Ofelia Grande, Siruela: “Si quieres vender 1.500 libros, has de imprimir 2.500”

La directora de la editorial Siruela, Ofelia Grande.

Son las 11 de la mañana, he quedado con la directora de la editorial Siruela en su sede; nada más entrar, Ofelia Grande me presenta a todo el personal que vamos encontrando a nuestro paso mientras me conduce por cada rincón de la editorial. De las paredes de los pasillos cuelgan retratos de los grandes escritores que forman parte de la casa; sus miradas me hablan de la historia de la literatura, de la historia de la editorial. Responde con sinceridad a las preguntas, sin tapujos ni medias verdades, y nos ayuda a comprender fisuras muy poco racionales y sostenibles en el mundo editorial, apresado por la necesidad de imprimir, imprimir, imprimir.

Ofelia, la editorial fue fundada en el año 1982 por Jacobo Siruela, ¿no?

Eso es.

¿Cuándo tomaste el testigo de la editorial?

Yo entré en Siruela en el año 2000 y estuve poco más de dos años con Jacobo, hasta que se marchó a otros proyectos y me quedé yo. Así que el testigo digamos que desde finales de 2002.

El sello Siruela era una marca importante cuando se produce el cambio de dirección; hoy lo sigue siendo. ¿Cómo has conseguido transformar la editorial respetando su historia y manteniendo la personalidad de sello?

Bueno, antes de nada, yo creo que por afinidad; cuando entras en una editorial lo más importante es aprender del pasado, de lo que es y ser respetuoso con lo que ya hay. Ser respetuoso no quiere decir que tengas que hacer eso exactamente al pie de la letra, pero sí mantener determinadas líneas que son constitutivas de la editorial en sí. Yo lo que me propuse en su momento, sin ser seguramente una persona tan intelectual como es Jacobo, fue seguir manteniendo muchas, no todas, pero muchas de las líneas previamente existentes e ir introduciendo en paralelo, no sustituyendo, sino añadiendo otras líneas que a mí me interesaba explorar.

También por coherencia, porque una editorial nace, crece y, como todo en la vida, se desarrolla; por tanto, no se puede quedar estancada en ciertos lugares. Intentar encontrar el equilibrio entre la historia y la introducción de cosas nuevas es algo que requiere tiempo y no se puede hacer todo de golpe. Por ejemplo, Jacobo Siruela publicaba narrativa contemporánea en la colección Libros del Tiempo. Y lo que hicimos en un momento determinado fue abrir la colección Nuevos Tiempos para la narrativa contemporánea dentro de esta colección y abrir la línea policíaca que a mí siempre me ha gustado mucho.

La línea policíaca es de gran calidad, ¿se integra bien en Siruela?

En Siruela funciona muy bien y va hacia arriba. Ya había autores policíacos publicados, pero siempre dentro de la colección Libros del Tiempo como, por ejemplo, Batia Gur. Es que yo tampoco creo que haya unos géneros mejores que otros, sino que hay libros mejores que otros. Dentro de los géneros hay grandísimas novelas policíacas, grandísimas novelas románticas, grandísimos libros de autoayuda, al igual que hay malísimos libros de poesía, de ensayo… No pienso que seas mejor editor por no publicar policíaca. Creo hay que buscar dentro de géneros que te gustan, que te apetece publicar, buscar lo mejor que seas capaz de encontrar según tu criterio, el criterio de tu equipo.

La serie menor de ensayo me parece muy interesante porque introduce al lector que no siente una especial atracción por el ensayo…

Es una colección histórica de Siruela que hemos mantenido tal cual, incluso con el mismo diseño que tenía cuando se creó, porque era muy clásico y consideramos que era muy buen diseño de Gloria Gauger, la diseñadora de Siruela que sigue siendo la misma, lleva trabajando, no sé exactamente, pero quizás 30 años, y evidentemente todos aportamos nuestro granito de arena al diseño. Vamos marcando líneas que nos gustan más o simplemente el tiempo va marcando portadas.

Tras repasar atentamente todo el catálogo para la entrevista, hubo dos cosas que me llamaron la atención. Ofelia, ¿tú crees que si tienes los libros del catálogo de Siruela en casa tienes una buena biblioteca?

Sí lo creo. Siempre que me preguntan qué es lo que pretendemos como editores suelo decir que quiero que cualquier lector encuentre por lo menos un libro que le guste. Por eso tenemos un catálogo tan diversificado en una editorial de nuestro tamaño. Es un poco extraño porque tampoco tenemos un tamaño tan grande como para tener tanta variedad. Intentamos hacer eso, intentamos que, sea cual sea el tipo de lector, pueda encontrar por lo menos un espacio dentro de la editorial Siruela. O sea, que el público también está integrado dentro de la línea empresarial.

