“Mitos, símbolos y rituales nos muestran el camino hacia uno mismo”

El doctor en Historia del Arte Raimon Arola.

El ser humano moderno ha olvidado el lenguaje simbólico, ese del que están hecho los mitos y los sueños. Lo racional, lo lógico y lo científico caracterizan nuestra forma de pensar y de decir en un mundo atraído por la superficialidad y no por lo esencial. Hablamos en una nueva ‘entrevista emocional’ con Raimon Arola (Tarragona, 1956), doctor en Historia del Arte, que dirige junto a Lluïsa Vert la página sobre arte y simbolismo ‘ArsGravis’ , y uno de los grandes expertos en simbología sagrada y tradición hermética de nuestro país, sobre tradición sapiencial, simbología, mitología y espiritualidad. 

La tradición sapiencial de Oriente y Occidente atesora una serie de verdades universales y esenciales de las que el hombre moderno se ha ido alejando, se ha ido separando. ¿Cuáles son estas verdades que han ido quedando veladas, que han ido quedando ocultas bajo las capas del tiempo y que son claves para alcanzar el verdadero conocimiento?

En realidad, no debería hablar de “verdades” sino de “verdad”, en singular. El plural son formas que toma la verdad. Según los maestros antiguos, esta verdad es, como dices, el verdadero conocimiento, y, creo, que no es otra cosa que la concordancia de la naturaleza y el espíritu del hombre. Una concordancia que conduce a Dios, el origen y el mantenimiento de la unidad de la naturaleza y el hombre. Dios no sería una idea apriorística sino una consciencia desvelada. He aquí el “verdadero conocimiento” que poco o nada tiene que ver con las erudiciones de la ciencia actual. De todos modos, debe tenerse en cuenta que hablar de una tradición sapiencial es un lenguaje moderno que busca desvelar la verdad oculta.

Etimológicamente, la palabra ‘symbolon’ significa unión, reunión. Antaño, un huésped rompía una tabla de arcilla, se quedaba con una mitad y la otra se la entregaba a otra persona como señal de hospitalidad. El sentido fundamental del símbolo, el acto simbólico por antonomasia consiste en reunir lo que está separado. En estos tiempos diabólicos, es decir, de dispersión, discordia, desconcierto y desorden, lo espiritual y lo material del ser humano, lo interior y lo exterior, lo sagrado y lo profano, el cielo y la tierra, andan desligados. ¿Cómo pueden ayudarnos el pensamiento y el lenguaje simbólico a recuperar esta unidad? 

Como tú dices, el sentido del símbolo es la reunión de aquello separado, al igual que se unen una mujer y un hombre. En el pensamiento tradicional, primero existe una creación unitaria, las partes y el todo están en armonía; después, esta unidad se rompió, lo vemos en el mundo actual, pero también en la escenificación mítica: en todas las tradiciones se habla de un momento de ruptura (en el judeocristianismo es la caída de Adán y Eva). Finalmente, deben reencontrarse las partes separadas en una nueva unidad que ya no se romperá…; de todos modos, es difícil concebir este reencuentro en el mundo actual que se fracciona interminablemente.

¿Cuáles fueron los primeros símbolos que creó el ser humano y cómo se gestó esa forma de pensar simbólica, intuitiva, suprarracional? 

Es difícil contestar a esto. No se sabe. Personalmente, pondría como origen del pensar simbólico el momento en el que los hombres entierran a sus muertos. Con ello se engendra la concepción del viaje al más allá: la tierra de los ancestros, el lugar de la unión de todos los hombres. La consciencia de muerte, según mi parecer, abrió la forma de pensar a la que te refieres.

Por nuestra tradición cristiana, uno de los símbolos que siempre ha estado ahí y ha marcado nuestra visión del mundo es el de la cruz. Si consultamos el ‘Diccionario de símbolos’ de Juan Eduardo Cirlot encontramos diferentes formas de cruces: la del temple, la teutónica, la de San Andrés, la gamada, la doblada, la de Malta, la ovalada… ¿Cuál es el sentido primordial de la cruz?  

