“A mí es que no me gusta Picasso, ¿qué quieres que te diga?”

Una visitante a la entrada de la exposición ‘Picasso/Chanel’, en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Foto: Rafa Ruiz.

Hoy dejamos de lado cualquier sesuda reseña cultural y damos paso –como esa fórmula tan manoseada en los informativos de la tele– a la gente de la calle. ‘El Asombrario’ visita tres de las exposiciones estrella de estas Navidades en Madrid –con protagonismo femenino, por cierto– y recoge los comentarios del público (espontáneos, sin el periodista como intermediario). Quizá no tengan mucho nivel crítico intelectual, pero tampoco tienen desperdicio. Nos vamos a las exposiciones de Picasso/Chanel en el Thyssen, Amalia Avia en la Sala Alcalá 31 y Sybilla en la Sala Canal de Isabel II. Las tres abiertas hasta el 15 de enero. 

“Hombre con clarinete. ¿Dónde verán el hombre y dónde verán el clarinete? A mí me hacen un retrato así y se lo tiro a la cabeza… A mí es que no me gusta Picasso, ¿qué quieres que te diga?”. Son tres señoras entradas en las seis décadas. Y una se muestra la líder del grupo con comentarios de este tipo. Ya coincidí con ellas en la cola. Mientras esperaban, se iban leyendo las explicaciones de las paredes sobre esta muestra del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza que registra llenazos tarde tras tarde. Abundan los grupos de mujeres maduras y, curioso, las parejas formadas por hija mayor y madre muy mayor. Seguramente opinan que el tándem Picasso/Chanel es lo suficientemente entretenido, cultural y no demasiado profundo ni enrevesado como para pasar una buena tarde fría de otoño. Comentaba la líder de antes en la cola: “Parece que sólo colaboraron los dos en dos obras”. Y añadía: “Me han dicho que tampoco se tarda tanto en verla, así que cuando salgamos nos da tiempo a tomar un cafetín, antes de ir a casa a preparar la cena”. Ya dentro de la muestra, otro chascarrillo ante Retrato de Fernande Olivier (1909): “Parece que tiene dolor de cabeza”.

Los comentarios que más escucho repiten la misma palabra tanto para los vestidos de Chanel como para el montaje general: “Muy elegante”. O con una pequeña variación: “Muy, muy elegante”.

Una de las cartelas que más atención recibe es la dedicada al perfume Chanel número 5, aunque muchos (más bien, muchas) dejan caer que no entienden la relación con Picasso. Más apreciaciones sobre la costura de Chanel en palabras de otras dos señoras que, la verdad sea dicha, se detienen con conciencia y tiempo ante cada modelo: “Son vestidos muy saco, que no te perfilan la figura, son para personas altas y delgadas”.

Exposición ‘Sybilla, el hilo invisible’, en Sala Canal Isabel II. Foto: Rafa Ruiz.

Arlequines y ‘boteros’

Para las fotos (ya se sabe que ahora es un must en cualquier cita cultural a la que se acuda), el fondo más elegido durante mi visita es Arlequín con espejo (1923), que, por cierto, está en la colección permanente del Thyssen. Gusta mucho el biombo pintado por Picasso y que sale en una fotografía de Olga Picasso; desata comentarios de esos que suelen ser habituales en las galerías de arte y que tienen mucho que ver con la bendita inspiración: “Se parece a…”. O bien: “Voy a pintar yo uno parecido”. Lo que se dice conexión total del arte museístico con la realidad de la ciudadanía. Por cierto, suena a menudo la alarma que salta si te acercas demasiado al biombo. Podemos decir que es la banda sonora de la expo. Es una forma como otra cualquiera de darse autobiombo.

Aparte de la alarma, escucho también otra apreciación que se repite. Encuentran parecido a Picasso con Botero en su forma de pintar muchas figuras femeninas. La percepción se reafirma para muchos (más bien, muchas) ante el lienzo Mujer con sombrero blanco, de 1921. “Mira las manos”. La verdad es que las tiene gordezuelas, muy aboteradas.

También tiene mucha aceptación el vídeo final con la representación del ballet El tren azul, con libreto de Jean Cocteau. Una exquisitez.

A la salida, un grupo de 11 señoras plantean: “¿Nos tomamos un café? Además, no está lloviendo, aunque el teléfono daba que iba a llover toda la tarde”. “Podríamos ir a una terrraza”. “Uy, no, no, quita, yo no, con el frío que hace, te quedas helada”. “Pues dentro, con todas las que somos y en estas fechas, va a ser complicado encontrar sitio en ninguna cafetería”.