La segunda cuestión es la fidelidad a los autores de la casa. Algunos están muertos, pero otros no. Lo que quiere decir que apostáis por vuestros autores. ¿Sois fieles?

Sí, y al revés. También pasa que hay algunos autores que son infieles y se largan a otra editorial. Se tiene que aceptar y ya está. Sí que es una política de Siruela, que yo aprendí. Quiero decir, cuando llegué ya había una política de autor. Hubo muchas de las cosas de mis primeros años en Siruela que me calaron y que sigo manteniendo, tienen que ver con la calidad de las ediciones, con el cuidado de los textos, con la política de autor y creo que es algo importante. Por ejemplo, y no sé si esto es políticamente correcto, pero cuando una editorial más grande se lleva a un autor de una editorial como la nuestra, incluso editoriales más pequeñas que las nuestras, porque en un momento dado, con un libro determinado, han tenido muchísimo éxito y luego se dan cuenta de que ese éxito a lo mejor no se repite, porque es que no es fácil repetir un gran éxito… Ni todos los días somos maravillosos ni tenemos ideas brillantes. A veces he visto autores que se marchan con todo el dolor que eso te produce, autores que estaban vendiendo bien. No pasa siempre, pero a veces te quedas con ese pequeño sabor agridulce como de qué ha pasado aquí.

Tal y como lo planteas, al final el factor económico mueve algunas cosas en el mundo cultural.

También a veces hay cosas que simplemente no hemos hecho bien del todo con algún autor. Y puedo entender que alguno se haya sentido mal, poco mimado. Quiero decir, y es verdad, que no es que prestes más atención a los que más venden, es que son en los que inviertes más recursos, porque al fin y al cabo esto es una empresa. Tampoco nos olvidemos. Una empresa tiene que dar ciertos beneficios para que te permitan como mínimo seguir. Eso que, desde según qué momentos parece fácil contarlo, a veces se complica, hemos pasado momentos en los que no sabías si ibas a poder mantener la editorial tal y como estaba un año o un año y medio más.

¿Cuántos libros contiene el catálogo?

Así, grosso modo, como 1.500 vivos.

¿Cómo es el paso de una editorial manejable, en el sentido de poder atender directamente a todos los autores, a una editorial con ese número de títulos vivos?

Se maneja teniendo un equipo maravilloso como el que tenemos. A mí una vez me dijo un amigo de un gran grupo: “Vosotros sois pequeños, pero tenéis maneras de gran grupo”, y entiendo a qué se refería, quiero decir que yo no soy una editora personalista que diga que yo soy la que elijo todos y cada uno de los libros.

¿Tienes entonces un buen equipo en el que confías?

Somos un equipo y somos un equipo estupendo desde cualquier punto de vista, tenemos un departamento editorial, un departamento de prensa, un departamento comercial, un departamento de administración, uno de producción, algunos ocupados por una sola persona, pero sí que tenemos una organización que permite o permitiría crecer. Si las circunstancias se dieran, las circunstancias externas y de muchísimos factores. Nosotros tenemos una estructura organizativa de empresa grande, aunque no lo seamos todavía. La combinación debería salir bien. Aunque no siempre sale bien.

¿Hay autores talismán? Autores como Italo Calvino, Tanizaki, Clarice Lispector, obviamente Carmen Martín Gaite, Fred Vargas, Domingo Villar… Recuerdo los últimos años de Siruela con libros que son grandes éxitos.

Acertar cada dos años es lo raro. En los últimos años quizás; por ejemplo, recuerdo la salida del libro de Pablo D’Ors, pero también hemos pasado una larguísima travesía por el desierto. Sí, digamos que tenemos un sostén con los autores que nombras.

¿Cómo explicas el éxito de ventas que han supuesto dos libros tan dispares con ‘Imperiofobia’ y ‘El infinito en un junco’?

Es una cosa que sí he aprendido. Si me preguntarás cuál es mi talento, mi talento es saber quién tiene talento, creo, o fiarme de la gente que tiene más talento que yo en según qué cosas. Hay que decir que al final aquí yo soy como la directora de la orquesta y a lo mejor sé tocar un poco el violín, pero poco. A lo mejor sé tocar un poco el piano. Desde luego, no con el señor que está ahí tocando el piano. Entonces, en aquel momento el que tocaba el piano era Ignacio Gómez de Liaño. Era el director de la colección de ensayos. Él trajo el libro de Elvira Roca.

Tengo mucha curiosidad por una cuestión: ¿qué tirada inicial hiciste del libro ‘El infinito en un junco’ de Irene Vallejo?