Siempre es la misma cruz desde la pintura rupestre hasta Tàpies, por poner dos ejemplos muy alejados en el tiempo. Se trata del encuentro entre la experiencia del mundo horizontal y el mundo vertical. No es exclusivo del cristianismo. El cristianismo lo ha convertido en un signo que lo identifica, pero entonces ya no es un símbolo, es un signo creado por un grupo humano. El símbolo de la cruz es, una vez más, la reunión de dos contrarios de la misma naturaleza… y la determinación del centro, el origen del mundo reencontrado sin separación.

El pintor y poeta francés Louis Cattiaux, al que has estudiado minuciosamente en varios libros, dice que el espíritu está oculto en el cuerpo “y el alma se manifiesta por la separación y por la unión de ambos en la eternidad de lo único”. ¿Qué es el espíritu y qué es el alma? 

Sí, he estudiado mucho a Cattiaux, para mí su libro El mensaje reencontrado es una vía imprescindible para recuperar lo que hemos comentado al principio: el verdadero conocimiento. La editorial Herder ha publicado la última edición de El mensaje reencontrado, y tres ensayos míos sobre Cattiaux: El símbolo renovado. La obra de Louis Cattiaux, La actualidad del hermetismo. El mensaje de Louis Cattiaux y El libro del agua y el fuego. El enigma de Louis Cattiaux. En relación a la pregunta, debo comenzar diciendo que los nombres alma y espíritu se han utilizado de forma intercambiada según autores y épocas. En relación a Cattiaux, el cuerpo es la parte inferior, ¡no peor!, de la creación, y el espíritu es la superior, ¡no la mejor! El alma es un acontecimiento, no es nada concreto a priori, sino el fenómeno que se produce al unirse lo inferior y lo superior. Cattiaux afirma que al principio se debe separar el cuerpo del espíritu, pues en el mundo caído están mal mezclados, de aquí la muerte; después se deben unir de nuevo en la pureza o en “la eternidad de lo único”, que es el alma.

Desde que nos despertamos hasta que nos dormimos estamos rodeados de símbolos, pese a que no nos demos cuenta. El círculo, el cuadrado, el triángulo, el lenguaje, los árboles, los pájaros, el cielo, la tierra, el fuego, el agua… son algunos de los símbolos que vemos y utilizamos a diario. Desde el Romanticismo, el contenido simbólico de la vida espiritual se refugió en el arte. El arte auténtico es, pues, una manifestación exterior del mundo interior del artista, una manera de recordarnos la realidad del “mundo otro” en esta vida terrenal…

Evidentemente, el artista visita la realidad interior y logra manifestarla en su obra, es realmente una cierta unión con el otro mundo. Es cierto que, desde el Romanticismo, la filosofía y la compresión de la realidad se han separado del otro mundo, el problema es saber en qué casos podemos hablar de arte auténtico. Personalmente, creo que en 2023 la propuesta romántica desaparece en favor de un arte terapéutico y subjetivo, muy alejado del otro mundo.

El tradicionalista René Guénon señala que un ritual es un símbolo en acción y que un símbolo es la fijación de un gesto ritual. El pensador coreano Byung-Chul Han lamenta que hoy los rituales estén desapareciendo, ya que dan estabilidad a la vida, hacen comunidad. En una sociedad tan individualista y egocéntrica, en este “reino de la cantidad” y la acumulación por el que transitamos, la comunidad, ‘los otros’, nos importan cada vez menos. ¿Cuál es el mundo que viene?  

