Mica: 12 fantásticos cuentos sobre el reciclaje de electrodomésticos

‘Las Maquinaciones de Mica’. Ilustración de Raúl Ortiz.

La eficiencia energética, la reparación, la reutilización, el correcto reciclaje… Reglas básicas a la hora de comprar, usar y retirar los electrodomésticos que nos acompañan día a día. Reglas mucho más importantes de lo que a veces pensamos para contribuir a la buena salud de un planeta amable para la Humanidad. A lo largo del año 2022, Rafa Ruiz, coordinador de ‘El Asombrario’, ha escrito para la Fundación Ecolec un cuento mensual, que componen la serie ‘Las Maquinaciones de Mica’. Acompañados por las divertidas ilustraciones de Raúl Ortiz Os ofrecemos los dos primeros capítulos. Podéis leer los 12 en el #GreenBlog de Ecolec

La preocupación de Dora, la lavadora

-Pst, pst… ¡Eh, tú, Micaela! Sí, sí, la de las coletas, te estoy hablando a ti.

-¡Uy, hola!… Pero si no hay nadie en la cocina. ¿Quién me habla?

– Que no haya ningún humano en la cocina no quiere decir que no haya nadie, querida niña.

-¡Ah, claro! ¿Pero quién eres?

-Soy yo. Dora.

-¿Dora? ¿La exploradora? ¿Y dónde estás?

-Pues no, bonita. Dora, tu lavadora.

-¡Uy! Si hablas… Tanto tiempo juntas y nunca me habías dicho nada.

-Es que los humanos siempre estáis taaan atareados, que a veces me dais muchísima pereza. Por eso no he querido hablaros. Hasta hoy. Porque ahora hay algo muy urgente, Micaela.

-Mejor llámame Mica.

-Hay un asunto muy urgente, Mica, que nos tienes que ayudar a resolver.

-¡Ah!, sí, claro… –con tono de duda y abriendo mucho los ojos–. Dime.

-Todas las máquinas electrodomésticas de esta casa estamos muy preocupadas. Preocupadas hasta más allá de la obsolescencia programada.

-Pero, ¿por qué? Si papá os tiene limpias y relimpias, que lo veo yo.

-No, no es eso, Mica.

-Os vais a cambiar de casa este año, ¿no? He oído larguísimas conversaciones de tus padres planeándolo mientras desayunan.

-Sí, eso parece. Nos vamos a una casa un poco más grande porque mis padres dicen que quieren que mi hermanito y yo tengamos cada uno nuestro propio cuarto.

-¡Eso está muy bien! Pero… Y esta es la cuestión: ¿qué vais a hacer con todas nosotras, las máquinas electrodomésticas de esta casa? ¡He oído que no nos queréis llevar con vosotros! Y eso es incomprensible, increíble, inaudito, inexplicable… ¡Intolerable, vamos! Que estamos en perfecta forma todas. Bueno, salvo el molinillo del café, que como ahora os ha dado por tomar café en cápsulas, ya no lo usáis y anda muy oxidado y le duelen todas las articulaciones. Salvo molinillo, todas estamos en perfectísima forma, que lo sepas.

-¡Ah! –abriendo incluso más los ojos–. Pues no lo sé, se lo preguntaré a papá, que es el que se encarga de estas cosas de la casa, que mamá se pasa todo el día de viajes y trabajando.

-¡Ay, cariño!, discúlpame, te tengo que dejar, que tu padre me ha puesto en un programa corto de ropa de algodón, y justo ahora me toca el centrifugado. Y cuando me pongo a dar tantas vueltas me revoluciono toda y es que yo no puedo secar y hablar al mismo tiempo. Ya me gustaría ya, pero no puedo, no puedo y no puedo… En estos momentos, cómo me gustaría gritarle a los cuatro vientos esa frase de mi admirada Mafalda: “¡Que paren el mundo que me quiero bajar!”. Yo es que siempre he sido muy fan de Mafalda, ¿sabes?, desde que era muy pequeñita, apenas un tambor con cuatro dispositivos. Luego me ensamblaron y me metieron montón de programas y bastante tecnología, pero yo nunca dejé de ser fan de Mafalda.

