‘Nada es verdad’: el cínico e irreverente retrato de una excéntrica familia

La escritora Veronica Raimo.

Resulta absolutamente imposible no enamorarse de este libro, del doliente desparpajo de su protagonista, del torrente verbal con que cuenta su mundo lleno de heridas. ‘Nada es verdad’ es un extraordinario retrato generacional, feroz e irreverente, sobre vínculos, pérdidas, desastres familiares y la aventura de crecer. Nada es verdad’, de Veronica Raimo (Roma, 1978),  es sin duda uno de los libros más mágicos con los que me he topado en los últimos tiempos, porque Raimo sabe que el cinismo es la mejor diversión para los buenos lectores, porque su amarga comicidad labra poderosas cicatrices sobre la sórdida marabunta que teje el patriarcado.

Hay tragedias que vienen avaladas por sonrisas casi imperceptibles que, sin embargo, iluminan como si fuesen carcajadas. Carcajadas salvajes como aquella con la que un día Christopher Durang nos atrajo hacia la verdad más dolorosa, aquella capaz de exterminar las mentiras sobre las que la sociedad nos hace caminar sin tener en cuenta que arden como ascuas en mitad de la noche, en mitad del sueño de cada ser humano. Veronica Raimo se aproxima de manera portentosa a ese intríngulis llamado vida desde un crisol de sonrisas, de risas liberadoras que nos implican, que nos liberan, que acaban con nuestro legado de parias dentro de nuestras propias familias.

Nada es verdad, su nueva novela ambientada en una Roma demasiado precisa y castradora, es un libro literaria y emocionalmente intachable. Escrito con la precisión de quien nada tiene que perder y auspiciado por una inteligencia ilimitada, va llevando al lector hacia un territorio en el que podrá salvarse y defenderse de todo aquello que una vez le hirió. Raimo zarandea su árbol genealógico hasta arrancar de él un testimonio feroz que implica a quien lee y lo libera, le otorga atributos y atribuciones irreales y cómicas para que no tema adentrarse en la siempre pérfida boca de la verdad, para que distinga la silueta de las frutas podridas que siempre acaban infectando los distintos apartados sobre los que se escribe nuestra biografía doméstica.

Nada es verdad es una hermosísima y chispeante trampa avalada por una locuacidad narrativa que empuja al lector de esa forma medida y absoluta en que lo empujaría esa ola que no ha nacido para provocar una catástrofe. Raimo sabe que el cinismo es la mejor diversión para los buenos lectores y en esta novela lo revitaliza hasta convertirlo en un idioma ágil que cala las intenciones de quien ve vivir a sus protagonistas. Francesca, Verika, Christian, el padre Serafino, Cecilia, A, el abuelo Peppino, el único cómplice limpio de cualquier obscenidad, con el que la protagonista podrá contar, y todos y cada uno de los personajes que componen esta historia transparente y reveladora, tienen como nexo común, como atribulada ambición, encontrar su lugar en el mundo. El férreo individualismo de Verika acoge una inherente pluralidad porque desde su memoria se abren caminos llenos de huellas pasadas, presentes y futuras sobre las que pueden descansar nuestros propios triunfos y fracasos.

Nada es verdad es enseñanza y refugio, es arbitraje y paraíso para un torbellino de almas que no van a coger la mano, que, con muy mala baba, pretenda tenderles cualquier dios. Nada es verdad es una novela desnuda, vertiginosa, desinhibida y franca. Todo un descubrimiento. La ácida biografía de una mujer que no le teme a sus recuerdos, que comprende que la construcción de estos no solo nos pertenece a nosotros, sino que es una desmedida tela de araña que no puede sostenerse sobre dibujos perfectos:

“Mis momentos de soledad más profundos los he vivido en la taza del váter”.

Raimo deja descansar la trama de su novela, de su vida, de las nuestras, sobre un perverso realismo fantasioso que cautiva de principio a fin. A menudo, al lector le cuesta creer su corajuda impertinencia emocional:

“Lo importante no es nunca la credibilidad, sino la autosugestión”.

“Siempre me ha parecido falaz el refrán: ‘El diablo hace las ollas, pero no las tapas’; en mi experiencia las mentiras tienen la cualidad intrínseca de generar coherencia, nexos causales, inferencias”.

“Esa es mi teoría: tú déjalo trabajar en paz y el diablo hará las ollas y las tapas”.

“La verdad es que mi madre ha sido la auténtica punk de la familia. ¿Qué podía demostrar yo a los quince años con mis medias de rejilla rotas si ella iba por ahí con la falda completamente abierta en el culo? Si intentaba señalárselo me respondía: Vaya , aquí tenemos a la princesa del guisante”.

Raimo nombra todos los combates femeninos, todas las vejaciones, la violencia, ese reiterado señalamiento si no se toma la decisión que la sociedad espera de ti, si no se hace frente a ella desde la estética que nos marca. Hay párrafos y páginas que hielan la sangre, confesiones como las que Raimo concatena entre las páginas 92 y 93, y que no desvelaré aquí porque opino que han de ser descubiertas, sin intermediarios bienintencionados por el lector, y que dejan a la intemperie la violencia con que cualquier mujer ha de convivir en su vida. Violencia familiar, violencia maternal, filial, de los amigos, de los amantes, hasta del propio e incierto destino.

Raimo muestra la violencia como algo establecido, como esa paradójica tabla de salvación que te mantiene a flote en el infecto mar social en el que todos, tarde o temprano, vamos a caer:

“Me decía: si una prostituta paga a su cliente, ¿sigue siendo una prostituta?”.

Y, sin embargo, resulta absolutamente imposible no enamorarse de este libro, del doliente desparpajo de su protagonista, del torrente verbal con que cuenta su mundo lleno de heridas.

Nada es verdad es sin duda uno de los libros más mágicos con los que yo me he topado en los últimos tiempos. Un libro que como decía más arriba trata a la violencia con la exactitud y el cinismo con que merece ser recordada.

No dejéis de leerlo, es fascinante, y su amarga comicidad labra poderosas cicatrices sobre la sórdida marabunta que forma siempre la irrompible carne del patriarcado.

‘Nada es verdad’. Veronica Raimo. Traducción de Carlos Gumpert. Libros del Asteroide. 207 páginas.

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