Neuman Tikín, el corredor neumático reumático
Fruto de la colaboración de ‘El Asombrario’ con Signus, entidad sin ánimo de lucro dedicada al reciclado de neumáticos usados en España para la conservación del medio ambiente, nace el simpático personaje de Neuman Tikín, creado por Rafa Ruiz con ilustraciones de María Ramos. Un neumático reumático, un corredor retirado, pero que ha ganado los más codiciados premios en circuito. Un campeón de origen brasileño, que aparece abandonado en una cuneta y conoce a la Señorita Espantapájaras y a Lady Lata, a las que también han apartado como desechos. No lo aceptan y juntos emprenden, a la manera de ‘El Mago de Oz’, un fantástico viaje para reinventarse y reencontrarse con la naturaleza. Las aventuras de Neuman Tikín podrán seguirse, mes a mes, en el nuevo blog de Signus, ‘Neumáticos en Verde’, junto a reportajes y artículos. Hoy esta ‘Ventana Verde’ publica la primera entrega de ‘Neuman Tikín’, más un adelanto del segundo relato, que publicará próximamente Signus.
El increíble viaje de Neuman Tikín
– ¡Wala, mira, un bizcocho bizco, pocho y rechoncho!
– Puaj, qué asco me da, parece una hamburguesa despachurrada con mucho pepinillo y poco queso, muuuuuy poco queso.
– No, no, es un pastelito despanzurrado de pocho-colate.
– Ja, ja, ja. ¡Atiza, a mí me parece una longaniza!
– ¡Sí, una longaniza caducada hace la tira!
– O una enorme chuche pachucha de regaliz.
– O una rosquilla super-requete-fritísima.
– O un fideo muy gordo con tinta de calamar gigante.
– ¡Basta ya! Un momento, muchachitos. Alto ahí, niño y niña mequetrefes. Os creéis muy listos y muy graciosillos, ¿no? ¡No sabéis con quién estáis hablando! Habéis de saber que soy el Gran Neuman Tikín, famoso en el mundo entero de las ruedas. Un corredor neumático retirado. Ganador de los más codiciados premios en circuito. Puritito caucho del bueno, coronado de laureles. Un campeón hecho y derecho. Bueno, derecho no, circular, pero campeón. Tocad, tocad. Sin miedo. Mirad qué bíceps, qué muslos, qué solidez y qué flexibilidad al mismo tiempo… Nada abollado, nada rígido… Sí, sí…, vale, un poco agrietado, ¿y qué? ¿Quién puede decir que no tiene alguna arruga en su vida? ¿Eh, quién? Pero sabed que aún puedo dar mucho juego… Estoy dispuesto a demostrarlo… Ya, ya sé que algunos de mis compañeros prefirieron recauchutarse y seguir rodando por las pistas de vete tú a saber dónde y que otros están ahora mismo contentos y dicharacheros en una planta de tratamiento y reciclaje. Pero, ya veis, yo me caí del camión y acabé aquí, tirado, abandonado. No sé cómo. Apático y reumático. Aquí tirado, ayyyyy, con lo que yo he sido… Mi amigo Acelereitor decía que yo era el mejor y más simpático neumático en pista. Corrí desde Australia a Italia, Corea del Sur, las Natillas Holandesas… ¿O se decía Lentillas?, ¿o Antillas? Bueno, da igual. La India, la Argentina y el Japón. ¡El Gran Neuman Tikín! Eso no lo olvidéis. Esperad un momento, que me recomponga y me estire, me quite estas ramas del casco y el barro de las zapas…
– Jooooope, qué cambio, pues parecías un bizcocho despachurrado.
– O una hamburguesa sin lechuga y con poco queso, muuuuuy poco queso, ja, ja, ja.
– ¡Basta ya, niño y niña absurdos y mequetrefes! Mis padres nacieron en la selva brasileña, y yo al bosque quiero volver… Uy, me ha quedado un poco letra de bolero o canción de salsa… Yo al bosque quiero volver, mamita; yo al bosque quiero volver, mi niña linda… Un pasito p’alante y un pasito p’atrás. ¿Tú bailas, mi niña linda? Te advierto que tengo mucho ritmo y mucha flexibilidad en las caderas… Caucho puro.
– Tikín, un poco de seriedad, anda… Que estamos hablando de cosas importantes… Pareces un neumático lunático y selvático, ja, ja, ja…
– A veces me sale la vena de neumático romántico, ya veis…
– Quieres volver al bosque, pero ¿¿¿para qué???
– Sí, niña y niño chulitos y mequetrefes… Me parece muy sintomático de vuestra mequetrefería que os pongáis así de tiquismiquis, individualistas y poco colaboradores.
– Oyyyyyye, sin faltar, Tikín, que el tiquismiquis eres tú…
– Perdonad. Es que, acostumbrado a correr tanto, a veces pongo el piloto automático y me disparo. No soportaba los neumáticos flemáticos y apáticos. Me ponían a cien. Me sacaban de quicio y de chasis. Aún me aceleraba más. Lo mío era correr y correr, no parar. Todo el día deprisa, deprisa, deprisa. Con el flequillo siempre despeinado. Neuman Tikín, el neumático automático, el que no falla jamás, el que no pierde una carrera. Je, je, je. Tocad, tocad mis bíceps. Puro caucho.