-.Una lavadora fan de Mafalda. ¡Me encanta! Entonces, ¿hablamos después, Dora?

-No, Mica. Mira, tengo una idea mejor. Pregúntale a las otras máquinas electrodomésticas de la casa, que no quiero ser yo tan indiscreta. Que una cosa es que a una la respeten porque conoce todos los trapos sucios de la familia, que lo mío me cuesta limpiarlos, y otra distinta es que luego me acusen de ser yo una mandona. Tú, querida Mica, háblalo con las otras electrodomésticas a ver qué te dicen.

-¡Ah! Una cosa importante, que se me olvidaba: para que te hablen, les tienes que dar una contraseña, tienes que dirigirte a ellas diciéndoles “Allí me colé y en tu fiesta me planté”.

-Ay, me suena mucho eso.

-Sí, es como la canción esa tan chula de Mecano. Te tengo que dejar, me pongo a centrifugar como una loca a ver si acabo pronto y no pierdo ningún calcetín en el revoltijo. Haz lo que te he dicho, ¿vale? Y vamos hablando y me cuentas. Pero te insisto: es una misión muy importante para nosotras, no hay tiempo que perder, estamos muuuy preocupadaaaaaas. ¡Empiezo a centrifugaaaaarrrrr!!!!!…

-¡Allí me colé y en tu fiesta me planté! Ja, ja, ja… ¡Me gusta! ¡Esto promete! Voy a hablar primero con la tostadora, la batidora y el microondas, a ver qué me dicen. Espero pillarles de buen humor.

Así, con esa consigna, Mica se dispuso a comenzar la investigación de por qué las máquinas electrodomésticas estaban tan, tan preocupadas.

Ilustración: Raúl Ortiz.

***

Planes de revolución en la cocina

– ¡Hola, señor Microondas! ¡Allí me colé y en tu fiesta me planté!

– Mica, ¡has aprendido la contraseña para hablar con nosotros!

– Sí, me la ha dado Dora, porque quiero saber qué es lo que tanto os preocupa a las máquinas electrodomésticas de esta casa.

– Eeeeh, qué rápido vas, Mica. No has tardado ni un micromomento en soltarlo. Es un macroproblema el que tenemos. ¡Un megaproblema, diría yo! De dimensiones colosales y estratosféricas.

– ¡Wala, qué intriga!

– Es un problema… ¿cómo te lo mediría yo para que te hagas una idea?… Un problema como de aquí a las estrellas.

– Jo, pues sí que es un problema, sí.

– Tanto que todas las máquinas electrodomésticas de esta casa nos estamos planteando hacer una rebelión, o quizá incluso una revolución. ¿Tú te acuerdas de aquella canción de Alaska y los Pegamoides? Esa que decía: “Se han rebelado todos a la vez, La Turmix, la plancha y la Moulinex. Se han vuelto locos de repente. Hay que ver. La aspiradora se niega a aspirar. Dice que no, que no, ni hablar. La nevera está leyendo a Marx. Y me dice que la deje en paz. Se han rebelado todos a la vez. La Minipimer se ha unido también”.

– Uy, sí. Se la he oído cantar a mi padre mientras pasa la aspiradora.

– Pues eso, ni más ni menos, ni un micromás ni un micromenos, sino en su medida y temperatura exactas, lo que nos estamos planteando. Ponernos de brazos cruzados y hacerlo todo mal. Que me pides que te caliente la leche, pues yo te la pongo hirviendo en 10 segundos. Que me pides descongelar algo, pues yo solito me desenchufo y me hago el tonto. Je, bueno soy yo… ¡Menudos cambios de temperatura tengo que soportar!… Pregunta, pregúntale a la señora Tostadora.

– ¡Hola, señora Tostadora! Soy Mica. Allí me colé y en tu fiesta me planté.