Entre 2.500 y 3.000.

Para una editorial mediana, entrar en el circuito de distribución tradicional es plausible, pero para una pequeña editorial hay determinadas exigencias que resultan complicadas. ¿La cadena de distribución obliga, de alguna manera, a producir una tirada que cubra el mercado?

Yo entiendo perfectamente que a lo mejor no quieras hacer una tirada de más de 1.500 ejemplares porque piensas que no vas a vender más de 1.500 ejemplares, pero sé lo que la experiencia nos ha demostrado, ya son muchos años aquí y muchos de ellos picando piedra. Sé que si quieres vender 1.500 tienes que hacer 2.500. Si haces 1.500 vas a vender 800.

Entonces el posicionamiento de los libros, ¿sigue siendo importantísimo?

Yo creo que es fundamental.

Y estas exigencias del sistema ¿casan bien con una producción ecosostenible?

Estamos malgastando papel.

Y la tinta y el transporte. ¿Cuántas vueltas pueden dar tus libros y dónde acaban los que no se venden? En nuestro sector deberíamos hacer un poco de autocrítica.

Sí, por la huella de carbono, por la conservación del medioambiente.

Me dices que para vender 2.500 libros hay que imprimir 4.000, más o menos. ¿Y dónde van los otros 1.500? Porque ese es el dolor.

Sí, claro que es un dolor y no sabes lo que vas a perder, porque a nosotros no nos gusta nada destruir ejemplares. Tenemos un almacén en Alcalá de Henares lleno con cientos de miles de libros. Estoy hablando de cientos de miles de libros, de los cuales hay un porcentaje elevadísimo que está estropeado y que no se moverá de allí nunca.

Hay cementerios de libros y nadie habla de eso.

Hay cementerios de libros y estamos hablando de Siruela, que es una editorial mediana. En las grandes debe de ser enorme, en proporción.

Hay otra cosa terrible antes de llegar al cementerio. ¿No crees que hay maltrato en todo ese periplo que realiza el libro?

Lo peor es que también se cuenta con ello ya. Antes teníamos una colección de ensayo que sufría de este deterioro del que hablamos. Ahora le hemos dado un leve barniz para que no se estropee. Por ejemplo, el libro nuevo de Domingo Villar, Algunos cuentos completos, tiene una ligerísima capa de barniz, pero suficiente para que pueda estar en la mesa de novedades sin que se manche.

¿Podríamos hacer algo entre todos para que el proceso sea un poquito más ecológico? Reflexiono contigo y te pregunto. Sí, es necesario posicionar los libros en todos los rincones para que se vean y crezca la posibilidad de venta. Pero en esta época en la que vivimos, ¿cuánto tardaríamos en reimprimir ese número de libros que se requieren inmediatamente para reponer?

Sí, lo suyo sería que en una semana o nueve días, 10 máximo, tuvieras la posibilidad de volver a tenerlos. Pero, en ese sentido, como consumidores, todos tenemos un poco de culpa. Y ya no digo sólo con el libro, sino como consumidores de cualquier cosa que necesitemos. Si quisiera un champú y no supiera cuánto tiempo tendré que esperar para tenerlo y me dicen que esa misma tarde lo puedo tener, ocurriría lo mismo.

Llevas razón; estamos acostumbrándonos a unos tiempos inmediatos, estamos perdiendo la paciencia, la emoción de la espera por las cosas que deseamos… Si tuvieras que elegir, si tuvieras que salvar tres libros de Siruela, los que más representan a la editorial y desde la raíz.

De la raíz, creo que Italo Calvino y Clarice Lispector, también Fred Vargas, pero no solo por lo que haya vendido, que ha vendido mucho y en un momento determinado ha sido un buen impulso económico, sino por lo que supuso de cambio de registro. Domingo Villar es mi amigo, además de mi autor y de ser uno de los autores que más vende de la editorial, algo que me produce una especial satisfacción. Con Irene Vallejo me pasa también, la amistad es más reciente; me pasa con Elvira Roca, que ni siquiera la descubrí yo, ya que te he contado que fue Ignacio quien la eligió.

¿A qué editores admiras? ¿Qué editores crees que están haciendo un trabajo interesante?

Hay muchos. Sandra Ollo de Acantilado, la admiro porque está haciendo una labor magnífica, como todo el mundo sabe, y porque además ha tenido que luchar contra muchos prejuicios. Admiro mucho a Luis Solano, de Libros del Asteroide, que además es amigo también, es muy bueno y apuesta por nuevas voces, y también quiero mucho a Juan Casamayor, de Páginas de Espuma, no sé si hay alguien que trabaje más por su editorial en este país.

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