Miguel Ríos: “Es probable que estemos llegando al fondo de la piscina”

El músico Miguel Ríos. Foto: Domingo J. Casas.

“Sé que la gente no me cree, cuento con todo el descrédito de mi público cuando anuncio que me retiro, que me jubilo”. Y no, Miguel Ríos no se retira, aquí está poniendo a punto ‘Rock & Ríos (40 años después)’, el estuche,  que recoge lo que sucedió sobre las tablas del Wizink Center (Madrid) los días 11 y 12 de marzo del pasado año, y además preparando todo para su nueva gira con ese incombustible ‘Rock & Ríos’, que arrancará el 12 de agosto en Mallorca, seguirá el 21 de agosto en el Starlite de Marbella, Alicante, Valladolid, Valencia, Sevilla, Las Palmas, Tenerife… Hablamos con él: “La salida de aquel disco en 1982 logró colarse entre la corriente anímica y emocional de este país. Este, sin embargo, nos muestra una época terrible, una depresión absoluta”. “Es probable que estemos en el fondo de la piscina y que sea ese momento de dar una patada y subir con impulso a la superficie”.

Hay montañas de cajas con el nuevo lanzamiento de Miguel Ríos, están repartidas por varias habitaciones de la sede de Altafonte en Madrid. Miguel está tras una de ellas, con su rotulador plateado firma una tras otra. Son los flamantes ejemplares (en vinilo y cd, con su DVD, por supuesto) de Rock & Ríos (40 años después). El estuche, editado con sumo cariño y mucha calidad, recoge lo que sucedió sobre las tablas de Wizink Center los días 11 y 12 de marzo del pasado año.

La intención de aquellas dos fechas era rememorar lo acaecido el 5 y 6 de marzo de 1982 en ese mismo recinto. Aquellas citas madrileñas dieron lugar al icónico doble álbum titulado Rock & Ríos, un disco grabado en directo sin una gira previa de rodaje, la cual transcurriría en los meses posteriores. Eran años de Tierno Galván en la alcaldía madrileña; ese mismo año, en octubre, el PSOE de Felipe González arrasaría en las generales. Miguel Ríos llevaba para entonces una dilatada carrera a sus espaldas; en 1962 había entrado a un estudio de grabación por primera vez, sin parar, desde entonces, de ampliar y desarrollar su sueño de niño: ser cantante. Tras la época del twist y los tiempos del Price, llegaría el Himno de la alegría, una adaptación del último movimiento de la novena sinfonía de Beethoven, arreglada y dirigida por el argentino Waldo de los Ríos. El éxito fue mundial, la canción fue incluida en su segundo LP, Despierta, que se publicó en 1970. En 1972 Miguel graba uno de los primeros directos que se hacen en este país, Conciertos de rock y amor.

A partir de 1978, el artista granadino saca músculo y se muestra como el rockero que hoy todos dibujamos en la mente al escuchar su nombre. La gira de ese año, que llevaba el título de La noche roja, presentaba, además de a Miguel Ríos, a las bandas rockeras más señeras del momento: Triana, Iceberg, Tequila, Salvador y Guadalquivir; en 1980 sale Rockanroll boomerang.

Miguel Ríos seguía con el deseo de realizar giras hasta entonces nunca vistas en este país, al menos de un artista autóctono y que hacía rock and roll. Así llegan las giras del Rock & Ríos (1982), de El Rock de una noche de verano (1983, esa gira que vio nacer a Luz Casal como artista y morir a Leño como banda) y Rock en el ruedo (1985, la gira del escenario circular) o El año del cometa (1986, este disco da lugar a los tres días en Madrid de los Encuentros de Rock Iberoamericano).

Desde los 90, Miguel Ríos ya es una marca propia e incomparable. Su oficialización como rockero patrio le lleva a recoger galardones y medallas por parte de gobierno español y autonomía andaluza, mientras continúa sacando discos y girando, solo, o en compañía de, por ejemplo, Serrat, Víctor y Ana, incluso respaldado por una Big Band o, el no va más en el año 2002, haciendo dúos con hologramas.

