Mujeres con alas, incesto, violencia: el gótico andino de Mónica Ojeda

La escritora Mónica Ojeda fotografiada por Lisbeth Salas.

En el último libro de relatos de Mónica Ojeda, titulado ‘Las voladoras’ (Páginas de Espuma), la autora recurre al gótico andino para narrar diferentes formas de violencia actual. Un tipo de literatura que bebe de la tradición de los Andes y que trabaja el miedo desde una visión muy ligada al paisaje. Así, relata el horror del presente a través de historias en las que aparecen las Umas, unas cabezas con alas capaces de separarse de su cuerpo; de las Voladoras, unas mujeres con alas que tienen miel en las axilas; o el incesto, un monstruo muy asentado en la mitología andina.

Los cuentos del libro están basados en el gótico andino. ¿Cómo lo definirías?

Sobre el gótico andino no se ha comentado ni se ha teorizado mucho. De hecho, en Ecuador se habla de él de forma coloquial. Por ello tuve que generar mi propia teoría de lo que era cuando escribí el libro. Para mí tiene que ver con que la literatura gótica en general es una literatura que trabaja el tema del miedo, pero que lo trabaja muy ligado al tema del paisaje. Importan mucho los edificios, la arquitectura, pero también el paisaje y su vinculación con el miedo. Eso es algo que fue esencial para trabajar el concepto de gótico andino que atraviesa el libro. Para mí, el paisaje andino es de donde salen las mitologías, los misticismos, las narraciones orales que están en los cimientos de cada uno de los relatos. Los volcanes, los páramos, los valles, son muy importantes, pero también las visiones ancestrales que subyacen en los relatos. Todo esto ligado al horror, al miedo, a la violencia.

Se da mucho peso a los paisajes, pero también a los animales.

Totalmente. Para mí los animales son parte del paisaje. Los cuentos siempre están pivotando sobre la vinculación entre lo humano y lo animal. Y cómo a veces esa división en realidad no existe: el punto donde lo humano se convierte en algo muy animal y donde los animales tienen comportamientos muy humanos. Me gusta haber trabajado esa mixtura en este libro.

Esta mixtura, esta vinculación entre lo humano y lo animal, bebe mucho del misticismo de los relatos.

El tema del misticismo es súper importante porque es una de las características del gótico andino. Los Andes están llenos de esta historia ancestral, mística, mitológica de los incas, de lo chamánico, de lo ritual, de lo mágico, pero todo eso también está emborronado con los horrores contemporáneos. Me refiero a los feminicidios, al aborto, a las violencias intrafamiliares… Todas las cosas que son cotidianas y que vivimos en cualquier parte del mundo, pero que allá se viven atravesadas por esa cosmovisión.

Te nutres de esos relatos orales para crear unos propios.

Me he nutrido de ello, pero sin hacer un relato antropológico. He echado mano de narraciones orales de los Andes porque me parece que están muy vivas a día de hoy y me servían muy bien para hablar como vehículo metafórico de cosas que me interesaban. Por ejemplo, las Umas, que son unas brujas muy particulares. O las Voladoras. Esas diferencias entre los relatos del gótico andino y otras brujas le dan una riqueza al tema y un color muy específico, estimulan la imaginación de una manera muy determinada.

¿Cómo convive esa tradición con la actualidad?

Esa convivencia es el mundo andino a día de hoy. Aquí convive lo tradicional con el mundo de hoy. Hay que recordar que, por ejemplo, la capital de Ecuador es Quito, una ciudad andina y moderna en la que pervive toda una mitología y simbología de hace cientos de años. Esa contraposición entre el pasado y el presente me parece algo súper interesante que quise llevar a los cuentos.

Ese contraste te permite crear una atmósfera muy concreta, muy potente.

Algo que también me interesaba mucho abordar es lo incognoscible del mundo. Vivimos en un mundo repleto de hostilidad y violencia, y eso está en los relatos que yo trabajo. Siempre hay esta falsa idea de que conocemos todo y algo que yo quería trabajar en el libro es el misterio, que es la base de todo misticismo y de las mitologías. Quise introducir eso en los relatos para generar una atmósfera determinada, una atmósfera inquietante.

En todos los relatos tiene mucha importancia la violencia, que es casi un personaje más. ¿Por qué darle tanta relevancia?

Se trata de un leitmotiv que atraviesa toda mi obra. Creo que estoy bastante obsesionada con ella, pero no con la violencia per se, es decir, con los actos violentos, sino con la violencia que ocurre en los cuerpos. Qué sucede en la mente de los cuerpos dañados o en los que lo ejercen. Aunque pueda parecer que me interesa el espectáculo, porque hay mucho de violencia en mis cuentos, en realidad son una excusa para hablar de lo que les pasa a esos cuerpos.

Y, sobre todo, la violencia sobre los cuerpos de las mujeres.

En casi todos los relatos las protagonistas son mujeres. De hecho, creo que en el único en el que no pasa esto es en el último. Todas están sometidas a unas violencias bastante fuertes. Incluso en algunos también ocurre la violencia entre mujeres. En el libro trato una amplia gama de violencias posibles en la que no solamente está la más evidente, que es la patriarcal, sino también la violencia de las mujeres que puede producirse por la educación patriarcal.

El último relato me interesaba que estuviera protagonizado por un hombre porque es también un cuento violento, pero no tanto como los demás. En los otros relatos la violencia viene por un agente externo, pero en este último lo que importa es la violencia de la muerte: no porque venga alguien y te mate, sino porque la muerte sucede. Al protagonista se le muere su mujer y su hija y se queda sin nada. Quería mostrar esa violencia del duelo, de perder a alguien que amas. En este libro quería mostrar los diversos tipos de odio, de violencia.

También toma forma la violencia que ocurre a través del incesto.

Eso es un rasgo del gótico andino. Cuando hice mis investigaciones, me di cuenta de que hay muchos monstruos andinos que vienen a castigar el incesto. Pero también me percaté de que hay muchas narraciones orales que tienen que ver con esto. Soy consciente de que el incesto es un horror en cualquier sociedad, pero sí que noto que en el mundo andino hay un horror contextual que tiene que ver con la colonización, con el mestizaje que se dio a través de violaciones y amancebamientos.

También existe la leyenda o la idea común de que puedes tener hermanos y no saber quiénes son. De hecho, en las literaturas de las repúblicas, cuando los países latinoamericanos se independizan, las primeras novelas que surgen son obras en las que en algún punto los personajes piensan que son hermanos. Algo que sigue vigente a día de hoy en los culebrones.

Hablas de violencia, de terror, pero en el libro estas dos palabras son revestidas con la belleza del lenguaje.

Creo que en el horror hay posibilidades de belleza y al revés. Se trata de un contraste posible a través del concepto de lo sublime. La experiencia de lo sublime tiene que ver con esta confluencia; se trata de dos cosas no tan opuestas como pudiera parecer. De esta forma, aunque narre historias violentas, sí que quiero mostrar un lenguaje que refleje la emoción que pueden sentir los personajes o yo al estar escribiendo. Al ser un lenguaje emocionado, tiende a ser muy musical, con una prosodia específica y una atmósfera de encuentro entre lo que estoy contando y la belleza del lenguaje. Creo que es un efecto que por alguna razón siento que está cercano a como yo vivo las situaciones que me generan horror.

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