento de temporales. No en vano, reduce la fuerza del oleaje y las corrientes marinas, estabilizando el fondo marino y asegurando el sedimento. Además, esta planta acuática es un sumidero de carbono, ya que se nutre de las emisiones de dióxido de carbono de los países mediterráneos. Se calcula que ha almacenado entre un 11% y un 42% del total de emisiones desde la Revolución Industrial. Los anclajes indiscriminados en las zonas de fondeo para barcos recreativos suponen su destrucción parcial, generando cicatrices que tardarán años en sanar. Sin embargo, la Posidonia oceánica parece estar afectada también por el sobrecalentamiento del Mediterráneo. Tanto es así que se cree que su ausencia actual en las aguas más orientales del mar podría deberse al aumento en la temperatura del agua.

Aguas menos limpias y coloridas

Otro de los impactos que destaca el informe de WWF es la destrucción de varias especies de corales. Entre ellos, varias especies de gorgonias, uno de los hábitats más singulares y frágiles del Mediterráneo.

Al igual que ocurre con las gorgonias, la mortalidad masiva de nacras está causada por un parásito, cuya distribución parece estar ligada al aumento de la temperatura del mar y la salinidad. Las nacras son una especie insignia, se trata del bivalvo autóctono más grande del Mediterráneo y uno de los más grandes del mundo. Su papel es clave, ya que contribuyen a la claridad del agua filtrando residuos. Recientemente las nacras se vieron afectadas por una mortalidad masiva. Ocurrió en las costas españolas, causando el 100% de mortalidad en algunas zonas, y se propagó por las costas de Cataluña, Italia, Córcega y Sicilia. La causa de este problema fue un patógeno que se esparció con las corrientes marinas propias del verano. Aun así, está por demostrar si el sobrecalentamiento del agua podría haber favorecido la expansión del patógeno.

Paliar o mitigar los impactos es necesario, pero insuficiente

¿Qué podemos hacer para intentar detener estos procesos? Desde WWF instamos a los líderes mundiales y del Mediterráneo a fortalecer la biodiversidad, cumpliendo con las medidas acordadas en la Convención de la Diversidad Biológica y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26). Además, proponemos una serie de medidas para paliar el impacto del cambio climático y el sobrecalentamiento del Mediterráneo.

En lo referente a la invasión de especies, en el caso concreto de especies comestibles como el pez conejo, los pescadores pueden contribuir, capturándolas e intentando generar demanda. Con las medusas ocurre algo similar: en Túnez, los pescadores empiezan a comercializarlas intentando implantar consumos más propios del continente asiático. En lo que respecta a la Posidonia oceánica, se podría aumentar su protección para salvaguardarla de sus amenazas, prohibiendo las artes de pesca fantasma en todos los hábitats donde pueden causar daño. Asimismo, las áreas marinas protegidas, bien gestionadas, pueden contribuir mucho a reducir el estrés en las poblaciones marinas y a tener ecosistemas saludables.

No obstante, hasta que no se consiga una transición ecológica, descarbonizando la economía, la mejor forma de proteger y conservar los ecosistemas marinos frente al cambio climático es mantener unos ecosistemas saludables y en equilibrio que tengan una mayor capacidad natural para adaptarse a los cambios.

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