En mayo de 2009 anunció su retirada, no tardó mucho en traicionar tal decisión y en esta entrevista descubrirás los motivos. Desde entonces, sigue a pie de cañón, grabando y girando periódicamente.

Miguel cierra el rotulador para abrazarnos cuando llegamos a su lado. Tiene la voz cascada debido a una inoportuna faringitis, pero eso no será obstáculo para que el artista granadino comience a contarnos qué es todo esto que tiene entre manos.

Trasladémonos hasta 1982. ¿Qué fotografía guardas de aquellos ensayos previos a la grabación en los estudios madrileños de Polygram? Fueron 9 días.

Tengo dos momentos grabados en mi memoria. Uno era que alucinaba con cómo tocaban los músicos que iban a grabar, qué bien sonaba aquello en esa sala. En el disco Rocanrol bumerang estaba Jon Parsons. Lo habíamos grabado en Alemania. También estaba Carlos Narea, Tato Gómez o Sergio Castillo en aquella grabación, pero nunca habíamos tocado con dos baterías, y en estos ensayos para el Rock and Ríos, estaba Mario Argandoña también, Sergio y Miguel. Era un impacto. Dos baterías nunca suenan a la vez, hay un pequeñísimo desfase que hace eso muy gordo. ¡Cómo tocaban estos cabrones!

Esos estudios de la calle Arturo Soria donde estábamos ensayando habían sido anteriormente de RCA. Fue la primera empresa que tenía esas infraestructuras en un mismo lugar: estudio de grabación, de diseño y fábrica propia, todo el proceso en una misma instalación. Ensayábamos ahí y me impactaba ese sonido que creaban las dos baterías, esa fuerza que lograban crear en las canciones.

Lo segundo que me traía de culo era terminar las cuatro canciones nuevas que iba a incluir ese disco. Tenía el Bienvenidos, que Tato y yo habíamos hecho ya. Teníamos el Blues del autobús, también firmado por Tato y con pequeñas aportaciones nuestras, pero no tenía letra. Eran cinco o seis días antes de la grabación. Me acordé de Víctor Manuel. Yo solo tenía una idea para el estribillo, que era eso de: vivo en la carretera… Fui a ver a Víctor y le conté lo que tenía, mi idea de la canción. En un momento se inventó todo, al día siguiente me llamó y me pasé a por la letra. Al leerla me quedé alucinado, lo que pasa es que no tuve demasiado tiempo entonces de disfrutar de eso. Como te digo, faltaban muy pocos días para la grabación, entonces nos avisaron de que al camión que iba a grabar, la unidad móvil que viajaba desde Alemania, no la permitían pasar por la frontera de Irún. Faltaba algún documento, algo administrativo, pero, claro, en esta época de la que hablamos no había faxes ni nada. Consiguieron contactar con la compañía de discos, pero, claro, ya era la fecha. El camión logró llegar el día del primer concierto. Esa mañana aparcaron y no les dio tiempo más que a tirar las mangueras para, al día siguiente, poder realizar la grabación. Creo recordar que del primer día solo lograron sacar una línea de referencia. De modo que nos la jugábamos a un solo día, al segundo, el 6 de marzo de 1982. Tuvimos mucha suerte, claro, porque jugártela a un solo día y que ese día no falle nada es la hostia…

Tanto la foto de aquel concierto, como la foto que hace de portada a este nuevo ‘Rock & Ríos’ son a color. Normalmente, en un 40 aniversario el original es en blanco y negro. Este no es el caso.

La diferencia entre ambos es que el primero buscaba la utopía. Desde hacía varios discos yo ya sabía dónde estaba, tenía claro las ciudades donde iba a tocar, sabía perfectamente de qué iba el rollo. Pero el Rock & Ríos era una distopía, eso era lo que mandaba. No es la misma época ahora que en aquel entonces; el desfase emocional es evidente, por ejemplo, entre la salida de ambos discos. La salida de aquel disco en 1982 logró colarse entre la corriente anímica y emocional de este país. Este, sin embargo, nos muestra una época terrible, una depresión absoluta.

“Lo hicieron porque no sabían que era imposible”. Es una frase que siempre me llamó la atención, estaba escrita en una de las fundas interiores del ‘Rock & Ríos’, ¿de dónde sale?