Planazo de tarde. Me alejo para ir al depósito elevado del Canal de Isabel II, donde está montada –y muy bien montada también, muy elegante y didáctica– la exposición alrededor de Sybilla (y nunca mejor dicho lo de alrededor, por el planteamiento circular de la sala).

‘Sybillinos’

Aquí la verdad es que escucho poco; hay poca gente y la poca que ahí (bastantes chicas adolescentes) está repantingada (o repachingada; me encantan las dos palabras) en los cómodos sofás del auditorio-cúpula de la planta superior, viendo el vídeo sobre la diseñadora y su relación con famosos fotógrafos como Miguel Oriola, Javier Vallhonrat, Juan Gatti y Félix Valiente. Qué éxito los vídeos esta tarde. Dos señoras comentan con muy buen afinamiento: “Se supo rodear de grandes fotógrafos”.

En este caso, en esta tarde, el público se divide en dos grupos: los sybillinos incondicionales, que comentan todo en la sección que, con fotografías, textos y recortes de prensa, explica la trayectoria de la modista: “En ese desfile estuve yo”. Y los que no tienen ni idea: “Pues no sabía que la marca Jocomomola era de ella”.

Más comentarios: “La verdad es que fue muy revolucionaria. Se salió del canon y de todas las convenciones”. “Ella se mantiene perfecta, eh, qué estilazo”. Todo es tan negro y con luz tenue que quizá el ambiente invite poco a comentar, y menos a comentar en voz alta, al contrario de lo que he experimentado en el Thyssen…

Al salir, en la planta baja, ante los primeros vestidos, una señora le comenta a su amiga: “La verdad es que yo no conocía a esta mujer. Me suena algo, pero como para decir conocerla, conocerla, no”.

El pop lluvioso de Amalia Avia

Salgo y me alejo entre la nebulosa de la noche. Metro Ríos Rosas, línea 1 a Gran Vía y bajo a la Sala Alcalá 31, (en la calle Alcalá número 31) de la Comunidad de Madrid, donde están desplegadas decenas de lienzos de Amalia Avia. Pintora realista, por más que la comisaria, Estrella de Diego, se empeñe en decir otra cosa en la explicación en la pared de la entrada: “… una artista durante años considerada ‘realista’ por el simple hecho de no ser abstracta”, “¿cómo llamar ‘realista’ a una creadora que tiene retazos pop?”.

Entran a la vez que yo dos mujeres de unos 50, que van del brazo; una le va explicando a la otra: “Yo lo que veo es que sus hijos se la llevaron a vivir con ellos no por hacerle un favor a la madre, sino porque a ellos les convenía”…

Exposición ‘El Japón en Los Ángeles. Los archivos de Amalia Avia’, en la sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid.

Voy en busca de los comentarios sobre los retazos pop…, pero lo que me encuentro son dos grupos de apreciaciones (sí, otra vez dos grupos, qué le vamos a hacer) entre el público, bastante matrimonio talludito y parejas de amigas entradas en los 60 (y algunas salidas ya también). Esta vez pongo números: 1. Quienes se dedican a rememorar sus años mozos, diciendo cosas del estilo: “Así tal cual lo conocí yo” o  “mi familia vivía ahí mismito, a la vuelta de la esquina”. 2. Quienes insisten en lo oscuro de las pinturas, en por qué llueve tanto si en Madrid no llueve tanto… Algo que también le plantean a la chica que comienza una visita guiada justo ahora (bueno, ahora, ahora, no, en el momento en que lees esto, no; en el momento en que escribo esto, tampoco; en el momento en que estoy recorriendo la expo, sí; o sea, entonces): Justo entonces: “Pero Madrid no es tan triste y oscuro como lo pinta ella”. La guía les explica que con esos tonos y ese ambiente quiere subrayar lo gris y oprimente de esos años de pobreza y franquismo en España. Una mujer del grupo insiste: “¿Pero tiene realmente algún cuadro con luz?”. Acaban de comenzar la ruta; pronto se darán cuenta de que no, o de que casi no.

