Esa novela que nace un año después de morir tu madre

La escritora Florencia del Campo.

La escritora Florencia del Campo.

La escritora Florencia del Campo.

La escritora Florencia del Campo.

El viernes pasado presenté en Plasencia, en la Puerta de Tannhäuser, ‘Madre Mía’ (Caballo de Troya), la nueva novela de la escritora argentina afincada en Madrid Florencia del Campo. Días antes, tuvimos la ocasión de conversar en torno a esta obra dura, descarnada, donde la autora transita por la autoficción para adentrase en el viaje, el dolor y la memoria. Florencia, que ha pasado por el Taller de Clara Obligado, me habló también de cómo escribe y por qué.

Acabas de publicar tu segunda novela, ‘Madre Mía’, que yo veo como un duro y desnudo ajuste de cuentas con tu madre, con la culpa, con la memoria. ¿La literatura puede servir para restañar heridas?

No lo sé. No me sentía especialmente herida cuando escribí el libro. La pasé muy mal mientras mi madre estuvo enferma. Fue horrible para ella y fue horrible para todas. Fueron años de terror. Luego vino el alivio, como dice la novela. Es terrible, pero a las cosas terribles también hay que nombrarlas. ¿Y qué mejor lugar que la literatura para nombrarlas? Eso quería yo. ¡Hacer literatura! No ajustar cuentas con mi madre ni con ningún otro miembro de la familia. No es una novela catártica. No la viví así durante el proceso de escritura y ahora, en la distancia, sigo pensando que no lo es en absoluto. Es una novela que toma material biográfico para explorar desde la forma, para jugar con diferentes recursos literarios, para desafiar el género de la autoficción, etc… Todo lo que hice con este libro, o todas las razones de este libro, estaban y están en función de mi profesión. De yo-escritora, mucho más que de yo-hija. Suena frío, pero es así. Las culpas que pueda tener por la historia de la muerte de mi madre es algo que puedo susurrarle a ella, si quiero, en mi casa, en la intimidad, o hablarlo con el psicoanalista; es algo privado. Esto es otra cosa, esto es un libro, esto es público. No tiene nada que ver con un ajuste de cuentas. No obstante, no estoy diciendo que en la novela no hablo de dolor, solo digo que su función no tiene nada que ver con buscar sanar heridas.

Sorprende su sinceridad. Me ha recordado a obras de autoras como Kristof o Duras. ¿Las tuviste en mente cuando escribiste la novela?

Clara Obligado, que fue maestra mía de taller, siempre me decía que debía leer a Kristof. Y finalmente la leí gracias a ella. Pero la leí tarde, la leí recientemente. Cuando empecé a escribir Madre mía yo no había leído a Kristof todavía. ¿Por qué me decía Clara que debía leerla? Porque encontraba algo muy Kristof en mis textos. Respecto a Duras, siempre la tengo en mente. Para mí es una referencia, como lo es Clarice Lispector, a quien cito en la novela dos veces. Cuando hablan de mi novela, periodistas o lectores en general, a menudo aparece la palabra “honestidad”. Me alegra que tú también encuentres eso y uses la palabra “sinceridad”.

¿Cómo fue el proceso de escritura?

La comencé cuando se cumplía un año de la muerte de mi madre y la acabé dos años después, más un tercer año para corregir y editar. Esto lleva tiempo… El proceso fue un poco el que sigo siempre: escribo una primera versión de la novela y después la cambio mucho, casi la destruyo toda, la reescribo. Pero esa primera versión me sirve de base. Yo contaba con la historia clínica de la enfermedad de mi madre, que es el material que se adjunta al final de la novela, escaneado. Ese material fue el punto de partida y fue lo que me organizaba la escritura, porque, entre otras cosas, está fechado y yo usé esas fechas para ordenar la historia que quería ir escribiendo. Pero todavía faltaba mucho… Todo lo demás lo fui encontrando mucho más en la reescritura que en la primera versión. Por ejemplo, el juego con el lobo no estaba en la primera versión, ni la voz de la madre, ni ninguna de las demás voces, o ese coro, que aparece en cursivas. ¡Imagínate!, era otra novela… mucho peor, por suerte.

¿Cuáles dirías que son los autores que más te han influido?

Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik, Silvina Ocampo, Clarice Lispector; y últimamente, y gracias a Clara Obligado, Lorrie Moore y Kristof, claro. Son las voces que más me resuenan. Pero también autoras contemporáneas como Samanta Schweblin o Ariana Harwicz me resultan interesantísimas. No sé, puedo estar olvidándome de muchos otros…

¿Cómo concilias la vida personal –el trabajo, por ejemplo– con la escritura?

Para mí la escritura es vital, y es también mi trabajo. Hay que hacer otras cosas para sobrevivir, o para no morir de hambre, lamentablemente, y se hacen. Pero toda la vida la tengo atravesada por la escritura. Desde hace años que es así. Miro una película, voy en el metro, tomo cañas, y de alguna manera hay escritura latente en eso, en todo. Es un modo de estar en el mundo. Yo a estas alturas no quiero escribir (que también), tengo que escribir. Es como si escribir ya ni lo eligiera, como si estuviera después de la elección. Como me dijo el otro día Fernando Marías (y lo parafraseo porque no recuerdo literalmente sus palabras): tenemos que hacer esto, porque esto es ser escritor, no se trata de que veamos que no nos conviene y entonces me hago saxofonista, no, cuando eres escritor, no puedes cambiarte de profesión, es esta, no hay escapatoria.

¿Cuántas horas dedicas al día a la escritura?

Depende de las etapas. Ahora hace meses que no escribo, que cero horas. Y sí que tengo un libro entre manos. Pero hay etapas de mucha producción donde dedico seis horas al día. En alguna ocasión tuve la suerte de poder dedicarle ocho. En cualquier caso, insisto en la idea de que escribir también se hace mientras se hace otra cosa…, ¿esas horas cuentan?

¿Tienes alguna rutina? ¿Alguna manía?

No, nada. He escrito en las condiciones menos propicias. Cuando quieres escribir, si es necesario, te escondes en un baño a hacerlo. Últimamente, tomo muchas notas en el móvil. Y luego, si puedo tener disciplina, porque tengo tiempo y los medios para ello, voy a una biblioteca y me encierro allí horas y escribo sin parar. Pero hace más de un año que no voy a una biblioteca a escribir, y en ese periodo he terminado un libro de poesía. Lo hice sin rutina, lo hice escribiendo en el móvil si era necesario, lo hice porque no podía evitarlo y ni me dio tiempo a hacerme con una rutina para su proceso de creación.

¿Cómo trabajas tus textos? ¿Corriges mucho?

Muchísimo. Tardo mucho más en corregir que en escribir. Reescribo, ya lo dije. Cambio muchas cosas, elimino tantísimas. Para la mí la clave está en corregir.

Aunque ya tenías una obra en marcha, al llegar a Madrid has pasado un tiempo en el Taller de Clara Obligado. ¿Cómo fue tu experiencia?

Excelente. Aprendí muchísimo. De ella y de mis compañeros y compañeras. Y también me dio un lugar de pertenencia, me juntó con gente que estaba en las mismas que yo. En los talleres de Clara, además, conocí autoras, como ya dije antes, que me marcaron mucho. Y de allí salieron cuentos o proyectos que pueden llegar a ser importantes en mi obra. Fue una experiencia extraordinaria.

¿Qué proyectos tienes en marcha?

Estoy en pleno proceso de reescritura de una novela. Y tengo que corregir todavía bastante del poemario que acabé hace algunos meses. Luego, estoy planeando una novela que me va a llevar mucho tiempo de investigación y de a poco estoy metiéndome en eso, pero muy de a poco. Necesito más tiempo. Mientras tanto, tomo notas, escribo en el metro, pienso en las cañas, invento en la calle, fantaseo en el cine y observo todo. Escribo sin escribir, mientras tanto.

Información sobre el Taller de Clara Obligado.

Cursos de escritura, talleres de lectura. Todos los niveles y horarios.

javiermorales@escrituracreativa.com

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Comentarios

  • Sandra, de Mégara

    Por Sandra, de Mégara, el 14 enero 2018

    Definitivamente «Escribir también se hace mientras se hace otra cosa…». Y vaya si esas horas cuentan. Qué linda charla, Florencia y Javier.

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