No lo sé, lo robaría de alguna parte. Por aquel entonces, yo leía mucho a Toffler, y ese tipo de literatura futurista, por así decirlo. Una vez grabado, llegamos al estudio en Londres para mezclar. Eran dos magnetófonos de bobinas de 24 pistas cada uno. Para ponerlos en sincronía, aquellos magnetófonos se mandaban un código. Unos de los extremos de las cintas almacenaban esos códigos que luego el magnetofón interpretaba. Cuando llegamos allí, vimos que no leían el código, que no había forma de hacerlo, que solo teníamos cuatro días de estudio para hacer ese trabajo, no había más dinero. Todo eran estrecheces, a pesar de que eran cuatro millones de pesetas los que habían puesto sobre la mesa, que no era un mal presupuesto en aquellos tiempos. Era una ruina no lograr la sincronización; entonces, Tato y Carlos Narea empezaron a buscar puntos intermedios de las canciones donde poder marcar los inicios. Se mezclaba cada cara del tirón, de modo que había que buscar puntos intermedios para, manualmente, marcarlos como referencia para sincronizar todo lo grabado. Era alucinante estar allí, en los Marcus Recording Studios de Londres. Vivíamos esos días cerca de Portobello Road, allí enfrente del estudio había un restaurante hindú donde íbamos a comer. ¡Casi me sale una úlcera! Estaba todo el día en aquel restaurante mientras estos bregaban con los códigos y con la sincro. Fue una aventura increíble.

Cuando hice la primera escucha con la compañía de discos, aquello me parecía muy convincente, algo que no me ha pasado en mi vida. Siempre llega ese momento de mostrar tu trabajo a quienes lo han pagado. Recuerdo que hace algún tiempo, en la compañía de discos, habían metido a un directivo que provenía de las Perfumerías Gal, no sé cómo había llegado allí, pero era un jefazo de Polygram. El primer disco que le tocó escuchar mío fue Al- Andalus (1977), un disco duro de cojones y complicado. Tenía tela ese trabajo. En esa escucha estaba Luis Fornés, el teclista. Aquel directivo estaba en su sillón de jefazo, sentado y muy serio. De pronto, acaba Balada de la alondra y el gavilán, una de las canciones de aquel disco. Dice condescendiente: no está mal, no está mal. Y salta Luis: “No está mal…, ¿cómo que no está mal, hijo de puta? Te sientas ahí y nos dices que no está mal…”. Ja, ja, ja, no me reí allí, claro. Poner el Rock and Ríos era todo lo contrario, nada más arrancar enganchaba.

Quizá por eso ‘Rock & Ríos’ es uno de los directos más icónicos grabados en este país.

Mira, años después, Tom Dowd aceptó producir mi disco El año del cometa (1986), porque había escuchado el Rock & Ríos y le había gustado mucho. Una pena que en ese disco no hubiese canciones de single, no supimos dar… Bueno, el caso es que este productor ha grabado con Clapton, Booker T o Lynyrd Skynyrd, y aceptó grabar un disco conmigo por el directo este que hoy celebramos. Tom me decía que le recordaba mucho a Bob Seeger, con quien había trabajado.

Soy un tipo constante en mi trabajo, he tenido hitos que me han permitido enganchar lo siguiente. Ahora estoy en el final, pero durante toda mi vida he tenido que esforzarme y luchar, seguir para poder subir. Siempre he estado alerta, si no gustas en el escenario te echan, es así en esta profesión. Y para mí, ese esfuerzo ha sido el acicate para continuar, para llegar a la siguiente estación, al próximo escenario.

Viendo los invitados, observamos varias generaciones.

Tres, hay tres generaciones en este nuevo disco. Además de Johnny (Burning) o Ariel (Rot), Jorge Salán, Mikel (Izal)…, cuando llamé a Anni B Sweet contándole que quería que grabase conmigo y le dije que me gustaría hacer con ella Nueva ola, me dijo que ese tema se lo ponía su madre cuando era pequeña, cuando tenía dos años. Vetusta Morla o mi adorado Tarque han sido una pasada… A los Vetusta los conocía porque habían tocado cuando se inauguró en Rivas el auditorio que lleva mi nombre. Yo no tenía show por aquel entonces y fueron ellos quienes inauguraron ese recinto. Los vi actuando y me parecieron brutales, en disco también son brutales.