Hay un matrimonio de unos 70 con dos hijos varones de unos 40. Se les ve contentos y muy unidos. Quizá estén celebrando algo. Dice el padre: “Nosotros esto lo hemos conocido así”. Dice la madre: “A mí me gusta mucho cómo pinta esta mujer”. Dice el hijo mayor: “Lo oscurece todo mucho. Es que ha oscurecido hasta el Palacio de Cristal”. Añade el padre: “Con esa luz crea una sensación de decadencia. Bueno, de decadencia no, de melancolía”. Ante el cuadro Manifestación, de 1968, ese padre le comenta a sus hijos: “Eso debía de ser en París, porque aquí en España en esa época las manifestaciones no estaban permitidas, salvo ir a la Plaza de Oriente a festejar a Franco”.

Los objetos cotidianos de los cuadros de la planta primera (quizá ahí están los retazos pop, en ese reflejo de la cotidianidad y en ese dar protagonismo a objetos domésticos; como también en subrayar la estética de la tipografía de anuncios y rótulos comerciales de los años 60 y 70, que se han perdido en su gran mayoría, sin que parezca importarle a ninguno de los equipos municipales que han gobernado Madrid, tan dados a obras sobre obras, para dejar la ciudad descarnada de pasado, dejarla desmemoriada)… El paréntesis me ha quedado tan largo que vuelvo a empezar la frase: Los objetos cotidianos de los cuadros de la planta primera dan mucho de sí a las señoras que cotilleaban sobre los hijos interesados. Miran con detenimiento y en silencio camas, sillas, colchas, aparadores, planchas… Alguna vez dicen algo del estilo: “En casa de mis padres había una igual… O muy parecida”. Y ante el cuadro del confesionario, suelta una: “Madre mía, de verdad, y que ahora esto lo veamos en una exposición… Y cuando lo veíamos en la realidad no le dábamos ningún valor ni importancia”… La otra contesta, un poco ajena a la confesión: “A mí me parece que a esta sala ya habíamos venido alguna otra vez, ¿no? A mí me quiere sonar…”. Le contesta su acompañante: “No estoy yo segura”. No consigo escuchar si retoman la conversación de los hijos interesados que se llevaron a la madre a vivir con ellos.

Ya rumbo a la salida, un señor se planta fijo ante un cuadro con un autobús azul: “Me acuerdo perfectamente que de niño había esos autobuses. Vaya que si me acuerdo…”. Está tan absorto en la contemplación del lienzo que no repara en quién tiene al lado, es como si me dirigiera el comentario. Quizá ese sea otro retazo pop.

(PD: Creo que me da tiempo a tomarme un café (descafeinado) antes de regresar a casa a escribir).

 ‘Picasso/Chanel’. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Hasta el 15 de enero.

‘Sybilla. El hilo invisible’. Sala Canal Isabel II. Hasta el 15 de enero.

‘El Japón en Los Ángeles. Los archivos de Amalia Avia’. Sala Alcalá 31. Hasta el 15 de enero. 

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Comentarios

  • Flora

    Por Flora, el 21 diciembre 2022

    No me gusta el “cachondeito” de sus apreciaciones. Quizá esas señoras mayores de 60 no sean lo cultas que es usted. Soy mayor de 60 y profesora de historia del arte jubilada. Me encanta ver a esas señoras, los comentarios que hagan son suyos. No soporto al listillo que se considera por encima de estas por el hecho de conocer en profundidad al autor. Seguro que ellas le darían lecciones de otras cosas. Gracias.

  • Cristina

    Por Cristina, el 21 diciembre 2022

    Tanto machismo en un solo artículo, desvía la importancia de las exposiciones que se pretenden comentar o publicitar.

  • Carlos GV

    Por Carlos GV, el 21 diciembre 2022

    El problema no es que no te guste Picasso, es que lo divulgues!

  • Angel Herreros

    Por Angel Herreros, el 22 diciembre 2022

    Todos lo que visitamos exposiciones con cierta asiduidad nos encontramos con situaciones como las que comenta el articulista.
    No me parece machismo ni mucho menos, me parece que es retratar a una parte de la sociedad, no hay mal en ello. Es exactamente así.
    Hay gente muy intereada en lo que ve, y otros que estan ahí mas pensando en el café de despues que en otra cosa.
    No saquemos punta a todo, a mi me ha parecido muy correcto. En fin…

  • Augusto

    Por Augusto, el 26 diciembre 2022

    Inteligente análisis, perfectamente razonado.

    Y muy bien documentado. La prueba: el articulillo lleva la etiqueta «MARÍA AVIA».

    En fin…

  • Liliana

    Por Liliana, el 03 enero 2023

    Al fin a alguien que no le gusta Picasso!

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