El #MeToo de la Ciencia: Queremos más niñas astronautas y mujeres matemáticas

Figuras que LEGO dedicó a las mujeres de la NASA.

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El Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que celebramos hoy, llega en un momento álgido de la lucha feminista. Se trata de un ámbito que no permanece ajeno a la discriminación salarial, la infravaloración de las mujeres, los ‘mansplaining’… El 39% del personal investigador en España son mujeres, ligeramente mejor que en Europa (33%). Queda mucho por hacer. Repasemos qué hay de nuevo bajo el Sol.

Desigualdad salarial, aumento del paro femenino, mansplaining (explicar algo a alguien, generalmente un varón a una mujer, de una manera considerada como condescendiente o paternalista), acoso… no hay ámbito en la vida que se salve de esta realidad -nueva para algunos-. Son muchos los movimientos que se están encargando de que cada vez sea más difícil justificar o mirar para otro lado ante una violencia estructural contra las mujeres, aunque a veces solo nos quedamos con los casos que copan la punta del iceberg. En las capas más profundas de esta montaña de desigualdad está la consideración que hace la sociedad de las capacidades de uno u otro género. Los estereotipos y roles de género aún no están superados y condicionan la vida de millones de personas. Un ejemplo: la ciencia. Cada 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia y que sea necesario que este día exista solo es una muestra de lo que se denuncia desde hace décadas. Hagamos una prueba: ¿Cuántas mujeres científicas conoces? ¿De cuántas te hablaron en el colegio? ¿Cuántas aparecían en tus libros de texto? ¿Cuántas ves por la televisión como expertas?

Si todavía alguien duda después de haber respondido “una” o “ninguna” a las anteriores preguntas, echamos mano de la estadística -otra rama de la ciencia totalmente copada por nombres masculinos, por cierto-. Solo el 39% del personal investigador en España son mujeres, ligeramente mejor que en Europa (33%), cifras que no han mejorado desde 2009. Así de contundente se muestra el informe ‘Científicas en Cifras’. Este estudio destaca la infra-representación de las mujeres en las categorías de mayor rango de la carrera investigadora en las universidades públicas (solo son el 21% del total), mientras que en los centros privados se alcanza casi la paridad (43%). Si ya analizamos la presencia de las mujeres en los órganos de dirección, la realidad es peor: aunque actualmente el 60% del alumnado son mujeres, la presencia femenina empieza a bajar con el doctorado (45% de mujeres), en los contratos postdoctorales (37%), investigadores principales de proyectos (35%), hasta llegar -en 2015- a tener solo una rectora en 50 universidades públicas en España.

Esto en el día a día, pero seguro que el método científico y la rigurosidad académica será ciego al valorar los méritos de cada una y de cada uno en los premios, ¿no? De todos los Nobel que se han dado desde 1901, solo 49 han recaído en mujeres, lo que significa un 5% del total. Podríamos pensar que se debe a que en el siglo XX, sobre todo en la primera mitad, las mujeres tenían muchas más dificultades para llegar a la educación superior o investigar, pero no. Ahora mismo tenemos que remontarnos a 2015 para conocer a las últimas dos mujeres premiadas. De entonces aquí, desierto. En los Príncipe de Asturias o en otros galardones científicos -como el Jaime I-, la cosa no mejora. Según la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) en el 89% de los casos son hombres los premiados.

Hay que decir también que la invisibilidad que sufren las mujeres no solo se refiere a que le aplaudan los méritos, sino a la difusión concedida a sus premios. Está el ejemplo de Jocelyn Bell. Ante el estupor de la comunidad científica por no ser galardonada con el Nobel tras su descubrimiento de los púlsares, el CSIC le otorgó su Medalla de Oro. Bell pensó que era la primera mujer en recibir esta distinción del organismo español, pero para su sorpresa no era así. La primera fue Rita Levi-Montalcini, pero a diferencia de sus colegas se le entregó el premio en una sala pequeña y no hubo fotos. ¿Y qué mejor premio que un contrato? Pues para demostrar la discriminación entre la valoración del trabajo y el perfil profesional entre hombres y mujeres, solo hay que conocer el llamado ‘caso Jennifer y John’. Se trata de un estudio de investigación donde se pidió a los mejores catedráticos de distintas universidades estadounidenses que valoraran desde diferentes ángulos una candidatura femenina (Jennifer) y otra masculina (John). Los resultados no os sorprenderán…

