El disparatado fervor arboricida de las autoridades madrileñas
“Socorro. ¡NOS TALAN!”. El cartel es uno de los muchos que podían leerse en la valla que rodea la arboleda de monumentales plátanos en Madrid Río que ha desatado la última gran protesta vecinal en la capital. La tala prevista de cientos de ejemplares que llevan allí desde la década de los 60, en lo que quedaba del antiguo Parque de Arganzuela, ha sido la gota que colma el vaso de la paciencia de parte de la ciudadanía, ante lo que califican de descalabro ‘arboricida’ de los responsables municipales. El cambio de ubicación de una estación de metro de la acera al interior del parque se suma a la práctica desaparición de otros jardines urbanos por la construcción de infraestructuras, los miles de alcorques vacíos, talas en calles para habilitar zonas de terrazas, plantaciones sin mantenimiento que acaban secas… Todo ello en una ciudad considerada ‘isla de calor’, que en 2022 fue la tercera de Europa con más días de temperaturas extremas, según los científicos de la organización Climate Central.
La gestión de los parques, jardines y, en general, arboledas de Madrid está en el ojo del huracán, e incluso traspasa las fronteras, cuando el resto de las grandes urbes tratan de hacerse más verdes. “Son unos arboricidas”, claman muchos vecinos y vecinas. “Estamos plantando cientos de miles de árboles”, responden desde el Consistorio madrileño, en manos del PP y Ciudadanos. Pero la realidad es tozuda y basta pasear por la ciudad para comprobar cómo ese mundo vegetal, aún más fundamental en una ciudad que se recalienta in crescendo cada año, se va reduciendo, mientras los supuestos futuros sustitutos plantados no llegan a prosperar, porque nadie se ocupa de ellos.
Los datos parecen indicar que la masa forestal y verde de Madrid no es una prioridad por su valor intrínseco en términos ambientales y de salud pública, ya no digamos de paisaje. En sólo cuatro años, Madrid ha perdido más de 76.600 árboles maduros, según recopilación realizada por Diario.es con fuentes oficiales. El alcalde, José Luis Martínez Almeida, aduce que se han plantado 180.000, aunque no cuenta que se trata de pequeños plantones de unos 20 centímetros de alto que, en su mayoría, ya están secos: sólo en el Ensanche de Vallecas, más del 70% de los plantados no han salido adelante y basta darse un paseo por el Parque Lineal del Manzanares para comprobar que muchos otros tampoco lo hacen. “Ahora nos anuncian que pondrán 20.000 por los que nos talan en Madrid Río y otros parques, que llevan medio siglo; pero es que no se trata de matar lo que está por algo que seguramente no va a sobrevivir y no serán nunca tan grandes”, señala Martina, vecina del Paseo de Yeserías, junto a la arboleda en peligro.
La crisis arbórea se extiende por la capital, especialmente por el Centro, de forma paralela a la proliferación de terrazas de bares en las calles. Tuvo su momento álgido con Filomena, cuando se perdieron unos 80.000 ejemplares y otros 800.000 quedaron dañados. Frente al compromiso municipal de reponerlos, la ciudadanía lo que ha visto en estos tres años es que miles de alcorques siguen vacíos, cuando no se eliminan para que no se vean: 2.188 ya han desaparecido durante 2022 y otros 2.044 está previsto que desaparezcan para este año.
Después llegaron talas en las obras de la Plaza de España, donde se eliminaron grandes ejemplares; la remodelación de la Puerta del Sol, en la que tampoco está previsto que se plante ni uno; la reforma del Parque de la Cornisa, que desde otoño ya vive una movilización vecinal porque su remodelación se ha llevado por delante decenas de árboles, actuación denunciada por no tener autorización del Área de Medio Ambiente; las protestas porque en parques como el de Aluche o de El Calero de La Concepción (Ciudad Lineal) se sustituye la tierra por zahorra (una masa compactada de piedras) que, dicen desde Ecologistas en Acción, no sólo elimina barro, sino también la posibilidad de que crezca algo verde; y así un listado que parece interminable de agravios, casi barrio a barrio, que se van acumulando contra quienes tendrían que trabajar por su buen estado.