– Pero, Neuman Tikín, ¿para qué quieres tú volver al bosque si eres muy raro? Allí no vas a hacer amigos. Vamos, que ya me estoy imaginando la cara de las conejas, las nutrias y las señoras jabalíes, que son muy suyas y en cuanto ven a alguien que no les suena del bosque se ponen de un mal humor que para qué te quiero contar… Yo, que tú, me quedaba aquí, tranquilito, relajado.
– Pero ¿cómo que me quede aquí tranquilito y relajadito? Yo no puedo estar tranquilito y relajadito; la vida continúa; y ya que me caí del camión, qué mala pata…, o mala rueda…, o mala como se diga, ya que no acabé en esa planta de reciclaje que me han dicho que es una bendición y te hacen de todo, masajes y de todo, pues qué mejor idea que convertirme en un árbol, como mis antepasados del caucho. Además, ¿no habéis visto lo sucio que está aquí todo? Es que hay que ver lo guarrillas que son algunas personas, que en cuanto te descuidas te tiran las bolsas y las mondas de los plátanos y las mandarinas al borde del camino… Mirad, mirad cómo me he puesto de sucio. Pasad el dedo por mis músculos y probad, probad; si es que yo creo que saben a mandarina y melón. Con lo que yo he sido…
– No, gracias, nuestras madres nos tienen dicho que no aceptemos chuches de extraños, por muy de caucho que sean.
– Ni comamos entre horas bollería industrial.
– Ja, ja, ja. Me parece lógico. Listas y previsoras vuestras madres. Pero yo aquí no me quedo, así que ya estáis ayudándome a incorporarme… Incorporarme…, ¿se dice así? De repente, me ha sonado súperrrrrrraro… Ayudadme a ponerme en marcha, la cuarta, la quinta, la sexta, fiuuuu, fiuuuu, a espabilar y a emprender ruta, que no hay tiempo que perder. Que el tiempo apremia y hay que llegar primero a meta. Ay, no, qué tontis, si ya no estoy en carreras… Si estoy retirado…, porque soy ya lo que llaman un típico neumático reumático… Bueno, da igual, en cualquier caso, no hay tiempo que perder. Así que yo me marcho de aquí y me voy al bosque a convertirme en un árbol… Rodando, rodando…
– ¿Pero cómo que en un árbol? Tú estás loco, Neuman Tikín. Los árboles tienen tronco, raíces, ramas, hojas, frutos… Tienen sus nidos y sus ardillas. Y tú, vamos, tú ni lo uno ni lo otro ni lo de más allá. Más bien eres rechoncho, y con ese casco y esas zapas… No das el pego, vamos, ni a las comadrejas.
– ¡Alto ahí! Sin faltar, eh. Que para hablar las cosas y tener una conversación fluida no hace falta faltar. Uno sienta las bases de la conversación y luego ya va todo rodado…. Redondo, soy redondo, perfecto que se suele decir. Ni pocho ni rechoncho. ¡Re-don-do! Ya se os está metiendo en vuestras cabezotas de niños mequetréficos. Así que coged vuestras cosas, que nos vamos.
– Pero ¿qué cosas? Si no hemos traído nada…, si estábamos aquí al lado jugando, hasta que te hemos visto con cara de circunstancias ahí despanzurrado al lado del camino… Y como estabas así, parecías otra cosa más pocha. Más poca cosa, vamos. Ahora ya vemos que no… Pensábamos que eras un poco churro, y nos has salido algo chulo. Ja, ja, ja.
– Je, je… Entonces, esos palitos, ¿no son vuestros?, ¿de quién es ese amasijo de palitos?
– ¿Esos palitos?… Esos palitos son un espantapájaros ya roto que alguien ha abandonado también al lado del camino…
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
– Un momento, niños mequetréficos, un respeto, que tengo orejas y ojos. Y muy buen oído y muy buena vista, por cierto. Yo soy la Señora Espantapájaras… Y coincido con este señor, con…
– Tikín. Neuman Tikín. El Gran Neuman Tikín. Para servirle a usted, señorita linda, y a la automoción.
– Pues coincido con el señor Gran en que aquí no hay quien esté, que hay mucho polvo y muy poco ambiente, y yo me marcho con él al bosque…
– ¡Hala, qué manía, todos al bosque! Pues, Señora Espantapájaras, siento decirle que cuando la vean a usted abubillas, mirlos y currucas, menudo susto. Vamos, que se van a poner a volar y no van a parar hasta el Estrecho de Magallanes…
– ¿Eso dónde está?
– Más allá del Quinto Pino.