Por eso hay que empezar por los cimientos: visibilizar a las mujeres en la Ciencia. “Si no hay mujeres dedicándose a la ciencia no es porque no quieran”, opina Sara Gil Casanova, licenciada en Física, divulgadora científica y coautora deAstrochat’. Se trata de un juego online con estética Arcade para poner rostro y méritos a muchas de las mujeres que han marcado la diferencia en el estudio del Universo. Gracias a la conversación que el jugador puede mantener con una estudiosa y un robot, se van conociendo hitos como el de Katherine Johnson o Margaret Hamilton. Pero, ¿por qué no hay mujeres en ciencia? Beatriz Sevilla ofrece tres bloques de causas. “Podemos decir que hay razones internas, externas y luego está la maternidad”. Las internas se refieren a los estereotipos y tópicos que hacen que las niñas que quieren dedicarse a la ciencia no lo vean como algo propio o a que se infravaloren y no lleguen tan alto como podrían. Las externas hacen referencia a los procesos de selección y a los sesgos de género que puede haber en la contratación, la promoción, etc… “Las soluciones pasan por apostar por la educación para eliminar a las internas, la selección a ciegas para las externas y por el permiso obligatorio de paternidad para los padres para acabar con la barrera que la maternidad pueda significar”, remata Sevilla, también licenciada en Física y que, junto a Gil Casanova y otras cuatro científicas, participó esta semana en La Casa Encendida en la jornada ‘Sin límites’.

Ambas comparten mucho más que su licenciatura en Física y su compromiso por hacer de la ciencia algo comprensible para la ciudadanía. “En mi clase de primer año de universidad éramos muy pocas mujeres. De hecho hice la cuenta: había más zurdos que chicas en el aula”, comenta con una sonrisa Beatriz Sevilla, algo muy familiar para Sara, que asegura que ha notado más discriminación en el trabajo que en la carrera, ”como que se valore más la opinión de mis compañeros que la mía”. Además, ambas aseguran que se consideran “con suerte”, ya que tuvieron un entorno que siempre las apoyó para dedicarse a la ciencia, algo vital para que los menores puedan desarrollar todo su potencial. En el caso de Beatriz, el apoyo fue algo natural -su madre es química y su padre, físico- y en el caso de Sara vino en forma de regalo por parte de su madrina a los siete años. En ese libro descubrió a Valentina Tereshkova, la primera mujer astronauta -”cosmonauta, porque era rusa” puntualiza- y vio un claro reflejo de que las mujeres pueden interesarse por la Astronomía y llegar muy alto.

Pese a que los datos siguen siendo muy negativos, ellas se muestran optimistas. La creadora de Astrochat asegura estar contenta. “Se están recuperando muchas figuras que hicieron grandes cosas. Siempre han estado en el pasado, pero no han pasado a la Historia”. Un buen ejemplo de proyectos que reman en este sentido es Mujeres con Ciencia, un site editado por Marta Macho Stadler de la UPV/EHU y que apuesta diariamente por recordar efemérides, mostrar biografias, entrevistas, reflexiones, citas y demás material audiovisual sobre la figura de mujeres científicas. También una mujer está al frente de un proyecto que intenta que las matemáticas sean algo apasionante y se quiten el alo de rencor que este sistema educativo hace que tengamos contra ellas. DesdeMati y sus mateaventuras’, Clara Grima -junto a la dibujante Raquel García- ofrece gracias a pequeños cuentos la posibilidad de apasionarnos para resolver problemas y la satisfacción de poder encontrar la solución.

Con el mismo objetivo, el de acercar la ciencia al público general, parte la profesión de la divulgación científica. ¿Hay más hombres que mujeres? El ‘techo de papel’ -no confundir con el ‘de cristal’, este se refiere a la representación en los medios como expertas y opinadoras- también afecta a las comunicadoras científicas. “Hay una paridad en números, pero las profesionales están en la sombra. Por ejemplo, detrás de cuentas importantes de Twitter en el mundo de la ciencia están mujeres pero no se las ve. Lo mismo que en Youtube, hay grandes divulgadoras, pero las estrellas son ellos”. Los datos apoyan esta idea. Según la Asociación Española de Comunicación Científica, están muy cerca de la paridad ya que el 52,7% de los divulgadores son hombres, mientras que el 47,3% son mujeres. Entonces ¿por qué cuando pensamos en ciencia enseguida nos aparece la imagen de un hombre de mediana edad, pelo canoso y bata blanca? «Según un estudio de la Universitat de València un 74% de las fotografías en noticias científicas en prensa muestra únicamente a hombres científicos frente a un 17% que muestra sólo a mujeres».

“No solo es necesario que el 11 de febrero se hable de las mujeres científicas, sino que es necesario que cuando en los colegios se hable de Química, Astronomía o Física aparezca no solamente Eisntein, sino también grandes mujeres como Marie Curie”.

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Comentarios

  • c

    Por c, el 11 febrero 2018

    cientificas y astronautas
    como en la URSS habia

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