“Lo de eliminar árboles maduros en Madrid Río, en el parque de Comillas, que prácticamente desaparece, y en el Darwin de Moratalaz nos ha pillado por sorpresa. Claro que queremos transporte público y que se construya la Línea 11 de Metro, pero no a costa de destruirlos, porque se pueden poner las salidas en las aceras, que es lo que estaba previsto en Paseo de Yeserías. Y lo han cambiado sin información pública ni declaración de impacto ambiental conocida. Arrasarán una arboleda que lleva medio siglo y es de las zonas más utilizadas. Empezamos unos pocos, pero en pocos días ahora somos miles los que estamos en la defensa del parque”, explica Maite Gómez, presidenta de la Asociación de Vecinos Pasillo Verde Imperial.
Esta movilización por la naturaleza urbana madrileña tuvo su escenificación hace una semana, el sábado pasado día 18, cuando unos 2.000 vecinos y vecinas se concentraron en la zona afectada de Arganzuela para exigir la vuelta al proyecto original. Se han organizado a través de redes sociales en las que todos participan y aportan, ya sean organizaciones vecinales, ambientales, educativas o particulares. La protesta ese día alcanzó tal dimensión –se publicó en medios internacionales y la noticia dio la vuelta al mundo– que, por primera vez, la Comunidad de Madrid lanzó un comunicado para frenar posibles impactos, a pocos meses de las elecciones. Pero no lo ha logrado: aunque se compromete a parar la tala de los ejemplares de Madrid Río hasta comprobar si pueden trasplantarse, la realidad es que, según sus informes previos, ya se hizo ese estudio y se tendrán que eliminar. “Nos toman por tontos, porque ya saben que no se trasplantarán y no dicen nada de poner la estación en la acera, donde estaba previsto”, comenta Jesús, un vecino de 75 años que lleva décadas sentándose bajo la sombra de esos grandes plátanos.
En el caso del parque de Comillas, la tala será aún mayor: más de mil árboles para que entre la tuneladora por un espacio de 35.000 metros cuadrados en el que se afectará a unos 25.000. Ya han empezado las obras de la Línea 11. “Nosotros queríamos el Metro, claro que sí, pero no imaginábamos que sería a costa de talar un millar de árboles del parque, porque hay grandes solares cerca que podían haberse utilizado. No dan ningún valor a las zonas verdes y nos obligan a tener que manifestarnos y protestar por algo, la conservación de los árboles, que debería ser su obligación”, se queja Valentina, que vive en la calle de Antonio Leyva. “Y no soy la única que piensa así, somos muchos, y no nos gusta oír que nosotros pedimos que se hiciera así”, asegura. Menos movilización hay en la zona también afectada del parque Darwin, por donde saldrá la tuneladora.
Otra de las obras importantes que amenazan áreas arboladas, también cerca de Madrid Río, es lo que ha sido denominado por los vecinos como “el pelotazo de la Ermita del Santo”, un proyecto municipal que pretende recalificar una zona dotacional –hay un centro comercial y un gimnasio– para convertirla en zona residencial con 600 nuevas viviendas y dos torres de hasta 28 plantas. “No sólo aumentará la masificación de la zona, sino que van a eliminar unos 4.000 m2 de zonas verdes y el 70% de los árboles que tenemos; lo justifican diciendo que luego pondrán arbolitos entre los nuevos edificios, pero es que no es lo mismo y, además, afectarán al palmeral más grande de Madrid. Por eso nos estamos movilizando y el domingo 26 de febrero, mañana, nos vamos a manifestar y hacer una cacerolada”, explica Yago Martínez, que es vecino de la Ermita, además de miembro de Ecologistas.
Esta ONG ambiental también ha denunciado, en los últimos meses, las talas abusivas en la Casa de Campo, así como el hecho de que se aprovechen obras para elimina árboles, como es el caso de la Plaza del Carmen, donde han desaparecido la mitad, o la calle Montera, donde hace escasos días talaron el último gran plátano que quedaba, ante la indignación de los paseantes, que grabaron el momento.
A falta de responsabilidad pública en la conservación, como denuncian un buen número de los habitantes de la ciudad, que ven a muchos más operarios hormigonando plazas y calles que plantando, gritan su “Tala No”. “No vamos a permitir que traten de politizar partidistamente nuestra defensa de los árboles y no nos vamos a callar hasta que entiendan que no queremos ni un árbol menos”, dice una adolescente, mientras se para ante los carteles puestos en la valla de obra de Madrid Río, arrancados a toda prisa por los gestores del PP. “Estamos todos a una”.
Por iniciativa de una vecina se lanzó una recogida de firmas para evitar la tala de los plátanos en Arganzuela en Change.org que ya ha recogido unas 60.000.
COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
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