Museos: lugares donde respirar, compartir y… volar

Público frente a La Gioconda en el Museo del Louvre. Foto: Pau García Solbes.

Hoy, 18 mayo, Día Internacional de los Museos, la Fundación Daniel y Nina Carasso firma este artículo para reivindicar el papel de la mediación cultural y artística como puntal para abrir los museos a la sociedad, actualizar y ‘re-crear’ sus contenidos, conectarlos con la vida de la gente. “Es necesario crear lazos con las personas, lograr que sientan la institución cultural como propia, como un lugar que tiene que ver con sus vidas. Gracias a la mediación es posible no solo alcanzar nuevos públicos, sino también interpelarlos, generar afectos mutuos y lograr que instituciones y ciudadanía se reconozcan en un espacio común”. Es el objetivo de la plataforma MAR, que impulsa la fundación junto al Museo Reina Sofía y la asociación hablarenarte.

Pórticos, columnas, atrios. Desde su arquitectura exterior, muchos museos tienden a imitar la estructura de templos antiguos: lugares sagrados donde hay que entrar en actitud solemne de silencio. Lugares místicos unidireccionales donde contemplar unas obras de arte que poco tienen que ver con nuestras vidas. Lugares aburridos. Así es como buena parte de la sociedad, aún hoy en día, percibe a estas instituciones culturales y artísticas. Esto es especialmente paradójico si hablamos de museos públicos, cuya titularidad es de las personas que los mantenemos con nuestros impuestos. Sin embargo, en ellos “muchas veces sus dueños se sienten intrusos y las obras de arte se convierten en rehenes de una narración predeterminada”, tal y como afirmaba recientemente Sara Torres Vega, miembro de la plataforma MAR .

Por este motivo, el Día Internacional de los Museos es una oportunidad idónea para recordar que el concepto de museo debe ir mucho más allá de sus funciones tradicionales y conectar con su esencia, generando espacios de encuentro entre el arte y las personas, que conecten a las personas con las instituciones, pero también entre sí, donde las personas se sienten invitadas a habitar y hacer suyos sus rincones. Y para ello hay una herramienta sumamente valiosa y poliédrica: la mediación cultural y artística.

Junto con la custodia de las obras a las que otorgamos gran valor histórico y artístico, la mediación es la función más importante que puede tener un museo para convertir las piezas expuestas en experiencias conectadas con la vida y con las personas. Por medio de ella se enriquecen las posibilidades de programación del contenido de los museos, vinculándolo con nuestras vidas, y activando las obras de arte para que dejen de ser objetos ajenos e inalcanzables y convertirse en conocimientos y vivencias.

Estos procesos permiten difuminar las murallas que tradicionalmente han existido entre las instituciones culturales y los públicos, abriendo grietas por las que pueden entrar personas y comunidades que no se han sentido convocadas por ellas ni cuyos intereses han sido atendidos hasta ahora. No basta con decir que un museo es “para todos los públicos”, sino que hay que construir ese museo comunitario, situado, abierto y plural, que favorece el diálogo e integra a estos grupos de personas, y por ende a sus culturas, en los discursos institucionales.

En el entorno cultural en los últimos años se escucha a menudo un anhelo común: llegar a “nuevos públicos”. A través de la mediación cultural es posible afrontar ese desafío de ampliar audiencias al tiempo que se cumple con la misión fundacional educativa del museo. Sin duda, es positivo aumentar las cifras tanto a nivel de estadísticas como de taquilla, pero más necesario aún es crear lazos con las personas que integran esos públicos, lograr que sientan la institución cultural como propia, como un lugar que tiene que ver con sus vidas. Gracias a la mediación es posible no solo alcanzar nuevos públicos, sino también interpelarlos, generar afectos mutuos y lograr que instituciones y ciudadanía se reconozcan en un espacio común.

La mediación es útil para desdibujar las fronteras tradicionales entre las instituciones culturales y la sociedad civil y para romper con el modelo de creación versus consumo, que a menudo se percibe como “los de dentro” versus “los de fuera”. Esta herramienta puede propiciar un cambio de paradigma que implique de forma efectiva a todas las personas en la vida cultural y en la esfera pública.

Esto es algo imprescindible no sólo para asegurar la sostenibilidad y perpetuación de las instituciones, sino desde el punto de vista de los derechos culturales y la democracia cultural. La cultura es algo que nos pertenece, algo que hacemos todos y se construye entre todos, no es algo que viene dado por una institución –o al menos no debería serlo–. La mediación artística da voz a las personas para que puedan participar en la definición de esa cultura, para que cada individuo pueda encontrar su espacio de representación en la vida cultural y pueda, por tanto, participar en ella.

En este sentido, las instituciones culturales no han de contentarse con cubrir el expediente: pueden y deben ser laboratorios de democracia cultural. Para potenciar de manera real los procesos de mediación es necesario destinar recursos y generar en plantilla puestos estructurales que otorguen estabilidad a esta función. El gremio de mediadores y mediadoras culturales, sin embargo, se enfrenta a una situación de precariedad generalizada que tiene una relación directa con el marco legal en el que se desarrolla (pliegos, contratos, convenios colectivos…).

Asimismo, es importante también crear estructuras que hagan perdurar en el tiempo el conocimiento generado por la mediación cultural y artística. Mientras que gran parte del trabajo realizado en los museos se materializa en exposiciones que pueden ser revisitadas en el futuro a través de la producción de catálogos o museos virtuales, la documentación de lo producido en educación tiene a menudo un carácter diferente. Se pierde así una enorme riqueza de materiales visuales, orales y escritos cuyos aprendizajes podrían recogerse –si se destinan recursos– a través de formatos como el diario, la relatoría gráfica y narrativa o el vídeo.

Desde la plataforma MAR, impulsada por el Museo Reina Sofía, la asociación hablarenarte y la Fundación Daniel y Nina Carasso, buscamos generar una red nacional que permita abordar estos retos, promoviendo acciones de cambio relevantes en el terreno de la mediación cultural, las pedagogías críticas y las nuevas institucionalidades, y posibiliten el surgimiento de espacios de encuentro plurales en los que la gran diversidad de agentes que forman el ecosistema de la mediación cultural en España puedan investigar, compartir y trabajar conjuntamente, consolidando la mediación como elemento esencial de las políticas culturales. La investigación, el trabajo en red y el archivo de prácticas estructuran esta iniciativa que tanto puede aportar para expandir nuestros museos e instituciones culturales.

Impulsamos MAR porque estamos convencidas de que las actividades educativas y de mediación cultural de nuestros museos no pueden limitarse a una dimensión secundaria, sino que deben ser un núcleo fundamental, un espacio seguro para ideas seguras en múltiples formas, tonos, sonidos, tiempos y recorridos. Un lugar donde poder respirar y, por supuesto, volar.

Fundación Daniel y Nina Carasso : Isabelle Le Galo, directora para España. Pepa Octavio, responsable de la línea Arte Ciudadano – España. Cristina Sáez, responsable de programas Arte Ciudadano.

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