Mujeres solidarias para superar la tragedia de los ciclones en Centroamérica

Huracán en Centroamérica.

Este otoño, los ciclones tropicales han golpeado duramente los pobres países de Centroamérica, que ven acumularse tragedia tras tragedia en sus territorios. Entre su gente, las redes de mujeres han mostrado una fortaleza para la resistencia y la solidaridad que merece ser reconocida. Nos fijamos en la extraordinaria labor de colectivos como la Red de Comunicadoras Indígenas Jun Na’oj y la Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Humanos.

Una tragedia puede convertirse en una noticia abrazadora. Te alcanza si te aquietas ante la imagen de un informativo con mirada compasiva y el azar te regala ese instante fugaz en el que una mano sostiene a otra con fuerza. Y termina abriéndote el pecho cuando, el azar de nuevo, una voz desconocida empieza a susurrarte la historia de un puñado de seres dispuestos a defender lo vivo en el corazón de los ciclones. Son esas señoras “rotundamente costeñas” de Honduras, Guatemala, Nicaragua… que bajaron de sus lanchas con sus mochilas a reventar “con bolsas de plástico, algún niño o niña, gatos, perros, pollos, jolotes, gallos” tras el paso de los huracanes. Lo son también esos hombres a los que hemos podido ver “cargando a otros, cuidando el paso de una doñita, tratando de rescatar algún chunche de la casa, con las miradas de susto y alivio al poner el pie en la tierra firme”.

La voz pertenece a una periodista hondureña, Melissa Cardoza, cuyo artículo confirma que la especie humana merece seguir formando parte de la vida de este planeta. “Quien es capaz de salvar a otra persona que ni siquiera conoce, quien puede cruzar un río salvando un perrito en una paila porque es un ser vivo, quien alimenta con su pobreza a otras personas porque conoce el hambre y sabe lo bien que cae la comida, y de quien ni se sabe nombre ni sonrisa ensayada; toda esa gente tiene lo necesario para gobernar un país, los destinos de la vida común, encumbrar la apuesta ética por el bien común, lo demás que lo hagan técnicos, que para eso estudian”.

Agarrada a esa mirada, atravieso el bombardeo de noticias que se limitan a transmitir el dolor provocado por el paso de los tifones por Centroamérica para comprender que la vida se regenera cuando reconocemos genuinamente al otro. Sirve de ejemplo la campaña que ha organizado en las últimas semanas la Red de Comunicadoras Indígenas Jun Na’oj. Su objetivo es promover la donación de dinero para comprar indumentarias mayas a las mujeres y niñas de las comunidades q’eqchi’, ixil y k’iche’ (entre otras). Ellas han sido las más afectadas por el ciclón Eta en su paso por Guatemala. Güipiles, cortes, fajas, perales… son prendas a las que nuestra imaginación no puede dar forma, pero que son imprescindibles para la dignidad de las mujeres indígenas. Sin necesidad de explicaciones, esta Red de mujeres hace evidente que apoyar no significa dar lo que te sobra o lo que imaginas, sino comprender lo que necesita ese igual con voz propia que no obra como víctima sino como superviviente en este mundo desequilibrado del que formamos parte.

El cambio climático nos va a exigir saber organizarnos más allá de nuestras instituciones, porque la vida no puede esperar. En este mes de Noviembre el Atlántico ha sido atravesado por 31 ciclones tropicales o subtropicales, 30 tormentas con nombre, 13 huracanes y 6 huracanes mayores. El territorio más devastado ha sido Centroamérica. Sobre el terreno, el constante compromiso de las mujeres con la vida ha demostrado ser imprescindible. Así lo ha reconocido el relator especial de la ONU sobre el derecho a la libertad de reunión pacífica y de asociación, Clément Voule: “Sin el trabajo continuo de las mujeres, la promesa de reconstruir un futuro mejor sería simplemente inalcanzable”. Durante la reciente presentación de su informe ante la Asamblea General de la ONU, Voule señaló: «Muchos grupos locales de mujeres trabajan en los lugares más afectados y donde resulta más difícil acceder”, a pesar de que cuentan cada vez con menos apoyos institucionales.

“Mientras”, recuerda Melissa, “salimos de esta hora con los y las que nunca han dejado sola a la vida cuando parece estar a punto de ahogarse en la desgracia”. Y es esa apuesta incondicional por poner la vida en el centro por lo que esas señoras “rotundamente costeñas” capaces de poner sus puertecitas ambulantes para dar de comer a quienes regresaban a tierra y se ponían a salvo, protagonizan la noticia abrazadora de este mes. Gracias a ellas los supervivientes encontraron, “café caliente y agua de manos de otras que ya habían tenido tiempo de secarse y actuar”. Con su acuerpamiento, en la distancia, también cambian la sed de quienes aprendemos a crear nuestras propias redes de apoyo.

Inspiran por lo que hacen. Merece la pena asomarse al documento ‘Hierbas contra la tristeza, un manual para sanar juntas’, elaborado por la comunidad garífuna para comprender cómo un asunto de salud pública puede ser abordado desde otros códigos.

Contagian. Este mes la Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Humanos está reconociendo a las más de 2.000 defensoras, estudiantes, periodistas, labradoras, académicas, sindicalistas, maestras, tejedoras, artistas… conectadas en esta red transnacional, cuyo lazo común es la defensa del derecho a una vida digna para todos los seres vivos de este planeta, incluidos sus ríos y sus bosques. Ellas están poniendo el rostro de las mujeres que en este contexto del COVID están siendo doblemente perseguidas. Entre marzo y noviembre de 2020, las alertas recibidas por IM-Defensoras se incrementaron un 123% respeto al mismo período del año anterior. Si en 2019 fueron 61, en 2020 llegan a las 136 las mujeres agredidas o amenazadas por enfrentarse a las grandes multinacionales extractivistas o por defender los derechos humanos. Desde marzo, 10 defensoras mesoamericanas han sido asesinadas, mientras, siguen creciendo las detenciones arbitrarias, las campañas de desprestigio, la represión y la criminalización. A pesar de todo, ellas son quienes están aportando en su práctica comunitaria muchas de las respuestas y las alternativas sociales, económicas y de convivencia que también necesita Occidente.

Y están creando un tejido transnacional. IM-Defensoras es un ejemplo, Esta organización de mujeres garantiza la visibilidad, la asistencia jurídica y la protección física de las defensoras de derechos humanos de Mesoamérica, buscándoles un refugio dentro y fuera de sus países. al margen de los Estados y sus gobiernos e instituciones.

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Comentarios

  • M Esther

    Por M Esther, el 01 diciembre 2020

    Yo estoy estudiando sobre el origen ritual de los géneros literarios y cinematográficos. Me ha gustado mucho tu artículo, gracias.

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