Alguna vez has anunciado que te retirabas, que te jubilabas…

Jubilarme de verdad ha sido solo aquella vez, en 2009. No te pases (Risas). En el año 66 cantaba esa canción titulada Ahora que he vuelto, era mi cambio de Phillips a Sonoplay, creo recordar. Ya en aquellos momentos cantaba que regresaba, de modo que es algo que sé que la gente no me cree, cuento con todo el descrédito de mi público cuando anuncio que me retiro, que me jubilo.

Hablando de jubilados, sacaste a Rosendo tú, precisamente, de su gustoso retiro. Desde su retirada solo se le ha visto aquí.

Fui el diablo que le vino a tentar. Mientras tocaba él solo, estaba detrás de él, me imagino que no me oiría y pensaría ¿qué coño hace Miguel ahí detrás comiéndome la oreja? En verdad le decía: mira, Rosendo, todo ese público, toda esa gente te está esperando, son tuyos también, ¡míralos! Espero que vuelva Serrat para que Rosendo se convenza y regrese a los escenarios; además, está estupendo.

¿Qué hizo que tras jubilarte regresases?

Fracasé como novelista. Cuando escribí las memorias, Cosas que siempre quise contarte (2013), cogí tal ritmo y me corría la mano tan bien que, de pronto, me propuse escribir una novela basada en los tiempos del Price. Todo lo tenía hilvanado: estaba yo como un personaje, también todos mis coetáneos. La historia era que un tipo me conocía de Granada de cuando yo vendía discos, ese tipo estaba en la universidad y era un tipo de la Falange de Torremolinos. De Granada se vino a Madrid y me encuentra en el Price. El personaje era un tipo alto, desfasado del momento, un tipo tan raro como peculiar. Al verme en Madrid se me presenta… Así arrancaba todo. Pero no llegué al final, me empantané y no le di final. Para mis memorias fue fundamental internet… Todo lo que no estaba en las cartas que yo me intercambié durante mucho tiempo con mi cuñado desde que llegué a Madrid, en el minuto cero, cada semana le escribía, le describía todo lo que me ocurría. Describía todo con gusto en aquellas cartas…, pero todo el resto de las cosas, todo lo que no estaba en aquella correspondencia, lo he ido buscando en internet. Esa novela retrataba esos tiempos del Price, esas matinales en las que deseabas que nadie cantase antes que tú la canción que llevabas preparada. Era una historia curiosa, también se trataba todo el tema de la pederastia en aquel entonces, el sombrío mundo de los colegios mayores.

Cuando hice la película Dos chicas, locas, locas (1964) estuve instalado en el hotel Atalaya Park de Estepona un mes y medio. Todas las tardes nos íbamos a ver a Los Ángeles, que tocaban en una discoteca. El protagonista y su padre, en mi novela, vienen de esa época en la que las suecas empezaron a aterrizar por aquella zona en aquel tiempo.

El momento político… ¿cómo lo analizas?

Está claro que lo hemos hecho mal. Yo fui a votar, pero hay mucha abstención y eso no es… Nos jugamos cosas muy importantes. La gente de nuestra cuerda no lo ha hecho bien. Se me quedó el cuerpo muy raro tras ver ese resultado, aunque luego se me quedó mejor cuando el presidente anunció fecha para nuevas elecciones generales. La izquierda se tiene que poner de acuerdo. Me pareció cojonudo que se haya traído a la mente social y como reflexión el reflejo del Trumpismo en estas elecciones. Ahora queda volver a la calle, cantarlo bien alto y que nos enteremos todos. Hay veces que me da por pensar que es tanta la intoxicación que la gente no sabe o no tiene energía para reaccionar, es probable que estemos en el fondo de la piscina y que sea ese momento de dar una patada y subir con impulso a la superficie… Sea lo que sea, lo tenemos merecido.

El ‘Rock & Ríos’ vuelve a la carretera. Información de conciertos y venta de entradas AQUÍ  

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