– Pues vale, pues que se vayan la señorita curruca ésa, o carraca o currutaca, y la señorita abubilla, que me suena que es mega-cursi, con el Señor Estrecho ése…, que el señor Gran y yo nos marchamos… Al bosque. Y a quien le pique, que se rasque… Que ya estoy yo hasta el cogote de paja de ridiculeces y tonterías y ridiculeces y tonterías y más ridiculeces y más tonterías.
……………………………………………………………………………………………………………………………………………
– Discúlpeme, usted, señor Gran, que me haya puesto tan impertinente, pero es que esos niños me estaban cargando un poco. Y tenía ya ganas de moverme, desentumecer mis ramas y emprender camino… Tanto tiempo ahí tirada no era plan…
– Está usted disculpada, señora Espantapájaras.
– Señorita. Dígame señorita Espantapájaras, que me rejuvenece.
– La comprendo perfectamente, señorita Espantapájaras. Pero llámeme Neuman. Neuman Tikín.
– Además, como llevo toda la vida asustando a todo bicho viviente, que para eso soy una Espantapájaras, pues se me ha quedado ese tono un poco borde de conversación.
– Normal. Lo comprendo perfectamente. Ha tenido usted un trabajo muy duro y esclavo.
– ¡Un horror, un horror de trabajo! Todo el día y toda la noche levantando los brazos y haciendo ruidos raros con el viento para que ningún pájaro se comiera las coles y los tomates de esa huerta.
– ¡Uf!
– Y sin días ni horas de descanso, sin ningún tipo de regulación laboral. Los inviernos estaban un poco más tranquilos, porque no había nada en la huerta que comerse. Pero, vamos, el resto del año, que si cuida las lechugas, que si cuida los guisantes, que si cuida los pimientos… ¡Vaya cansancio de trabajo!
– Uf, pobre señorita Espantapájaras.
– Por cierto, qué neumático tan apuesto es usted, señor Neuman Tikín. Todo un caballero.
– No lo sabe usted bien, señorita Espantapájaras.
– Yo no le veo nada neumático reumático. Me parece un neumático súper-simpático. Apuesto a que debe de haber ligado mucho.
– No sabe usted la adherencia que tengo. Y la resistencia. Soy un neumático muy elástico. Mire, mire, ni una grieta en todo mi cuerpazo. Toque, toque.
– ¡Ay, que me desarmo! ¡Qué gracia que tiene usted, Neuman Tikín!
– Muy amable, por su parte, señorita Espantapájaras.
– Y bien, dígame usted…
– Puede tutearme… Ya hay confianza entre nosotros. Nos une un mismo objetivo…
– Dime tú qué planes tienes…
– Hablemos en plural… Nos une un mismo objetivo…
– Ay, cómo eres Neuman Tikín, que me derrito…
– No, no, derretirse, no. ¡No digas eso, por favor! ¡Puaj, qué asco! Aún recuerdo los malos ratos que he pasado en mi vida cuando el asfalto se ponía blando y pegajoso… Todo muy problemático. ¡No lo soporto, no lo soporto! Y eso que no soy nada maniático.
– Bueno, pues nada, no me derrito. Me troncho. ¿Le parece a usted bien que me tronche?
– Mucho mejor, mi estimada Espantapájaras. Pero tutéame, por favor; tutéame.
– Ay, sí, qué tonta, Neuman Tikín… Bueno, me pregunto yo que cuáles son nuestros planes.
– Buscar un bosque y convertirnos en árboles.
– ¿Y será así tan fácil?
– Por supuesto, confía en mí. Neuman Tikín nunca falla, es automático. Un bosque mágico, fantástico, enigmático y verdático.
– ¿Verdático? Ja, ja, ja. Eso no existe ni en el lenguaje de los neumáticos. Ja, ja, ja. Querrás decir muy verde…
– Pues eso, un bosque muy verde y selvático.
– Yo siempre fui una romántica… Siempre aspiré a convertirme en una linda palmera donde se posaran gorriones y estorninos.
– Yo te veo más como una encina.
– ¿Tú crees?
– Sí. Bien grande y longeva, capaz de acoger garzas y milanos, cigüeñas y mirlos.
– Ay, ja, ja, ja, qué cosas me dices… Pero mira que a mí me gustan las palmeras… No, no, una encina, no; demasiado rechoncha. Mejor una palmera.
– Pues no se hable más, si a ti te hace ilusión ser una palmera… Una palmera. Vamos allá.
– Ay, sí, es que las palmeras a mí siempre me dispararon la imaginación en las horas más aburridas allá en la huerta. Y yo, con este cuerpo, me veo más una palmera. Alta y con estilazo. Contoneándome. Con las hojas al viento, bien desmelenada. Y soñar con pelícanos, tucanes y gaviotas. Que sí, ya sé que en ese bosque adonde vayamos no va a haber pelícanos ni gaviotas, que es más fácil que nos encontremos con cernícalos y pájaros carpinteros. ¿Pero a quién le hace mal soñar con tucanes?
Para seguir las aventuras de Neuman Tikín, en la sección de Cuentos del blog ‘Neumáticos en Verde’, de Signus.
No hay comentarios