El nuevo ‘Fantasma de la Ópera’: cómo meter un elefante en un 600
Madrid estrena una nueva versión de ‘El Fantasma de la Ópera’, el musical de Andrew Lloyd Weber que ha triunfado en más de 40 países desde hace 37 años. Lo hace en el recién remodelado Teatro Albéniz y nos suscita una inevitable pregunta: ¿Es posible meter un elefante en un 600? La respuesta es afirmativa. Se puede. Sólo hace falta profesionalidad, ideas e inteligencia. Y esta nueva producción va sobrada de las tres cosas.
El 27 de septiembre de 1986, cuando aún le quedaban 37 años de llamarse Her Majesty, en honor a la reina Isabel II de Inglaterra, el teatro londinense situado a escasos metros de Piccadilly Circus, vivió la primera función de El Fantasma de la Ópera, un musical con la firma de Andrew Lloyd Weber que estaba llamado a romper récords y que más de 14.000 funciones (y una pandemia) después, todavía puede verse en este coliseo reinaugurado por cuarta vez en 1897 y que albergó, al menos, el estreno de 25 óperas de George Frederic Handel.
El Fantasma de la Ópera presume de haber tenido una audiencia de más de 160 millones de espectadores en todo el mundo. Dos años después de su estreno, en 1988, llegó a Nueva York donde, pese a haber echado el cierre apenas el pasado mes de abril, sigue ostentando el título de espectáculo más longevo de Broadway. Y es que a finales de los 80 y, prácticamente durante toda la década de los 90, la espectacularidad del montaje de El Fantasma de la Ópera corrió como la pólvora de boca en boca. Se trata de una producción maximalista en la que el axioma imperante era: hazlo grande o vete a casa.
En 2002, cuando el musical desembarcó por fin a España por primera vez en una producción clonada de la original, la monumentalidad fue uno de los reclamos publicitarios que la empresa Stage (entonces CIE) utilizó para publicitar la llegada del fantasma a Madrid. Tanto que aseguraron que el Teatro Lope de Vega –con un aforo de 1.456 butacas y una caja escénica con una embocadura de escenario apenas medio metro más corta que la de Her Majesty en Londres, pero con casi la misma altura y el mismo fondo–, era el único de la Gran Vía capaz de albergar una producción tan descomunal como la de El Fantasma de la Ópera. Contaron que hubo hasta que adecuar el techo del teatro para que pudiera soportar el peso de más de una tonelada de la lámpara del teatro, uno de los elementos escenográficos más famosos de este clásico del teatro musical.
Así las cosas, ¿dónde está la lámpara? Era una de las primeras preguntas que se hacía el público el pasado martes en el Teatro Albéniz –donde tuvo lugar el regreso a España de este icónico musical 20 años después de su estreno en la Gran Vía de la mano de la productora y promotora de espectáculos LetsGo–. De hecho, parecía un milagro que en el recién remodelado teatro con capacidad para 898 espectadores pudiera representarse un título tan llamado a la grandilocuencia. Tenía mucho morbo, para los que todavía no habíamos visto la nueva versión en su estreno italiano el pasado mes de julio en Trieste, observar lo que parecía imposible. ¿Cómo se mete a un elefante en un Seat 600?
Este periodista no quiere desvelar muchos de los secretos de esta nueva producción cuyo diseño escenográfico y dirección de escena firma Federico Bellone. Estoy convencido de que el factor sorpresa juega muy a favor de esta nueva propuesta, no sólo para sus creadores, sino también para el espectador que pasa por taquilla. El público que ya haya visto la versión original se asombrará con la inteligencia y picardía de algunos de los recursos nuevos que se utilizan; y el espectador neófito se maravillará con una puesta en escena ágil, imponente y espectacular en muchos momentos. Una puesta en escena que no da tregua y que aprovecha hasta el último centímetro cuadrado útil de la caja escénica (y del resto del teatro) para sorprender.
Un versátil escenario giratorio permite al director que los espectadores atraviesen, quieran o no, la cuarta pared. Unas veces estarán literalmente dentro del escenario del imaginario Teatro de la Ópera Populaire de París y otras observarán la acción como quien mira desde el punto del vista del patio de butacas. El diseño de iluminación de Valerio Tiberi y el de sonido de Roc Mateu se alían con la escenografía y la coreografía para despachar un espectáculo sólido y, sin lugar a dudas, potente.
Todo lo icónico está. La lámpara que asciende al techo del coliseo dando comienzo a un gigantesco flashback con el que arranca esta historia de teatro dentro del teatro. La misma lámpara que más tarde el fantasma dejará caer sobre el patio de butacas. Está el espejo y la trepidante escena del secuestro de Christine hacia las catacumbas bajo el teatro, la guarida donde el fantasma, un genio de la música incomprendido y rechazado por la sociedad, habita. Y está la góndola que es necesaria para acceder a esa madriguera. Hay trucos de magia, desapariciones y apariciones, efectos especiales que firma Paolo Carta. Un número que se canta desde la azotea del teatro con un vibrante París que anochece de fondo. Está la subasta, las dos óperas que se representan dentro del teatro con sus ballets y todo, está el órgano del fantasma, donde compone sus partituras…
Tal vez el número que queda más en la cuerda floja sea Carnaval (Mascarade, en el original). Es sabido que en el teatro musical contemporáneo el primer número del segundo acto, justo después de terminado el descanso, suele ser uno de los más espectaculares. El opulento baile de máscaras de la producción original de Londres con su imponente escalera y un vestuario espectacular, se ve algo comprometido en esta nueva propuesta. Pero si unos maniquíes le sirvieron al director de escena Barrie Kosky para simular una multitud en el último montaje de Katia Kavanova en el Festival de Salzburgo, bien está que en esta producción también hagan su trabajo.
Pero sobre todo está la música. Esa partitura, que parece un cruce entre el pop, Puccini, Gilbert y Sullivan y Benjamin Britten, que ya es un clásico de los musicales, compuesta por Andrew Lloyd Weber. El propio autor, finalizada la función de estreno en el teatro Albéniz, subió al escenario junto al actor Antonio Banderas, con quien ha puesto en marcha la empresa Amigos Para Siempre, para producir sus musicales en español. Ambos bendijeron con su presencia esta nueva propuesta pensada para viajar por España y por el mundo a teatros de medio formato democratizando, aún más, un musical que, sin duda, ya es parte de la cultura popular de medio mundo.
La dirección musical de Julio Awad es efectiva y emocionante, aunque en ciertas ocasiones adolezca de un poco de orden y brillo, como en el septeto del primer acto. Pero, en general, su lectura es vibrante y acompaña perfectamente los requerimientos técnicos que impone la escenografía. En los papeles protagonistas brilla y sobresale un trío magnífico: Guido Balzaretti en el papel de Raoul de Chagny, Talía del Val como Christine Daaé y un inmenso Gerónimo Rauch en la piel de un Fantasma que desde ya se ha convertido en parte de la historia del musical en España.
Aquí puedes consultar las funciones y entradas para el musical ‘El Fantasma de la Ópera’.
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