‘Omar’: el aire irrespirable de la ocupación israelí

Fotograma de la película ‘Omar’.

Fotograma de la película 'Omar'.

Fotograma de la película ‘Omar’.

El autor reflexiona e intenta arrojar luz sobre la dura realidad palestina a través de la ficción de dos películas, ‘Omar’ (2013), del palestino Hany Abu-Assad, e ‘Inch’ Allah’ (2012) de la canadiense Anaïs Barbeau-Lavalette, situadas en pleno epicentro del conflicto

Hay algo que me molestó de Inch’ Allah (2012)película, por otro lado, muy recomendable de la canadiense Anaïs Barbeau-Lavalette-, y que vuelve a molestarme con Omar (2013), del palestino Hany Abu-Assad. En ambos casos el detonante de la trama es una acción armada palestina: en la primera, un ataque suicida en Jerusalén; en la segunda, el disparo y muerte de un soldado israelí en Territorios Ocupados.

Me molesta porque ambas son películas recientes y valientes que, desde la ficción e incluso el mero entretenimiento, hablan de las consecuencias de la ocupación, del sometimiento de todo un pueblo, de la arrogancia e impunidad del Goliat israelí, de la tortura, de la imposibilidad de llevar una vida digna (o de simplemente tenerla) en esas circunstancias, etcétera. ¿Por qué entonces ambas películas parten de una acción armada palestina si aquello que nos quieren contar no depende necesariamente de ellas?

El relato palestino está condicionado de antemano por el agobiante peso de la maquinaria mediático-propagandística israelí y de sus cooperadores “occidentales”, lo que fuerza a que cualquier posicionamiento político y artístico pro palestino (es decir, pro derechos humanos), e incluso trabajo periodístico, tenga como preludio el reconocimiento de una violencia palestina. Como si la denuncia de la flagrante brutalidad y de la violación de las leyes internacionales por parte de Israel conllevara inevitablemente una cláusula de condena a todos los males de la humanidad, incluidos los que no son sino consecuencia de sus propios actos. En definitiva, se procura así sortear censuras y evitar que los objetivos y mensajes se diluyan en agotadores debates sin fin, aunque en el caso que nos ocupa, las estadísticas (y la constatación diaria) demuestren que el número de ataques a civiles palestinos en Cisjordania es mucho mayor que el de ataques de palestinos a colonos o militares, ocupantes -no hay que olvidarlo- de una tierra ajena que administran bajo ley marcial. Como le advierte una abogada al protagonista de Omar, un palestino que es detenido y acusado por Israel carece de opciones.

Es cierto que, al contrario que Inch’ Allah, Omar nos sitúa inicialmente ante un doble escenario opresivo físico y moral. Omar trata de escalar el muro de apartheid, que divide en dos una aldea palestina, para poder llegar hasta donde trabaja Nadia, su amada. En ese intento recibe los disparos de una patrulla israelí. El espacio, ahogado por el omnipresente monstruo de cemento. Acto seguido, otra patrulla israelí lo detiene en la calle por pura diversión. Le obligan a permanecer subido a una piedra inestable con los brazos sobre la cabeza durante interminables minutos, mientras ellos charlan y lo ignoran. La humillación por la humillación, aberración cotidiana en los checkpoints fijos y móviles de toda Cisjordania.

Esa puesta en escena marca al tono y permite que el espectador que nunca ha pisado Palestina pueda situarse en cierto modo sobre el terreno pero, tanto la inmolación inicial de Inch’ Allah como el disparo contra un soldado de Omar, son acciones que pueden desviarnos de lo que en esencia se nos quiere contar. Claro que en Palestina hay violencia, ¿podría no haberla? Es consustancial a una ocupación y al impedimento de unas condiciones de vida normales y/o razonables, pero ambas películas se decantan por acciones extremas e irreversibles. Es más, en el caso de Omar la elección podría llevar a que un espectador “inocente” y no versado descifrara el guión en clave de un simple thriller de persecuciones y venganzas.

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Varios fotogramas de la película 'Omar'.

Varios fotogramas de la película ‘Omar’.

No, Omar no es la historia de quién engaña a quién y de quién es más listo que los demás (como parecían discutir unos espectadores con los que compartí sala). Omar es la historia de las venenosas consecuencias de la ocupación israelí a través de la infiltración en cada uno de los aspectos de la vida de los habitantes de los Territorios Ocupados; es la historia del control y la manipulación emocional que hace irrespirable el aire de la convivencia; es el encarcelamiento de la conciencia en un espacio tan estrecho como el de la propia prisión a cielo abierto en la que les mantienen confinados (“El mar está a 15 km y no lo he visto en mi vida”, dice uno de los personajes). Es, en definitiva, la historia de cómo la ocupación israelí destruye como un cáncer irreversible las células vitales, la esperanza y la convivencia de un pueblo al que castiga colectivamente de forma física y psicológica.

Omar es también la historia de quienes tienen como única elección lo malo y lo peor, de quienes deben escoger entre pudrirse en la cárcel o aceptar convertirse en chivatos, otra forma de pudrirse en vida o incluso de perderla; es la historia del enorme chantaje con el que Israel dinamita los lazos de la sociedad palestina, rompe familias y amistades, convirtiendo a cada palestino en sospechoso de colaboracionismo. Porque para poder cruzar el muro, llegar a un hospital o evitar una detención administrativa (un arresto indefinido por causas no declaradas, habitual en Cisjordania), el precio que se paga es, con frecuencia, la delación de un vecino o un familiar.

Omar es incluso la historia de otra opresión de naturaleza bien diferente: la cultural y religiosa del mundo árabe; la de una sociedad profundamente machista, esclava de sí misma. Para contar (ni más ni menos que todo) eso, no era necesario pegar ni un solo tiro.

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Comentarios

  • montse lopez

    Por montse lopez, el 23 julio 2014

    Es una excelentísima pelícuola de seres humanos que viven entre el amor, el odio y la traición. Altamente recomendable

  • Javi Ríos

    Por Javi Ríos, el 25 agosto 2014

    Cada uno Carlos, tenemos nuestras justificaciones. No sé, de igual modo que ambos cineastas han sentido la necesidad, por las razones que tú dices, o quizás por otras, de empezar así sus películas, tú has estimado oportuno dedicar casi medio artículo a dejar clara tu posición sobre el conflicto, antes de entrar en harina, lo que no me parece ni mal ni bien. No sé, tengo la sensación de que todos, y yo ahí me incluyo, andamos casi todo el tiempo justificándonos, aclarando cosas, antes de empezar a opinar con libertad.

    • Carlos Pérez Cruz

      Por Carlos Pérez Cruz, el 26 agosto 2014

      Gracias por leer y comentarlo. Comparto contigo en que «andamos casi todo el tiempo justificandonos, aclarando cosas», en especial si a Israel nos referimos. El peso del lenguaje es enorme en este caso. En cualquier caso, en lo que a opinión se refiere, procuro ejercerla con absoluta libertad.

  • Jose

    Por Jose, el 10 enero 2015

    En alguna parte de la pelicula dice que luego de la construccion del muro, bajaron los atentados en Israel en un 95 % ?=

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