– A ver, exactamente qué es lo que quieres. Si lo que quieres es una tostada en su punto, no hace falta que me hagas la pelota, que llevo ya hechas unas cuantas, exactamente dos para tu padre y dos para tu madre para el desayuno y otras dos y dos para vuestra merienda, o sea, 8 al día, multiplica por 365 días al año, hacen un total de 2.920 tostadas al año, quítale 30 días de vacaciones de agosto, y 10 días de Navidad y otros 10 días de Semana Santa, que no estáis en casa, que os vais a la sierra o de viajecitos por Europa o la costa cantábrica, vamos, que no estáis, o sea quítale 50 días, a 8 tostadas por día, hay que restar 400, o sea, 2.520 tostadas al año, multiplica por 5 años que hace que me comprasteis, eso hace un total de 12.600 tostadas hechas aquí por la menda, y en perfecta forma, eh, a lo que le tienes que sumar ocho tostadas de las meriendas de las amigas de tu madre que vienen dos sábados al mes, eso supone 16 más al mes, multiplica por 11, le quitamos agosto, son 176 más, y han venido los últimos tres años, o sea que tenemos que multiplicar por 3, lo que hace un total de…

– Uf, para, para, Tostadora, que creo que me voy a marear.

– Pero, Tostadora, ¿¡no ves que estás agobiando a la niña?!, mira cómo se le han puesto las coletas, ¡se le han hecho trenzas! Como microondas que soy, creo que no hay que ser exactamente tan microexactos, relájate un poco, no te calientes, y vamos al grano, o al microgramo, para ser más precisos y precisas.

– ¿Granos?… ¿Granos? Sí, claro, te puedo hacer la cuenta de los kilos de grano de trigo y de centeno y de maíz que hay en todas esas tostadas, que no siempre toman las mismas los miembros de esta familia. Mira, si cada rebanada de pan tiene…

– Que no, que no, que no es ese el asunto, Tostadora. Que pareces el Conde Draco de Barrio Sésamo, contándolo todo, qué manía con contarlo todo… Por cierto, qué gran serie Barrio Sésamo, soy macrofan, nunca han hecho nada igual…

– La lavadora fan de Mafalda, el microondas fan de Barrio Sésamo. ¡Me encanta esta cocina!

– Disculpa, Mica, que tercie y meta cuchara. Me presento: soy la señorita Batidora, os estaba escuchando y no me he podido resistir a entrar en la conversación.

– ¡Hala, así, a lo bruto, en plan batidora, agitándolo todo, sin contraseña ni nada!

– Yo soy así, Mica, muy impulsiva, y más desde que tu familia me ha apartado, me ha condenado al ostracismo del fondo del armario. No hay derecho ni justicia social. Desde que os habéis comprado ese… ese… ese robot que parece que lo hace todo, que cualquier día le quita también el trabajo a la aspiradora y se pone a limpiar la casa. Desde que lo habéis traído aquí, ya ni os acordáis de mí ni me usáis para nada. Que estoy arrinconada, con el señor Molinillo, que menuda depresión tiene, por algo parecido, por esa maquinita de las cápsulas de café…

– Ya me ha contado algo Dora.

– Total, Mica, que con una cosa y otra, y más ahora, con la desagradable noticia que nos ha llegado…

– Desagradabilísima, diría yo, macro o megadesagradable –apuntó Microondas.

– De una desagradabilidad de tres cuartos de kilo por lo menos, calculo yo.

– Mucho más, Tostadora, mucho más –matizó Microondas.

– Desde que ha llegado esa noticia a esta cocina nos estamos planteando muy seriamente la rebelión e incluso la revolución –sentenció, muy firme, Batidora, sin dar un signo en esta ocasión de encontrarse agitada.

– ¿Y qué puedo hacer yo?

– Lo primero, Mica, contrasta opiniones –intervino Microondas–. Habla con Míster Frigorífico y luego sal al salón y pregunta, pregunta. Dirígete a la aspiradora y al televisor a ver qué te dicen, a ver si también opinan que esto es motivo suficiente para montar una buena en esta casa, y no precisamente una fiesta.

Así, con un encargo parecido al del primer capítulo, Mica se movió al otro extremo de la cocina para hablar con el frigorífico, súper robusto él, de impresionante volumen metalizado, y continuar la investigación de por qué las máquinas electrodomésticas de su casa estaban tan preocupadas, alteradas y revolucionadas, a puntito puntito (o micropuntito, como diría Microondas) de ser revolucionarias.

 ECOLEC se suma a ‘El Asombrario’ #SúmateAlReciclajeResponsable

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