El mundo que viene, obviamente sería el otro mundo, pero no creo que sea esta la dirección de la pregunta. Pienso que el individualismo actual debe mutarse en una búsqueda solitaria y solidaria al mismo tiempo. Los rituales antiguos no creo que vuelvan, pues no existe la necesidad. En realidad, tanto los símbolos como los ritos son momentos de una realidad más oculta y seguramente más personal. El camino que veo, en sentido positivo, es la comprensión de que la búsqueda se esconde y se nutre en la libertad de cada uno, aunque esté rodeado por infinitas informaciones. Deberíamos hacer de la necesidad virtud, ¿no?

Los mitos y los sueños están escritos con el lenguaje de lo simbólico. Comenta el mitólogo Joseph Campbell que en el pasado las historias míticas estaban en la mente de todos los seres humanos y que, por tanto, podían aplicarlas a las vicisitudes de sus vidas, les daban una perspectiva sobre lo que les pasaba en el día a día. Los mitos son pistas de las potencialidades espirituales de la vida humana… 

Sí, claro, claro. Los mitos y los símbolos, también los rituales, son señales que nos muestran el camino hacia uno mismo. Vivimos una época en que podemos acceder a los mitos de cualquier cultura. Es una gran y valiosa información que deberíamos ponderar en su valor, pues no son la verdad de la que hemos hablado al principio, sino reflejos de ella. El peligro, de ahora y de siempre, es pensar que los ritos hacen a Dios. ¡No! Es Dios quien crea los ritos, los mitos, los símbolos y todo lo sagrado.

¿Cuáles son los mitos que estamos creando en la actualidad? 

En la pregunta debería añadirse, quizá, ¿quiénes crean los nuevos mitos? La globalización nos ha demostrado que Occidente ya no es preponderante y que hay muchas otras concepciones culturales y espirituales. Hasta hace poco vivíamos en un eurocentrismo que lo explicaba todo según unas reglas de saber determinadas, las suyas. Personalmente, creo que deberíamos tener esto muy en cuenta y observar el devenir de otras formas culturales para saber algo de los nuevos mitos.

Uno de los grandes pensadores del siglo XX, Carl Gustav Jung, hablaba de arquetipos y de inconsciente colectivo. Estudió los sueños y los símbolos. Su obra, digamos, hace frente a la desacralización del mundo contemporáneo. ¿Cuál es el mensaje esencial que nos legó este psiquiatra, este faro del siglo XX? 

Desgraciadamente, se estudia poco a Jung. En los planes de estudios universitarios de Psicología apenas aparece. En cambio, sus estudios son muy apreciados y son un faro imprescindible, pero sólo para algunos. El pensamiento universitario no sabe casi nada de los símbolos tradicionales, por lo cual tampoco le interesa Jung. Solamente encuentro una continuación de su pensamiento en los historiadores de las religiones, principalmente en los que escribieron después de la Segunda Guerra Mundial y que formaron el llamado Círculo Eranos. Pero sus planteamientos han ido perdiendo fuerza en sus continuadores. Jung se dio cuenta de que sus sueños y sus visiones tenían una gran similitud con los símbolos antiguos, tanto chinos como europeos o africanos, y a partir de la relación entre los sueños y las visiones con los símbolos comprendió la existencia de un inconsciente común. De hecho, es la propia humanidad. Pero Jung fue muy cauto al respecto y no quiso mezclar sus descubrimientos con la religión, excepto quizá al final, cuando escribió su estudio sobre Job.

Por último, ¿a qué llamaríamos hermetismo? 

Es, una vez más, un término equívoco. En principio es, obviamente, el arte de Hermes, pero tiene dos acepciones que parecen oponerse. El arte de Hermes es la alquimia y todo un saber operativo cuyas raíces son egipcias. Pero desde el Renacimiento y, sobre todo desde el siglo XIX, parece que toma más valor el hermetismo filosófico, que se encuentra en un corpus de textos griegos, pero también originales de Egipto, llamado precisamente el Corpus hermeticum. En cambio, el tema alquímico va desapareciendo pues se conoce poco y mal.

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